Capítulo 35

AURA

—Lo vas a matar —me dice Nicolás cuando entramos al camerino—. ¿Cuánto sexo han tenido desde que llegaste?

Ni puedo responder, la vergüenza me hace enmudecer.

Eric, por el contrario, sólo ríe y me abraza por la espalda.

—No sé, pero en el cuarto se la pasan cogiendo, luego hasta en el baño del hotel y aquí de seguro en una bodega o qué sé yo —dice Berenice—. ¿Verdad, Gigi?

La soprano asiente y me sonríe, no puedo regresarle el gesto. Ella lo nota y desvía la mirada.

—Ay, déjenlos, no sean envidiosos —comenta Giovanna.

Escucharla hace hervir mi sangre.

Son las hormonas, ¿verdad? No es que de pronto quiera ponerme a pelear por un hombre que indudablemente me ama y jamás me traicionaría.

¿O sí?

—Sí, no sean envidiosos —siseo—. No vayan por ahí entregando «cancioncitas» de amor a los esposos de otras.

Gigi se congela en su posición.

Minerva se atraganta con el agua que bebía y Gabriel intenta auxiliarla con unas palmadas en la espalda.

Los demás intercambian una mirada que irremediablemente termina en Gigi.

Berenice susurra, no tan bajo como piensa:

—¿En serio hiciste eso?

—Creo que esperaremos adelante —dice Eric y toma mi mano para salir del camerino—. Nos vemos.

Los murmullos estallan apenas cerramos la puerta.

Eric me mira de forma extraña.

—No debiste decir eso, Aura.

Encojo los hombros.

—¿Te preocupa lo que piense tu amiga?

—No lo hizo con esa intención...

—¿Entonces con cuál? ¿Sólo mostrarte su talento como compositora o qué?

Eric menea la cabeza y... ¿está enojado?

—No, quería animarme.

—¿Con una canción de amor?

—No, Aura, no es eso —responde levantando un poco la voz, se detiene y me mira a la cara—. Me sentía triste por muchas cosas y ella quiso demostrarme que soy alguien valioso, es todo.

—¿Con una canción de amor? ¿Es en serio lo que me estás diciendo, Eric?

—¡Es que lo estás malinterpretando!

—¡Pero si admitió que sintió o siente algo por ti! ¡Explícame qué estoy malinterpretando!

—¡Porque me sentía mal!

—¡¿Y cuándo fue eso que no me dijiste?! ¡Me has dicho que todo estaba bien! ¡¿Por qué yo no supe eso y ella sí?

—¡Porque ella estaba aquí y tú no!

«Mierda», puedo leer esa palabra en los ojos de Eric, sabe que acaba de joderlo.

»No lo quise decir así, Aura...

—¿Sabes? A veces eres tan idiota, Eric —suspiro—. Te amo como no tienes idea y eso me hace olvidar que eres hombre y que puedes decir las mismas estupideces que dicen todos los hombres.

Y yo acabo de joderlo igual, pero no me importa porque... soy un revoltijo de emociones. Quiero gritarle y llorar al mismo tiempo, luego reírme y correr a comer un litro de helado de chocolate.

¡No me entiendo!

—¿Estás insinuando que soy igual a todos los demás?

Respiro hondo.

La verdad no sé por qué dije eso, aunque en este preciso instante Eric no me cae muy bien.

—No, disculpa... —Masajeo mis sienes—. Necesito un momento a solas.

—Aura...

Mi celular recibe una llamada, es Luca. Eric alcanza a ver el nombre antes de que rechace la llamada.

—Saldré a tomar aire.

—¿O a hablar con Luca?

Encojo los hombros.

—Tú ahora mismo subirás al escenario a hacer tus numeritos con Giovanna, ¿importa?

Y, sin esperar respuesta, me marcho por el largo pasillo.

Apenas he avanzado por unos pasos cuando escucho un portazo tan fuerte que hace vibrar las paredes. Echo un vistazo sobre el hombro, Eric no está.

Eric y yo no solemos discutir, aunque como todo, no siempre pensamos igual. Él suele ceder más que yo, la verdad, y trata de llevar las cosas en paz. Supongo que no podía ser todo color rosa y que luego hablaremos, cuando estemos más calmados.

