Capítulo 13
AURA
🖤
Es reconfortante saber que cuento con el apoyo de Eric, aunque no sacaré provecho del interés de Luca. No soy así, nunca he podido hacer algo remotamente parecido; es probable que sólo quede en ridículo si lo intento.
Trabajar con profesionales es muy diferente a como imaginé que sería. Me pregunto si con Eric y los demás es igual. Yo llegué muy formal y tenemos una hora riendo sobre posibles diálogos que los personajes nunca dirían.
Es difícil para mí. Por instantes siento que no podré explicar la motivación de un personaje, la pena me carcome. Es muy raro hablar sobre mis novelas, ¡si hasta en entrevistas me cohibo!
¿Cómo puede hacer esto Eric?
Pensar en él me recuerda lo adormilado que se escuchaba a pleno mediodía luego de una entrevista.
—Estoy sobreviviendo con café —me dijo tras un bostezo que podría haberse tragado el celular.
Me repitió su apoyo incondicional, aunque sintió alivio cuando le dije que no haría nada de eso. Prestó atención a lo que dijo el pediatra sobre los mellizos, están perfectos; el pequeño Henrik es un niño saludable y sin complicaciones por su padecimiento de nacimiento. Intercambiamos unas palabras más y se despidió cuando iba camino al aeropuerto; tienen otro concierto en unas horas. Es una gira corta, pero intensa.
—Entonces, ¿consideras que la primera escena está bien así? —me pregunta Luca.
Nos encontramos alrededor de una mesa blanca con hojas por todos lados y un pizarrón lleno de garabatos donde Luca anota algunas cosas.
—Sí, me agrada.
—Bien, pasemos a la escena en el bar.
César levanta la mano. Luca le concede la palabra.
—¿Podemos tomar un receso? Quiero ir a comprar helado.
—César y el helado podrían casarse y tener hijos —ríe Tatiana.
César le arroja una bolita de papel a la chica.
Tatiana es muy buena. Me atrevo a decir que es quien mejor ha comprendido mis personajes.
—Está bien, un receso —anuncia Luca y cierra el plumón que estaba usando—. Quiero helado de vainilla.
César anota nuestras peticiones, toma las llaves del automóvil rentado y se marcha en compañía de Tatiana. Theo utiliza el tiempo libre para ordenar los papeles de la mesa. Luca sale al jardín a fumar y yo podría aprovechar para ver cómo se encuentra Eric, pero es el momento que estaba esperando.
Saco el libro de mamá de mi bolso. Intento esconderlo de los ojos curiosos de Theo, pero fracaso.
—Tu mamá es buena, ¿ya no ha publicado?
—No, se está tomando un tiempo como abuela —miento. Ya lo considero una mentira, debe existir un motivo más que ese—. Espero un día ser tan buena escritora como ella.
—Lo lograrás —sonríe.
Y no me ofende que considere que todavía tengo que esforzarme para llegar a la calidad literaria de Rosario. Para empezar, mis novelas son comerciales y lo reconozco; ella está en un escalón más arriba al que espero llegar en algún momento.
Encuentro a Luca recargado en uno de los pilares cerca de la puerta trasera. Viste muy profesional con un pantalón azul oscuro y una camisa blanca. Está concentrado en una conversación en su celular mientras fuma.
Luca ha sido amable conmigo. No ha vuelto a invadir mi espacio personal ni a hacer algún comentario incómodo. Se ha comportado como el profesional que debió ser desde el principio.
No me agrada la idea de estar cerca del cigarro, así que espero a que lo termine para hablarle.
—¿Tienes unos minutos, Luca?
Él suelta un respingo y, con una gran sonrisa, asiente.
—Claro, ¿qué sucede?
Relamo mis labios, aliso la falda floreada de mi vestido y salgo al jardín. El atardecer ha dejado un ambiente cálido que ya ha decorado la frente del guionista con algunas perlas de sudor.
—Quería hablar contigo sobre una propuesta.
—¿De qué? —inquiere y mira el libro entre mis manos—. ¿Es tuyo?
—No, no... Es de mi madre.
Él enarca tanto las cejas que casi se unen a su cabello. Extiende la mano y le entrego el libro. No hablamos por unos minutos en los que hojea la obra... ¿Sabe lo que propondré?
