Capítulo 5 - Eric
Creo que esto no es lo que Aura esperaba.
Ni yo.
Mentiría si dijera que nunca imaginé cómo sería que Aura se embarazara. En esos momentos de ocio ensoñé situaciones que pensé jamás sucederían. Me planteaba escenarios como que yo estaría de gira, entonces la pausaríamos o se cancelaría para poder estar a su lado; o al menos lo intentaría, Aura no me dejaría. Entonces tendría que viajar en cada oportunidad a acompañarla para poder asistir con ella a las citas médicas, comprar la ropa, elegir la cuna, los primeros peluches; un cuarto no porque dormiría con nosotros hasta que fuera un poco mayor, luego con los mellizos. Sin embargo, también noté que, aunque la casa es grande, necesitaríamos más habitaciones para que cada uno tuviera la propia como debe ser.
Bueno. Definitivamente necesitaremos otra casa, una con al menos siete habitaciones para que cada uno de nuestros hijos tenga la propia, nuestra alcoba y los respectivos estudios que deben tener puerta para concentrarnos en nuestros trabajos.
Menos mal que mis ganancias de la gira seguirán siendo mías. Ya podría comprar otra casa sin problemas, pero ahora vienen dos pequeñas más en camino a las que también debo dejar aseguradas.
La vida no está comprada. Yo sé que somos frágiles... y que a veces cómplices de nuestra propia destrucción.
Si falto, Aura y los niños están asegurados. La casa incluso está a nombre de ella; también los automóviles.
Tal vez en el fondo siempre supe que soy más débil de lo que todos creen.
O sólo excesivamente precavido.
Regresando a casa haré mi testamento.
—Te ves tan pensativo —musita Aura sentada en medio de mis piernas y con la espalda recargada en mi pecho. Me observa en el reflejo del espejo grande que está frente a nosotros en la habitación—. ¿Estás bien?
—No —admito y recargo la barbilla en su cabello—. No debí tomar esas pastillas.
Aura asiente.
—Es sólo para que resistas hasta que llegues al centro de rehabilitación, Eric, no te sientas culpable. No querías...
—Pero es que sí quería... —suspiro—. Fue la excusa perfecta.
—Pero una que fue real.
Aura gira el rostro hacia mí. Tiene ojeras y los labios agrietados.
Es tan bonita.
—Gracias por intentar hacerme sentir mejor, pequeña.
Ella niega.
—Estoy siendo sincera, Eric, yo tampoco quiero que sigas consumiendo, pero no me gustaría que sufrieras una crisis en pleno avión, eso sería peor... Sabes que en los aviones todo es más delicado.
Asiento.
—Sí, es verdad...
—¿En serio no quieres que vaya?
—No.
—Pero...
—No quiero que me veas cuando me quede ahí, por favor... Debemos ser cuidadosos.
—¿Por el embarazo?
—Sí y porque... —Desvió la mirada hacia el techo—. No quiero que me veas así.
Ella recarga el costado de su rostro en mi pecho y suspira.
—Creo que ya he visto lo peor...
Cierro los ojos. Quisiera tanto borrar ese momento de nuestra historia.
—Aura...
—¿Antes era así...?
—No, no tanto —confieso con pena—. Tuve más problemas con el alcohol que con las drogas, pero las pastillas...
—Esas las empezaste a consumir por mi culpa.
—No me pusiste una pistola en la cabeza para hacerlo, Aura.
Vuelvo a mirarla. Ella sonríe.
—Antes del embarazo solía tomarme una cuando estaba muy estresada, ya nunca lo haré.
—Con la atención médica son buenas, el problema es hacerlo sin supervisión o control...
—Aun así...
Beso su cabello y acaricio sus brazos.
—Como desees, pequeña.
Callamos un momento.
Esta es nuestra nueva realidad.
Estaré a miles de kilómetros de mi familia, en otro país, con otro idioma. Aura atravesará sola su embarazo por unos meses. Sólo podremos hablar por teléfono, alguna videollamadas y es todo.
