Capítulo 24

He permanecido con Dimas detrás del escenario durante la presentación de MalaVentura. El concierto es en el mismo recinto donde fue la primera fase del concurso a nivel local.

—Me habría encantado que consiguiéramos esta presentación —comenta Gabriel recargado en la pared a nuestro lado.

—Mike lo intentó, pero estaba apartada para MalaVentura —le recuerdo.

El líder de Gray suspira y cruza los brazos.

—Mañana abriremos el concierto en Cancún —anima Minerva—. Vean el lado bueno de las cosas.

Estoy de acuerdo con ella, los chicos de la banda no tanto. La violinista intercambia una mirada resignada conmigo y abraza a su novio. Ellos ni si quiera deseaban venir, pero ella y yo les advertimos que eso podría ser grosero con MalaVentura.

—¿Soy cruel si deseo que Eric se enrede con el cable de la guitarra? —inquiere Nico.

—No, eres humano —contesta Cedric y le da una palmada en la espalda—. Todos queremos eso.

Me encojo de hombros, no quiero que se enrede con el cable... creo.

—Supongo que tienes razón —suspira el chico.

El bajista ha sido el primero en percatarse de que tenía un anillo en la mano. Estábamos llegando a la prueba de sonido cuando soltó la pregunta del millón, si Dimas me había propuesto matrimonio. Recibí tantas felicitaciones que ni supe quién dijo qué. Sofía fue quien se percató que el anillo no estaba en la mano izquierda, hasta ese momento encontramos como explicarles que no era un anillo de compromiso. Aura no disimuló que se incomodó con toda la situación, incluso cuando me abrazó sólo podía mirar a Dimas. Eric notó la actitud de su esposa, un rato después los vi discutir.

—Canta, Cris —dice Mimo al llegar a mi lado.

Los demás chicos de The Witcher llegan detrás de él y se detienen con nosotros a mirar el final de la presentación de MalaVentura.

—¿Por qué?

—Para que cambies esa cara —sonríe— ¿Te sabes esta canción?

Conozco todas las de MalaVentura.

—Sí.

—Entonces, cantemos.

Mimo mueve mis manos al ritmo de la canción, me hace sonreír. Canto bajito con él, un segundo después se une Toni. Charly nos hace una fotografía mientras que Axel, Óscar y Pooh hablan con los técnicos de sonido.

MalaVentura sale del escenario unos minutos después con el público eufórico por su presentación. Felicitar a la banda que va de salida y desearle suerte a la siguiente que subirá es un ritual al que te acostumbras.

Es un ritual al que te acostumbras el felicitar a la banda que va de salida y desear suerte a la siguiente que subirá.

—¿No han visto a Aura? —nos pregunta Eric mientras se retira el sudor del rostro con una pequeña toalla.

—No.

Ahora que lo dice, no la he visto desde que salieron ellos al escenario.

—Deseamos que te enredaras con el cable de la guitarra —confiesa Dimas.

Eric ríe.

—Gracias por la sinceridad, Adem.

El público llama a gritos a Toni mientras éste habla en voz baja con los demás. Las chicas de MalaVentura se dirigen a los camerinos tras recibir las felicitaciones, solamente Cedric se va con ellas de la mano de Sofía.

—Cristal —me llama Charly—. ¿No te gustaría cantar hoy?

¿Ah?

—¿Qué?

—Ya calentaste un poco la voz —señala Mimo—. Será divertido, ¿sí? Hace mucho que no lo haces.

Y el contrato que firmé especifica que lo haría en bastantes presentaciones.

—Yo...

Dimas me abraza por la espalda.

—Si no quieres hacerlo sólo tienes que negarte, pero mantenerte firme en tu decisión.

No sé si quiero o no hacerlo.

—Mi cabello es horrible... ¡Ni si quiera he venido con ropa adecuada y no hay nada en el camerino que pueda usar!

—Te amarán como sea —opina Óscar—. ¿Lo harás?

Insisten con cientos argumentos que me impiden hablar, soy mala interrumpiendo. Henrik es el único que nota que parece que quiero decir algo, por lo que exige que se callen con un fuerte grito.

