Capítulo 30 - Aura
No podíamos sólo llegar por los niños y llevarlos a comprar cosas para sus hermanitas; necesitábamos saber si querían hacerlo o era demasiado para ellos. Respetamos sus sentimientos y opiniones, así que los llevamos primero a comer helado para «tantear el terreno».
Sólo bastó una ligera insinuación para que ambos abandonaran la mesa con el vasito de helado en al mano y señalaran la salida, ¡necesitaban ir «ya» a comprar las cosas de sus hermanitas!
Nos dirigimos a la misma tienda departamental donde una vez compramos las cosas de nuestro primer bebé; con los mellizos fue diferente, pues no sabíamos que llegarían hasta que nos llamaron y mamá y Úrsula se hicieron cargo de comprar las cosas indispensables mientras nosotros estábamos con ellos.
Y aquí estamos, entrando al área de bebés y me tiemblan las manos sólo de recordarme recorriendo estos mismos pasillos con mi vientre pequeñito. Nuestra niña se fue siendo tan chiquita, casi ni se notó mi embarazo.
—¿Estás bien? —me pregunta Eric.
Asiento. No puedo hablar porque debo tener la voz rota.
Él traga duro y sigue a los mellizos que corren hacia la sección de juguetes para bebés; Eric deberá explicarles que todavía serán muy chiquitas para jugar.
Yo me detengo frente a un espejo y suspiro hondo al encontrar mi enorme vientre; ese que ya duele cargar. Mi espalda cada día se siente peor y, justo ahora, creo que mis pies miden dos veces lo de siempre —o así lo siento—.
Nunca creí que podría verme embarazada. Es tan hermoso como aterrador, tu cuerpo está creando a dos seres humanos, ¿no es suficiente para asustarte?
Antes de ir por los mellizos pasamos a la casa a cambiarnos la ropa; los niños no nos podían ver llegar vestidos igual que un día antes. Saben que salimos a divertirnos, pero preferimos evitar las mil preguntas de Rachelle que luego ya ni sabemos cómo contestar.
Avanzo por el pasillo de losetas blancas y brillosas bordeado de toda ropa para niños y llego a la sección de recién nacidos.
Retengo el aire cuando tomó un pequeño mameluco rosado con un bordado de patito.
Todo esto es real. Está sucediendo.
—¿Te gusta? —La voz de Eric me sobresalta.
Él se encuentra atrás de mí con Rachelle sobre sus hombros. Rik trae consigo dos blusas diminutas con estampados de arcoíris.
—Es bonita —musito—. ¿Llevaríamos dos iguales?
—Creo que deben ser diferentes, ¿no crees? Serán gemelas idénticas.
—Eso parece —recuerdo—. ¿Qué tienes ahí, amor?
—Esperen —dice Rik y se aleja corriendo con las blusas.
—¡La de osito! —señala Rachelle desde los hombros de su padre—. ¡Patito y osito!
—Buena idea, cariño. —Tomo ambas prendas—. ¿Deberíamos comprar varias?
—Claro —dice Eric—. ¿Segura de que estás bien?
Vuelo a asentir, pero la verdad es que no. Tengo miedo de llenar la casa de cosas para bebés y que luego...
Todavía no puedo sacarme de la cabeza la caja de la cuna recargada en la pared.
Rik regresa con una blusa con estampado de arcoíris y otra con un unicornio.
—Son perfectas —halago y las sostengo—. Muchas gracias, Rik.
Mi pequeño sonríe y me abraza la pierna.
—¡Y trajes de baño! —exclama Rachelle—. Vamos, papá.
—Serán un pequeñitas para bañarse en al piscina —le recuerda Eric.
—¡Pero tienen que tener trajes de baño! —insiste la pequeña.
—Tal vez deberíamos comprar sólo las cosas indispensables —intercedo—. No tiene caso comprar mucha ropa si les dejará de quedar pronto y...
Callo. No sé qué más decir.
Eric me toma de la mano mientras que con la otra se cerciora de sostener bien a Rachelle.
—Podemos comprar cinco trajes de baño para cada una, ¿de acuerdo?
Un nudo se forma en mi garganta y niego.
—Pero...
—Aura, todo saldrá bien.
—¿Y si no?
Eric suspira hondo y baja a Rachelle, en contra de su voluntad, pero de inmediato se distrae con Rik mirando un juego de jardín con columpios para niños.
»Ya sé que debo ser positiva para atraer cosas buenas y todo eso, pero...
Él me sujeta por los hombros y niega con una sonrisa.
—No por preocuparte atraerás cosas malas, eso es una estupidez, tus sentimientos son completamente normales.
—¿Entonces...?
—La médica ha dicho que están perfectas, Aura, y que tu embarazo va muy bien, que las posibilidades de una complicación son mínimas, que no debemos preocuparnos más de lo necesario, ¿podrías hacer eso?
Cuando lo dice así...
—Sí, eso creo...
—Bien.
Eric amplía su sonrisa y gira hacia los mellizos, pero lo detengo por la muñeca.
—No recuerdo algunas cosas —suelto de la nada.