Es el mismo libro que mi madre revisó la noche anterior en mi librero. Es su obra más comercial, la que muchos críticos han dicho que podría ser la más sencilla de adaptar a un medio audiovisual. Su realismo mágico es sutil, no tiene demasiados personajes y el mensaje es contundente, pero al mismo tiempo podrías interpretarlo de diferentes formas. Una obra de arte digna de Rosario Reyes.
—Tu madre es maravillosa —comenta Luca mientras lee las últimas líneas de la obra.
—¿Ya has leído esa novela...?
—Claro —Levanta la mirada hacia mí—. Siempre me pregunté si tu padre no era de esos que robaban las obras de sus esposas y las publicaban con su nombre.
—No era el mejor esposo, pero no hizo eso —rio por lo bajo.
Luca me dirige una mirada curiosa, mas no pregunta.
—Rosario Reyes es una leyenda viviente, lo sabes, ¿verdad?
—Vaya que lo sé...
He vivido bajo la sombra de tantas personas.
Luca vuelve a inspeccionar la portada de la novela.
—Ganó un premio con esta novela, ¿no es así?
—Un par, sí.
Asiente y dice:
—Podría intentarlo.
No sé qué decir, ¿en serio adivinó?
—¿Cómo...?
—¿Cómo sé que planeabas preguntarme si de alguna forma podría sugerir una novela de Rosario para adaptación? —Encoge los hombros—. Eres buena, Aura. Es algo que haría una persona buena.
Permito que se halago se cale en mis huesos. Necesitaba escucharlo, empezaba a sentir que sólo buscaba formas de hacer sentir mal a Eric.
—Gracias...
Luca me regresa el libro.
—Elige una escena que pueda adaptar a guion, algo que impresione.
—Claro.
Reviso de inmediato la obra. La conozco de memoria, casi como si yo la hubiera escrito. Puedo situarme sin problema en los capítulos y saber cuál va antes y después. Encuentro la escena que quiero y, cuando estoy por decirle a Luca, me sorprende el ruido de la cámara fotográfica de su celular.
Eric hace estas cosas. Es extraño que otro hombre lo haga conmigo.
—¿Me fotografiaste?
—Sí —admite sin pena alguna mientras escribe en su celular.
Eric odiaría que alguien más publicara una fotografía mía. Siempre se burla de los celos de Dimas, pero él no se queda atrás.
—No la publiques, por favor.
Luca ríe y me enseña su celular.
—Muy tarde.
Mierda.
—Bórrala —pido sin disimular el pánico, ¡no quiero que Eric se sienta mal!
—¿Se enoja tu marido por algo como esto? Es sólo una foto.
—No se enoja —musito no muy segura—. Es sólo que podría malinterpretarse...
Luca frunce el entrecejo.
—Es una fotografía de una talentosa escritora leyendo el libro de su madre, una leyenda viva de la literatura latinoamericana, ¿cómo podría malinterpretarse eso...?
—Luca...
Los nervios se instalan en mi pecho.
—Tal vez estás acostumbrada a verte como poca cosa, Aura, es algo que he notado. —Levanta un dedo para pedirme callar cuando trato de responder, aunque ni sé qué—. Pero al menos nosotros estamos muy emocionados por trabajar contigo. Sabemos el legado que portas con tus padres y que, aun con eso, te abriste camino sola... Permítenos emocionarnos un poco, ¿sí?
Enmudezco, ¿qué se responde en esos casos?
—No me siento poca cosa...
Luca me ignora, algo ha llamado la atención en su celular.
—Mira. —Me enseña la pantalla—. Tu esposo hasta le ha dado un «like», ¿de qué te preocupas?
Un escalofrío me recorre. Dudo mucho que ese «like» fuera amable, fue un «ya lo vi».
Una llamada de Tatiana ocupa la pantalla. Luca responde y regresa al interior de la casa a preguntarle a Theo si quiere otro sabor de helado porque no hay fresa.
Casi suelto el libro de mamá mientras intento escribirle a Eric a toda velocidad.
Aura: Perdón. No sabía que haría eso, estábamos hablando del libro de mamá.
