Capítulo 2 - Eric

—Eric —dice Aura, aunque sólo puedo leer sus labios porque está en la habitación y yo en el balcón.

Ella habla más, ya no comprendo todo lo que dice. No sólo soy incapaz de seguir leyendo sus labios, sino que me siento mal. Me duele la cabeza, tengo náuseas y ya no sé si es por todas las pendejadas que he consumido o porque podría compartir síntomas con ella.

Quiero que sea la segunda opción.

Su cuerpo ha cambiado, ¿cómo no lo noté? Claro que subió de peso, pero de aquella forma en que sólo las mujeres embarazadas pueden hacerlo. Tal vez estaba tan convencido de que es algo que jamás viviríamos que no presté atención y acepté todo lo que ella me dijo.

Y comprendo muchas cosas.

Aura estaba feliz por su embarazo, no sólo por el de Sofía.

¿Por qué no me dijo antes?

Dimas aprieta con suavidad mi hombro. Él hace esas cosas cuando quiere consolar a alguien porque es tan estúpido como yo.

—¿Cuántas semanas tiene? —pregunto con una voz tan jodida que no quiero que sea la mía, pero sé que lo es.

—No lo sé.

Retiro las lágrimas de mi rostro con el antebrazo.

Esto es lo que tanto anhelamos. Ya no era el convertirnos en padres, porque lo somos, sino darles hermanitos a nuestros hijos. Nunca imaginé que sería el tipo de hombre que quiere tener muchos hijos, resulta que lo soy.

Seré padre de cuatro pequeños.

Dimas pasa un brazo sobre mis hombros y me atrae hacia su cuerpo. Es un imbécil, ¿cree que me sentiré mejor llorando con él cuando hasta hace unos años nos odiábamos?

Pues sí, es lo que sucede. Me siento mejor con el apoyo de mi antiguo enemigo.

Me hubiera gustado estar con Aura cuando recibió la noticia, ¿cómo fue?

Me hubiera gustado que ella estuviera conmigo en la gira antes de toda esta mierda.

No estoy bien. No lo he estado en años. He luchado incansablemente por ser mejor persona, pero he regresado al principio y siento que no tengo fuerzas para levantarme.

—Sólo quiero que todo pare.

Dimas suspira hondo.

—No sucederá, lo sabes, la vida no funciona así.

—¿Y qué sabes de la vida, ojitos?

Él ríe por lo bajo y, de forma sorpresiva, deposita un beso en mi cabello que me hace sentir ridículamente bien no porque de pronto descubriera que nos amamos en secreto, sino porque es mi amigo.

Dimas Adem es amigo de Eric Dogre y el mundo se puede ir al carajo.

—No mucho, la verdad, soy de esos privilegiados que no han sufrido demasiado en carne propia, pero tu hermana me ha enseñado.

—Camila.

Ya nunca llamo a mi hermana por su nombre verdadero. Ella, justo ahora, está al lado de Aura mientras hablan con Henrik y Milo.

Aura no aparta la mirada de mí y es extraño como puedo sentirla tan cerca y tan lejos. Quisiera tener la fuerza para levantarme e ir por ella, pero temo que corra como siempre hace cuando se siente amenazada. Por lo menos esta vez sólo escapó a la habitación al final del pasillo, no a una isla, es un avance.

Y ahora está aquí.

Es tan bonita.

Y es la mamá de mis hijos, de los cuatro, ¿podría ser más dichoso?

¿Por qué me he destruido así cuando tengo todo?

¿Por qué no puedo ser feliz?

—Estoy mal —digo.

—Lo estás.

—Perdón.

—No tienes que pedir perdón por eso Eric.

—Pero he hecho todo mal...

Dimas niega.

—Hiciste lo que pudiste con lo que tenías, Eric. Lo entiendo, los demás igual, y el que no entienda se puede ir al carajo.