Continúo mi camino hacia la parte trasera del edificio donde se encuentran los trailers que han transportan la escenografía de cada concierto. El staff va de un lado a otro todavía afinando los últimos detalles y nadie repara en mí.

Encuentro un sitio tranquilo atrás de una de las camionetas que hemos usado para venir. Busco el contacto de Luca en el celular y pienso en lo mucho que me haría bien un cigarro... o un par, quizá media cajetilla.

Quiero una copa de vino a rebosar, una cajetilla de cigarros, café, un buen libro y una tarde lluviosa desde la ventana de mi estudio.

En lugar de eso, me sobresalta el motor de un trailer.

—¿Hola? —saluda Luca al primer timbre—. ¿Cómo te va en el paraíso?

—Bien, gracias —suspiro. No me escucho bien, pero es lo que hay—. ¿Y tú?

—Genial, genial —ríe por lo bajo—. He venido al cine con mi hijo, tú debes estar en un concierto, ¿no?

—Inicia en un rato, sí... —saboreo el cigarro de un chico que pasa cerca—. ¿Sucede algo?

—Eh, sí, claro —se recompone—. Debemos regresar cuanto antes a trabajar, Aura. Me han llamado y quieren el guion completo lo más pronto posible.

—¿Lo más pronto posible? ¿Qué quieres decir?

—Tenemos que regresar en el transcurso de la semana.

—Oh, no —niego de forma tajante—. Imposible, el último concierto es el viernes, y quedamos en que volveríamos a vernos el próximo lunes, ¿recuerdas?

—Aura, pero una semana es mucho tiempo perdido, creo que...

—Ya teníamos un acuerdo, Luca. No puedo irme sólo así y...

—Eric es un adulto, entenderá.

—No es por Eric, Luca.

—¿Entonces?

Inhalo hondo. De repente comienza a incomodarme la espalda y debo recargarme en el vehículo.

—Es por mí.

Luca suspira en un tonito molesto, como si estuviera hablando con una niña pequeña.

—Aura, ¿él haría lo mismo por ti? ¿Pospondría su trabajo por ti?

—Lo haría.

—No es verdad.

—Lo es, no lo conoces.

—No suelen describirlo como alguien muy cuerdo, eh.

Me aparto del vehículo tan rápido que sufro un pequeño mareo y debo volver a sostenerme de la ventanilla.

—Tal vez no lo somos.

—Me refería a él, no a ti.

—Somos iguales, Luca —Masajeo el puente de mi nariz—. Y no regresaré antes.

—Aura... Entiendes que podemos seguir sin ti, ¿verdad?

—¿Me estás amenazando?

—No, no es eso, pero podemos continuar sin ti... Si la mayoría del equipo aprueba el guion, entonces se enviará y...

—La mayoría del equipo es tu equipo, Luca, eso no es justo —interrumpo—. Sólo te pido respetar el tiempo que habíamos acordado y... ¡además no terminarán todo el guion en tan pocos días! Nos falta más de un mes de trabajo y lo sabes.

Luca vuelve a suspirar hondo.

—Regresaremos el miércoles, intenta llegar el sábado, ¿podrías?

Solo un día más luego del último concierto.

Y así encuentro la señal que necesitaba. El viernes, antes del concierto, le revelaré a Eric que estoy embarazada.

—Cambiaré mi boleto, está bien.

—Bien.

Y callamos.

No tengo ánimos de despedirme de forma amable del tipo que acaba de arruinar mi último fin de semana con Eric.

—De acuerdo, adiós.

Cuelgo.

Coloco mis manos sobre mis rodillas, inhalo, exhalo. Intento calmar mi corazón acelerado y ese enojo que repta sobre mi piel.

¿Es normal sentirse tan molesta durante el embarazo?

—¡¿Qué vas a hacer?! —grita Mai.

Busco a la manager y la encuentro caminando hacia mí, pero no viene sola.

Giovanna avanza a grandes pasos y con los puños cerrados, ¿planea pegarme? Eso parece. Su mirada encierra furia y no comprendo lo que responde a Mai.

Por si eso fuera poco, detrás de ellas vienen Cristal, Berenice, Dimas, Minerva y Gabriel

Mai se interpone con los brazos extendidos...