Eric: Aura, no estoy molesto. Te ves hermosa en esa foto.
Aura: Pero no quiero hacer cosas que te hagan sentir mal.
Eric: No voy a mentir, claro que me incomodó, pero confío en ti y es tu trabajo. No te estreses por eso, ¿sí?
Suspiro un poco más aliviada.
Aura: Gracias, Eric. No sé qué haría si supiera que todo esto te hace mal.
Eric: Lo sé, pequeña. Pero estoy bien.
Intercambiamos unos cuántos mensajes más y luego nos despedimos. Él debe entrar al «meet&greet» con algunos admiradores y yo a seguir trabajando con Luca y los demás.
Coloco un separador en la escena que he elegido y entrego el libro a Luca cuando regresamos frente a la mesa. César y Tatiana ya vienen de regreso.
—La revisaré por la noche, ¿está bien? —me promete Luca.
Acepto con mi mejor sonrisa.
Estoy feliz de hacer algo por mamá. Es mi forma de agradecerle por todo lo que ha hecho por mí.
Retomo mi lugar frente a la mesa. Me siento como Cristal, «la chica de los plumones», con mis plumas de colores y la libreta llena de señalamientos que deseo hacer en cada capítulo.
Luca se detiene a mi lado, sonríe al descubrir mis apuntes y ejerce un apretón suave en mi hombro; luego se marcha ayudar a César y Tatiana que acaban de regresar con el enorme cargamento de helado.
—¡Trajimos de chocolate para Aura! —grita César desde la entrada.
—¡Gracias!
Estoy por ir a ayudarlos, cuando recibo una notificación en el celular. Son las redes de MalaVentura, acaban de publicar una fotografía de Eric firmando un póster a dos chicas que portan enormes sonrisas mientras lo observan como si fuera el ser humano más hermoso del planeta; así suelo mirarlo.
Me tranquiliza encontrarlo con esa media sonrisa amable. Si Eric estuviera mal por mi trabajo con Luca, no podría disimularlo tan bien. Puede portar una máscara para varias situaciones, pero no para las que involucran a otro hombre cerca de mí. Sus celos son halagadores, aunque detesto que sienta esa inseguridad.
Ya sé que he aprendido a manejarlos para no morir de angustia cada vez que está lejos, ya que siempre involucra cercanía con otras mujeres, mas no quiero que él pase por lo mismo. Es horrible.
A veces todavía me siento así. Por ejemplo, en esa fotografía, Giovanna está al lado de Eric y conversa con otro chico, pero su brazo toca el de mi esposo. Y sé que no hay nada, que son amigos y compañeros de trabajo. También sé que sus admiradores amarían verlos juntos porque son hermosos, seres humanos que fueron bendecidos con una genética de Dioses. Y yo, bueno, soy promedio.
«Tal vez estás acostumbrada a verte como poca cosa, Aura, es algo que he notado».
Aparto las palabras de Luca de mi cabeza con un ligero movimiento. No soy poca cosa, nunca lo he sido.
«A trabajar», me digo al tiempo en que me incorporo. Mi forma de manejar la ansiedad que me genera mi inseguridad y la distancia con Eric es escribir. No echaré por la borda el apoyo que estoy recibiendo de él. Pondré todo de mi parte para lograr dejar parte de mi esencia en el guion y cumpliré mi sueño. Lo haré por mis padres, amigos, mis hijos, por Eric y, sobre todo, por mí.
🖤
Ya ha anochecido. Mamá me ha repetido incontables veces que puedo tomarme mi tiempo, que los mellizos están bien, pero me siento la peor madre del mundo por demorarme tanto en el trabajo. Es más sencillo trabajar en casa, con ellos al lado, no me importan los doscientas mil interrupciones.
Eric está de acuerdo con que me demore un poco más con los chicos. Me dijo que eso suele pasarles cuando están trabajando en alguna canción, nunca lo noté. Estoy tan acostumbrada a que la música ocupa tanto espacio en su vida que simplemente lo he aceptado sin cuestionar; es más, hasta me gusta.
—Yo creo que por hoy está bien así —suspira Luca y echa un vistazo al pizarrón que está repleto de garabatos—. Ya casi tenemos la segunda escena.
