Capítulo 21
AURA
★
Luca se sobresalta cuando irrumpo como un tornado en el comedor de la casa, nuestra zona de trabajo; casi pude ver salir volando las hojas con el viento que provocó mi llegada.
Tatiana se acomoda las gafas rojas en forma gatuna y esboza una sonrisa divertida; no es un buen momento para retarme porque me atrevo a pegarle con mi bolsa.
«Respira hondo, Aura», me recuerdo, aunque con la voz de Eric. Si supiera de mi embarazo, querría que estuviera todo el tiempo tranquila. Y yo también quiero eso, pero continúo temiendo que centrar mi vida en el embarazo pueda ocasionar que...
«Respira».
—Tenemos que hablar, Luca.
El guionista traga duro, cierra la tapa del plumón con el que garabateaba en el pizarrón blanco y asiente.
—Claro, hablemos.
Milo está a mi lado con los brazos cruzados sobre el pecho. Parecemos un par de matones de la preparatoria.
—Vamos —señalo la puerta que conduce a la cocina.
—Aquí está bien.
Tatiana borra la sonrisa y dirige una mirada extraña a Luca. Theo y César bajan la vista y fingen revisar algunas hojas; al menos agradezco que finjan que no están presenciando una escena tan vergonzosa.
—Preferiría que fuera a solas —sugiero.
—Oh, somos un equipo de trabajo y nuestros pensamientos deben ir en la misma dirección —dice mientras mueve las manos como si simulara un río.
Ajá, en estos momentos yo quiero usar ese río para ahogarlo, nada más.
—¿Es en serio? —espeto sin controlar mi ceja que se enarca—. ¿Quieres que discutamos frente a todos?
—Pensé que íbamos a hablar, Aura —suspira él al tiempo en que cruza los brazos como Milo—. ¿Ahora vamos a discutir?
Mis manos tiemblan. Soy tan mala para los enfrentamientos directos, o era. Quizá estoy mejorando porque las palabras se me aglomeran en la boca cuando normalmente correría a esconderme detrás de Eric.
Eric siempre me protege, no importa de qué o quién o si no tengo la razón. Eric es mi incondicional, mi pilar, la persona que siempre estará para mí sin duda alguna. Y, ahora que está lejos, debo aprender a defenderme sola porque no puedo dejarle sobre los hombros una responsabilidad tan grande.
Soy una mujer adulta, una madre, escritora y también la misma adolescente que no recuerda todo lo que hacía en la playa con su ex novio.
—Sí, vamos a discutir —respondo luego de una pausa y dejo mi bolso sobre una de las sillas—. Vamos a discutir sobre por qué llamaste a un paparazzi para fotografiarnos y malinterpretar una situación totalmente tonta.
—¿Yo? ¿Llamar un paparazzi? —ríe él como si fuera una completa estupidez—. ¿Por qué haría eso?
—No lo sé y francamente no me interesa —confieso—, pero los paparazzis no me siguen cuando Eric no está en la ciudad y dudo muchísimo que a ti sí... Ser un guionista o escritor no es la cosa más emocionante del planeta y eso lo sabemos los dos.
Luca respira hondo, parece tranquilo, aunque algo me dice que busca cómo ganar tiempo porque yo suelo hacer esas cosas.
—A ver, Aura, ¿por qué continúas minimizándote al lado de la sombra de Eric?
Y posa sus ojos sobre los míos con un sentimiento tan acusatorio que me hace retroceder un paso.
—¿Perdón? No me estoy minimizando, Luca. Es una realidad y no tiene nada de malo.
—Bueno —sonríe con sarcasmo—. Yo no quiero minimizarme al lado de tu marido ni de nadie, probablemente algún paparazzi me siguió y decidió hacer esas fotos con el contexto de la infidelidad para venderlas a un buen precio.
—Por lo menos reconoces que fue un paparazzi —suelta Milo tan rápido que nos toma por sorpresa a los dos—. ¿Un amigo?
Luca cambia esa sonrisa por una mirada desafiante al modelo que convive demasiado con Henrik, una mirada no le hará ni cosquillas.
—No sé de qué me hablas... —señala su celular—. Es obvio que las fotos fueron hechas por una cámara profesional.
