Capítulo 12
Can't I show you how hard it is
Trying to live when you're all alone.
Everyday I keep pushing,
Keep trying to move forward
But something is driving me, oh, back,
And something's trying to hold on to me,
To my way of life, why.
Work me, Lord — Janis Joplin
☆★☆
Gray, Aura, Mike y Nidia son los únicos pasajeros en el autobús. Los demás se han quedado, pues en dos días tienen otra presentación con The Witcher. Hablamos en murmullos, no queremos interrumpir el llanto silencioso de Aura. La escritora no se ha movido de su asiento, está recluida en su mundo con la mirada en la ventanilla y los audífonos a todo volumen. Cedric también está bastante triste, pero lo lleva un poco mejor mientras platica de forma vaga con Nicolás; no obstante, se percibe la tristeza en su mirada por separarse de Sofía.
Las despedidas de esas dos parejas fueron muy opuestas. Sofía lloraba mientras abrazaba a Cedric con todas sus fuerzas. Por otro lado, Aura y Eric han sido risas y bromas que no pararon hasta que ella abordó el autobús con nosotros, pero desde que perdió de vista a su esposo no ha contenido el llanto.
Dimas la mira fijamente, no disimula su preocupación. Camila era muy segura de sí misma, entendería la amistad que los une, por lo que yo tengo que hacerlo.
—¿Quieres ir con ella?
—No, no es eso —responde rápido—. Eric me pidió que la cuidara.
—¿Sucede algo?
Dimas niega, pero he aprendido a descubrir cuando miente.
—¿No puedes contarme?
Parece dispuesto a continuar mintiéndome.
—No, perdón, es sólo que... Aura estaría muy molesta con Eric si se entera que me ha dicho.
—Está bien.
—Cristy.
—Lo digo en serio —sonrío mientras sujeto su mano—. Son amigos.
—Sí...
—Si quieren hablar no me molesta.
—¿Segura?
—Sí, muy segura.
—¿Y qué harás mientras?
Mike suelta una risa baja mientras conversa con los demás al frente del autobús.
—Iré con Mike.
Dimas se pasa una mano sobre la barba sin disimular la mueca de disgusto.
—No es por causarte celos —advierto—. Ahí están todos.
—Pero sólo mencionaste a Mike.
—Porque escuché su voz.
No parece nada convencido, es su turno de comprender mi amistad con Mike.
Compartimos un beso breve antes de que Dimas se siente al lado de Aura. Ella se sobresalta, su primera reacción es mirarme, la tranquilizo con una sonrisa.
—Hola, bonita —saluda Mike desde su asiento cuando me acerco—. Precisamente platicábamos sobre ti.
Me besa en el dorso de la mano.
—¿Sobre mí?
Nidia se ha recostado un par de asientos atrás, duerme envuelta en una manta.
—Sí... ¿Recuerdas cuando fuimos por primera vez a un festival en Monterrey?
Difícil de olvidar por cuestiones privadas. Al notar mi expresión parece recordar lo que sucediera en el hotel. No sé si me hace sentir bien o mal que Mike olvidara eso.
—Como nadie nos conocía —explica él y evita mi mirada—. Cristal les enseñó la canción antes de cantarla, así consiguió que corearan la letra al mismo tiempo que ella.
—¿En serio? —pregunta Nico.
—Sí...
Es increíble que fuera yo quien hizo eso.
—Hay videos en internet —Mike empieza a revisar su celular al mismo tiempo que los demás—. ¿De qué color llevabas el cabello?
—Morado, creo.
He usado tres colores en el cabello, sin incluir el natural, han sido morado, rosa y azul.
—Las canciones son en inglés, pero bastante simples —excuso—. Y las melodías pegajosas.
—Buena forma de resumir nuestros años de trabajo —comenta Mike con una mirada de soslayo—, ¿estás de mal humor?
Son varios, si no es que todos, los que se giran hacia donde Dimas abraza a Aura.
—No resumí nuestro trabajo y no estoy de mal humor.
Mina comparte una mirada con Gabriel antes de regresar su atención a la tableta electrónica donde buscan el video.
—Killing —lee Cedric—, ¿es esa?
Asiento vagamente. Mike se emociona, pregunta a uno de los choferes si es posible conectar el audio al autobús. No sé si quiero escucharme o verme en vivo. Permanezco callada porque no quiero que piensen que en verdad me molesta que Dimas susurre algo en el oído de Aura.