Él frunce el entrecejo.
—¿Qué cosas?
—La cuna.
—¿Cuál...? —Reacciona—. Ah.
—No sé qué pasó con la cuna de Luna.
Eric relame sus labios y baja la mirada un momento.
—Yo me encargué.
—¿Y yo lo supe y no lo recuerdo?
—No, no supiste, ¿quieres saber?
—No.
Él acaricia mi mejilla y deposita un beso en mi frente.
—Yo me encargaré de todo siempre, ¿de acuerdo? —dice cuando sujeta mi rostro con suavidad—. No tienes que preocuparte de nada, si quieres compramos toda la ropa de bebé de la tienda, cualquier cosa estaré yo para hacerme cargo, ¿está bien?
Mis ojos se llenan de lágrimas y lucho por contenerlas; no quiero que los mellizos me vean llorar.
—Esta debe ser la conversación más horrible entre padres.
—Yo creo que es una conversación real —musita con esos enigmáticos ojos negros fijos en mí—. Sólo disfruta el momento sin preocuparte por nada más, porque estoy seguro de que todo saldrá bien y, pase lo que pase, estaré ahí para ocuparme, ¿de acuerdo?
Cubro sus manos, en mi rostro, con las mías y asiento. Él me besa en la coronilla y recarga su frente sobre la mía.
»Estás en la cumbre de tu carrera, tienes dos hijos que te adoran, un esposo que te idolatra, aunque a veces es un poco idiota, y estás embarazada de unas gemelas hermosas y saludables, sólo disfruta, pequeña.
Sus palabras me hacen sonreír. Él despeja las escasas lágrimas que intentaron escapar.
—Tienes razón, aunque mi esposo no es idiota.
—Sólo un egoísta terrible.
—Eric...
Él me hace un guiño y se aparta porque nuestra hija ha llegado a arrastrarlo del pantalón hasta un par de vestidos hermosos que vio para sus hermanitas.
La imagen de nuestros hijos eligiendo la ropa de su hermanita y mostrándosela a Eric llena mi corazón de calma, así que decido tomarle la palabra. No compraré toda la tienda, pero sí elegiré algunas ropas lindas para nuestras pequeñitas.
Cada prenda me parece más bonita que la anterior. Ni sé cuántas ya llevo en los brazos, sólo sé que son demasiadas cuando una de las vendedoras se ofrece a ayudarme porque ya no puedo con tanto. Además, Eric y los mellizos eligen ropas iguales para los cuatro; los mayores dicen que esas ropas tendrán el día que nazcan y que deberemos vestir a las gemelas así. Estoy totalmente de acuerdo.
También compramos un esterilizador para los biberones, cremas para mi piel en el posparto, accesorios de baño, una bañera, cambiador, en fin. No compramos todo el departamento de bebés, pero casi.
No obstante, cuando la vendedora nos pregunta si queremos ver las cunas, mi felicidad se interrumpe.
—¡Sí! —exclama Rik y corre hacia las cunas del fondo.
Eric sólo me dedica una mirada preocupada, mas no puede quedarse conmigo porque corre detrás de los niños.
Por supuesto, las vendedoras están encantadas con el guapo de Eric como un excelente padre, ¿quién no?
—¿Quiere ver algún modelo en especial? —me pregunta la vendedora que hace acrobacias para sostener todo.
—Para gemelas.
—Bien. —La vendedora lleva la ropa hacia una de las mesas en medio de los pasillos de la tienda y regresa conmigo—. Sígame.
Camino a unos pasos de la vendedora que se dirige hacia donde está Eric, pero avanzamos un poco más y él también nos comienza a seguir en compañía de los mellizos.
La vendedora nos enseña una bonita cuna blanca que está dividida en dos secciones. Es más grande que las convencionales, una así tuvimos con los mellizos. Es amor a primera vista porque puedo imaginar a nuestras pequeñas en sus atuendos tiernos durmiendo una merecida siestas mientras nosotros desfallecemos de sueño al lado, pero no podemos parar de mirarlas porque serán perfectas.
—Es ésta —sonrío a Eric.
Él me responde el gesto y pide a la vendedora que también incluyan la cuna en la cuenta. Los mellizos están enamorados de la cuna, no paran de verla y comentar todas las cosas que enseñarán a sus hermanitas.
Eric se aleja a pagar mientras yo me quedo con ellos. Son unos niños responsables que ya entienden que no puedo correr despavorida atrás de ellos por toda la tienda, así que se mantienen a mi lado.
Unos minutos después regresa Eric y me besa en la mejilla mientras observamos a los mellizos volver a jugar con los columpios.
—Llevarán la cuna durante la semana —me informa—. Y también ese juego.
—¿Les compraste los columpios?
—Sí.
Recargo la cabeza en su brazo, pero él me abraza y atrae mi rostro hacia su pecho.
—Eres un buen padre.
—Tengo mis dudas, pero lo estoy intentando —dice no muy convencido—. Quiero ser mejor contigo, con mis hijos, con los chicos...
—Está bien...