Esto tiene que ser una broma.

Giovanna es alta, es casi de la estatura de Nico y Eric, poquito falta para que sujete a Mai por los hombros, la levante y la mueva de lugar; sin embargo, sólo la aparta y continúa caminando hacia mí.

Oh, no.

En serio es alta y yo, bueno, soy bastante bajita.

No puedo creer que a estas alturas de mi vida voy a pelearme con otra mujer por un hombre. Pero tengo ventaja, porque somos tres chicas defendiendo a papá.

Resguardo mi vientre con una mano cuando Giovanna se detiene frente a mí y, asombrosamente, no me intimida su estatura ni el coraje que albergan sus ojos.

—¡Ya te he dicho que Eric es mi amigo! ¡Que no tenemos nada! ¡Todo es sólo por el show y...!

—Y entonces vas y le entregas una canción de amor —interrumpo.

Los demás llegan dos segundos después, pero nos han escuchado.

Giovanna se sonroja.

—Gigi, vamos, ¿sí? —dice Dimas y la toma con suavidad el brazo, pero se zafa.

—Esto es una tontería, por favor —agrega Minerva—. Solucionen sus problemas después.

—Oh, sí, la que siempre es madura y nunca hizo tonterías por intentar retener a Dimas sin importar si afectaba o no con el trabajo —recrimina Giovanna.

Gabriel detiene a su esposa porque Minerva, a diferencia de mí, golpearía sin dudar a la soprano.

—Vamos, vamos —dice Gaby—. Ignórala.

—¿Cómo se atreve? —sisea Minerva mientras su pareja la lleva de regreso al edificio.

—No es como estás pensando, Aura —continúa Gigi—. Sí, entregué una canción de amor y sí, es verdad que tuviste razón siempre sobre ese beso, no fue un accidente y...

—¿Perdón?

Mis manos tiemblan. Por un horripilante segundo todos los sonidos emigran de mis oídos y sólo prevalece el latido acelerado de mi corazón.

Casi pregunto «¿Cuál beso?», y no sé qué es peor. Si no saber de qué beso habla o saber exactamente a cuál se refiere.

—Oh, genial, Eric no le contó eso —dice Berenice—. Chicas, verán, yo creo que...

—¡¿Cómo te atreves?! —espeto y el empujón con el que la hago retroceder varios pasos es involuntario, ¡no lo he pensado!—. ¡¿Qué querías lograr?! ¡¿Que mágicamente Eric descubriera que te ama en el escenario y me dejara?! ¡No es una puta serie de televisión!

Dimas se interpone, me sujeta por los brazos y me obliga a retroceder; es imposible apartarlo, tiene mucha más fuerza que yo y no me suelta ni cuando le digo que me lastima.

—Basta, Aura —me pide él—. En serio, basta.

Y lo odio tanto. Es como si todo lo que me hizo aflorara en mi sangre.

—Eres la última persona que puede pedirme que me detenga, Dimas —siseo—. La última y lo sabes, así que apártate o también te va a tocar y no quieres que eso pase con ella aquí.

Ni tengo que señalar a Cristal para que entienda que hablo de ella.

Dimas se desconcierta, me suelta e intenta decir algo, pero lo paso de largo de regreso a Giovanna que ya tratan de llevársela los demás.

—No es el momento —señala Cris—. Por favor. Tenemos que subir al escenario y...

—¿Entonces tú verías muy bien que yo le plante un beso a Dimas, que diga que fue un accidente y luego le entregue una canción de amor, Cris? —acuso.

Cristal titubea.

—¡Por millonésima vez, Aura! ¡No es lo que estás pensando! —grita Gigi—. ¡Eric se sentía mal y...!

—¡Y tenías que ir de buena samaritana! —grito más fuerte que ella—. ¡Estoy harta de tus flirteos que ahora todos sabemos que no son inocentes! ¡Él no quiere estar contigo, ya, acéptalo!

Algo cambia en el semblante de Gigi.

Acorazo mi corazón porque sé, sin temor a equivocarme, que esto me dolerá.

