Capítulo 10
☆★☆
Mi café frío es el único motor que posee mi cuerpo para no dormirme de pie. Desperté en el autobús cuando ya todos estaban abajo, sólo Dimas me esperó. No tuvimos tiempo de hablar, pues Mike entró a pedirnos que nos apresuremos para la prueba de sonido a la que ya íbamos tarde.
Y aquí estamos en el estadio en el cual se presentará Gray y The Witcher en unas horas. Henrik y So son los únicos de MalaVentura que nos han acompañado, Eric también porque no le queda de otra al ocupar mi lugar.
Lucy igual está aquí, claro, revolotea alrededor de Dimas en cada oportunidad mientras aguardamos a que los técnicos de sonido conecten los instrumentos. Aura y Sofía me han lanzado infinidad de miradas, quieren que me acerque a Dimas, pero no tengo ánimos ni para hablar, mucho menos para enfrentarme a la vivaracha Lucy.
Estoy bien aquí, sentada al borde del escenario con las piernas al aire mientras imagino cómo en unas horas este sitio estará abarrotado de personas. Cada mañana se aleja la posibilidad de que vuelva a subirme a un escenario sin importar lo mucho que desee hacerlo.
—Quería disculparme.
Nicolás se sienta a mi lado. Me preocupa qué pueda pensar Dimas al verme hablar con él, sé lo mucho que duele observar situaciones similares.
—¿Por qué?
El bajista juega con la plumilla azul eléctrica que siempre usa.
—No respeté tu relación con Dimas... —suspira—. Es sólo que... a Eric le funcionó, ¿sabes?
—Algo he escuchado...
Mis uñas están desarregladas, las analizo con tal de evitar la mirada del chico.
—El ex prometido de Aura acababa de fallecer, ella llamó a Dimas para buscar apoyo, pero él no contestó sus llamadas para no tener problemas con Minerva... —narra con voz apagada y la mirada perdida en la plumilla entre sus dedos—. Eric notó las llamadas, la llamó sin dudarlo, fue el único que estuvo con ella en esos momentos. Aura quería verlo feliz, ayudarlo con la misteriosa chica de la que él se había enamorado, presionó lo necesario hasta que Eric le confesó que era ella... —Levanta la vista hacia el fondo del estadio—. Creí que nunca se lo diría...
Minerva suelta unos cuántos gritos al técnico de sonido que casi deja caer su violín.
—¿Tú lo sabías desde hacía mucho?
—Todos lo sabíamos —ríe—. Incluso Dimas, creo que fue el primero en descubrirlo. Eric hasta cantaba rancheras y boleros cuando estaba borracho, le gustaba mucho la de Sin Ti, ¿la has escuchado?
La imagen me hace reír también.
—Me parece que sí, aunque me cuesta imaginar a Eric cantando eso...
—Pues todos los días tenía que presenciar cómo Dimas no valoraba lo suficiente a Aura mientras que él sólo podía pensar en ella —Creo que ya no habla sólo de Eric—. Es que creo que Dimas es el idiota más afortunado del mundo... ¿Aura, Minerva y tú? ¿Cuántos pueden decir eso? —Gira hacia mí en busca de una respuesta que mi cerebro no encuentra como crear—. Gabriel pasó por lo mismo, pero fue paciente, al final Mina entendió que estaba mejor sin Dimas...
—¿Mina terminó la relación?
—Sí, después de soportar por meses la indecisión...
Me suelto el cabello que llevaba recogido en una despeinada coleta y me sonroja la forma en que Nicolás me observa hacerlo, no ha sido nada especial deshacerme la coleta... ¿O es así cuándo eres especial para alguien?
—Quiero a Dimas —confieso con las mejillas cubiertas de rubor—, mucho...
—Lo sé —dice con una débil sonrisa—. No debí decirte nada, discúlpame.
—Fue lindo —titubeo y busco cualquier punto lejos de los ojos de Nicolás para posar mi vista.
—¿Qué fue lindo?
—Lo que dijiste sobre ser la única y eso...
¿Y eso? Estoy elocuente.
—¿Te ha gustado?
—Estoy enamorada de Dimas —reafirmo con el rostro abochornado, no quiero que malinterprete las palabras que ni debería decir—, pero ha sido agradable escucharte...
Nicolás permanece callado un largo rato en el que escucho la voz de Dimas mientras habla con uno de los técnicos de sonido.
—Tal vez es como te deberías de sentir con Dimas, no conmigo, ¿no crees?