—Gracias —le digo al rubio—. Lo haré.

Toni nos abraza, el gesto incluye a un apretujado Dimas. Axel comienza a dar indicaciones nuevas a los técnicos de sonido. Tendrán lista la pista con mi voz por si es necesario usar playback.

The Witcher entra al escenario y es recibido por sus miles de admiradores. Desde el principio anuncia que tendrán una sorpresa para ellos.

La sorpresa soy yo...

—Ay, Dios —musito.

Dimas me gira en sus brazos y sonríe.

—Puedes hacerlo, lo sabes. Hiciste esto miles de veces con Mike, es sencillo para ti, mucho más que para todos nosotros.

—Él tiene razón —concuerda Eric.

—¿Y si me congelo? ¿Y si no consigo que Camila...?

Eric está atento a la reacción de Dimas, quizá también piensa que el chico todavía no sabe cómo manejar esto.

—Eres tú —me recuerda Dimas—. Sólo tienes que recordarte eso, lo harás bien. No hay nadie más que tú y tienes el control de la situación.

Abrazo a Dimas con fuerza mientras que Eric se disculpa para ir en busca de Aura, pero antes de marcharse me revuelve el cabello de forma cariñosa.

Las canciones de la banda me parecen muy cortas o el tiempo avanza muy rápido, en un parpadeo es mi turno de subir al escenario sin que termine de asimilar lo que ha sucedido. Ni he escuchado la canción antes, aunque la he repetido varias veces en mi cabeza, espero que sea suficiente.

—Aquí estoy —me dice Dimas cuando me sujeta con suavidad por la barbilla—. Lo que sea que suceda, estaré aquí... Si a media canción quieres escapar, lo haremos juntos.

No es el mejor momento para llorar así que respiro despacio e intento contener las lágrimas.

—Gracias.

Mimo me extiende la mano que sostengo al apartarme de Dimas. Los reflectores me ciegan por unos segundos, debo fijarme en el suelo para evitar tropezar con los cables. El público grita mi nombre cuando el guitarrista me conduce hasta el frente.

—La convencimos en el último momento —revela el vocalista y me entrega un micrófono—. No pudo resistirse a cantar en su nuevo hogar.

Las pantallas gigantes, ubicadas a ambos lados del escenario, me regresan mi imagen sonriente. Visto unos vaqueros negros deslavados, mis botas favoritas y una blusa de cuadros grises bastante vieja. Mi cabello es un desastre que, de forma curiosa, parece estar así de forma intencional con el azul deslavado y las raíces de color negro intenso.

Aquella conocida adrenalina se cuela a mi torrente sanguíneo al contemplar las luces de miles de cámaras grabándonos. Las gradas repletas de admiradores de The Witcher semejan una ola gigante a punto de engullirnos.

—¿Quieres decir algo, Cris? —me pregunta Toni.

Abro la boca, la cierro, no sé qué decir... Por lo general, le arrebataría el micrófono y saludaría a todos como si fueran mis amigos de la infancia; pero eso era cuando mantenía divida mi vida como Cristal y como Camila, ahora somos una.

—Es tímida —dice Pooh desde la batería.

El público ríe, me encojo de hombros.

—Entonces... ¿Me permites hacer una pequeña dedicatoria antes de esta canción?

—Por supuesto, Toni.

Mi voz tiembla un poco. Me pregunto si reconocerán los cambios de la Cristal de antes a la de ahora.

—Quiero dedicar esta canción a todas esas personas que tuvieron sueños locos de pequeños y que la vida dejó cientos, miles y millones de obstáculos en su vida. —El público calla prestando atención a cómo la emoción invade la voz de Toni que no aparta sus ojos de mí—. Pero que, a pesar de todo eso, persistieron y cumplieron sus sueños, esas personas me han enseñado muchas cosas. Creo que todos podemos aprender mucho de los que tienen sueños locos.

Abrazo a Toni sin importarme que sea una pésima idea. El público aplaude emocionado cuando responde el gesto.

