Capítulo 15 - Aura
Creo que soy la única embarazada en el club nocturno. Mi vestido de maternidad desentona con la ropa ajustada de las chicas que bailan al ritmo de la música electrónica; las luces de colores roban destellos de sus prendas brillosas.
Milo sujeta con fuerza mi mano mientras nos dirigimos la sección VIP. Nunca ocupamos otro sitio, no importa si vamos con los chicos o no, ya no recordamos cómo es solamente tener una mesa al lado de la pista con las demás personas. No, nosotros siempre tenemos menús diferentes, meseros atentos a cualquiera de nuestras exigencias y un sitio apartado para observar todo el lugar y, claro, ser admirados.
Eric me ha acostumbrado a lo mejor, así es él. Cuando pienso en eso reflexiono cuánto ha cambiado mi vida desde que estamos juntos.
Nuestra mesa está al fondo de la zona VIP, en una segunda planta, y queda por arriba de la pista en la parte inferior del lugar. Un DJ extranjero ameniza la velada y me recuerda a Gustavo; todavía no sé nada de él y no responde mis mensajes.
—Eligieron un buen lugar —dice Milo en voz alta para hacerse escuchar.
—Es con reservación y tenían todo agotado, pero tiene sus ventajas ser un guionista famoso —bromea Luca.
Tatiana pone los en blanco y pide un Bloody Mary.
Yo añoro un mojito, mas sólo pido una limonada con soda. Los demás eligen bebidas con nombres exóticos que no conozco y no me sorprende cuando el mesero regresa con una que tiene fuego arriba; esa es para Milo.
Brindamos por terminar el guión de la serie de televisión más exitosa del año, en nuestra opinión, por supuesto.
Esta es nuestra celebración.
Ellos recorren el menú de las bebidas alcohólicas al derecho y al revés, se convierte en un reto probar las que poseen los nombres más extraños. Yo pido una limonada tras otra y lo único que pruebo son las mezclas, pido una con fresa, otra con naranja y hasta lichi; la mujer más divertida del club.
Tatiana pronto se levanta para bailar; César y Theo la siguen. Los tres se tambalean más de lo que se puede decir que bailan.
Milo permanece con Luca y conmigo, aunque ha estado bastante ausente. No revisa el celular que ha recibido varios mensajes, lo cual es extraño porque deben estar en el escenario ahora mismo y Henrik nunca ha sido de los hombres que se preocupan en exceso cuando su pareja se enoja.
Admiro la relación de Milo y Henrik, son muy maduros, pero supongo que igual tienen sus pequeños baches.
Sin embargo, en el amor nada está dicho.
—Ese tipo tiene la noche entera mirando a Milo —dice Luca y señala a un chico en la otra mesa de la misma zona VIP—. ¿Lo conocen?
Milo echa un vistazo y niega.
—No.
—Entiendo que antes tuviste un trabajo algo... peculiar —continúa Luca.
Me desconcierta por completo su comentario. No es un secreto, pero nunca hablamos de eso.
—Fui stripper, sí —suspira Milo y encoge los hombros—. También hice algunas otras cosas, no me avergüenzo, no robé.
—Claro, no quise decir eso...
—Eso pareció —suelta Milo sin intimidarse—. ¿Tienes curiosidad? ¿Quieres saber qué se siente estar con otro hombre?
—¿Qué? —titubea Luca.
Milo extiende la mano sobre la rodilla del guionista y avanza hasta la parte interna de su muslo.
Luca retrocede con cara de espanto y me cuesta no soltar una carcajada. Henrik y Milo pueden poner nervioso a cualquiera, hasta a Eric.
—¿Quizá quieres probar con dos hombres al mismo tiempo? Sólo te advierto que Henrik puede descontrolarse un poco...
—¡No soy gay! —exclama Luca con el rostro colorado y gotas de sudor en la frente—. ¡No tengo nada contra los gays, pero...!
—Entonces no actúes como si fuera así —sonríe Milo y se aparta del espacio personal de Luca—. Mi relación con Henrik es privada.
