Capítulo 16 - Aura

«Eric».

Lo empujo con todas mis fuerzas, esas que ni sabía que poseía, porque Luca sale disparado hacia atrás y se estrella con la pared. Ni por mi mente pasó responder, ¡ni moví los labios! Pero... esto se puede malinterpretar en una fotografía, justo como acaba de sucederle a Henrik.

Eric puede pensar otra cosa.

Los aplausos cesan. Las chicas apuntan hacia nosotros con los celulares en alto. Quizá Luca pidió que graben...

—Aura, yo... —reacciona Luca.

—¡No te acerques! —grito—. Nunca en tu vida vuelvas a acercarte.

Y escapo de ahí. Aparto a las chicas, algunas se hacen a un lado solas, y regreso rápido al acceso a la zona VIP.

Subo despacio los escalones. Temo que los nervios me hagan tropezar y caer. Milo me ve, interrumpe su plática y se apresura a venir conmigo para ayudarme a subir; sin embargo, tomo su muñeca y digo:

—Tenemos que irnos, ahora.

—Pero...

—Por favor —suplico con las primeras lágrimas en mis ojos—. Tenemos que irnos, ya.

—Claro.

Milo me sujeta por la cintura y la muñeca para ayudarme a bajar de nuevo.

»¿Estás bien? ¿Quieres ir al hospital?

—Estamos bien —resumo. Mis bebés y yo lo estamos, al menos físicamente. Emocionalmente, es otro tema—. Sólo quiero salir rápido de aquí.

—¿Por qué estás llorando?

—No aquí.

Al descender todos los escalones encontramos a Luca a escasos metros. Parece arrepentido, mas no lo conozco lo suficiente para saber si es sincero o no.

—Aura, perdóname, yo...

—¡No me hables! —grito tan alto que varias personas alrededor giran hacia nosotros. Es intencional, quiero que graben todo, que Eric encuentre más que una fotografía o un video de un beso robado—. ¡No quiero volver a verte!

—Me dejé llevar, pensé que...

—¡Oye! ¡Ella dijo que ya no le hables! —interrumpe Milo sin conocer el motivo—. Déjanos, por favor.

Luca calla y nos encaminamos hacia la salida del club. Sólo el aire fresco me hace respirar hondo y ahogar un sollozo.

—Comienzo a asustarme —dice Milo cuando entrega su ticket del valet parking—. ¿Qué pasó?

Niego.

—No lo sé.

—¿Qué quieres decir?

Bajo la mirada. Milo se inclina un poco, pero es demasiado alto para lograr verme a los ojos y decide empujar despacio la barbilla para hacerme mirarlo.

»Aura, ¿Luca te hizo algo?

Su tono de voz cambia. El acento portugués se hace más marcado y su cuerpo se tensa.

Niego.

Milo no se mueve.

Entonces, asiento.

»¿Qué hizo...?

—No fue la gran cosa, pero yo... —titubeo con el llanto burbujeando en mi garganta—. Fue muy incómodo, yo, no sé qué pensará Eric...

—¿Qué hizo, Aura?

Respiro hondo y contesto:

—Me robó un beso, no es para tanto, pero... ¿a dónde vas?

Milo se marcha sin responder.

»¡Milo!

No quiero volver a entrar. Permanezco en mi sitio y abrazo mi cuerpo con toda la atención en la puerta principal por la que acaba de desparecer Milo.

La camioneta de Henrik se detiene frente a nosotros. El chico del valet parking baja del vehículo, abre la puerta del copiloto y me ayuda a subir, pero Milo todavía no regresa.

Escribo rápido un mensaje para avisarle que ya estoy en la camioneta, tampoco lo lee.

Se convierten en los minutos más largos de mi existencia porque no sé qué está pasando adentro y tampoco tengo fuerzas para entrar a revisar.

Y yo sé que es una tontería ponerse así por un beso, mas no es sólo porque Eric podría pensar otra cosa. No, es también porque estuvo fuera de mi control y era algo que yo no quería hacer. Transgredieron mi cuerpo, mi voluntad y en una posición vulnerable en la que forcejear podría hacernos daño.