—Gracias —susurro a su oído—. Muchas gracias por todo.

Toni se aparta con una sonrisa y hace un gesto afirmativo en dirección a Pooh. La música empieza al tiempo en que soy consciente de los miles de ojos puestos sobre nosotros atentos al más pequeño error que pudiéramos cometer.

El vocalista me señala el pasillo que se extiende por en medio de la multitud, dudo un poco antes de dar el primer paso, es una mezcla extraña de emociones. Camila sabría manejar esto sin problemas, pero yo...

Sacudo la cabeza y busco con la mirada a Dimas, parece que en cualquier momento se desmayará por la tensión.

La voz llega a mí en el momento justo en que debo entrar en la canción. Toni estaba a punto de dar la orden para el playback, no disimula su alivio. Esboza una sonrisa nerviosa, sujeta mi mano, y caminamos así hasta el final del pasillo. Rompemos el contacto en los coros, cuando mi cuerpo se ha soltado más. Giro sobre mis talones, extiendo los brazos, sonrío a las cámaras que están cerca y bailo con Toni. Ya no siento esa energía difícil de dominar, la que me hacía moverme tanto, pero sí su esencia que late bajo mi piel.

Me siento yo, Cristal y Camila, soy yo. La persona que está aquí soy yo y estoy haciendo lo que amo.

—Nos podemos quedar aquí.

—No, no podemos...

—Cristy...

Estamos recostados en la cama de una de las habitaciones en el hotel de su familia en Cancún. Llegamos por la mañana y deberíamos bajar a desayunar para marchar luego a la prueba de sonido, pero es muy cómodo estar aquí recostados en la cama sin importarnos el cansado itinerario.

—Vamos —le digo sin moverme.

—No quiero.

—Yo tampoco...

Escapo de sus brazos cuando intenta abrazarme.

—Tengo un poco de apetito —confieso.

Es como si dijera que están regalando un millón de dólares en el restaurante, pues Dimas se incorpora tan rápido de la cama que me parece ver sólo un borrón de su silueta al moverse.

—¡Debiste decirme!

—Eso hice... Creo que comeré unas crepas dulces.

—Lo que quieras.

Se coloca las zapatillas deportivas y recoge su cartera. Casi me lleva arrastrando hasta el pasillo con tal de llegar rápido al restaurante donde ya nos esperan los demás.

Aura y Eric parecen haber arreglado sus diferencias, pero permanece cierta tensión entre ellos que resulta obvia para todos. Henrik nos ha apartado dos lugares a su lado para conversar, se muestra tan feliz como Dimas al enterarse de mi renovado apetito. Los chicos de The Witcher decidieron desayunar en sus habitaciones para evitar los autógrafos.

Paolo y Nico me enseñan los videos que ya están en Internet de mi última presentación, parece que lo hice bien. La parte más cómica es que en los comentarios preguntan cómo podrían conseguir que sus cabellos quedaran como el mío.

—Con mucho descuido...

Al parecer, los admiradores de The Witcher han considerado muy original que me presentara con ropa informal y sin una gota de maquillaje, es bueno saber que me estaba elaborando demasiado en el escenario.

El noticiero matutino está en la televisión frente a nosotros. Eric pide que suban el volumen cuando sale un brevísimo reportaje sobre el concierto de la noche anterior. Minerva aplaude emocionada al verme cantando en la pantalla. Algunas personas alrededor comienzan a reconocernos, pues escucho el inconfundible sonido de las cámaras fotográficas de los celulares.

—Oh, mierda.

Levanto la vista al escuchar a Dimas.

—Apaguen eso —ordena Eric a la mesera—. ¡Pero ya!

—No —espeto.

Escucho mi voz como si hablara a través de una pared, como si estuviera escondida bajo la manta rosa en el interior de mi vieja habitación. Ese hombre está en la pantalla de la televisión en un reportaje sobre su regreso a los escenarios como pianista, hablan sobre el rotundo éxito de la noche del viernes. Fui tan feliz ese día que olvidé por completo que se presentaría, de no ser por el noticiero tampoco lo recordaría ahora.