—Me imagino —ríe Milo—. ¿Qué planeas, Luca? ¿Enamorar a Aura? Porque eso es totalmente estúpido, ella jamás dejaría a Eric por nadie...
Y, de pronto, se gira hacia Tatiana.
»Eric ama a Aura como pocas mujeres podrán sentir alguna vez el amor de un hombre... La mayoría suele elegir al inaccesible que sólo las usa, ¿no crees, Tatiana?
Los ojos de la chica se abren desmesuradamente, ¡está en shock!
A Milo sólo le faltó arrojar el micrófono, ¡hasta me he quedado boquiabierta!
—No sé... —titubea ella.
—A ver —espeta Luca con tono firme—. Aclaremos algo, ¿entendido? Yo no tuve nada que ver con esas fotografías, nada, mucho menos con la nota de la infidelidad. Además, sólo estamos comiendo helado, ¿eso enojó a tu esposo?
Ni he podido hablar con él.
—No —contesto sin saber—. Eric no se enojaría por algo así.
—¿Entonces? ¿Por qué tanto escándalo?
—Porque fue planeado —insiste Milo—. Y eso no puede volver a pasar. Ustedes deben trabajar en conjunto para sacar adelante la serie de televisión y todas estas cosas sólo los distraen.
Luca coloca ambas manos sobre su cintura.
—¿Y no puedes dejar a Aura defenderse o qué?
—Ella puede defenderse sola muy bien, pero yo soy su amigo y tampoco voy a quedarme de brazos cruzados mientras la atacan —dice Milo y avanza un paso más hasta ponerse en medio de nosotros—. No está sola y te advierto que no soy su único amigo, tiene muchos, y si te metes con ella ni sabrás quién te arrojará el siguiente golpe.
—¿Ahora amenazas con golpearme? —inquiere Luca con algo de sorna, pero es fingida. Se ha intimidado.
—No, es figurativo —sonríe Milo—. Al menos que llegue Dimas, entonces espero que tengas un buen seguro médico.
Milo necesita muchos micrófonos para arrojar. Ni puedo disimular mi sonrisa.
—No puedo creer todo esto —dice Luca—. Qué desilusión... Ya fuimos a la playa, nos hemos divertido juntos, trabajamos bien, y ahora esto...
—Sí, lo mismo pensé —concuerdo—. Esperemos que no se repita y que podamos mantener un ambiente armonioso de trabajo.
—¿Y quieres que trabaje con el tipo que amenaza con golpearme? —pregunta Luca y señala a Milo.
—Yo trabajo con la mujer que se burla de mi decisión de ser madre —Encojo los hombros, retiro la bolsa de la silla y me siento—. ¿Empezamos?
Milo se sienta al lado y porta su mejor sonrisa.
Luca hace un movimiento negativo y sale de la habitación; Theo, su asistente, se levanta y lo sigue.
—Esto es lo que hemos avanzado —murmura Tatiana y me entrega su libreta de anotaciones—. Ya había considerado que deberíamos darle más peso al personaje de Emir, así que hice algunos cambios en la primera escena del octavo capítulo, no sé qué te parece.
—Sí, yo igual pienso que Emir necesita más reflectores —concuerdo mientras repaso la letra bonita de Tatiana, parece de molde—. Emir ama los reflectores.
Milo ríe:
—Cosa de primos.
—No me molestaría tener a uno de esos primos —confiesa César con un suspiro hondo. Hoy porta una camiseta de «Game of Thrones».
Todos en la mesa compartimos una mirada, luego reímos.
—Emir parece bastante maravilloso —comenta la chica y relame sus labios—. Aurora es afortunada.
—Lo es —concuerda Milo—. Emir haría lo que fuera por Aurora, lo que sea, y creo que deben plasmar eso en la serie de televisión, es su encanto.
Tatiana asiente.
—Bien, me alegra que estemos de acuerdo sobre el personaje de Emir.
Hablamos un poco más sobre la relación de Aurora y Emir; el amor incondicional de él por ella. Decidimos mostrar un poco sobre la ansiedad que dominaba a Emir cuando sabía que Aurora dormía con Didier; en mis novelas eso se muestra hasta la segunda parte, mas hemos decidido que es buena idea dejar algunas pistas en la primera temporada.