No sé cómo se supone que superaré esto sin ellos.
—Yo sólo he fumado hierba —admite Aura.
Su comentario me hace reír bajito.
—Chica mala.
—O tonta —agrega ella—. Ahora que miro hacia atrás noto que es un milagro que jamás me sucediera nada malo.
—¿Fue en la época de Dimas?
—Ajá.
—Ojitos te cuidaba —adivino. Estoy seguro de que así era—. ¿Te arrepientes?
—Sí, claro. No me gustaría que mis hijos hicieran algo así, es muy peligroso. No sólo por la sustancia, sino por las personas que están contigo en ese momento.
Asiento.
—Supongo que tendremos que tener esta conversación con ellos cuando sean mayores.
—Por favor, sabes que nos van a ignorar —ríe ella—. En especial Rachelle.
Y me hace reír.
—Creo que todos hemos sido malos hijos.
—Afirmativo.
—Bueno, haremos que confíen en nosotros para llamarnos si algo se pone mal, que sepan que no los vamos a regañar, sino que los rescataremos de lo que sea y los pondremos a salvo...
—Porque es lo que los padres hacen... —musita Aura y levanta el rostro para mirarme—. Te amo, Eric Dogre, eres el mejor padre del mundo.
Y vuelve a hacerme reír.
—Yo igual te amo, pero estoy seguro, muy seguro, de que ahora mismo ni siquiera entro a la lista del primer millón de mejores padres del mundo.
Ella sonríe y niega.
—Cometiste un error, Eric, y lo estás enmendando. Todos cometemos errores, no existe ser humano perfecto.
—Pues vaya error...
Aura suelta una lágrima que rueda silenciosa por su mejilla. La aparto.
—Me gustaría ir a California y quedarme cerca de ti.
—No puedes.
—No, debo ir a casa con nuestros hijos.
Trago duro. Estoy luchando con un jodido nudo en la garganta.
—Debes ser más madre que mi esposa, Aura.
Hace un asentimiento que parece le ha costado mucho.
—Te amo, Eric.
—Yo igual te amo. —El llanto gana—. Perdóname por hacerles esto.
Ella niega rápido.
—No tengo nada de qué perdonarte.
—Pero necesito que lo digas...
Aura se aparta y gira. Permanece arrodillada frente a mí y sostiene con delicadeza mi rostro.
—Te he perdonado desde antes de que supiera lo que sucedía, porque sé que jamás lo hiciste con la intención de hacernos daño. La situación se escapó de tus manos, es todo, Eric. Te perdono, te perdonaré toda la vida. Siempre, juntos, encontraremos la forma de solucionar cualquier problema porque somos una familia y es lo que las familias hacen.
Mi cuerpo se agita con los sollozos por más que intento controlarlos.
»Nunca te abandonaré. Toda la vida estaré a tu lado. Envejeceremos juntos y veremos a nuestros nietos correr por la casa. Es una promesa.
Cierro los ojos. No quiero pensar, pero la escena de mi infancia que más me ha atormentado regresa.
Es mi imaginación. No recuerdo nada de eso, pero me imagino ahí... de bebé, tan pequeño e indefenso, abandonado en plena noche y llorando por una mamá que ya lo había dejado a su suerte.
Nunca volví a sentir el amor incondicional hasta que probé un abrazo de Aura.
Y, ahora que cobija mi rostro en su pecho, sé que ella es mi regalo de la vida por haber pasado por algo que ningún bebé debe sufrir.
Un golpecito en la puerta nos avisa que el momento de nuestra separación se acerca.
Aura me abraza más fuerte. Llora tanto como yo.
Mis manos descansan en su vientre que refugia a nuestros hijos.
Debo ser fuerte por los mellizos, nuestras gemelas y Aura.
También por mí. Tengo que aprender a considerarme como a los demás.
—Yo tampoco te abandonaré, jamás, voy a mejorar, te lo prometo.
Ella sonríe.
—Lo sé, Eric...