No recordaba mucho su voz, quizá me obligué a olvidarla como hice con todo lo demás. Sin embargo, soy capaz de reconocerla en donde sea. Tampoco rememoraba sus ademanes, esa extraña obsesión por mover demasiado las manos.

El reportaje no termina ahí, los reporteros van a buscarlo al terminar el evento.

—¿Es cierto que es el padre de Cristal Armenta? —pregunta uno de los reporteros.

Fernando ríe como si no quisiera hablar del tema.

—¿No me pueden preguntar por el evento o...?

—Es que es muy raro que ninguno de los dos se mencione y que usen apellidos diferentes —señala una mujer.

—Oh, bueno... Así es la juventud —murmura, pero luego suspira y mira a la cámara con expresión preocupada—. Para ser sinceros, no sé por qué lo ha hecho.

—¿Podría ser un acto de rebeldía?

—Más bien de inestabilidad —corrige, consternado—. Camila Rivadeneyra, porque ese es su nombre verdadero, tiene serios problemas mentales que requieren un tratamiento que se niega a tomar.

¿Que yo qué?

—¿Y por qué es eso?

Escucho un ruido, pero no identifico la fuente, sólo puedo ver el rostro de ese hombre.

—No lo sé... Posiblemente sea culpa de todos esos chicos que siempre la rodean.

—¿No se hablan?

—Así son algunos hijos... Muchas gracias por el interés. Nos vemos.

Fernando se apresura a esquivar a otros reporteros, desaparece por uno de los pasillos del recinto donde ya no permiten el paso a los medios de comunicación.

—Una revelación inquietante sobre una chica tan joven de la que apenas empezamos a conocer por The Witcher —opina la presentadora al regresar al estudio—, ¿no crees?

—En efecto, pero no podemos negar su talento. Mi hija es su fiel admiradora, todo el día está escuchando al grupo ese al que perteneció antes... ¿Dreamers? —comenta el otro presentador—. Tendremos que esperar la respuesta de Cristal o Camila o, bueno, como sea.

Ambos ríen al tiempo en que envían a unos cortes comerciales para despedir la sección de espectáculos.

—Cristy —Dimas se interpone entre la televisión y yo—. Mírame.

—Sí...

El ruido que escuchara fue la silla que cayó, me levanté muy rápido sin notarlo, Eric la regresa a su sitio para que vuelva a sentarme. Nadie habla, solamente Aura pide que me traigan un vaso de agua mientras Sofía corre a mi lado sin atreverse a tocarme.

—¿Quieres ir a la habitación? —me pregunta Dimas.

—No.

La luz hiere mi visión, parpadeo varias veces hasta que el lagrimeo aminora el escozor. Entre las tinieblas puedo divisar algo. Una ligera jaqueca se dispara al intentar apartar la absoluta oscuridad y concentrarme en una pequeña luz que parpadea. No la recordaba.

El mesero deja mi plato con crepas dulces y un vaso de agua sobre la mesa, Dimas corta la comida en pequeños pedazos como si fuera una niña. Quiero decirle que yo puedo hacerlo, pero no tengo ni fuerzas para hablar.

Henrik intenta guiar la conversación hacia el concierto de la noche y la rueda de prensa que tiene The Witcher en unas horas, los demás tardan un rato en comprender que quiere darme espacio.

Dimas me entrega los cubiertos, se mantiene a mi lado sin agobiarme con más preguntas, pero tampoco se une a los demás. Beso su hombro con timidez, recibo una de las miradas más tristes que he visto sobre la tierra.

—Ya no tengo apetito —musito.

—No importa... —Me acaricia la parte interna del antebrazo—. Está bien, Cristy.

Mastico un bocado insípido de cartón mojado, lo hago pasar por mi garganta al tomarme casi un vaso completo de agua. Dimas me mira hacerlo, acerca su vaso de jugo de naranja cuando acabo con el mío.

—¿Quieres más?