Luca asiente, un poco más recuperado, bebe un sorbo de su bebida y dice:
—No se sabe mucho de ustedes, sólo lo que salió hace tiempo cuando empezaron y...
—No creas todo lo que ves en medios —interrumpe el modelo—. Henrik ha arriesgado todo por mí.
Luca comparte una mirada conmigo que no sostengo.
Henrik ama a Milo con tanta intensidad que renunció a la música por él, aunque al final pudo tener ambas cosas.
—Leí una teoría que decía que todo fue planeado para limpiar tu nombre —recuerda Milo—. ¿Fue así? ¿Manipulan de esa forma a los medios?
Milo niega.
—No sé de qué hablas.
Y hace un guiño.
—Si fuera así, sería grave, es decir... podrían hacer eso con otros temas, ¿no?
Milo relame sus labios y me mira de soslayo.
—Nosotros evitamos inmiscuirnos en las relaciones privadas —explico—. ¿Y si hablamos de otra cosa? Al final de cuentas lo que importa es que están juntos y felices.
—Bueno, Henrik parece que está muy feliz —ironiza Luca.
No tengo que preguntar para saber que habla de la fotografía.
Milo pone los ojos en blanco, apresura su bebida y deja el vaso vacío sobre la mesa con un golpe seco.
—Henrik me ama y yo a él, tenemos la puta relación más estable y segura que conozco, pero incluso así a veces tienes que hacer algunas cosas que no están del todo bien.
Tras decir eso, se incorpora y pasa la mano entre las ondas castañas claras de su cabello. El chico de la otra mesa vuelve a mirarlo... ¿intercambian miradas? Oh, sí, yo conozco esas miradas, así observan a Eric con la esperanza de que responda, pero... ¡Milo lo hace!
Mi quijada cae. Milo se aparta de nuestra mesa y camina con paso resuelto hasta donde está el chico que, sin dudarlo, le invita una bebida.
—¿Y tú no haces esas cosas? —pregunta Luca y ocupa el sitio libre que ha dejado Milo a mi lado.
Estamos solos en la mesa.
Maldición.
—No, claro que no...
Luca sonríe.
—¿Por qué no vino Eric?
—Prefirió quedarse con los niños —miento.
—¿Ya podré pasar a saludarlo esta semana? —pregunta con tono persuasivo porque he evitado todas sus visitas de forma rotunda.
—No sé, se pone un poco excéntrico cuando trabaja en su música —excuso—. Quizá en unas semanas.
Cuando Eric salga del centro de rehabilitación y vuelva a casa.
Luca se acerca más. Sus ojos están vidriosos, ha bebido lo suficiente para arrastrar un poquito las palabras y parece sorpresivamente feliz, más de la cuenta.
—Eres una mujer muy hermosa, Aura, ¿lo sabías?
Otra vez esos comentarios...
—Sí, gracias —musito y retrocedo lo más que puedo sobre mi asiento—. Ya bebiste mucho, quizá deberíamos irnos.
—¿Juntos?
Palidezco.
»Es broma, sé que eres demasiado fiel al adicto ese que tienes por esposo.
¿Adicto?
Un frío abrumador crece en mi pecho. No es imposible que lo sepa, es decir, los chicos trabajan con muchas personas para montar las escenografías en los conciertos y como parte de la producción; estoy segura de que varios saben sobre la condición de Eric.
—¿Qué quieres decir? —espeto.
Él ríe y menea la cabeza.
—Eric tiene una reputación cuestionable en la capital, lo sabes, ¿verdad?
—Eso fue hace años...
—¿Una persona cambia? ¿Simplemente deja de acostarse con todo lo que se mueva? ¿Abandona las drogas por obra del amor?
Mi corazón late lento y fuerte, opaca la música en mis tímpanos.
Milo nos mira, pero su conversación con el chico parece ser más interesante.
—Eric cambió.
—¿Estás segura? Porque me enteré de algunas cosas durante la gira que... me dejaron pensando mucho.
Mis manos tiemblan.
Soy un revoltijo de pensamientos, sentimientos y miedos.