Mejor ignoro lo que hacen.
—Es el video oficial del evento —descubro cuando Cedric me enseña su celular—. Debe escucharse bien.
Dios, me veo muy joven.
—Me encanta cómo te queda el cabello morado —comenta Mina.
Escucharme en las bocinas del autobús me produce un escalofrío en la columna, es imposible que responda el cumplido de la violinista.
Es complicado aceptar que esa chica, que se pasea de un lado al otro del escenario en busca de una plumilla para su guitarra y que saluda al público con efusividad, sea yo.
—¡Buenas tardes, Monterrey! —saluda una yo de dieciocho años—. Creo que nadie aquí nos conoce... —Señalo a alguien del público, recuerdo que un chico ha gritado que él si nos conoce—. O casi nadie... —El público ríe—. Yo soy Cristal y él es Mike. —El aludido está rodeado de teclados, saluda cuando lo menciono—. Somos Dreamers y quiero pedirles un favor... ¿Si me ayudarían? —Camino al frente del escenario con la guitarra desconectada—. Cúmplanme un sueño pequeñito que tengo..., ¿sí? —Dios, actúo como una chiquilla tonta fingiendo rezar, pero lo aman porque gritan que sí me ayudarán—. Voy a enseñarles el coro de una canción y así la cantarán conmigo ¿de acuerdo?
Y empiezan las clases cortas con un coro simple.
—Cuando ella estaba en fase habladora yo ni tenía que abrir la boca durante toda la presentación —ríe Mike—. Vaya, fueron buenos tiempos.
No, no lo fueron. Antes de subir al escenario discutimos porque no permití que me tocara la noche anterior en el hotel, llevábamos meses sin estar juntos.
En el video finalizan las clases breves para dar paso a la música, es de mis canciones favoritas con Dreamers. Tengo la guitarra casi como accesorio, pues Mike tenía la gran parte de la canción, pero me gustaba empujar el instrumento por un costado hasta dejarla colgando en mi espalda. Era también la época en que no tenía un estilo definido para vestir. En el video llevo un pantalón de mezclilla corto con unas medias desgarradas en color negro, las blusas a cuadros ya formaban parte de mi armario.
—Soy tu admirador número uno —comenta Nico con los ojos fijos en el celular—. Yo creo que necesitamos un concierto privado.
—Apoyo la moción —bromea Gabriel—. ¿Estaban empezando con Dreamers?
—Sí —contesto y sigo la curvilínea figura de mi joven yo en la pantalla—. Al menos con el álbum porque desde que tengo dieciséis años iniciamos el proyecto.
—Quizá deberíamos grabar algunas canciones más —reflexiona Mike.
No lo culpo, tengo una mezcla de sentimientos a flor de piel difícil de desenmarañar. Soy tan diferente cuando estoy en el escenario. No me acostumbro a verme en videos, es sumamente extraño.
El público se contagió por el ritmo de la canción, cantaron conmigo, aunque creo que sólo balbuceaban la letra. Recuerdo lo que sucede cerca del final del video, quiero detenerlo, pero no sé cómo hacerlo sin verme como una loca si salto sobre el celular. Mike está perdido en el limbo, habls al aire sobre las canciones que podríamos grabar sin recordar el final.
La pequeña pantalla me enseña cuando me acerco a donde está Mike, me paro de puntillas y le planto un beso que hace gritar al público muy emocionado. Mike jadeó mientras respondía al beso, ambos sabíamos que algo sucedería esa noche sin importar nada.
—No recordaba eso —se disculpa Mike.
Creo que no recordaba absolutamente nada de ese día; yo sí, es molesto. Ya sé que ama a Nidia, pero fueron momentos importantes para mí.
—Tienen buena química juntos —opina Gabriel. Mina le lanza un codazo y señala hacia donde está Dimas, no lo escuchó—. En Dreamers, claro.
—Tienen buena química en donde sea —bosteza Nidia al acercarse—. Era admiradora de la banda y debo admitir que suspiraba al verlos en el escenario... ¡Yo quería algo así!
Y lo tuvo casi desde que se conocieron... El cambio de Mike fue radical, dejó de buscarme por las noches. De un día para otro quería convivir con los admiradores en cada presentación, así podía verla.
—Disculpa... —murmura ella.