No quiero pensar en eso.
—¡Cristal! —Henrik se arrodilla de improviso a mi lado y me provoca un sobresalto—. Ven, Eric quiere preguntarte sobre una canción —Me revuelve el cabello ya revuelto.
—¿Cuál? Lo hizo muy bien.
No sé si sea mejor o peor que yo, pero tenemos estilos diferentes, son reconocibles en las canciones. Bueno, en este momento es mejor que yo porque no puedo ni tocar la guitarra.
—Yo no sé, Cris, sólo me pidió que te llamara.
Me disculpo con Nicolás, el chico se despide con una sonrisa.
Henrik me conduce por el pasillo que se extiende varios metros por el frente del escenario, se ha convertido en parte de la escenografía de The Witcher. Eric está sentado al final, la brisa revuelve su cabello, me recuerda a un cuervo. Henrik y yo nos sentamos al frente suyo, le entrego mi libreta de anotaciones sin tener la más mínima idea sobre qué duda podría tener un guitarrista tan bueno como Eric.
Eric y Henrik son una combinación peligrosa. El primero con su cabello de un color negro intenso; creo que es igual a mi tono natural, ver brillar las hebras bajo los tenues rayos del sol me hace desear conservarlo sin tintes como él. Henrik luce ese rubio clarísimo, con una piel más blanca que la de su primo. Físicamente no se parecen en nada, se podría decir que su única similitud es ser atractivos.
Una carcajada de Lucy capta mi atención, está recargada en el brazo de Dimas. Creo que la chica platica con alguien del staff ya que The Witcher la evita como a la peste por resultar una admiradora demasiado entusiasta que quiere fotografiarlos miles de veces por minuto.
—Creo que deberías ir con Dimas —sugiere Henrik.
—¿Por qué?
—¿Necesitas que lo diga? —Ladea la cabeza—. Lucy sólo se aleja cuando estás cerca.
—Estoy acostumbrada —Encojo los hombros.
Eric levanta la vista hacia mí, Henrik dice algo en finés que no entiendo, parecen molestos.
Ay, Dios. Lo que dije se ha escuchado tan mal.
—No quise decir que estoy acostumbrada a que esté con otras chicas —Pero lo estoy—. Sólo que no voy a ser su sombra...
Porque muero de vergüenza si me acerco sin que me busque... Temo incomodarlo o invadir su espacio personal.
—Aura me contó sobre su conversación —comenta Eric y regresa la atención a mis garabatos en la libreta—. Dijo que me habría asesinado si me hubiera atrevido a hacer algo así...
—¿Qué? —pregunta Henrik—. ¿De qué no me estoy enterando?
—Ya sabes esa parte...
Resumo rápidamente la conversación con Aura.
—Yo quise ir a golpearlo cuando me enteré —recuerda—. Estábamos cenando sushi.
Eric pelea con su cabello, el viento hace que las hebras lo golpeen en la cara.
—Yo hice eso algunas veces —murmura Eric y mira de soslayo hacia el escenario donde su esposa conversa con Dimas—. Bastantes veces.
—¿Cenar sushi? —bromea Henrik, provoca que su primo entorne los ojos—. Estoy bromeando, señor casado.
—Como sea —ríe Eric—. Era un mutuo acuerdo, se terminaba en cuanto uno de los dos ya no se sintiera cómodo, a veces sólo dejábamos de hablarnos sin razón...
—¿Alguna vez te enamoraste?
—No, nunca... Yo tenía muchos problemas arriba como para pensar en eso, además las chicas con las que estuve tampoco deseaban algo serio. Si en algún momento sospechaba que empezaban a sentir algo por mí, entonces terminaba con lo que teníamos.
Es enternecedor cómo mira con preocupación a Aura como si al contarme esto la estuviera traicionando.
—¿Aura es especial para ti?
—Muy especial —contesta con un leve sonrojo—. Estar con ella es...
—Ruido —interrumpe Henrik mientras se recuesta sobre el escenario—. Hospedarte en la habitación de al lado es garantía de insomnio acompañado de sonidos pornográficos...
Eric lo golpea en la frente con mi libreta, se disculpa conmigo por lo que ha dicho su primo.
—No es verdad...
—¡Claro que sí! —contradice Henrik y se cubre el rostro con los antebrazos—. Esos dos sólo piensan en sexo.
Me cubro el rostro rendida a la vergüenza mientras Eric vuelve a pegarle a Henrik. En medio de la discusión entre los primos, lanzo un vistazo hacia el escenario donde me encuentro con la mirada apenada de Nicolás.