—Por la noche veré a Henrik, hablaremos, quiero que me diga de frente todo lo que ha dicho Cedric.
—Dejarás en una posición complicada a Cedric.
—Él sabe que lo haré.
—¿Y está de acuerdo?
—Dice que debo empezar a madurar —suspira hondo—. Yo le dije que se hiciera un tatuaje en el cuello para quitarse la pinta de niño bueno y llamar más la atención.
Me aparto y busco su mirada, pero él sigue contemplando a los mellizos.
—¿En serio le aconsejaste tatuarse para llamar la atención?
—Así es el medio...
—Pero...
—Mi tatuaje de alas llama la atención, ¿no? —Baja la mirada hacia mí y me sonrojo—. Y que le ponga más entusiasmo al ejercicio.
—En lugar de decirle sobre su talento...
—Cedric es mejor que Berenice —reconoce Eric. Me quedo boquiabierta—. ¿Qué? Es la verdad, Berenice de pronto se emociona y ya ni sabe qué demonios está haciendo, pero se ve increíble golpeando todo lo que encuentre a su paso y con la mata de cabello rojo sacudiéndose de aquí para allá... A veces es complicado llevar el ritmo de la canción porque ni ella tiene ni puta idea de qué hace, pero es buena... hasta que se emociona, es su defecto.
—Tú la enseñaste.
—Ajá, tiene mucho menos tiempo que Cedric como baterista, todavía tiene que pulir algunas cosas, pero llama mucho más la atención que él.
—Entonces lo mandaste a tatuarse y a hacer más ejercicio.
—Sí.
—Dios —musito—. No sé qué decir sobre esos consejos.
Eric encoge los hombros.
—Él preguntó, yo respondí.
Silbo.
—Eric en modo sincero.
—Siempre —ríe.
Nos toma un rato convencer a los gemelos de dejar los columpios de exhibición, pero como tienen hambre, aceptan. Quieren comer hamburguesas, pero yo opto por comida saludable en casa, así que salimos de la tiende departamental.
Sin embargo, cuando Eric está asegurando a los mellizos en sus sillas del automóvil, recibo una llamada de mamá.
—Hola, ¿cómo está todo por allá?
—Aquí todo muy bien, Aura, excelente, pero allá no sé, no sé.
—¿Por qué?
Mamá continúa en la capital afinando los detalles del contrato para la película y visitando a sus colegas; debe regresar la próxima semana.
—Aura, yo sé que no, pero tengo que preguntar.
—¿Qué...?
Me aparto un poco de automóvil. La brisa revuelve todo mi cabello mientras trato de hablar con mamá, temo que ya sepa que Eric golpeó a Luca; hasta donde sé, no se han encontrado para nada.
—¿Eric en algún momento firmó algún acuerdo para su biografía?
—¿Eric? No —respondo tajante—. Hemos hablado de ello, pero en broma, que yo la escribiría.
Y que sería mucho porno, pero omito eso.
—Por todos los cielos.
La imagino masajeándose el puente de la nariz.
—¿Qué pasa, mamá?
—Ni debería decirte esto, no en tu estado, pero si le digo al imbécil de tu marido tampoco te contará y debes saber que esto sucederá, al menos que me cobre todos los favores que me deben en el mundo.
—No estoy entendiendo nada.
Eric se acerca y señala el auto, los mellizos están listos.
»¿Qué pasa, mamá?
—Pasa que tuve un desayuno con unos amigos y que me comentaron que hay muchos rumores en el medio sobre una biografía de Eric, pero dije que era una estupidez porque yo sabría algo; sin embargo, insistieron y hasta me enseñaron una portada de prueba que encargaron a un colega que se ha hecho cargo de varias portadas mías.
Un silbido se instala en mi oído y mi expresión de pánico sobresalta a Eric, quien de inmediato me arrebata el celular y activa el altavoz.
»Los rumores dicen muchas cosas, Aura, que incluirá entrevistas con ex novias, pero yo sé que su única ex novia antes de ti fue Ángela y al menos que usen una ouija, ¡no sé cómo la conseguirían!
Pésimo comentario de mi madre con Eric escuchando, pero es la verdad.
»Puede que sea mentira o sean entrevistas a chicas que salieron con él, ¡no lo sé! Pero que tiene muchas cosas y lo anunciarán en unos días, ya tienen el manuscrito final, sólo está en correcciones.
—Yo no tengo más ex novias —dice Eric.
—Sólo repito lo que me han dicho.
—Si fuera verdad, es ilegal —reacciono—. Podríamos detenerlo, ¿no?
—Sí, eso creo, pero debemos estar seguros primero... Necesitan hablar con los abogados, te enviaré la información de la editorial y...
—¿Quién es el autor? —pregunto—. Quizá lo conozcamos y podamos hablar con él...
—Es lo más extraño de todo —contesta mi mamá—. Es Luca.
El nombre nos cae como un balde de agua fría. Eric me entrega el celular y se aleja a patear el suelo mientras me quedo petrificada con la voz de mamá en mi oído.
★
Nota: Quiero ver esos comentarioooooos ;o
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