Eric claro que tiene una reputación en la capital, una muy oscura, y aprendí a lidiar con eso. No es el mismo hombre de esa época, ha cambiado y ahora sólo tiene una recaída, pero saldremos de esto; estoy determinada a creer en eso
—No sé de qué te enteraste, pero son sólo chismes —contradigo y me incorporo—. Necesito aire.
Me alejo de la mesa a grandes pasos. Pienso que Milo me va a seguir, pero se ha quedado conversando con el otro chico porque a claras luces quiere provocarle celos a su novio.
Desciendo despacio por los escalones y me mezclo en medio de la marea de personas que bailan. Antes de tomar aire, necesito ir al baño, mi vejiga cada vez parece volverse más pequeña conforme avanza el embarazo.
Y necesito pensar.
¿De qué pudo enterarse Luca? Posiblemente de la verdad, que Eric tuvo problemas con las drogas y está en rehabilitación, pero de mí no obtendrá nada.
La fila para el baño es corta, pero la mayoría de chicas son condescendientes con las embarazadas y me dejan pasar rápido. Ocupo el último cubículo, masajeo mis sienes y pienso que todo fue una mala idea, no debí salir a celebrar... ¿o sí?
Quiero tener una vida normal, pero eso significaría no estar con Eric. Mi vida sólo sería común si mi esposo no fuera tan famoso como es.
Limpio las lágrimas que han caído con el papel higiénico y alivio la presión en mi vejiga; podré estar tranquila por otros treinta minutos.
Cuando esté cerca del parto viviré en el baño, puedo imaginarlo.
En el lavabo arreglo mi maquillaje tan bien como puedo e intento disimular que he llorado.
Me pregunto qué hará Eric. En mi imaginación lo encuentro atrás de mí, con esa media sonrisa característica en sus labios delgados, el chongo desarreglado que usa en casa y una mano sobre mi hombro. Quiero que sea así. Quiero que esté conmigo y pasemos juntos el embarazo.
¿Por qué debo enfrentar esto sola?
Respiro hondo para contener el llanto que amenaza con volver. Algunas chicas me miran de soslayo, ignoro si es porque me reconocieron, porque estoy a punto de volver a llorar o por ser una embarazada en plena madrugada en el club nocturno.
Si Eric no estuviera en otro país, rehabilitándose, estaríamos en casa mirando una película y comiendo palomitas en su estudio. Duele tanto recordarlo que la lágrima cae involuntaria. La aparto, pero pronto vuelve a caer otra.
Yo sólo quiero al hombre que amo con nosotros y que toda esta pesadilla se termine. Pero sé que debo ser fuerte, más que nunca, porque mis hijos y Eric me necesitan entera, aunque sienta que sólo puedo mantener juntas las partes con una endeble cinta adhesiva.
Las lágrimas paran de caer. Vuelvo a respirar hondo y me concentro en la Aura que me mira a través del espejo. Ya no soy la chica de Arabella que se rompía un poquito escuchando a Dimas cantar mientras estaba con Minerva. Soy una mujer adulta, madre y esposa, que está cumpliendo cada uno de sus sueños.
No fallaré.
Triunfaré.
Arrojo el papel en el basurero, intercambio una sonrisa amable con algunas chicas y abandono el baño.
En el pasillo, noto que varias chicas tienen el celular afuera y parecen grabarme.
Claro que me han reconocido, pero como la esposa de Eric. En un segundo puedo imaginar todos los titulares de mañana, «Esposa de Eric Dogre llorando en un baño público, pero ¿en dónde está su esposo?».
Mis pies se quedan adheridos al suelo. No puedo encerrarme en un cubículo hasta mañana, ¿o sí?
Trato de retroceder cuando siento una mano en la muñeca. Al girar encuentro a Luca, tira de mí y pierdo el equilibrio. Mi brazo libre resguarda mi vientre, pero no caigo porque Luca me sostiene por los hombros.
Sus ojos brillos sonríen al igual que su boca.
—¿Qué pa...? —Algo me interrumpe.
«Algo» sobre mis labios.
Demoro un segundo en comprender que Luca... me está besando.
♥︎
Nota:
Esta novela ya va en el capítulo 40, pueden encontrar más información en mis redes sociales. 💖
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