—No, pensaba en otra cosa, Nidia, está bien.
Mike me observa, creo que sabe que me ha incomodado el comentario.
Ese video es de un año antes de que conociéramos a Nidia. Me sentía muy sola, todo lo que tenía era a Mike. La presencia de Nidia en nuestra relación marcó una pauta, todo cambió. Empecé a sospechar que había alguien más que le interesaba a Mike, así que comencé a visitarlo en la disquera, nunca le molestó. Así deduje que la chica que lo hacía padecer insomnios no trabajaba ahí. Me llevó varios meses descifrar que era una admiradora. Lo descubrí por accidente al encontrarlos platicando después de una presentación, no podían disimular la forma en que se miraban; Mike llevaba mucho tiempo sin mirarme así.
Nidia era Nidia y yo, bueno, no era ella. Intenté muchas cosas para retenerlo conmigo. Aprendí a cocinar platillos sencillos para sorprenderlo con el desayuno en la cama, lo buscaba por las noches con todo mi empeño en no parecer asustada. Intenté ser la novia perfecta, así él no me dejaría. Escribí canciones como las que a él le gustaban, así no fueran mi estilo, nunca le llevaba la contraria y su opinión era una verdad absoluta para mí; abandoné mucho de mí en ese tiempo sin que nada funcionara.
Mike comenzó a verla a escondidas. Me enteré porque leí un mensaje donde se citaban para una cena romántica. Esa noche dejó el celular sobre la mesa del comedor mientras fue al baño, no sé por qué no tuvo la precaución de bloquearlo; en eso llegó el mensaje de Nidia preguntándolo a qué hora podría escaparse de la casa. No importó que no le reclamé porque Mike de todas formas se enojó, quizá temió verse descubierto y actuó a la defensiva; yo callé frente a su furia como la novia perfecta que me esforzaba en ser.
Esa noche esperé por él en la sala, fingí dormir cuando él regresó. Su ropa estaba impregnada del aroma dulce del perfume de Nidia, el mismo que usa ahora.
Acepté compartirlo con Nidia, por eso me convertí en su amiga. La buscaba después de las presentaciones con cualquier pretexto tonto para platicar. No sé, y creo que no deseo saber, si ellos se acostaban cuando todavía estaba con Mike. Él me ha dicho que temían herirme, que sus citas fueron sólo para platicar, pero Mike llegó tarde tantas noches que me cuesta creerles.
Mi relación con Mike terminó una noche en que invité a ambos a cenar. No había ordenado comida, mucho menos cocinado algo; sólo fue una excusa para reunirlos. Estaba decidida a permitir que Mike fuera feliz, así que desde que llegó Nidia admití que sabía que estaban enamorados. Fue un corte limpio y preciso, me alejaba de ellos para que fueran felices. Se marcharon a cenar preguntándome mil veces si no me molestaba cenar sola, respondí que no había ni un problema. Ya, sola en casa, subí a la habitación que todavía compartía con Mike, lloré toda la noche abrazando la sábana con su aroma.
Quizá no han sido tan buenos conmigo como me he convencido estos años, pero no tenía a nadie más. Si me marchaba con mi dignidad, ¿a dónde iría? Mike era todo lo que tenía.
—Voy al baño.
Aparto a Nidia sin delicadeza, mucho menos respondo cuando me pregunta si todo está bien. Tampoco presto atención a Dimas cuando me llama. Mi única meta es llegar rápido al baño al final del autobús.
Llego justo a tiempo para vaciar el estómago en el inodoro, cada arcada es más dolorosa que la anterior. Las lágrimas caen por el esfuerzo y por los recuerdos, por un instante la soledad de aquella época me atenazó por la garganta. Conozco todos los trucos que existen para limpiar mi desastre en pocos minutos, pero permanezco un rato más recargada en la puerta cerrada; no quiero salir. El baño del autobús es diminuto, he tenido que sostenerme de las paredes para no caer sobre mi propio vómito.
Por eso entendía a el sufrimiento de Dimas al ver a Aura feliz con alguien más, quería hacerlo sentir mejor porque sé lo mucho que duele.
Viví unos meses con Nidia y Mike. Pasé mis cosas a la habitación de invitados, liberé mis cajones para la ropa de Nidia. Mike iba a dormir conmigo por las noches hasta que le pedí que se detuviera, tampoco quería que Nidia se sintiera mal por mi culpa.