—Espera, espera —dice Henrik. Se sienta y me sujeta por la barbilla para obligarme a mirarlo—. ¿Por qué sonríes así a Nicolás?
—No estoy sonriendo.
Palpo mi boca, sí, sonrío como tonta.
—Dimas enfurecerá —festeja Eric—. Vaya que lo hará.
—Se lo merece —espeta Henrik—. Hazlo sufrir.
No he sonreído por Nicolás, sino por sus palabras.
—No es lo que parece...
—¡Hermanito!
Una mujer morena aparece de la nada, se arrodilla al lado de Eric y lo rodea en un efusivo abrazo que lo toma por sorpresa. Se demora unos segundos en responde el gesto con la misma intensidad.
—Julieta... No sabía que vendrías...
Charly está de pie a mi lado, me revuelve el cabello, creo que es el nuevo saludo de moda. Así que ella es la famosa Julieta que hizo que Charly terminara su noviazgo con una cantante de pop boricua.
—Quiero presentarte a Cristal... —dice Eric.
Sin embargo, la alegría en el rostro de Julieta desaparece, es remplazada por una mirada analítica que me hace sentir bajo un microscopio. Eric le pregunta si está bien, Charly chasquea los dedos en medio de nosotras a modo de broma.
—Perdón... Sí, ya sé quién es Cristal...
Henrik me hace un guiño discreto, entonces comprendo... ¡El video que tengo con Eric! Ya había escuchado sobre la cirujana que es hermana de Eric, la que adora a Aura, claro que le ha molestado verme con su hermanito... ¿A quién no le molestaría?
Aura llega hasta donde estamos, en pocos minutos nos rodeamos de los demás. Me incorporo con la ayuda de Henrik y sonrío a Dimas cuando se acerca, es ridícula la forma en que se acelera mi corazón al ver su cabello revuelto con la brisa.
—Estás algo pálida.
Me intimida un poco cómo continúa Julieta me observa casi sin unirse a las bromas de Pooh y Axel.
—Estoy cansada...
—Mike ya ha regresado al hotel porque Nidia lo obligó. — Dimas coloca sus manos sobre mis hombros y de inmediato me siento un poco más tranquila—. Podemos irnos si quieres.
—No, esperemos por la prueba de sonido...
—¿Y luego dormiremos un rato?
—Sí...
Dimas suspira y me besa en la frente.
—Me gusta dormirme abrazándote...
—Me gusta dormirme en tus brazos.
Sus manos bajan hasta mi cintura, me paro de puntillas para rodearlo por el cuello.
—¿Puedo besarte? —me pregunta a centímetros de mis labios.
Sus ojos azules son más claros que el cielo, es una de las imágenes más hermosas que he visto en mi vida.
—Sí, puedes besarme cuando quieras.
—Tu también a mí —murmura—. Y tus labios son la tentación más grande que he conocido...
El segundo en que su boca se apodera de la mía el mundo deja de girar. Mis manos exploran su cabello castaño, nuestros cuerpos desaparecen la distancia que los separaba. Jamás tendré suficiente de sus labios robándome el aliento y la razón, es una tortura deliciosa.
—Hablé con Lucy, le he dicho que ya no pagaré nada más —dice al apartarnos sólo lo necesario para hablar—. De regreso a la capital pagaré su vuelo a Mérida... Yo sé que debes pensar lo peor, pero me dijo que quería venir a ver a su primo porque se sentía muy sola y no tenía cómo costearlo.
—¿Y luego consideraste que podría alejarme si te veía con alguien más?
—Sí...
—¿Por qué querías alejarme? —pregunto con el corazón empequeñecido.
Dimas mira hacia el cielo un instante, después vuelve a buscar mi mirada.
—Ya te lo he dicho... Recordé todas aquellas cosas que te hice, cómo te lastimé, pero seguí siendo egoísta, decidí no alejarme de ti al menos que tú quisieras.
—Entonces no te alejes...
El tiempo de privacidad se termina cuando Gabriel nos pide regresar al escenario para empezar la prueba de sonido.
Esta vez permanezco a su lado mientras prueba el sonido de la Black Falcon y el micrófono, me niego cuando me pregunta si quiero usar su guitarra.
Dimas despeja las telarañas tristes de mi mente cuando me canta deliberadamente; los suspiros bromistas nos rodean, acepto con timidez el beso en la mejilla. Quizá debería componerle una canción cuando recuerde cómo usar una guitarra.
