Capítulo 4 - Eric

Aura duerme sobre su lado izquierdo y abraza uno de los peluches que ha vestido con la ropa de nuestro primer bebé. Henrik duerme al lado de ella, aunque lo conozco lo suficiente para saber que no está descansando. Y Milo está acurrucado en uno de los sofás.

Aura nunca duerme en su costado, no le gusta. Yo suelo dormir bocabajo, pero entonces es difícil abrazarla mientras dormimos, ya sólo lo hago en las giras cuando estoy solo. Es mi método infalible para caer profundamente dormido en cuestión de segundos.

Los sacrificios que se hacen por amor. Y haré muchos más porque mi familia se merece lo mejor, algo que en estos momentos no puedo darles.

Henrik abre los ojos, primero revisa que Aura esté durmiendo y que Milo se vea cómodo; luego abandona con sigilo la cama y señala la puerta para que salgamos a hablar.

Me retiro el abrigo helado. Tengo los dedos entumecidos y el cabello húmedo por el frío. En la habitación están entre sombras, afuera ya ha amanecido.

Dimas y yo hablamos hasta el amanecer, es decir, pasadas las siete de la mañana. No nos quedamos en el parque, sino que pasamos a una cafetería desde las cinco de la mañana y continuamos conversando.

Es irónico que hable tanto con alguien que odiaba.

Henrik abre la puerta, lo sigo en silencio y cierra con la maestría de un ninja.

—Estás temblando —me saluda mi primo.

Y es verdad. Mis manos se agitan un poco. También tengo la garganta seca y los ojos arden. La jaqueca prevalece, creo que hasta me he acostumbrado a sentirla.

Pero también sé lo que significa. Ya lo he vivido.

—Aura se tiene que ir hoy.

Él asiente.

—¿Tomaron una decisión? Dimas dijo que estaban hablando.

—Sí, la tomamos.

—¿Y cuál fue?

Encojo los hombros.

—Prefiero que estemos todos.

Henrik enarca una ceja.

—¿No me vas a decir?

—No me dijiste que Aura estaba embarazada.

—Porque es algo que le corresponde a ella, Eric.

Niego.

—Debiste decirme.

—¿Ahora te vas a enojar conmigo?

—Sí.

Él ríe sin ánimos.

—¿Estás drogado?

—No, y pronto me sentiré como la mierda, así que... tenemos que hablar ahora.

El vikingo mira su reloj.

—Todos duermen, fue una noche muy larga... ¿estás borracho?

—No, sólo bebí café irlandés, mucho.

Henrik me mira de pies a cabeza.

—¿Ya empieza la abstinencia?

—No tanto, en unas horas horas, creo, no sé.

—Te ves nervioso.

—¿Sí?

—Ajá.

Me froto la nariz.

Quiero calmarme, sé cómo hacerlo y que no debo.

»Eric...

—¿Sabes? —interrumpo—. Te he sentido muy lejano y tú no eres así.

—¿Qué quieres decir?

—El Henrik de antes habría estado a mi lado para que no consumiera, pero el de ahora también se aprovechó de lo que estábamos logrando en mi estado.

Él niega.

—¿Ahora buscas culpables?

—No, reconozco mi responsabilidad, pero también sé que me sentía muy solo porque todos encontraban ridícula mi preocupación por Aura en lugar de intentar ver un poquito más allá; de los demás lo comprendo, no me conocen, pero tú...

Henrik no baja la mirada, sino que la sostiene.

—Creo que te equivocas, Eric.

—Yo creo que no —Vuelvo a frotar mi nariz. Al bajar la mano encuentro sangre—. Avisaré a los demás, nos vemos en quince minutos en la habitación de Cristal y Dimas. No despiertes a Aura, por favor.

Emprendo la retirada mientras detengo la hemorragia con mi pañuelo negro.

—Eric —me llama Henrik, pero lo ignoro y continuó caminando hasta el cuarto de Dimas. Sólo debo dar un golpecito para que abran la puerta.

—¿Estás bien? —me pregunta Cristal desde el borde de la cama con sus pantuflas de conejo—. ¿Quieres papel?