—¡Pues no querrá estar conmigo, pero lo conozco mejor que tú! —espeta—. ¡Tú estás por ahí creyéndote la gran escritora cuando tu esposo está aquí necesitándote y...!

—¡Giovanna! —reprende Berenice—. Aura...

—¡No me creo la gran escritora! —contraataco y ni sé en que momento me terminé de acercar tanto a ella, pero puedo sentir el calor que desprende su cuerpo—. ¡Soy la gran escritora y tú sólo eres la jodida guitarrista de mierda que se revuelca con todo lo que se mueve para tener un poquito de atención!

Los ojos de Giovanna se llenan de lágrimas. Abre la boca, mas no sale ni una palabra.

—¡Aura! —grita Mailén que no sé en qué momento se acercó, pero mi respuesta inmediata es... vomitar sobre Gigi.

Giovanna grita horrorizada. Cubro mi boca, retrocedo y sólo atino a encerrarme en la camioneta.

Mi corazón late muy rápido. Reviso mi reloj inteligente, tengo la presión un poco alta, así que intento calmarme; nada de esto es bueno para mis bebés.

Maldición, ¿qué me sucede? No soy así... Debo pensar en el bienestar de mis hijos, no dejarme llevar por corajes infantiles. Eric es un adulto, no tengo que cuidarlo ni pelear con otra mujer por él. Si quiere estar conmigo, lo estará y sino, pues la puerta es grande. Dolerá, sí, pero si algo he aprendido en esta vida es que el único desamor peligroso es el propio.

Giro el rostro hacia la ventanilla, Giovanna no ha corrido despavorida a cambiarse la ropa, sino que mira en silencio a los demás como si algo terrible estuviera sucediendo, algo aun peor que tener vómito de la mujer que acaba de insultarla.

Mailén reacciona primero, como siempre. No escucho nada de lo que dice, pero manda a Giovanna y los demás de regreso al edificio.

¿En dónde está Eric? ¿Qué pasó para que Gigi quisiera pelear?

¿Y qué me pasó para que reaccione así?

Mis manos tiemblan todavía cuando Mai abre la puerta del conductor y se asoma:

—Un chofer vendrá, ¿quieres ir al hotel?

—Sí —respondo sin dudarlo.

Mailén asiente.

—¿Cuántas semanas tienes?

No quiero responder, así que desvío la mirada.

»¿Ya te revisó un médico?

—Sí.

—Está bien, está bien —dice Mai, pero parece que lo dice para ella misma—. ¿Eric ya sabe?

—No.

—Por supuesto que no —complementa ella y se gana de nuevo mi atención.

—¿Qué quieres decir con eso?

Ella niega.

—Nada. Avisa a Eric que irás a descansar al hotel, por favor, y aclara que todo está bien, que lo amas y todas esas cosas cursis que siempre se dicen.

—¿En serio me estás pidiendo eso?

—Sí, en serio —responde Mai sin inmutarse—. Gigi tuvo parte de razón en algo, Aura.

—¿En qué?

—Tú conoces una versión de Eric que nosotros no, pero nosotros conocemos una versión suya que tú no... y este Eric, el de ahora, no es el mismo que se subía a Arabella y no le molestaba estar en un rincón pasando desapercibido.

—Creo que te equi...

—No, no lo hago —insiste con determinación—. Yo le contaré sobre la discusión, no lo hará Giovanna y te pido que tampoco lo hagas tú, ¿sí?

—¿Por qué?

—Porque el Eric de ahora se altera con cualquier cosa, Aura, nada puede salir de control o no lo puede manejar.

—Lo estás describiendo como...

«Como alguien poco cuerdo, como dijo Luca».

—Le contaré cuando baje del escenario, omitiré que regresaste el almuerzo arriba de Giovanna —suspira Mai—. E intenta calmarte, no debe ser bueno para...

Señala mi vientre.

—Sí... Yo... —Y la ira se va, así como llegó, se marcha y me siento la mujer más estúpida del universo por literalmente pelearme con una mujer por un hombre, así se trate de Eric—. Oh, Dios, no puedo creer lo que hice...

—Creo que nadie puede creerlo —sonríe Mai—, aunque tampoco es que te culpe, bueno... Giovanna a veces es... indecisa y complicada.