Olvidé que Sofía estaba detrás de mí, la chica se disculpa al notar que me asusto. Intenta apartarse, pero la detengo de la muñeca.

—Cris...

Giro el rostro a tiempo para que sólo ella vea las lágrimas que han empezado a caer.

—Está bien llorar, Cris —me dice—. Todo está bien. Ya verás que sí.

La rubia me envuelve en un abrazo para esconder el rostro cubierto de lágrimas. Acaricia mi cabello mientras contiene su propio llanto. Sofía tiene tantos demonios como yo.

—Está bien, Cris. Todo está bien.

Lo repite las suficientes veces hasta que mi llanto aminora. Permanezco en sus delicados brazos con Dimas a mi lado. Sé que nada está bien, pero escucharla decir eso es todo lo que necesito. Debo reunir fuerzas para enfrentarme a la tormenta que se avecina.

☆★☆

Tirito de frío mientras camino hacia la reja que resguarda la casa de Mike. El productor nos ha citado para hablar con Jean, quien será el encargado del arte correspondiente al álbum. La decisión se tomó camino a Cancún, su portafolio de trabajo es excelente; Dimas es el único que no está feliz con la decisión.

Fue duro regresar para continuar con los preparativos del álbum. Aura se quedó con Eric y los demás; tuve que despedirme por unos días de Henrik. Cada vez falta menos para que The Witcher continúe su gira por Sudamérica donde ya ninguno de nosotros los acompañará; los extrañaré. Toni me defendió en la rueda de prensa al ser cuestionado sobre las declaraciones de mi padre. Han repetido ese fragmento en decenas de programas de televisión, Mercy tiene un gran papá.

—¿Es el automóvil de Mike? —me pregunta Minerva y señala un lujoso Buick color negro aparcado frente a la casa.

—No. Quizá sea de Jean.

Dimas mira el automóvil con desdén y dice:

—No me gustan los Buick.

—No, claro que no —ríe Nico—. ¿Y a ti, Cris?

—Son lindos.

Gabriel y Cedric se unen a la risa de Nico.

—Tenías que decir que no —me informa el bajista—; Dimas sufrirá una apoplejía sólo del coraje.

Me sonrojo al tiempo en que el vocalista le da un golpe en el hombro al más joven del grupo.

Envío un mensaje a Mike para avisarle que estamos afuera. El corazón me da un vuelco al ver a Nidia salir de la casa, está tan linda como la recuerdo.

—Hola —nos saluda.

Aparta la vista de mí cuando me descubre observándola.

—¿Está Mike en casa?

—Sí —le responde a Gabriel—. Ya ha llegado Jean, esperan por ustedes.

Dimas me toma de la mano camino al interior de la acogedora casa. La risa de Mike nos recibe, está conversando con Jean. Minerva me susurra al oído que el fotógrafo es guapísimo, lo que me hace reír.

—¿Pasa algo? —me pregunta Dimas.

—No, nada.

—Ahí están —saluda Mike—. Déjenme presentarles a Daniel Jean.

Mike recita nuestros nombres mientras nos sentamos en la sala. Nidia coloca una bandeja con bocadillos en la mesita del centro y se marcha sin decir más.

—Así que tú eres Cristal —me dice Daniel mientras sus lentes de pasta se resbalan sobre el puente de su nariz—. Tengo que agradecerte por interesarte en mi trabajo.

—Fue él quien lo compró —le recuerdo al mirar a Dimas.

—Lo sé, pero sólo porque te has interesado.

Dimas parece como si fuera camino a que le extirparan el apéndice. Nico no contiene la risa por mucho rato.

—Ignóralo —Mike lanza una mirada reprobatoria al bajista—. Hablemos de trabajo. Jean ya ha traído algunas ideas que me gustaría que discutiéramos.

Daniel saca una serie de fotografías de su portafolio y las extiende sobre la mesa. Gabriel es el primero en observarlas, las pasa a los demás entretanto el fotógrafo nos explica que ha tenido algunas ideas al ver videos de las presentaciones de Gray.