Yo nunca le haría eso a nadie, ¿por qué Luca me hizo eso?

La puerta principal se abre y sale Milo, pero no está solo, sino que lo acompañan dos tipos grandes de seguridad. No lo jalonean, sólo lo escoltan mientras él camina como protagonista de una película post apocalíptica en la escena final con explosiones y destrucción como fondo.

El modelo me dirige una sonrisa tensa cuando llega a la camioneta, paga el importe correspondiente al valet parking y sube en el asiento del conductor.

—¿Qué...? —Callo. Sus nudillos derechos tienen sangre—. ¿Lo golpeaste...?

Él no responde. Pone en marcha la camioneta y pisa el acelerador a fondo hasta que las llantas rechinan; Henrik haría corajes por eso.

»Milo, ¿qué pasó...?

—Pasó que... le recordé a Luca que no puede ir por ahí besando mujeres en contra de su voluntad...

—¿Con golpes...?

Milo flexiona la mano antes de colocarla en la palanca de velocidad.

—No sé golpear, creo que me lastimé...

—Milo...

—Pero no iba a permitir que se quedara así, Aura, ¿quién se cree para hacerte eso? Eric no está, pero estoy yo y prometí protegerte porque te quiero, no voy a dejar que se salga con la suya sin mínimo llevarse el labio roto.

Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas.

—Te hiciste daño...

—Sí, bueno, eso es mi culpa por no pedir consejos a Dimas de cómo golpear sin herirme.

—¿Y si demanda...?

—Oye, existen abogados y he estado en situaciones peores, no es el fin del mundo. —Me hace un guiño—. Eres mi amiga y los amigos se protegen.

Las lágrimas caen a raudales.

—Estaciónate, por favor —sollozo.

—¿Estás bien, Aura? Iré al hospital.

—¡Sólo estaciónate! —repito.

—¡Ok!

Milo obedece. Ocupa un sitio en el primer espacio libre que encuentra en la avenida y, cuando se gira para decirme algo, lo envuelvo en un fuerte abrazo en el que suelto los sollozos que llevaba aprisionados en el pecho desde el beso de Luca.

—Aura... —musita mientras cobija mi cuerpo con fuerza—. Lo siento mucho...

—Es una tontería —sollozo—, pero yo no quería... Nunca le haría algo así a Eric, ¿por qué tenía que hacerlo?

Milo acaricia mi espalda y responde bajito:

—Existen personas que albergan maldad, Aura, en pequeñas o grandes cantidades, pero ahí está y a veces simplemente no pueden mantenerla adentro, la dejan salir y causan daño a quienes menos lo merecen...

Estrujo la playera de Milo y cubro mi boca con su hombro, grito. Grito mucho así, conteniéndome contra su cuerpo y deseando retroceder el tiempo.

Una parte de mí, la que se desarrolló con todos los señalamientos que he recibido a lo largo de estos años por ser la pareja deEric, piensa que estoy exagerando y sólo es un estúpido beso, que Sofía sufrió algo mucho peor y esa noche estaba desesperada porque no podría ir a despedirme en el aeropuerto.

Y otra parte se siente muy frágil, impotente. Ni siquiera tuve opción de negarme, no supe lo que pasaba hasta que fue muy tarde y detesté cada segundo.

—Mi boca está sucia —digo todavía sobre el hombro de Milo.

Él me aparta y se inclina para revisar en al guantera del auto de donde toma un paquete de toallas desinfectantes. Me entrega una y froto con fuerza mis labios hasta que siento que me arden con los químicos de la toalla.

—¿Segura que no quieres ir al médico? Estás muy alterada.

—No, estoy bien —murmuro. La calma comienza a volver—. Pero quizá tus nudillos sí necesiten un médico.

Él extiende la mano frente a mí. Tiene la marca de un diente en el nudillo medio.

—No te preocupes, ¿sí? Vamos a casa, te prepararé algo de cenar y...

Mi celular recibe un mensaje que por suerte no es de Luca, sino de Gustavo.