La sonrisa de Mai es sincera. No lo había pensado, pero ella tiene que lidiar con Giovanna y Nicolás todo el tiempo.

Mailén es demasiado madura después de todo lo que ha atravesado, pero quizá a veces se incomoda y sólo ha aprendido a disimularlo.

—Debería disculparme con Gigi... —musito.

—No lo creo, Aura, no estuvo del todo bien lo que ella hizo y es normal que tenga consecuencias... Su intención fue buena, pero... no fue lo correcto.

Asiento.

—Es cierto.

—Cuando estén más tranquilas deberían hablar, eso sí... No vale la pena perder una amistad por un hombre, aunque se trate de Eric Dogre.

La forma en que pronuncia su nombre me hace sonreír.

—Me gustaría verlo antes de irme... Discutimos y...

—Oh, todos sabemos que discutieron —recuerda ella—. Entró furioso al camerino a reclamarle a Giovanna, por eso ella fue por ti.

—¿Y él en dónde está?

Mailén suspira muy hondo.

—Recibiendo terapia para su muñeca.

—¿Viene un fisioterapeuta?

—Sí, algo así —dice Mai—. Ahí viene el chofer.

Mailén se aparta, no me permite agregar más. Lo ha hecho intencional, así es ella, le gusta tener la última palabra.

El chofer me pregunta a dónde iré, respondo que al hotel y nos embarcamos en un recorrido silencioso.

Hay bastante gente alrededor del recinto. Piensan que podría ser uno de los chicos de la banda y saludan a la camioneta, mas no tengo ni ánimos de responder el saludo para continuar la mentira.

El peso del remordimiento y la culpa llegan rápido. No debí decir todas esas cosas, estuvo mal, pero mis hormonas son un desastre y el tema de Gigi siempre será mi talón de Aquiles; exploté. Además, odio marcharme y no ver a Eric en el concierto, quería hacerlo desde el backstage como en los viejos tiempos; no obstante, tengo el estómago revuelto, los pies hinchados y me duele la espalda, quiero descansar un rato.

Escribo a Eric lo que Mai me pidió.

Él lee, empieza a responder, pero se detiene.

Los minutos pasan.

Ya no responde.

Apago la pantalla del celular, me relajo en la camioneta; la ciudad se desliza al otro lado de la ventanilla. También a él le dije cosas hirientes, es normal que esté enojado. No puedo seguir así, me quedaré sin amigos y pareja antes de parir.

El hotel aparece en mi rango de visión como un oasis en el desierto. El chofer regresa al recinto cuando estoy en la seguridad del lugar.

Me cuesta un mundo moverme hasta mi habitación que me recibe de forma acogedora con todo limpio y ordenado.

Extraño el desorden de mis mellizos.

No lo pienso dos veces. Me siento en el suelo, al lado de la cama, tomo el celular y me sumerjo en la videollamada con las dos personitas con las que jamás me podría enojar y que me aman incondicionalmente sin importar el desastre de mujer que puedo ser.

Mis pequeños son lo único que logra hacerme sentir mejor.


Eric se recuesta a mi lado. Ni tengo que abrir los ojos para saber que se trata de él. Mi cuerpo reconoce su calor, mi nariz su aroma y mi corazón sus latidos acelerados, debe continuar embargado por la adrenalina del concierto. No sé cómo sea con los demás, pero Eric permanece lleno de energía por un largo rato luego de cantar.

—¿Qué hora es? —pregunto todavía con mis ojos cerrados.

—Casi medianoche.

Suspiro.

—Todavía no termina el concierto.

—El nuestro sí, Gray todavía debe seguir en el escenario.

Vuelvo a suspirar. Necesito reunir valor para mirarlo a los ojos porque seguramente ya sabe de mi pelea con Giovanna.

Eric sonríe en medio de las sombras cuando giro el rostro hacia él.

—¿No deberías seguir ahí?

—No es necesario.

—¿Y no tienen fiesta después?

—Sí.

—¿No irás?

—Debería.

—¿Mai te dio permiso de faltar?

Eric relame sus labios. No le ha gustado que haga evidente que necesita permiso de Mailén. No porque ella sea su jefe, es al revés, pero es Mai quien coordina todo en su carrera musical.