En las novelas he omitido que Eric tomaba pastillas para ayudarse con la ansiedad. Son cosas personales que mantengo en privado, sólo he usado escenas generales, mas nada que pudiera incomodar a él o a uno de mis amigos.
Recordar eso duele. No me gusta que Eric tuviera que lastimarse de esa forma para estar bien conmigo. Si él me hubiera dicho antes lo que sentía, si yo no hubiera estado tan ciega, podríamos haber evitado eso.
Luca y Theo regresan; el más joven levanta el pulgar a espalda de su jefe para decirme que todo está bien.
—¿Ya avanzaron algo? —inquiere el guionista.
—Sí —responde Tatiana—. Hablábamos de Emir.
—Claro que hablaban de Emir... —suspira Luca y se masajea el puente de la nariz—. Veamos qué decidieron con el hombre perfecto.
Su comentario es mal intencionado, pero hasta a él le gana la risa cuando nos escucha reír. Comentamos nuestros puntos de vista y revisa los cambios en la escena que sugiere Tatiana. Sorprendentemente, Luca está de acuerdo con nosotros; parece que es más profesional de lo que pensé.
Mi celular, que se encuentra casi en medio de la mesa, recibe una llamada; está en silencio, pero todos vemos el nombre de «Eric» en la pantalla, tiene un emoji de un corazón negro.
Me disculpo. Tomo el celular y salgo al jardín a contestar, pero todo el trayecto me tiemblan las manos tanto que me cuesta deslizar el dedo en la pantalla para responder.
—Eric —susurro bajo los rayos del sol al tiempo en que me fallan las rodillas, pero me mantengo en pie—. Lo siento, no...
—Aura, espera...
—Te puedo explicar, te juro que no es verdad nada de lo que dice esa nota. Tatiana tuvo un bloqueo y pidió ir a comprar ropa, la acompañamos, nos dio hambre y comimos un helado, pero estaba Milo, sólo que cuando hicieron la foto él fue al baño y ...
Mis palabras se atropellan, callo.
Y lloro.
—Aura, no llores, por favor —suplica Eric con desesperación al otro lado de la línea—. Creo en ti, sé cómo es la prensa, por favor... No llores porque no estoy ahí para abrazarte.
Y sus palabras me hacen llorar más porque es cierto. Necesito un abrazo suyo. Necesito dormirme besándolo luego de hacer el amor, que me abrace por la espalda y arrullarme con su respiración en mi cuello.
»Aura... Te amo.
—Yo también te amo, Eric, es sólo que no estoy acostumbrada a estas cosas, a hacerte sentir mal, siempre es...
Y vuelvo a callar porque estuve a punto de meter no una pata, sino las cuatro. Incluso paro de llorar, limpio mi rostro y miro al cielo.
Eric suspira hondo, claro que entendió sin necesidad de escucharme terminar.
—Siempre soy yo el que protagoniza esas escenas que te hacen sentir mal —deduce—. Lo siento tanto, Aura... Yo... tal vez necesitaba estar en tu lugar para comprender mejor por todo lo que tienes que pasar...
—No, Eric. Yo confío en ti...
—Y yo en ti, pero reconozco que es incómodo —ríe bajito—. No estoy acostumbrado a ver a otros hombres cerca de ti, lo lamento.
—No está cerca de mí, es sólo trabajo.
—Igual conmigo y aun así tienes que soportarlo... Yo... Creo que eres increíble, porque puedes con todo eso, con nuestros hijos, tu trabajo, con todo. Yo... admito que me ofusqué un poco.
Abrazo sus palabras. Es bonito escuchar que te reconozcan todo lo que haces; no es que lo necesite para hacerlo, pero es bonito, así de sencillo.
—¿Discutiste con Nicolás?
—Sí... No era un buen momento para retarme.
—Parece que últimamente nunca es un buen momento contigo —digo con cautela. Algunas insinuaciones me ha hecho Sofía.
—Mailén dice que cada día soy más divo —vuelve a suspirar—. Tal vez es cierto.
—Bueno, hay chicas tatuándose tu rostro, es entendible.
Y reímos. Es un poco raro ver el rostro de tu esposo en la piel de otra mujer que ni sabes su nombre.