Theo estira los brazos. Está más dormido que despierto sin importar el litro de helado que comió.
—Me parece bien —acepto y empiezo a recoger mis cosas—. Debo ir con los mellizos.
Tatiana suena un sonoro suspiro. Parece a punto de soltar un comentario incómodo, pero calla frente a la mirada asesina de Luca.
Por lo poco que hemos convivido, sé que no quiere tener hijos porque los considera un grillete para su desarrollo profesional. Respeto enormemente su opinión, pero mi situación es diferente. Mis mellizos no son un grillete, son mi motor, y pronto se unirá otro pequeño a ese motor que nos mantiene, a Eric y a mí, persistiendo por ser mejores personas de las que puedan sentirse orgullosos.
—¿Mañana a la misma hora? —pregunta César.
—Sí, perfecto —acepto y regalo una sonrisa nerviosa—. Hasta mañana.
—Nosotros iremos a tomar algo —dice Luca—. ¿No vienes?
—No, no puedo.
Ni espero que continúen hablando, sino que me dirijo hacia la puerta. Para mi sorpresa, Luca me sigue. Abre la puerta principal y acompaña mis pasos hacia el exterior. Creo que pretende escoltarme hasta mi camioneta, lo cual es totalmente innecesario porque se encuentra justo frente a la reja; no debo dar más de diez pasos fuera de la propiedad para subir.
—Aura —me detiene por el brazo cuando nota que casi he entrado en modo «maratón» para escapar de ahí—. ¿En serio seguirás evitándome?
—No es eso, Luca —respondo y me zafo de su agarre con tanta cortesía como puedo—. Tengo que ir con mis hijos. No están acostumbrados a pasar tantas horas lejos de mí.
Y eso es verdad. Manejan mejor la distancia con Eric, pero suelo estar con ellos.
—¿Y no puedes tomarte media hora más para ir a celebrar?
—¿Celebrar? ¿Qué vamos a celebrar...?
—El primer día de trabajo —contesta como si no diera crédito a que pregunté aquello—. Es de mala suerte no hacerlo, ¿sabías?
Abro la boca, la cierro... ¿De qué demonios me está hablando?
—No puedo —reafirmo.
—No tardaremos, Aura... Es bueno que mejores tu relación con Tatiana...
—¿Yo? —Casi me atraganto con mis palabras—. Es ella la que parece que me odia desde que me vio.
Luca encoge los hombros y sonríe.
—Tatiana es seria, no te odia.
«Y te come con los ojos», pienso.
—Bueno, sea lo que esa, es cosa de ella, no mía. Yo estoy dispuesta a enfocarme en el trabajo.
—Ese es el problema —señala él un punto en medio de la nada—. Tienes que relajarte, debemos conectar nuestras ideas... y me miras como si estuviera diciendo estupideces.
Ríe y no encuentro forma de decirle que no es así, me descubrió.
—Es que... no tiene sentido.
—¿Tu esposo no es amigo de los otros chicos de la banda?
—Es diferente...
—¿Lo es? Entonces... ¿me vas a decir que nunca te sientes fuera de lugar cuando estás con ellos?
Titubeo porque quiero decir que no, aunque la respuesta sincera sea un rotundo «sí, siempre».
»Deben tener miles de chistes locales que no entiendes hasta que tu esposo te explica, ¿me equivoco?
Sujeto con más fuerza el asa de mi bolsa. Es de MalaVentura y tiene el nombre de Eric en la parte inferior al logo que decora todo un costado.
»¿Y a ti no te gustaría tener eso? ¿Un grupo de amigos con quienes compartir chistes locales que luego debas explicar a los demás?
Niego muy despacio, demasiado.
«Sólo debes tener cuidado, recuerda que existen personas con un asombroso poder de manipulación que saben identificar las carencias de los demás para controlarlos», recuerdo a Rosario.
—Mira la hora —evado la pregunta sin observar mi reloj, sino que mantengo la mirada en los ojos azules de Luca—. Es muy tarde.
Luca cierra los ojos y muerde su labio inferior al tiempo en que esboza una media sonrisa divertida.
—Ahora entiendo por qué tienes a Eric así.