—Me dijo que podría tomarme la noche para que hablemos sobre lo que pasó.

Decido que el techo es más interesante que mi increíblemente atractivo y sexy esposo que continúa con la mitad del atuendo que usó en el concierto; lleva otra playera porque la anterior de seguro terminó empapada de sudor... si es que no se la quitó.

—Oh, sí... Sobre el beso accidental que no fue accidental.

—Perdón, lo olvidé.

—¿Olvidaste contarme sobre el beso? —rio sin rastro de alegría porque las malditas hormonas me gritan que le pegue un almohadazo para acomodarle las ideas—. ¿Es en serio?

—Sí, lo olvidé por completo —insiste y toma con suavidad mi barbilla para obligarme a mirarlo—. Fue tan insignificante que lo olvidé.

—Nunca olvidarías contarme algo así, por eso confío en ti, porque sé que cualquier cosa que suceda me la dirás.

Él baja la mirada unos segundos, luego vuelve a mirarme.

—He estado muy estresado...

—Aparentemente todos saben que no has estado bien, menos yo, ¿qué pasa?

Ahora es Eric el que suelta un suspiro hondo.

—Ya no me gustan las letras de las canciones que tenemos y ahora resulta que debemos empezar a escribir en inglés.

Frunzo el entrecejo. No es que minimice los problemas de Eric, pero él puede con más que eso.

—Eric, eres tú, no será un problema —calmo.

—No sé...

Se aparta y mira hacia el techo. Ignora por completo lo embelesada que me encuentro mirándolo, sólo reacciona cuando deslizo mi dedo índice sobre su frente y bajo por su nariz recta hasta rozar sus labios; él deposita un beso en la yema.

—¿Recuerdas? —pregunto.

—Sí —contesta—. Acompañaste a Dimas al ensayo, carajo... Estaba tan celoso.

Mi pecho se llena de flores con todos esos recuerdos. Fue una de nuestras primeras interacciones después de saber sus sentimientos por mí.

—Ha pasado tanto tiempo —musito—. Nueve años.

—Nueve, Eric —confirmo—. ¿Te arrepientes de algo?

—Sí. —Él me mira—. De no besarte el día en que te conocí.

Busco envolverme de su calor. Él me abraza, atrae con cariño hacia su pecho y deposita un beso en mi cabello cuando ya me he acurrucado entre sus brazos.

—Empujé a Giovanna.

—Lo sé, me contó Mailén.

—¿Gigi no te dijo nada?

—No, pero me metió el pie en el escenario y casi caigo, así que supuse que estaba enojada —ríe por lo bajo—. Henrik me salvó del cabello.

—¿Del cabello? —Lo miro—. ¿Te jaló del cabello?

—Sí —ríe de nuevo—. Luego te enseño el video, es demasiado gracioso.

Trazo un corazón en su abdomen por arriba de la playera negra.

—¿Peleaste con Gigi?

—Sí... Dije cosas que no debí decir, pero estaba enojado porque discutimos y... me desquité con ella.

—Y ella fue por mí.

—Eso supe...

—Y nos gritamos también muchas cosas... Creo que ambas dijimos cosas que no debimos y, bueno, yo la empujé y... —Tiempo para otro suspiro profundo—. No me reconocí...

—Estabas protegiendo a tu hombre —burla con una sonrisita que me hace poner los ojos en blanco.

—Ya estás bastante grandecito para protegerte solo —digo y propino un golpecito en su abdomen—. No puedo creer que peleé con una mujer por un hombre.

—Si quieres mañana hacemos maratón de Star Wars por hacerme sentir como un codiciado trofeo.

Su risa me hace vibrar y lentamente me contagia también, aunque merman rápido. Me incorporo un poco, lo necesario para mirarlo a los ojos.

—Eres un codiciado trofeo, Eric, pero no le perteneces a nadie. Ni a mí, eres sólo tuyo.

Él desvía la mirada, aun en medio de las sombras puedo notar que tiene lágrimas en los ojos.

»Yo sé que siempre nos repetimos cosas medio posesivas en el sexo, pero... me entiendes.

—Sí, entiendo, Aura —musita—. El problema es que creo que no sé quién soy sin ti y no me interesa descubrirlo.