Sus labios me regalan el beso más tierno que ha compartido conmigo.
★
El aeropuerto se siente frío, más que en el exterior.
O me estoy sintiendo mal.
Tal vez es sólo porque sé que estoy a punto de despedirme de Aura y que no sé cuándo volveré a verla.
Ya hemos tenido la conversación incómoda en la camioneta. Mailén averiguó que puede Aura podría visitarme, pero me he negado. Aura se enojó, aunque sé que en el fondo entiende que quizá no sea lo mejor para el embarazo y que tampoco quiero que me vea en esas condiciones.
También hablamos sobe mi familia, es decir, mis padres y hermanas. Obviamente tendrán preguntas y merecen respuestas, pero no las sinceras porque será peor. Si algo llega a oídos de mi cuñado Charly, el novio de Julieta, en cinco minutos todo el país estará al tanto; ya ha abandonado la escena musical, pero todavía tiene muchos amigos en el medio. Mailén se encargará de ellos para que no sea Aura quien pase por el momento tenso.
Y desde entonces no he parado de temblar.
Su mano, firmemente sujeta a la mía, se sacude cada poco tiempo y busca mi cuerpo como si ese fuera su antídoto, creo que lo es; el mío sí.
Henrik y Milo aguardan con Mailén, hablan en voz baja. Creo que Henrik se ha sentido mal por lo que le dije, pero era necesario. Somos raros, muchos dirían que mi comportamiento con él a veces es un poco «gay»; la realidad es que lo quiero mucho y el contacto físico entre nosotros es normal.
Aura se aferra más a mí cuando llaman en el altavoz a los pasajeros de mi vuelo.
—No quiero que vayas solo —dice ella—. Quiero estar contigo, es importante.
Beso su cabello.
—Es necesario... Mailén dice que son profesionales y...
—Al carajo lo que diga Mailén, cuando está trabajando hasta se olvida de que son seres humanos —interrumpe y lanza una mirada recelosa a la manager.
Su comentario me hace reír, es verdad.
—Pero lo necesito, Aura...
Ella asiente, suspira y levanta la mirada. Sus ojos están llenos de lágrimas.
—Prométeme que me hablarás cuando llegues.
—Lo prometo.
Aunque probablemente ella seguirá en el avión camino a casa.
—Y que estarás bien.
—Prometo que estaré bien.
—Y que si sientes que es demasiado, lo dejarás y volverás a casa. Nosotros encontraremos una solución, ¿de acuerdo? Jamás olvides que no estás solo, tienes a tu familia.
Un nudo brota en mi garganta. Controlo las lágrimas, será más difícil para ella dejarme ir si me pongo a llorar, otra vez, y ya no quiero que se preocupe más; ella debería estar tranquila. Ya dañé a Sofía, no puedo repetirlo con Aura.
Además, en mi familia están nuestros hijos y no quiero que me vean así. Quiero que cuando nos reencontremos sea el Eric que ellos despidieron, pero mejor, no peor.
—Aura...
—Por favor.
Suspiro hondo.
—Lo prometo.
Pero lucharé para que no sea así. Me recuperaré y regresaré por ellos.
Ella se para en puntas, sujeta mi rostro y me besa.
Odio pensar que no volveré a probar sus labios en tanto tiempo. Una parte de mí teme que sea el último beso, que ella me abandone. No puedo apagar mis inseguridades, están ahí, debo trabajar en eso. Ahora ella regresará a su trabajo con Luca y yo estaré encerrado a miles de kilómetros.
Tengo que ser maduro. Fuerte. Por nuestra familia.
Los labios de Aura tiemblan, ¿o son los míos? Creo que somos ambos. Sus lágrimas llegan hasta nuestras bocas y, cuando nos separamos, las limpio con las yemas de los dedos.
—Te amo, pequeña —musito.
—Yo a ti, mucho... siempre.
Compartimos una sonrisa. Memorizo su rostro porque temo que sea la última vez que podré verla tan cerca y retrocedo un paso.