La melodía de un piano me inquieta, pero sólo es Gabriel. Un escalofrío me recorre al ver en mi mente las teclas precisas para reproducir esa melodía, ni abrazándome consigo tranquilizar mi agitado corazón.
Camila sabía tocar el piano... ¿Cómo olvidé eso? Yo sabía tocar el piano, pero me parece que fue en una vida pasada...
☆★☆
Mis viajes con Dreamers nunca fueron muy prolongados, la incomodidad de la que se quejaba Toni durante las giras siempre me pareció exagerada, ahora sé que es verdad. He estado a punto de negarme a salir con los demás a un club nocturno, después del concierto, porque creo posible dormirme de pie; acepté porque Dimas parecía muy animado.
Mañana regresaremos a la capital mientras que MalaVentura continúa en el tour con The Witcher. La siguiente presentación de Gray como teloneros será en un par de semanas, mientras tenemos que afinar algunos detalles antes del lanzamiento del álbum.
Me he cansado sólo de pensar en el itinerario.
El club nocturno al que Julieta ha insistido en venir es bastante sofisticado. Está llenísimo, nos han dejado pasar por la entrada trasera hasta una sección que está en la segunda planta desde donde se puede ver el sitio completo. Las luces se mueven al ritmo de la música, la pista está repleta de cuerpos apretujados contorsionándose, una ansiedad muy primaria me recorre al ver eso.
Dimas suele bailar como la gran mayoría de personas. Eric y yo somos los únicos inadaptados que preferimos quedarnos sentados, aunque sospecho que Aura lo convencerá en cualquier momento de bailar.
—¡Tinto de verano! —le grita Gigi al mesero cuando me pregunta qué deseo tomar—. ¡No nos veremos en muchos días, merecemos celebrar!
También es verdad que se crea un vínculo invisible entre las personas que duermen en el mismo autobús incómodo por un par de días.
—Es cierto —me dice Toni elevando la voz para hacerse escuchar—. Celebra por tu novio que lo ha hecho excelente.
Dimas agradece sin salir del asombro de recibir un halago por parte de Toni, pero lo merece. Nuestro vocalista posee una voz preciosa que armoniza de forma especial con la de Eric, es una lástima que ya no estén en la misma banda.
Las personas que nos rodean han tomado algunas fotografías de The Witcher, unos chicos intentaron fotografiarme, pero Dimas me ha cubierto todo el tiempo así que lo han fotografiado a él.
—Eres famoso —le digo al oído mientras inundo mis pulmones con su aroma—. Te olvidarás de mí.
—Nunca, pensé en ti en cada canción.
Recuesto la cabeza en su hombro mientras se mueve despacio al ritmo de la música.
Aura se levanta a bailar con Nicolás, resultan ser una pareja asombrosa, Eric parece aliviado al librarse de bailar. Nidia y Mike están un poco apartados, me alegra mirarlos divertirse, necesitan pasar más tiempo solos.
Algunos se levantan, regresan o bailan a un costado de la mesa. Sin embargo, he descubierto a Julieta mirándome varias veces sin si quiera acercarme a su hermanito.
—Creo que no le agrado a la hermana de Eric...
Dimas la mira, ella nos sonríe algo apenada al verse descubierta, de inmediato se gira para hablar con Charly.
—¿Por qué...? Oh... —Sí, el video—. Acabo de recordar lo mucho que odio a Eric.
Recargo un codo sobre la mesa y sostengo mi barbilla con la palma de la mano.
—¿Sigues sintiendo celos por eso?
—¿Porque el rostro más bonito de Gray te besó? Sí...
—¿Tú?
—No, es cierto... Ese eres tú...
Dimas me ha buscado después de su presentación, recordé lo que hicimos esa noche antes de que todo se desmoronara; sin embargo, hoy nos quedamos abrazados en un rincón por mucho rato.
—Cristy —me susurra al oído—. Te extraño...
No tiene que agregar nada porque sé a lo que se refiere. Es el mismo sentimiento que me provocan sus besos y caricias.
—Yo también te extraño.
Dimas no me presionará, quizá necesito que lo haga. No sé si podré entregarme una vez más con todas mis cicatrices expuestas. Primero tenemos que hablar sobre Camila, sobre mí, y no tengo las fuerzas para hacerlo. Me arde el alma sólo de imaginar el momento en que esas palabras salgan por mi boca y reviva esas noches, no quiero hacerlo.