Y vuelvo a llorar porque parece que soy uno de esos muñecos que se la pasan llorando cuando les aplastan la panza.

—No los merezco.

—Mereces todo lo bueno... Mereces a Aura.

Me aparto y compartimos una mirada.

—Creo que la habrías cuidado mejor que yo, Adem.

Él niega.

—Nunca.

—Pero...

—Las relaciones no son una línea que avanzan en crescendo todo el tiempo, a veces sólo van derecho, otras suben y muchísimas veces bajan en picada, Eric...

—Ella...

—Ella no te dejará —sonríe y sus ojos me parecen de un tono azul anormal—. Aura te ama y estará contigo.

—¿Cómo puedes saberlo?

—Porque la conozco —Encoge los hombros—. Y porque Milo me contó por mensaje que Aura dijo que no piensa dejarte, así que tranquilízate.

—¿Y si marcharme sería lo mejor para mi familia?

—Ni empieces con esas estupideces porque sabes que no es verdad —Me da un golpe suave en la frente—. Tus hijos jamás estarán mejor sin ti... Saldrás de esto, lo sabes.

Pero la verdad es que no lo sé.

Henrik llama a Dimas con un ademán. El vocalista me da una última palmada en el hombro, se incorpora y abandona el balcón.

Aura no aparta la mirada de mí.

Ni yo de ella.

¿Cómo no pude notar sus cambios?

La puta jaqueca hace latir mis sienes.

Ni sé cuándo empezó. Creo que cuando Dimas me sacudió en el pasillo porque estaba corriendo detrás de Aura. Mike casi vuelve a abofetearme, ni sé qué lo detuvo, y entre los dos me regresaron a la habitación. No tenía —ni tengo— muchas fuerzas para contrarrestarlos.

Henrik, Milo y Cristal entraron después, creo, no estoy seguro del orden de los hechos. Sólo sé que tuve un ataque de pánico, que gritaba muchas incoherencias como que me odiaba, que era una basura y sinónimos, de seguro me puse imaginativo, y que me arañé el rostro; todavía arde mi mejilla izquierda donde las uñas sí abrieron la piel.

Cristal me detuvo, eso sí lo recuerdo, porque se colgó de mi cuerpo con todas sus fuerzas hasta que cedí a su abrazo y caí al suelo con ella.

Quería quedarme así.

Pero Henrik recordó que Aura solía escaparse por ahí y pedí a Cristal que la detuviera, ella no lo pensó dos veces. Tomaron «ofrendas de paz», como las llamó Milo, de la nevera y se marcharon de la habitación.

Yo salí al balcón a fumar. Dimas salió detrás de mí.

Creo que temieron que salte.

Es ridículo, tan ridículo como posible. Esos pensamientos han venido muchas veces a mi cabeza, pararon cuando conocí a Aura.

No fumé.

Mi mano tembló demasiado para atinarle a la puta llama del encendedor. Sólo me senté en el suelo y Dimas me imitó.

Siempre creí que en un momento así sería Henrik el que estaría a mi lado, pero fue Dimas.

Aura avanza hacia la puerta corrediza.

Mi corazón late muy rápido.

Dimas la detiene un momento, le entrega un abrigo grueso y, por fin, ella abre la puerta.

La brisa revuelve su cabello, se coloca el abrigo.

Y sonríe.

Y yo vuelvo a llorar porque es lo que mejor me sale.

—Tenemos que hablar —dice despacio.

Asiento.

Cierra la puerta, camina hasta el barandal y sonríe.

»Tienes que ayudarme a sentar...

Estoy muy torpe. Nunca sentí mi estatura como algo perjudicial, hasta hoy, en que siento que mis piernas pueden enredarse si me muevo muy rápido.

Ella aguarda y, cuando tomo sus manos, vuelve a mirarme de esa forma en que siempre hace.

—O podemos quedarnos así... —sollozo—. ¿Cómo te sientes?