Aura cubre su boca mientras las lágrimas caen a raudales. Me coloco la mochila al hombro y trato de sonreír.
Henrik se acerca, me da una palmada en el hombro y dice:
—Vamos.
No entiendo.
—¿A dónde? Tú te quedas —digo.
Él niega despacio y sonríe:
—Te acompañaré, necesito ver ese lugar... ¿Y si terminamos enviándote a un lugar de mala muerte? Me rehuso a tener a Dimas como vocalista por más tiempo del indispensable.
Milo se acerca a Aura, quien parece aliviada al saber que Henrik quiere acompañare, y también agrega:
—Yo regresaré con Aura, la cuidaré, me gusta ser niñero.
Mi pequeña le da un golpecito amigable en el abdomen y ríe.
—Pero... tienen una presentación, no puedes irte —recuerdo.
—Tenemos sobre población de guitarristas, cualquiera puede cubrirme. —Encoge los hombros—. Debí aprender cello, como los de Apocalíptica, así sería irremplazable.
—Te lo dije —rio. Es una sugerencia que le hice hace muchas vidas o eso parece—. Ya eres de Finlandia.
—Maldición —sonríe—, será en mi próxima vida... Vamos, Eric.
Resisto los deseos de abrazarlo porque me pondré más sentimental y lloro a la primera provocación, así que sólo acepto su ayuda con el bolso y vuelvo a abrazar a Aura. Busco sus labios rápido, es un beso casi efímero, pero que transmite la desesperación que sentimos.
—Te estaré esperando —me susurra cuando nos separamos.
Debo irme rápido o empezaré a llorar como niño chiquito.
—Volveré pronto, pequeña.
Ella asiente.
Me despido de Mai y Milo con un apretón de manos. Es agradable notar que ninguno está enojado o como si me recriminara algo, sino que lucen preocupados.
Henrik y yo nos encaminamos hacia la sala de espera. Entregamos la documentación y entramos.
Empiezo a caminar por el pasillo y giro. Aura está llorando en los brazos de Milo.
—Camina —me dice Henrik. Ni noté que me detuve—. Y ya no mires atrás.
—Pero...
Él niega lento.
—Es difícil, pero tienen que hacerlo, Eric... Ella está poniendo de su parte, esta es la tuya.
Aura se ve tan pequeñita al lado de Milo.
La recuerdo esa primera mañana cuando la vi hace tantos años. Estaba triste, en ese entonces no sabía que sufría por su ex novio, pero se veía tan deprimida y... bonita. No pude evitar hacerle una fotografía, que todavía conservo, y el resto es historia.
Es increíble que, tantos años después, estamos aquí. Me casé con mi amor platónico, tenemos dos maravillosos hijos y vienen dos más en camino.
Soy un hombre afortunado por la familia que tengo.
Regreso la vista al frente, consigo que mis piernas se muevan y detecto el escozor bajo la piel, ese que regresa cada vez que mis emociones empiezan a dispersarse. Ahora debo ser fuerte, no puedo seguir consumiendo, necesito luchar contra esto.
Aprieto los puños. Henrik me pasa un brazo sobre los hombros y andamos así por el largo pasillo.
Ni siquiera giro una vez más antes de doblar en la esquina. No porque deje atrás a Aura y mis hijos, sino porque estoy avanzando por ellos.
★
Nota:
Tardé un poco porque estoy un poquito indispuesta de salud, pero aquí está el capítulo :3
Me encantó que Henrik fuera un poquito más humano y menos músico. Él siempre ha sido pragmático y controlador, estaba enfocado en la música y su carrera, por eso descuidó a Eric. Recuerdo que cuando escribía la novela pensaba en eso, en que no lograba que Henrik fuera dulce con Eric, pero es algo que siempre me ha gustado de estos personajes, que al final tienen la personalidad tan marcada que no puedo forzarlo o se siente al instante. Así que ahora debe volver a ser ese soporte para Eric :3
Recuerden que pueden seguirme en redes sociales. ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top