—Hey... —Me acaricia la mejilla—. No quise hacerte sentir mal...
—No has sido tú.
Es él.
—Cristy...
Cierro los ojos y niego despacio, necesito empujar esos recuerdos al baúl donde los he guardado todos estos años. En cada ocasión me resulta más complicado apartarlos de mi mente, no sé lo que haré cuando no consiga hacerlo más, me asusta ese momento.
Quiero recuperar mi vida como ha dicho Sofía. La rubia está con Cedric en un costado, bailan muy despacio a un ritmo discordante con la música. Dimas me platicó sobre ella cuando era el alma de la fiesta y se subía a las mesas a coordinar la fila para el barril de cerveza.
Nos han arrebatado tanto...
—Dimas.
—¿Sí? —Enarca ambas cejas cuando le tomo la mano con fuerza—. ¿Pasa algo?
Sofía me regresa la mirada.
—Enséñame a bailar.
El corazón me late tan rápido que creo que ha comenzado a bailar sin mí.
Dimas acepta sin preguntar, sin miradas extrañas, nada; acepta con una sonrisa. Su agarre, al abrazarme y abrir paso en medio de la multitud de la pista, es firme. Mi celular ya vibra en el bolsillo trasero de mi pantalón, sin mirarlo sé que es Mike, necesita dejar de preocuparse por mí.
—¿Nunca has bailado? —me pregunta al detenernos en un costado apartado de la pista.
—Camila bailaba —Esto es complicado—. Quiero decir, cuando era pequeña me gustaba bailar.
Dimas me toma por los hombros, una sombra oscura de ira se desliza en su mirada por unos segundos.
—Es difícil dejar de hablar así... Lo estoy intentando.
Pero en mi mente todavía divido la vida de Camila y Cristal.
—En el escenario bailas —me recuerda.
Era Camila dejándola escapar para no olvidarla, no olvidarme.
—¿Cómo se hace?
—¿Bailar? Sólo te dejas llevar por la música, eso sabes hacerlo mejor que nadie...
Tenemos que hablar a escasos centímetros para escucharnos, la proximidad crea un ambiente de confidencialidad sin importar que estemos rodeados por cientos de personas.
—Pero no puedo...
—¿Cómo funciona en el escenario?
—Ahí no importaba que las personas me vieran, no podían lastimarme —revelo en un murmullo apresurado en su oído—. No sé hacerlo.
Dimas me abraza muy fuerte, entierra el rostro en la curvatura de mi cuello. Me odio por hacerlo entristecer cuando quería divertirse.
—Esto ha sido una mala idea, Dimas.
—No, no. Estoy bien —dice aclarándose la garganta—. Aquí nadie puede tocarte.
Echo un vistazo alrededor, no estoy muy convencida al respecto.
—No lo permitiré —añade—. Nadie te tocará, lo prometo, ¿de acuerdo?
—Sí...
—Entonces cierra los ojos...
Los nervios se agitan con violencia al no ver nada de lo que sucede a mi alrededor.
—¿Imagino el escenario?
—No necesitas hacer eso... La chica que es magia pura en el escenario eres tú.
La garganta se me ha secado, una esencia amarga se instala en mi lengua.
—Era Camila.
—Pero tú eres Camila y también eres Cristal, son la misma persona.
La boca forma un mohín involuntario, el labio inferior empieza a temblarme, me cuesta retener las lágrimas.
—Podía pasarme horas mirando videos de Dreamers —confiesa—. Quería conocer a una chica así, eres mucho más de lo que imaginé.
—¿Más qué?
—Más hermosa, talentosa, inteligente, fuerte...
—Soy cobarde... Por eso... —callo y lleno mis pulmones de aire o romperé en llanto—. Tengo mucho miedo.
—Lo sé... —Su voz ronca vibra en mi oído—. Yo también tengo miedo.
—¿De qué?
—De no ser suficientemente bueno para ti.
Abro los ojos y dejo caer la quijada, mi expresión le hace reír.
—Todos tenemos inseguridades, Cristal. Si te vieras como realmente eres, entenderías por qué me siento así.
—Si tú te vieras...
—¿Como el hijo de una familia de clase alta? ¿Un poco simpático? ¿Un poco talentoso? ¿Cómo puede eso ser adecuado para una persona como tú?
—Eres mucho más que eso —insisto y lo tomo por las manos—. Quiero recuperarme para no complicar nuestra relación y...