El fotógrafo es lo que podría decirse un chico bonito. Viste muy formal con la camisa perfectamente planchada, corbata y un pantalón plisado en color café, dudo que lleve algún tatuaje arriba. Es de cabello castaño muy claro con algunos destellos rubios, ojos marrones o verdes oscuros, es difícil de saber desde donde estoy, y parece ser un poco más bajo en estatura que Mike. Su atractivo radica en los lunares que tiene en el rostro y la sonrisa con hoyuelos que es más dulce que la de Aura; es un chico realmente atractivo.

Y Dimas me ha descubierto mirándolo, genial.

—¿Muy interesada en el trabajo? —me susurra al oído.

Recargo la cabeza en su hombro y niego despacio.

La idea de Daniel radica en aprovechar el tinte oscuro que característica la música de Gray.

—Otra entrevista —interrumpe Mike al leer un mensaje que acaba de llegar a su celular—. Disculpa, Jean... Es sólo que ya no sé cómo rechazar tantas.

—Quizá deberíamos aceptar alguna —comenta Gabriel.

—No es buena idea por ahora... Querrán saber sobre Cristal, no de Gray, no es lo que necesitamos.

El motivo de la creciente curiosidad por Gray es por la respuesta de Toni ante la pregunta sobre Fernando. Actuó como si le afectara de forma personal, creo que fue debido a que tiene una hija. He visto tantas veces ese fragmento que lo sé de memoria.

El representante de The Witcher organizó una pequeña rueda de prensa donde coordinó las preguntas que se realizarían, pero uno de los reporteros ha retado su estricto control y se atrevió a hablar sobre Fernando.

—¿Y cuál es su posición respecto a las declaraciones del padre de Cristal? ¿Ustedes ya sabían de su inestabilidad emocional al trabajar con ella? —preguntó muy quitado de la pena.

Los integrantes de la banda intercambiaron una mirada rápida. Yano, su representante declaró que la rueda de prensa había terminado; sin embargo, Toni se adueñó del micrófono.

—Sólo contestaré esto, Yano —se disculpó sin importarle realmente romper las reglas, como siempre—. En realidad, creo que hablamos de dos chicas diferentes porque Cristal no es la persona que ha descrito el señor Rivadeneyra. Y, si de todas formas lo fuera, no encuentro razón alguna para decir una sola de las palabras que ha dicho. —El representante de The Witcher parecía a punto de lanzarse sobre la mesa y quitarle el micrófono—. Soy padre de una tierna y linda niña a la que solamente quiero proteger. Es el trabajo de un padre, me encanta hacerlo, quiero ser mejor cada día para ella. Un padre debe guiar a sus hijos, enseñarlos a salir adelante a pesar de las adversidades. Me parece que este señor no está muy informado de lo que significa ser un verdadero padre, así que no tiene derecho de juzgar el comportamiento de Cristal.

La palabra señor pareció escupirla.

—¿Por qué dice que no puede juzgarla? ¿Qué ha hecho él?

Toni bebió un poco de agua y se tomó su tiempo para responder.

—Mentir —contestó de forma tajante—. Gracias por venir. Nos veremos por la noche en el concierto.

Abandonaron la rueda de prensa sin volver a responder ninguna de las decenas de preguntas relacionadas conmigo.

Yano los regañó como si se trataran de un grupo de niños chiquitos, lo ignoraron. Mike me llamó en el instante en que se enteró, se tranquilizó cuando le dije que estaba bien; la verdad, es que no era así. Por la noche no pude salir al escenario con The Witcher. No sé a quién he defraudado más, si a The Witcher, a sus admiradores o a mí.

—Cristy...

—Perdón —reacciono—. ¿Dijeron algo?

—Tu opinión —repite Mike.

Daniel ha sugerido algo triste como la fotografía que tenemos en el departamento. Se ha adelantado a saber nuestra respuesta, pues hasta tiene la locación perfecta.

—Me parece bien.

Nidia se asoma por uno de los pasillos, pero vuelve a desaparecer. Mike sólo dirige una mirada vaga al sitio por donde se fue su novia, luego vuelve a sumergirse en la explicación de Daniel sobre las fotografías.