—Estoy bien.

Mi hermana ignora mi respuesta porque corre al baño por papel, regresa en segundos y acepto con un agradecimiento bajo.

Y me siento tan miserable. Si comparo mi vida con la de Cristal, no he sufrido nada. Sin embargo, aquí está ella como una mujer increíblemente fuerte que ha superado las peores adversidades.

—¿Qué? —me pregunta cuando nota que la miro con atención.

—Eres una chica muy valiente, Cris.

Ella ladea el rostro.

—¿Por qué?

—Soportar a Dimas las veinticuatro horas del día requiere valor —bromeo.

Dimas está al otro lado de la habitación acomodando su maleta. Sólo me saluda con el dedo corazón y dice:

—Ya avisé, deben venir en un momento.

—¿Aura sigue durmiendo? —inquiere ella.

—Sí, está con Milo y Henrik.

—No quería dormir hasta que volvieras, pero se quedó a la mitad de comer una galleta. Se durmió masticando y Henrik la llevó a su habitación —explica Cris—. Es el cansancio del embarazo.

—Sí, Aura nunca se dormiría así —sonrió—. Vas a ser tía de nuevo, ¿qué tal?

Cristal esboza una hermosa sonrisa sincera.

—¿Las puedo vestir iguales?

—No sé, deberás pedir permiso a la madre y ella es bastante quisquillosa con eso —rio.

Cris hace un mohín falso.

—Es que se verían tan lindas.

—Intentaremos convencerla —prometo.

Ella me abraza, de improviso, y deposito un beso en su cabello.

Dimas nos sonríe.

La calma dura apenas unos minutos. Hablamos de trivialidades, como que el agua caliente tarda mucho en salir para lo que cuesta una habitación en ese hotel, que hay demasiadas ratas en Nueva York y que el clima es triste y hermoso, como nos gusta a los tres raros que estamos aquí.

Unos murmullos, al otro lado de la puerta, finalizan esa calma. Dimas se acerca y abre antes de que llamen.

La habitación quedará pequeña para todos. Solamente no está Minerva, que probablemente se ha quedado con su hija, Milo y Aura.

No hay muchos sitios para sentarnos. Yo ocupo un sitio en la cama con Cristal a mi lado. Dimas se recarga en la pared. Gigi, Berenice, Gabriel y Nicolás se sientan en el suelo. Henrik, Mailén, Mike y Vic se quedan de pie al lado de la puerta.

Vic apenas si puede mirarme a los ojos.

—¿Y bien? —pregunta Mike—. ¿Decidieron algo?

Me cuesta no reír. Estamos decidiendo nuestro futuro en pijama. Bueno, ellos. Dimas y yo continuamos vestidos como anoche.

—Sí —responde Dimas—, hemos decidido aceptar.

Todos intercambian miradas de sorpresa. Probablemente creyeron que sería imposible o que teníamos otra solución maravillosa bajo la manga, pero no encontramos nada.

La realidad es que mis problemas no deben afectarlos si tienen la oportunidad de seguir adelante...

Yo tendré que recuperarme primero... y quizá ni sea necesario que regrese a la banda. No me preocupa demasiado. Sobreviví bien como compositor de otros músicos, podría hacer lo mismo y disfrutar de mi familia en la tranquilidad de mi hogar por lo que me queda de vida sin más escenarios ni miles de personas coreando mi nombre.

Maldición.

Respiro hondo.

—¿Es en serio? —inquiere Mailén—. Si es así...

—Lo es —confirmo—, pero hay condiciones.

—¿Cuáles? —quiere saber Gabriel. No detecto sorpresa, él sabía que no sería sólo así.

Dimas hace un asentimiento en mi dirección. Seré yo el que les muestre que no se puede ganar tan fácil.

—No me retiraré por una lesión inventada, sino porque deseo acompañar a mi esposa en esta etapa, cuando salga del centro de rehabilitación estaré con ella.

Mailén asiente. Eso es entendible.

»Mis ganancias se quedan intactas.