—¿Así cómo...?
Cuando abre los ojos y vuelve a mirarme, entiendo que no debí preguntar.
—Loco por ti.
El sonrojo llega antes de procesar lo mal que está reaccionar así, ¡pero ha sido una reacción involuntaria de mi cuerpo!
El silencio crece por varios segundos. Luca no aparta la mirada de mí, me observa como... las admiradoras miraban a Eric. No sé qué hacer con ello, sólo Eric me mira así, no entiendo si debo sólo agradecer y marcharme o golpearlo con la bolsa; me agrada más la segunda idea, pero no quiero terminar en prisión por agredir a mi compañero de trabajo.
—Es mi esposo —reacciono. Y no lo digo sólo por el título que posee en mi vida, sino porque eso significa que es la persona con quien deseo envejecer.
—Lo sé, eso no quita que eres una mujer capaz de volver loco a cualquier hombre.
—¿A cualquier hombre...? No sé de qué...
—A mí, por ejemplo.
El bochorno domina mi cuerpo entero. Jamás me había sucedido esto, sólo con Eric. Ni siquiera Dimas o León solían decirme cosas así.
—Luca, no... Estoy casada y amo a Eric, yo estoy loca por él.
Él ríe por lo bajo.
—No dije que no lo hicieras, creo que tienen un matrimonio de esos que ya no existen.
—Gracias, entonces...
—Pero no puedes obligarme a no admirarte como miles de mujeres y hombres admiran a tu esposo.
Estoy sudando. La frente se me ha perlado de sudor y las palmas de mis manos están húmedas.
No sé qué responder, ¡no sé qué hacer! Eric está acostumbrado a que las mujeres se acercan a pedirle fotografías y le dicen que es hermoso, que lo aman y hasta vulgaridades que sueltan sin importar si estoy cerca. Él agradece con cortesía y ya, ¿eso debería hacer?
Abro la boca sin lograr emitir una sola palabra. No me parece apropiado agradecer, pero Eric hace eso, ¿entonces?
—Luca...
Él se acerca un paso. Estoy tan nerviosa que mis rodillas podrían fallar si trato de retroceder. Esto es algo que jamás creí vivir.
—Dime, Aura.
Y acorta otro paso.
Levanto una mano, mas no lo suficientemente alto para interponerla entre nosotros. ¡Es que me han abandonado hasta las fuerzas!
Los ojos de Luca son muy azules, mas no tanto como los de Dimas. No poseen esas líneas naranjas que bordean las pupilas de mi exnovio. Y, a tan poca distancia, puedo apreciar las pecas que cubren su rostro con la escasa luz del exterior.
Si Eric viera esto...
Es todo lo que necesito para recuperar las fuerzas y retroceder tres pasos. El camino de concreto se termina debajo de mis talones, pierdo el equilibrio y mi cuerpo está a punto de caer arriba de un arbusto, pero Luca me sostiene de la mano y tira de mí. En segundos me encuentro envuelta de su calor y del aroma de su colonia tan diferente a la que usa Eric.
Y esto se siente tan mal, terriblemente mal.
Empujo a Luca y recupero mi espacio personal. Mi reacción casi lo derriba, mas logra mantener el equilibrio.
Estoy agitada. Luca permanece con una sonrisa confiada y los brazos separados, como si estuviera esperando a recibirme de nuevo en ellos.
—Aura.
Escucho mi nombre, pero los labios de Luca no se han movido. Él mira hacia la reja y comprendo que ha sido alguien más el que habló. Sigo la mirada del guionista y encuentro al dueño de la voz.
—¿Milo...? ¿Qué haces aquí...?
—Buenas noches —saluda con un tono sorprendido que grita por todos lados que ha visto la extraña escena entre Luca y yo—. Eric me pasó la dirección...
Temo que ahora mis rodillas fallen cuando camine.
—Claro —murmura Luca muy bajito, tanto que dudo que Milo pueda escucharlo—. Supongo que entonces nos veremos mañana.
Asiento y, sin decir más, me alejo de él. Abro la reja y saludo a Milo con un fuerte abrazo.
—¿Qué fue eso...? —inquiere Milo en un hilo de voz.
Niego.