Aura sonríe como si no acabara de romperle el corazón.

—Tengo los pies hinchados, creo que me comienza a molestar la ciática, un poco de náuseas porque tomé refresco y me siento un poco aletargada, pero bien...

Ella suelta una de mis manos para limpiar las lágrimas de mi rostro, pero se detiene en los arañazos.

»¿Y tú?

—Soy una mierda.

—No es verdad.

—Sí lo es... Yo... arruiné todo.

Aura niega.

—No has arruinado nada, Eric.

—¿No me odias?

—Nunca podría odiarte —responde rápido y, contrario a todo lo que pensé que ella podría hacer, me abraza—. Te amo, Eric. Eres el padre de mis hijos y estaré a tu lado, saldremos de esto.

Sí, soy un muñeco de juguete llorón, porque rompo en llanto y abrazo a Aura con todo el amor que mi cuerpo dañado siente por ella.

—Perdóname —sollozo.

—No tengo nada que perdonarte —dice bajito con la voz rota. Busca mi mirada, encuentro lágrimas en su rostro y las limpio—. Tú deberías perdonarme por no decirte antes, pero tenía tanto miedo y lo pospuse todo lo que pude, tal vez es mi culpa...

—No —Sujeto su rostro con manos temblorosas—. Nada es tu culpa... Los niños y tú son lo único bueno que tengo, nunca podrían ser culpables de un error mío...

Recargo la frente en la suya, es tan bajita que me cuesta inclinarme tanto, pero no quiero dejar de mirar sus ojos ni un segundo.

»Los amo tanto.

—Nosotros a ti —musita Aura con el cuerpo entero. Sus ojos desprenden tanto amor que en serio siento que no lo merezco—. Te vas a recuperar y volveremos a ser la familia de antes, pero con dos nuevas integrantes.

Ella toma una de mis manos y la coloca sobre su vientre.

¿Cómo no pude notarlo?

—¿Cuántas semanas...?

—Dieciséis, son gemelas.

Asiento y sonrío con sinceridad por primera vez en... mucho tiempo.

—Ahora entiendo muchas cosas, como la canción de Gigi... —reflexiona ella—. ¿Todos sabían que tú...?

—Sí, eso creo...

—Fueron leales, nadie me dijo.

—Creo que no sabían qué hacer —admito—. Yo tampoco supe.

El vientre de Aura está abultado, mas no como el de Sofía, quizá por eso no lo noté, en comparación se nota la diferencia y eso me hacía creer en que ella solamente subió un poco de peso.

Beso la frente de Aura, vuelve a sonreírme y contiene la respiración cuando me arrodillo.

—Hola —saludo a mis hijas y beso el vientre de la mujer que más he amado en la vida. Aura llora en silencio con una sonrisa en los labios—. Soy papá, aunque creo que ya me escucharon cantando, ¿verdad?

—Sí, te han escuchado —contesta Aura—. Creo que han escuchado demasiadas cosas.

El sonrojo de Aura me hace reír.

—Maldición, pero en mi defensa... ¡yo no sabía!

Aura encoge los hombros y me hace un guiño.

—Probablemente no se enteraron.

—Eso espero —sonrió y recargo la mejilla herida en el cuerpo de ella—. Pronto conocerán a sus hermanos... Rachelle las va a marear con sus monólogos interminables de lo que sea que le apasione en esos cinco minutos, pero Rik les causará intriga porque es un chico muy misterioso.

—Como su papá.

—Y su mamá —agrego y compartimos una sonrisa—. Prometo que mejoraré, voy a ser el papá que se merecen...

Aura acaricia mi cabello.

—Ya lo eres, Eric.

Me incorporo, nuevamente sujeto su rostro despacio y busco sus labios. Ella rodea mi cuello con sus manos temblorosas y responde con el mismo amor.

De alguna forma, parece que fuera el primer beso real que compartimos desde que nos volvimos a ver.