—Pero no estarás en la gira —dice Nicolás.

—Y me vale. La mitad de esas personas compraron boleto por mí, quieran o no aceptarlo, así que mis ganancias no se mueven ni un centavo.

—Por mí está bien —coincide Dimas.

Giovanna tuerce la boca y mira a Mike. Él encoge los hombros y agrega:

—No está pidiendo nada descabellado y tampoco dijo una mentira.

—Me da igual el dinero —suspira Bere—. ¿Qué más?

—Vic no se retirará como un adicto, él tendrá la lesión inventada y entrará en rehabilitación también —continúo—. Al salir tiene su sitio seguro con nosotros.

Vic levanta la mirada. Encuentro mucho agradecimiento en sus expresiones andróginas.

Dimas suspira de forma exagerada y me hace sonreír. Esa parte le costó demasiado porque significa que Vic estará cerca de Cristal.

¿No que muy maduro, ojitos?

—Bueno, creo que está bien —reflexiona Mailen y mira a Mike. Él asiente—. ¿Hay algo más?

—Sí —contesto—. Estaré en el último concierto de la gira.

Henrik frunce el entrecejo y por fin habla:

—Es en diciembre, faltan seis meses, ¿estarás bien en ese tiempo?

—Ni has entrado a rehabilitación —coincide Nicolás—. ¿Cuánto tiempo dura? ¿Cómo es?

—No lo sé, pero estaré ahí y si se niegan se cancela todo —afirmo.

—Y si en el último momento no lo quieren dejar subir, entonces yo tampoco lo haré —apoya Dimas—. Y que vean qué hacen.

—¿En serio Dimas es el incondicional de Eric? —ríe Gabriel—. Minerva se odiará por no ver esto.

Dimas y yo sonreímos. Los demás no tanto. Sin embargo, Mailen coincide:

—Me parece justo —dice ella—. ¿No creen?

—Sí, por mí está bien —añade Gigi—. Podemos manejarlo como una sorpresa.

—Sí, eso estaría bien —señala Henrik.

Y el tema cambia a uno en el que ya no formo parte. Los planes para la gira, cómo se van a organizar, armar un nuevo setlist, los descansos en el concierto para que Dimas no se agote demasiado, en dónde van a ensayar antes del siguiente concierto, si podrán hacerlo con tan poco tiempo y... sólo escucho en silencio.

Entiendo cómo se ha sentido Aura todo este tiempo.

Es como mirar a través de una vitrina muy limpia. Aprecias cada detalle y quieres dar tu opinión por el simple hecho de estar ahí, pero notas que tu voz no se escucha del otro lado.

Y yo he estado todo el tiempo de ese lado de la vitrina mientras Aura estaba aquí, sola.

Es hora de marcharme.

Abandono la habitación sin que nadie lo note, no por mi intención de pasar desapercibido, sino porque se han sumergido en ese mundo al que ya no tengo acceso.

—Eric.

Mailén sale también de la habitación.

»Ahora debemos hablar de un tema poco agradable.

Asiento.

—¿Ahora? ¿No verás lo de la gira y eso?

—Según mis cálculos te deben quedar sólo algunas horas antes de sentirte peor, ¿no?

—No lo sé, Mai, creo que sí...

Ella asiente, saca su celular y me enseña la pantalla.

Es la página web del centro de rehabilitación.

—Pueden aceptarte hoy mismo.

Acepto el celular. Mis manos vuelven a temblar.

—¿Por cuánto tiempo...? ¿Estaré en casa cuando...?

Mis hijas nazcan.

—Dependerá de ti...

—¿Y Aura?

—Manejan visitas, podría ir a verte, pero no sé si podrá viajar tan seguido en su condición... Creo que eso deberán verlo con su médico.

No quiero que se exponga más de lo que ha hecho, pero tampoco quiero atravesar por esto completamente solo.

—Tengo que hacerlo —digo más para mí que para ella—. ¿A qué hora...?

—Conseguí un vuelo a las cuatro de la tarde, llegarás por la noche, pero te aceptarán.