Era doloroso mirarlos besarse en el desayuno o encontrar a Mike recostado en el sofá con Nidia mientras conversaban. Tuve que irme de la casa o en cualquier momento les gritaría que me lastimaban. En ese tiempo empecé a olvidarlo, poco a poco dejó de importarme si se besaban frente a mí o no. Enterré esos sentimientos en el fondo de mi corazón. Me convencí de que no me lastimaron, sino que eran mis mejores amigos porque pensaron en mi bienestar¿Me he mentido todo este tiempo? ¿Puedo hacerme algo así?
—¿Cristal?
Es Dimas, su voz aminora la amargura en mi pecho.
—Disculpa. —Entreabro la puerta, el autobús se detiene—. ¿Qué pasó?
—Van a comprar algunas cosas.
Estamos frente a una tienda de conveniencia en la carretera.
—¿Te sientes bien?
—Sí... Me cayó pesado el desayuno...
Dimas se sonroja. Me toma un momento comprender que se pregunta si no ha sido por lo que hicimos.
—No fue eso —musito—. Ni lo pienses.
—Cristy...
Me abraza y suspira sobre mi cabello. Su corazón late acelerado. Es su presencia lo único que me hace permanecer bien después de remover esas mareas de recuerdos que no planeé mirar nunca más.
Encontramos a Nidia y Mike al salir del autobús. El productor parece preocupado al notar que me escondo detrás de Dimas.
—¿Todo bien, Cris?
Mike intenta acercarse, retrocedo.
—Sí, sólo estaba mareada.
Mi exnovio abre mucho los ojos, parece dudar antes de hablar, Nidia está a sus espaldas igual de sorprendida.
—No —reacciono—. Tampoco es lo que están pensando.
—Me asusté —confiesa Mike—. Vaya...
Dimas parece divertido con la idea, no para de sonreír mientras entramos a la tienda. Me compra un cepillo de dientes y pasta dental; luego espera por mí afuera del baño del sitio. Me regala una tierna sonrisa cuando regreso con el rostro húmedo y el cabello suelto sobre los hombros.
—No importa que no me quieras decir qué sucede —dice—. Sabes que cuentas conmigo.
Lo sé, es por lo que he empezado a ver las cosas desde otra perspectiva.
—Gracias, Dimas.
Salimos del establecimiento hasta donde los demás fuman. A mi cuerpo lo ha invadido la pesadez que llega después de vomitar. Me disculpo para regresar al autobús en lo que Dimas fuma y conversa con los demás.
Aura es la única que no bajó a la tienda, parece devastada ahí acurrucada en su asiento con el celular en el regazo. Escucha a Janis Joplin, el volumen en los audífonos es tan alto que se escucha casi desde que subes al autobús.
—¿Te sientes mejor? —pregunta al detener la música.
—Sí, gracias... —respondo sentándome a su lado—, ¿y tú?
La carcajada de Dimas capta nuestra atención. Desde la ventanilla lo vemos reír por algo que cuenta Minerva.
—Un poco... Si te he hecho sentir mal por abrazar a...
—No fue eso —interrumpo—. Entiendo que son amigos.
Me entrega uno de sus audífonos y vuelve a reproducir la música a un volumen más moderado.
—Summertime es mi favorita de Janis Joplin —confieso cerrando los ojos.
—¿Te sabes esa canción en la guitarra?
Suspiro.
—Algo así.
Normalmente la respuesta sería que sí.
—La canción original pertenece a la ópera Porgy and Bess —explico—. También Billie Holliday tiene una versión de Summertime... En realidad, hay muchas versiones.
—No sabía.
—Mi versión favorita es la que hizo Janis Joplin, tiene algo...
—Mucha soledad —murmura con la vista en la ventanilla.
Sí, supongo que tiene razón.
—Tiene una frase muy famosa, ¿la conoces?
Aura asiente.
—En el escenario le hago el amor a veinticinco mil personas diferentes. Luego me voy a casa sola.
—Exacto —sonrío—. Si todavía viviera...
Es extraño entristecerte por la ausencia de una persona que falleció mucho antes de que nacieras, pero es el poder de la música, el mismo que me ha ayudado a sobrevivir.
—No sabía que te gustaba Janis... Dimas nunca me dijo y eso que sabe que me gusta mucho.