»Quizá no deberías leerlo ahora, Aura, sino hasta mañana cuando estés más tranquila... o puedes ignorarme y leerlo justo como estás haciendo.

—Perdón.

Mis dedos tiemblan mientras desbloqueo el celular y encuentro el mensaje que tanto temí recibir.

Gustavo: Tengo las grabaciones de las cámaras de seguridad y creo que debemos hablar. No puede ser en casa, Karenina y bodoque duermen, pero puedo verlos en una cafetería. Mandaré la ubicación.

—Esa cafetería está en el centro de la ciudad en una zona donde una vez me manosearon —dice Milo cuando le enseño el mensaje—. ¿Segura que quieres ir?

—No quiero, pero tenemos que ir —respondo—. ¿Y si Eric está en peligro?

—Eric es un adulto, es hasta mayor que tú, Aura, yo creo que deberías descansar y...

—Puedo ir en taxi —digo al tiempo en que abro la puerta.

—Oh, carajo, Aura, vamos.

Cierro la puerta y Milo pone en marcha la camioneta.

—Perdón, de nuevo —susurro.

Milo niega.

—Está bien, creo que haría lo mismo.

—Y gracias por defenderme...

Él me mira de soslayo y sonríe.

—No sé pegar, creo que me hice más daño yo que a él, pero eso no será nada cuando Eric se entere y no creo que podamos detenerlo...

Trago duro.

No había pensado en eso.

—Eric no es una persona violenta.

Milo hace un ruidito extraño.

»No lo es —insisto.

—Eric tiene su reputación, Aura.

—No de conflictivo.

—No, pero se metió con mujeres casadas y más de un esposo fue a reclamarle, no es Dimas peleando, pero sabe lo que hace.

Mi corazón se oprime.

—¿Cómo sabes?

—Henrik.

—¿Y por qué Eric no me ha contado?

—No creo que quiera presumir que fue amante de mujeres casadas y que los esposos fueron a golpearlo —ríe Milo.

—Oh, cielos...

—Sí, cielos.

Callamos por lo que queda del recorrido hasta la cafetería. Milo recibe varias llamadas de Henrik, puedo verlo en la pantalla de la camioneta, pero ignora todas. Probablemente el vikingo ya ha visto las fotografías de su novio en amplia plática con un desconocido que por supuesto que quería llevárselo a la cama.

Tal vez hasta ha visto el video de Luca besándome.

La siguiente llamada de Henrik es en mi celular.

—No contestes —dice Milo—. Ya saben.

—¿Ya...? ¿Tan rápido...?

Milo encoge los hombros.

—Quizá el mismo Luca subió el video, no sé, estaba en el celular cuando lo encontré.

—Mierda.

—Henrik me envió un mensaje cuando salía del club, leí rápido y preguntaba qué demonios estaba pasando con Luca y contigo.

—Entonces ya todos saben...

Tendré que hablar con mis hijos por la mañana. Nunca he estado en una situación así y no sé cómo manejarla, pero no puedo permitir que piensen que besé a un hombre que no es su padre.

—Sí, eso creo...

—Es cuestión de tiempo para que llegue a oídos de Eric.

—Al menos que seas tú quien le cuente, Aura.

—Mierda —repito y mi corazón da un vuelco—. No sé cómo contarle eso.

—Sólo cuenta todo lo que pasó...

Asiento, mas no me siento segura de poder hacerlo.

Milo estaciona la camioneta atrás de la motocicleta deportiva de Gustavo y se apresura a ayudarme a bajar.

Él ha tenido razón, no es una zona muy bonita, pero es la única cafetería veinticuatro horas que hay por aquí.

Entramos al establecimiento y de inmediato encuentro a Gustavo sentado al fondo con su computadora portátil que parece una pequeña nave espacial.

Él repara en nosotros, en mí, y en su mirada encuentro... ¿miedo?

De pronto, ya no quiero ver ese video. Sólo quiero dormir y despertar cuando Eric regrese porque siento que no tengo más fuerzas para luchar.

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