—Creo que debería hablar con Nidia —le susurro a Dimas.

—¿Estás segura? No se veía muy dispuesta a platicar.

Me encojo de hombros.

—Vale la pena intentarlo.

Me disculpo con los demás con la excusa de ir al baño, Mike nota que miento cuando no me dirijo hacia el baño. Conozco la casa mucho mejor que cualquier sitio en el que he vivido, así como las costumbres de la pareja, por lo que sé que Nidia debe estar en el estudio de Mike.

Llamo a la puerta con dos golpes secos, Nidia pregunta de quién se trata.

—Cristal —respondo con la mano en el picaporte—. ¿Puedo pasar?

Planeo entrar así me diga que no, se demora lo suficiente para creer que es lo que hará.

—Adelante.

Menos mal.

El estudio de Mike siempre tiene el aroma a cuero que desprende su costosísima silla giratoria que compró en una tienda de antigüedades. Tiene cientos de libros que si están aquí es porque no los ha leído, de lo contrario los hubiera perdido, y un mueble donde descansan sus adoradas guitarras. Me recuerda a uno de esos despachos de abogados que suelen asomar en las series de televisión estadounidenses.

Nidia está frente a la ventana con un cigarro en la mano y un cenicero sobre el alféizar.

—¿Fumas?

—Culpa de Mike —contesta y me da la espalda otra vez—. ¿Quieres uno?

—No, gracias.

Me detengo a su lado y contemplo el jardín, están limpiando la piscina.

—¿Desde cuándo fumas?

—Unas semanas, no muy seguido.

—¿Dentro de casa?

—A Mike no le molesta.

Debe estar feliz de poder hacerlo sin que Nidia lo regañe.

—¿Por qué no me dijiste nada, Cristal?

Suspiro, no creí que fuera tan directa.

—No tenía sentido. Ustedes estaban enamorados, no quería ser la novia herida que se interpone.

—Pero podías luchar por él —Me mira de soslayo—. Mike habría regresado contigo si hubieras querido. Eres importante para él.

Sonrío con desgano al recordar las cosas que hice por intentar mantenerlo a mi lado.

—Hice lo que pude.

—Pudiste hacer más.

—No, no podía —espeto—. Hice cosas, acepté otras, fingí no saber que ustedes...

Todavía usa el mismo perfume, el aroma me hace estornudar.

—Es que no entiendo por qué tenías que fingir. —Se gira en mi dirección—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no nos detuviste? Me hiciste creer que tu relación con Mike era más de amigos que de pareja... ¿Por qué? Eso me repetías cada vez que hablábamos, creí que era verdad, parecías sincera.

—Mike ya estaba enamorado de ti... ¿Qué más podía hacer? ¿Rogarte que te apartaras?

—¡Exacto! —grita—. ¡Eso podías hacer!

—¿Y hacer infeliz a Mike? ¿A la única persona que me quería?

Nidia apaga el cigarro, lo aplasta con violencia en el cenicero y enciende otro antes de volver a hablar.

—Nos mentiste. Te quedaste en la casa y yo... —Sacude la cabeza y vuelve a mirar hacia la ventana—. ¿Tienes una idea de cómo me siento? ¿Te detuviste a pensar en eso?

Estoy temblando. Es complicado contener los deseos de gritarle que hacer lo correcto me ha dolido más de lo que cualquiera cree.

—Nidia, eso no es justo.

La estilista me mira por el rabillo del ojo y suspira.

—Conoces a mis padres.

—Sí...

—¿Sabes que no están casados?

—No... ¿A qué viene eso?

Ella ríe meneando la cabeza.

—Cris... —Se abraza como si hubiera sentido un repentino escalofrío—. Mi padre no viaja por negocios como siempre he dicho. Él tiene otra familia... La familia de verdad, nosotros somos la de mentira, la que está ahí cuando la necesita.

—¿Qué quieres decir...?