—Creo que nunca le he contado... —No hablo mucho sobre mis gustos— ¿Aunque a quién no le gusta Janis?
—¡Te sorprenderías! —exclama por lo bajo.
Aura me cuenta sobre una costumbre divertida que tenían en donde trabajaba. Todos los días alguien diferente elegía la lista de canciones que escucharían. Su compañera de trabajo le rogaba que no colocara nada de Janis porque la hacía dormir.
—¿En serio dijo eso? —pregunto boquiabierta—. ¿Está loca?
—Tengo mis sospechas —ríe.
—¿En que sitio trabajabas?
—El periódico de la familia de So. Ya sabías, ¿no?
Dimas ha encendido otro cigarro, sonríe sin preocupación alguna. No sabe que estoy a punto de descubrir el nombre de una de esas dos chicas con las que estuvo.
—Sí, es cierto... ¿Siguen siendo amigas?
—¿Mónica y yo? No nos vemos mucho, a veces hablamos en skype.
—¿Conoce a Gray y MalaVentura?
—Claro que sí... A veces van al bar.
—¿Van?
—Sí, ella y la chica que ocupó mi puesto cuando renuncié, Paula.
—Eras popular en tu antiguo empleo.
—No, para nada —esboza una sonrisa como si aquello fuera un total disparate—. Solamente hablaba con So y Mónica, a Paula la conocí después... Antes era más tímida.
Mónica y Paula, descubrí ambos nombres.
—¿Te duele la cabeza?
—Un poco —miento, ojalá el dolor fuera físico—. Ya se me pasará.
Aura me pregunta si me molesta que repita la canción, contesto que no, aunque es una idea terrible escuchar a Janis cuando duele el corazón.
—¿Y es verdad? —me pregunta.
—¿Qué?
—¿Hacer el amor a veinticinco mil personas diferentes y regresar sola a casa?
—Oh, eso —Niego despacio—. Nunca me he presentado frente a ese número de personas.
—Lo hiciste frente a más de cincuenta mil.
—Fueron por The Witcher, es diferente.
—Pero te has presentado frente a miles de personas, ¿no?
—Sí, tu también.
Aura se sonroja y entorna los ojos con clara vergüenza.
—Prefiero no recordarlo o me ganan los nervios.
Permanecemos calladas un largo rato hasta que repite la canción ya sin preguntarme.
—Es cuando más percibes tu soledad —murmuro—. En un instante estás rodeado de personas que extienden las manos para tocarte, destellos de cámaras fotográficas, la música, los instrumentos, los reflectores, los cables que esquivas arriba del escenario, la complicidad con quienes interpretas las canciones y, de pronto, ya no hay nada... Tu único amigo es el silbido del silencio en los oídos. Eres tú, las cuatro paredes y el silencio.
Aura suspira débilmente como si asimilara lentamente mis palabras.
—El video de The Witcher...
Hago un gesto afirmativo con la cabeza.
—No estaba en mi mejor momento.
Aura mira a Dimas, luego se gira hacia mí.
—Pero no estás sola.
—Estuve mucho tiempo sola.
Desde que mamá se fue.
—Pero Mike...
—Hay cosas sobre las que es mejor no hablar...
La chica me mira fijamente hasta que consigue hacerme desviar la vista. Sus muñecas tienen esas marcas que mencionó Dimas; no era broma, increíble.
—¿Te molestaría que le contara sobre nuestra plática a Dimas?
—No... Eres mejor que yo con las palabras.
El comentario la hace sonreír. Nicolás es el primero en subir, nos mira con curiosidad hasta que Aura le dice que no sea chismoso.
—¿Has escuchado Work me, Lord?
—Sí...
—¿Puedes pedirle a Dimas que la escuche?
Creo que quiere preguntarme por qué no lo hago yo, espero que el nerviosismo que muestro sólo por la idea conteste su pregunta. Me dirijo al fondo del autobús, tengo mucho sueño. Además, no quiero estar cerca por si Aura le dice a Dimas de lo que platicamos.
Recargo la frente sobre la ventanilla al tiempo en que el autobús empieza a moverse. Dimas ya debe estar adentro.
Mónica y Paula, ni si quiera Aura lo sabe. Lleno mis pulmones del aroma que ha dejado Dimas en la manta, es hora de aprender a perdonar y olvidar.
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