—Ya tienes todo planeado.

—Para eso me pagas —sonríe con debilidad—. Lamento tanto haber hecho todo mal, Eric... Merecías a alguien mejor como manager, demostré que no soy tan buena en esto como pensé.

Acaricio su cabello hasta revolverlo. Ella ríe y me aparta.

—Hiciste lo que pudiste con lo que tenías, Mai... Yo no debí ponerte en esa encrucijada.

—Pero...

—Sólo cuida a los chicos, ¿sí?

—Sí, Eric.

Respiro hondo. Vuelvo a mirar la pantalla del celular y memorizo el nombre.

—Hablaré con Aura, ella igual debe volver hoy a casa.

—Su vuelo sale una hora después del tuyo, al menos que quieras que te acompañe a...

—No —interrumpo—. No quiero que me vea ahí.

—Entiendo.

Mailén me abraza, respondo igual y permanecemos así unos segundos. Luego se aparta, sonríe y regresa la habitación.

Yo emprendo una de las caminatas más difíciles de mi vida.

Cuando entro a la habitación encuentro a Aura sentada en el sofá comiendo una sopa que posiblemente acaba de llevar el servicio a la habitación. Milo me sonríe, está en el otro sofá y come un sandwich. Sin embargo, al verme deja su comida en el plato y dice que irá a ver a Henrik, así que nos deja solos.

Aura sólo me observa en silencio porque me conoce mejor que nadie.

Sabe exactamente lo que sucede en mi interior. Creo que siempre lo supo, pero tenía miedo porque... su sueño se está cumpliendo. Ella ya era madre, pero ahora su viente alberga vida cuando se repitió tantas veces que era una mujer incompleta.

Ella nunca podría ser una mujer incompleta. Es el ser humano más maravilloso que existe.

Aura deja la sopa en la mesa, se incorpora despacio y me odio por no poder correr a ayudarla, pero no puedo moverme. Es parte de las cosas que debo superar. Necesito ayuda para mejorar, lo quiera aceptar o no.

Sus manos pequeñas toman las mías, levanta la mirada hacia mí y limpia la lagrima que cae por mi mejilla.

—¿Aceptaste? —pregunta bajito.

Asiento. No puedo hablar.

»Está bien, Eric. Vamos a salir de esto, ¿entiendes?

Vuelvo a asentir, pero más lágrimas caen y pronto estoy sollozando.

Me conduce hasta la cama, se sienta y yo me recuesto, pero con mi cabeza en su regazo. Ella se inclina sobre mí, su cabello nos esconde y besa mi frente. Me sostiene cuando los sollozos sacuden mi cuerpo y cubre de besos cada parte de mi rostro. Mis lágrimas se quedan en sus labios y se mezclan con sus propias lágrimas.

Estoy renunciando a algo que amo. Estoy entregando una parte de mí que no sé si regresará y duele soltar, duele demasiado.

Su vocecita entrecortada canta bajito la canción de «Afterlife» de Arcade Fire, su banda favorita, y agradezco un montón que no eligiera una canción mía; de pronto las he odiado todas.

Creo que no pudo elegir mejor canción porque siento que voy a morir, que estoy muriendo, y tengo miedo de lo que viene después. No sé si me agradará el Eric recuperado, ¿seguirá siendo tan maravilloso para todos? ¿Aura seguirá encontrándome increíble o se habrá enamorado del Eric defectuoso que he sido todos estos años?

—Can we work it out? If we scream and shout till we work it out (¿Podemos solucionarlo? Si gritamos y gritamos hasta que lo resolvamos) —canta.

Los sollozos merman.

Acaricio su mejilla. Ella sonríe.

Creo que nunca la he amado más que en este momento. Entiendo que por ella daría la vida y que eso no está del todo bien, pero es lo que haría.

Y que está es mi forma de gritar.

Gritaré hasta salvarnos y estaré ahí para nuestra familia.

Nota: Día cansado, largo y difícil, pero aquí está el capítulo :)

Para leer el avance recuerden revisar el canal de Telegram n,n

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top