—La esposa de mi padre es una buena persona que sabe sobre nosotros, finge que no. Todos fingimos que nada sucede, que las cosas están bien, pero no lo están. Mi madre es la otra, como dirían muchos, y yo tengo dos medios hermanos que nos odian.

—No sabía...

—Claro que no. No es algo que publiques en tu Facebook para compartir con el mundo. Me enteré cuando entré a la preparatoria, desde entonces me prometí que jamás le haría eso a alguien más... Pero terminé haciendo exactamente lo mismo.

—Es diferente. Mike y yo no estábamos casados, jamás hablamos sobre algo así —me apresuro a corregir—. No se relaciona en nada, Nidia.

—Se relaciona en todo. Fui la otra, pero yo me quedé con la casa linda y el chico atento. Te saqué de aquí, hice que te fueras a medio país de distancia... —Su voz se apaga lentamente.

—No me sacaste de ningún lado, Nidia... Me fui porque era lo que necesitaba y...

—Te quité todo lo que tenías —interrumpe—. Hice lo que juré que nunca haría. Me tranquilizaba diciéndome que no te lastimé, pero fue así...

—No...

Las cosas no están saliendo como planeé.

—Es así, Cris. No estoy enojada contigo, si no conmigo misma.

—No tienes que estarlo. Son cosas que simplemente suceden, no tenemos control sobre los sentimientos de los demás.

Nidia toma mi mano derecha y sonríe al ver el anillo.

—¿Te lo dio Dimas?

—Sí... Él tiene uno igual.

—Es un buen chico, aunque me costó opinar eso sobre él.

—Es bueno.

Mike abre la puerta del estudio, se detiene al mirarnos, parece tan perdido como yo. Nidia rompe el contacto, apaga el cigarro y sale de la habitación diciendo que debe alistarse para ir al salón de belleza.

—Necesita tiempo —me dice Mike y se recarga en el alféizar a mi lado—. Se siente culpable.

—¿Por qué? —musito—. Lo intenté, pero no pude. Era lo mejor...

Mike pasa un brazo sobre mis hombros y deposita un beso tierno en mi cabello.

—Nidia sabe que nadie puede ocupar tu lugar, nos unió algo difícil de explicar.

—Nadie ocupa el lugar de nadie —contradigo—. Mike, lamento haberte dicho eso. Debí dejar las cosas como estaban.

—No, fue lo correcto. Fui injusto con las dos. Ella también sufría pensando que dormíamos juntos y, sin embargo, se quedó conmigo. No sé si lo merezco, tal vez debería estar solo por jugar con dos personas que sólo fueron buenas conmigo.

—No jugaste, Mike...

—Existen formas correctas de hacer las cosas, pero requieren valor...

—Te enamoraste de ella...

Mike mira el anillo y recarga su mejilla sobre mi cabeza, ya no quiere hablar de eso.

—¿Y tú estás enamorada?

Me sonrojo y asiento despacio.

—Dimas es un chico afortunado —opina.

La habitación de Nidia y Mike se encuentra arriba del estudio, se escuchan los tacones de la chica al caminar de un lado al otro del lugar.

—Deberíamos regresar a la sala antes de que tu vocalista le declare la guerra a Jean.

—Él no haría tal cosa.

—No estaría tan seguro de eso —esboza una amplia sonrisa.

Sí, yo tampoco.

Me alivia encontrarlos conversando sobre la sesión fotográfica, se realizará mañana. La banda comparte ideas con el fotógrafo, quien las anota en una libreta llena de garabatos.

—¿Cómo te fue? —me pregunta Dimas al sentarme a su lado.

—No muy bien.

—Lo lamento.

Los tacones de Nidia continúan resonando en la planta alta. Nunca he tenido esa maestría para desenvolverme con zapatos altos, por el contrario, ella pareció nacer con un par de tacones de aguja. Me gustaba verla elegirlos en catálogos o en las tiendas departamentales. Una parte de mí siempre querrá ser un poco como ella, es esa vieja herida de saber que puedes ser reemplazable sin importar lo mucho que te esfuerces, lo mucho que ames a alguien.

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