—Lo sencillo está sobrevalorado —sonríe—. Tienes que salir adelante por ti misma, por nadie más; ni por mí, ni por Gray, por nadie más que por ti misma... Yo estaré a tu lado siempre que así lo quieras...
—Ya, me harás llorar —murmuro y cubro mi rostro—. No puedo hacer esto.
—Camila, puedes bailar, cantar y conquistar a más de cincuenta mil personas, ¿recuerdas? Puedes con esto y con cualquier cosa.
Me gusta cómo se escucha mi nombre en sus labios.
—Pero...
—Sólo tienes que hacerlo... Uno de esos bailecitos cómicos que hacías al lado de Mike mientras tocaba un solo en la guitarra.
Sonrío, en verdad ha visto muchos videos de Dreamers, hice eso en pocas ocasiones.
—¿Un bailecito cómico?
—Sí... Movías los brazos como si fuera un baile con velos —ríe—. Me encantaban esos videos.
Dimas toma mis manos y las aparta de mi rostro, las luces que se mueven con la música son azules por lo que sus ojos resaltan de forma casi sobrenatural.
—Dimas...
Ríe al notar cómo me sonrojo cuando empieza a mover mis brazos como hice en esos videos, creo que moriré de vergüenza.
—Baila conmigo.
—No sé bailar normal.
Su carcajada capta la atención de algunas personas.
—¿Bailabas anormal?
—No me veía muy normal en el escenario... Hace mucho que no soy muy normal.
—Eso también está sobrevalorado.
—Las personas nos están mirando.
—Claro que nos están mirando.
—¿Por qué?
—¿Y preguntas? —Pasa una mano por detrás de mi cintura y me atrae hacia su cuerpo—. Te ves preciosa.
Intento decirle que nos veían porque agitaba mis brazos, pero no consigo hilar las palabras. Conduce mis brazos alrededor de su cuello y me sostiene por la cintura, murmura lo mucho que le gusta esa parte de mi cuerpo.
—Cuando te vi en el festival —susurra a mi oído—. Te convertiste en la protagonista de todos mis sueños.
—Dimas...
La música va a un ritmo diferente al que se mueve Dimas con mucha lentitud, permite que mi cuerpo se acostumbre a seguirlo. Cierro los ojos cobijada de su calor, embriagada de su aroma, de él.
Han sucedido muchas cosas en mi vida, no todas han sido malas. La música se convirtió en un estilo de vida que me ayudó a sobrellevar el dolor; me llenó de alegría cuando más lo necesité. Conocí a Mike, a Nidia, a Henrik, Eric... a Dimas... No todo ha sido malo... No todo puede ser malo.
Las personas nos miran, sé que no es por mi físico, sino por la forma en que me muevo. Me he separado un poco de Dimas, la música vuelve a ocupar ese sitio donde siempre me cobijó del dolor que me provocaba la vida. Ni si quiera sé si bailo bien, probablemente no sea así, pero esa esencia de Camila se filtra hasta el exterior con cada movimiento en el que mi cabello se revuelve hasta caer despeinado sobre los hombros.
No, es mi esencia. Soy yo completa, sin fragmentar a Cristal o Camila, es sólo un nombre.
Dimas ríe cuando levanto los brazos y canto mi versión de la canción, pero se une a mis tonterías. Giro sobre mí y me abraza, en cada mirada que compartimos encuentro más felicidad de la que alguna vez creí ver en los ojos de alguien al mirarme.
Mike nos observa desde la segunda planta, lo saludo agitando la mano efusivamente. Nidia está recargada a su lado, me parece que se ha quitado una lágrima de la mejilla, ambos lucen muy felices.
Soy Camila, pero ser ella significa haber vivido esas cosas que no quise vivir. Es llevar sobre la piel el rastro de una niebla agria, recordar cómo creé esa pequeña imagen de mí misma para protegerla de lo que sucedía.
—¿Cristy?
Dimas retira las lágrimas que han caído sobre mis mejillas.
—Estoy bien, Dimas.
Fuerzo una sonrisa que no consigo mantener por más de un par de segundos y busco la protección de sus brazos.
—Un paso a la vez —me dice al oído—. Despacio.
Asiento y levanto la vista hasta sus ojos.
—¿Lo hice bien?
—Claro que sí, Camila —sonríe, pero hay una lágrima atrapada en sus pestañas—. Mañana bailaremos salsa.
Nos reímos cobijados en los brazos del otro, un rato después las personas nos miran porque permanecemos en la misma posición, pero no importa. Las personas siempre señalan a los que no van a su ritmo.
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