—En algunos tatuajes parece que me atropelló un tren, admítelo.
Suelto una carcajada.
—Sí, bueno, la intención es lo que cuenta.
—De llevar mi rostro atropellado, claro.
Y volvemos a reír.
Me reconforta escucharlo tan tranquilo. Pensé que sería peor, mucho peor, pero hasta su voz se escucha suave.
—¿Ya están en el hotel?
—Sí, llegamos hace un rato —musita—. Ya todos saben que Sofía está embarazada.
—Se debe ver hermosa, ¿verdad?
—Eh, sí, supongo.
Y lo amo por ser tan cuidadoso con el tema conmigo.
—¿Nicolás y tú están bien?
—Tan bien como se puede esperar luego de discutir, pero sobreviviremos.
—¿Es normal que discutan así en la banda?
—Sí, a veces por cosas muy tontas —ríe—. Berenice enfurece si no encuentra sus baquetas, pero en serio enfurece y quiere golpear a alguien sólo porque sí.
—Vaya, aquí también es un poco así.
—¿En serio?
—Sí, es nuevo para mí.
—Me alegra mucho que estés viviendo esto, Aura —admite con voz aterciopelada—. Tu trabajo es muy solitario, a veces es bueno convivir con adultos, no sólo con los mellizos interrumpiéndote cada diez minutos.
—Amo sus interrupciones —rio.
—Lo sé, pero me entiendes.
—Sí, lo hago —Miro hacia la casa. Luca está en la puerta corrediza bebiendo un café, se marcha cuando lo descubro—. Igual me alegra vivirlo... Gracias por apoyarme, Eric.
—Sólo estoy haciendo lo que has hecho conmigo desde el primer instante, Aura.
El cielo está despejado.
Estamos bajo el mismo cielo a miles de kilómetros.
—Las fotos, Eric, han sido hermosas... ¿Cómo consigues que me vea así en las fotografías?
—Así eres en realidad, pero te cuesta ver lo hermosa que eres.
—Yo sigo pensando que tus cámaras tiene photoshop integrado.
Él ríe y... lo que daría por sentir esa risa sobre mi piel.
—Eres hermosa —repite—. Eres la mujer más hermosa que existe, Aura.
—Y tú eres el hombre perfecto, lo sabes, ¿verdad?
Eric suelta un gruñido que me hace reír.
—No tienes idea de lo lejos que estoy de la perfección, Aura.
—Tal vez te sucede como a mí y no puedes ver lo perfecto que eres.
—Entonces reconoces que eres hermosa.
—Me basta con ser hermosa para ti.
Una brisa agradable revuelve mi cabello. Cierro los ojos e imagino a Eric recostado en la cama con el cabello revuelto sobre la almohada. Siento que, si extiendo la mano, puedo acariciar su piel blanca y pálida.
Eric suelta una maldición. Alguien está llamando a su puerta y no para de tocar con insistencia.
—Es Mailén —me dice luego de escucharla al otro lado de la puerta—. Tenemos una entrevista, espero no hacer el ridículo porque hace mucho que no practico mi inglés.
—Tienes una pronunciación sexy, lo harás bien.
—Eso espero —suspira—. Por cierto, me dijo Sofía que te dijera que irá la próxima semana para hacerse unos estudios.
—¡Genial! —exclamo porque... quiero compartirle la noticia. Sé que ella entenderá por qué no le he dicho a Eric.
Nos despedimos rápidamente sin dejar de ser cursis porque para eso se nace. Entonces regreso a la casa con la frente perlada de sudor por el calor, pero la sonrisa más radiante en el rostro.
—Tienes razón, Milo —dice Tatiana al regresar su atención a su libreta—. Pocas mujeres sentiremos el amor que profesa Emir por Aurora y creo que debemos explotar eso en la serie de televisión porque... —Mira a Luca—. Ojalá más hombres fueran así.
Milo deja caer al quijada. Yo me petrifico con la mano sobre el respaldo de mi silla, mas no alcanzo a moverla.
Luca inhala hondo y regresa su vista al pizarrón.
Tatiana se incorpora, me hace un guiño y se marcha.
Parece que hoy todos quieren ir arrojando micrófonos con sus últimas palabras en una discusión.
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