Ya no quedan secretos.

Aura se aparta primero, hace esa mirada tan de ella. Nadie más me observa de la misma forma, aunque ella diga que sí. Sólo Aura me encuentra perfecto cuando tengo más defectos que virtudes.

—Empezaste a consumir pastillas porque estaba trabajando con Luca.

Bajo la mirada, pero Aura se agacha un poco para volver a encontrarse conmigo.

»No te engañaré, Eric. Ni con Luca ni con nadie... No puedo controlar lo que puedan sentir los demás por mí, pero sí lo que yo hago con eso y he decidido que eres la única persona que quiero a mi lado por el resto de mi vida. Si te marchas, me quedaré sola para siempre. No me interesa tener a otro hombre conmigo porque nadie, jamás, podrá ocupar el sitio que tienes en mi corazón.

—Aura...

—Pero... estamos un punto en el que necesitamos ayuda profesional, Eric. No podemos salir de esto solos, lo sabes, y sé que nunca te ha gustado la idea de contar tus problemas a un extraño, pero...

—Lo haré —interrumpo—. Iré a terapia.

—Me refería más a rehabilitación...

Mierda.

—Aura... Estaríamos lejos mucho tiempo, tu embarazo...

Ella asiente y limpia una lágrima de su mejilla.

—No sé cómo funciona —admite con una sonrisa en medio de su llanto silencioso—, pero sé que no puedes seguir así... Si no recibes ayuda, esto se repetirá pronto, y ahora tendremos a cuatro pequeños a nuestro cuidado... Tenemos que ser mejores, Eric.

—Pero yo quiero estar contigo... —digo y, claro, lloro porque llorar es lo que mejor sé hacer. Mi mano vuelve a buscar su vientre que resguarda a esas dos personitas que son un pedacito de los dos.

—Y yo quiero que lo estés, pero tenemos que ser primero padres, luego Aura y Eric, ¿entiendes eso?

Niego.

Pero lo entiendo.

—Quiero ser egoísta —sollozo.

—Yo también.

Su llanto aumenta. Limpio sus lágrimas y la abrazo, cobijo su rostro sobre mi pecho donde descansa su retrato.

—No quiero hacerlo, Aura.

—Lo sé, lo sé, pero también sé que harás lo mejor para nuestros hijos porque eres mejor de lo que piensas —dice ella y vuelve a mirarme—. Te amo, Eric. Te amamos.

Cierro los ojos.

Tengo miedo.

Pero al mirarla entiendo que lo haré porque tiene razón. Debo ser primero padre, luego Eric, y ahora mismo mis hijos me necesitan.

»Y estaremos esperándote, Eric.

Respiro hondo.

—Lo haré.

Aura se para en puntas y me abraza. Permanecemos así un rato, sólo abrazándonos bajo una noche cubierta de estrellas.

La puerta corrediza se abre. El sonido nos hace separarnos y encontramos a Mike y Mailén ahí con esas expresiones odiosas de que no pueden dejar el jodido trabajo ni en momentos como éste.

—Junta, ahora —ordena Mike.

—Pero nosotros... —murmura Aura.

—Todavía tienen un concierto, ¿recuerdan? Y Eric no puede subir sin drogarse con toda la cocaína de Nueva York.

Si no me sintiera tan mal, golpearía a Mike, aunque lo conozco y sé que no lo ha dicho con malas intenciones, sólo está estresado.

Aura toma mi mano y me regala una sonrisa.

—Encontraremos una solución, ¿verdad? —me dice ella con toda su inocencia.

Hago un asentimiento, pero mi mirada se queda en Mailén. Ella sabe que no podré dar el concierto y probablemente ya tiene una solución... que no me gustará. 

Nota: El siguiente capítulo es uno de mis favoritos de tooooda la saga, me encantó xD El avance ya está disponible, pueden encontrar el enlace en mis redes sociales. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top