—Eso es lo más tóxico y tierno que me ha dicho alguien.

Eric sonríe y vuelve a mirarme.

—No sé estar solo... Creo que es evidente, ¿no?

Todas las mujeres que se llevó a la cama para calmar la culpa y la soledad, sí, es algo evidente.

—Yo tampoco sabía, ¿recuerdas a León? ¿Dimas? —rio y meneo la cabeza. Él pone los ojos en blanco cuando menciono al vocalista de Gray—. Buscaba ese cariño y aprobación en mi pareja, pero tú me hiciste sentir por primera vez que bastaba con ser yo para merecer amor sincero.

—Yo sólo quiero que tú me ames y que nunca te vayas —murmura y una lágrima cae. La retiro con suavidad.

—Te amo y nunca me iré —prometo.

—No me conoces realmente, Aura...

—Creo que conozco una gran parte de ti —sonrió y colocó una mano sobre su corazón, ahí donde sé que está el tatuaje con mi rostro—. Los chicos siempre dicen que hay una parte tuya que desconozco, pero ellos no te han visto como yo ahora... y creo que esta parte es más valiosa que las demás.

Eric relame de nuevo sus labios, están resecos.

—¿Te gustaría ver un poco del Eric antes de conocerte?

La pregunta genera mil preguntas en mi cabeza y... un latido inquieto en mi vientre, porque sé lo que hacía antes de conocernos... incluso un poco cuando ya éramos amigos.

—¿Podría...?

Él se frota el rostro y luego pasa su mano entre el cabello.

—Considéralo una disculpa por olvidar contarte del beso accidental que no fue accidental.

—En el fondo siempre lo supe...

—Perdón —dice y vuelve a mirarme—. Nunca se ha repetido y ya no seré parte de ningún comportamiento extraño en el escenario, lo siento.

Y así, de la nada, todo el miedo que me podía generar el nombre de «Giovanna», disminuye.

—No quiero afectar con la banda...

—No lo hará... ¿está bien, pequeña?

—Sí, está bien... Todavía debo hablar con Gigi.

—Yo igual, pero... mañana o pasado mañana, no sé —Encoge los hombros—. No pensemos en eso hoy.

Él señala el baño.

»Si quieres toma primero una ducha, yo debo ir a buscar unas cosas al cuarto de Vic.

—¿Y eso?

Me incorporo sobre la cama, Eric aprovecha para abandonarla.

—Siempre se roba mi ropa, debo ver qué ha tomado esta vez.

—¿Y tienes llave de su cuarto?

—Eh, sí... —De pronto, parece ansioso—. Debo ir a la fiesta de hoy, ¿me acompañas?

—¿Y ahí veré un poco de ese Eric que no conocí?

—Oh, sí —dice él y vuelve a subir a la cama para besarme, pero se aparta rápido—. Valdrá la pena.

—Ok, claro.

Eric sonríe, baja de la cama y sale de la habitación.

El silencio reina por varios segundos hasta que escucho, a lo lejos, una puerta abriéndose, debe ser la del cuarto de Vic.

La pequeña maleta donde tengo la sorpresa para Eric permanece cerrada y en un rincón; él cree que es donde guardo la ropa sucia.

Podría preparar todo ahora mismo y confesarle que pronto nuestra familia será más grande, pero recuerdo que cuando llegaron los mellizos a nuestras vidas se acabaron las salidas románticas por bastante tiempo.

Por varios meses fuimos más padres que pareja, nos costó retomar esa parte romántica.

Y me causa curiosidad lo que ha dicho, ¿qué podría descubrir de él?

Me resultaba incómodo encontrarme a chicas que estuvieron en su interminable lista de mujeres que se llevó a la cama. Yo soy la última, pero... ¿me gustaría probar un poco de ese Eric?

La respuesta es un rotundo sí.

Y claro que vine prevenida para una noche como esta.

Eric también conocerá a una Aura que ni yo misma conozco por completo.


Nota:

¡Feliz Navidad! Muchas gracias a todos por apoyarme con esta novela :D Espero que puedan dejar algún comentario, porque no conozco a todos los que están leyendo o-o 

Intentaré actualizar antes de año nuevo ;D

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