No quiero hablar de eso, pero tendré que hacerlo. Quiero olvidar la última media hora, en especial ese «claro» de Luca, porque lo he entendido tan bien como él. Eric me ha enviado un niñero y yo nunca hice eso con él. Ni siquiera he puesto a Sofía en alguna situación incómoda para vigilar a Eric... ¿Entonces no confía en mí?
—Tengo que ir a casa, vamos —pido al modelo cuando me aparto.
Él acepta.
Reviso mi bolso en busca de la llave de la camioneta y, cuando me giro hacia la casa, encuentro a Milo y Luca en un duelo de miradas que me recuerda a Dimas y Eric. Podría decirse que es Eric, representado por Milo, y no sé si sentirme enojada, feliz o preocupada.
🖤
Milo es apabullado por el cariño desbordante de Rachelle que quiere fotos de Dubái, aunque ni puede pronunciar bien el nombre ni sabe en dónde está; se ha acostumbrado a que su tío Milo viaja a lugares bonitos y regresa con fotos maravillosas.
Milo es bueno con los niños. Es un excelente padre que ha aprendido a llevar una relación cordial con la madre de su hija. La pequeña Diana suele pasar algunas tardes con Milo y Henrik, aunque siempre la regresan a casa para dormir con su madre. Milo prefiere que sea así, no le gusta que su hija sufra muchos cambios en su rutina.
Rik se acerca con mucha calma y toma asiento al lado de Milo, que ha ocupado el centro del sofá más largo. Rachelle está a su otro lado y tiene toda la atención en las imágenes que Milo muestra en la pantalla de su celular.
—Acaban de tener una videollamada con Eric —avisa mi madre que porta un delantal de girasoles—. Rachelle no dejaba hablar a Rik.
—No es cierto —niega la niña sin mirar a mi madre.
Rik sonríe, aunque con timidez. Es probable que Rach hablara demasiado.
Consulto el celular. Eric ya está en el escenario.
—Podemos esperar a que termine el concierto para llamarlo de nuevo.
Rik niega y dice:
—Papá se veía cansado.
—Bostezaba mucho —agrega Rachelle.
Suspiro. Debe estar durmiendo mal, suele tener insomnio cuando estamos separados.
—Bueno, volveremos a llamarle mañana temprano.
—¡Sí! —exclama Rachelle.
Mamá me dice que acaban de terminar de cenar y que ya iba a acostarlos. Los mellizos no quieren dejar de escuchar las historias de Milo sobre ese sitio tan increíble al que fue, me cuesta convencerlos sin ponerme pesada.
Los niños suben corriendo. Mi madre los sigue, su andar es cansado y, luego de cuidarlos medio día, noto que el peso de los años se manifiesta. Mi corazón se oprime un poco cuando desaparece escaleras arriba.
—No sé qué haría sin ella —comento y tomo asiento al lado de Milo—. Sólo confío en ella y en mi hermana para cuidarlos.
—Entiendo —sonríe él—. Rik es muy tierno, piensa en que su papá esté bien.
—Sí, Rik es el más empático. Cuando estoy escribiendo, suele ir a preguntarme si quiero café.
—Han educado niños buenos.
—Eso creo.
Nos quedamos callados. Noto que no quiere iniciar la conversación sobre lo que vio, que desea dejarme esa oportunidad y no sé si deseo tomarla. Preferiría olvidar que sucedió.
—Lo que viste... —inicio. Él suspira—. Luca...
—Luca quiere algo contigo —interrumpe—. Todos sabemos eso.
«Eric lo sabe».
—Podríamos estar malinterpretándolo...
—¿Estás segura? —inquiere con tono escéptico.
Recuerdo todo lo que dijo afuera de la casa y niego.
—Insinuó estar loco por mí.
Milo enarca muchísimo las cejas, casi tocan su cabello ondulado y deja caer la quijada. Su expresión boquiabierta me llena el estómago de nervios que se manifiestan como hormiguitas corriendo por todas partes.
—¿Qué...? ¿Cómo...?
—Luca dijo que comprendía porqué Eric estaba loco por mí, que puedo volver loco a cualquier hombre como, por ejemplo, a él —parafraseo—. Por Yoda, cierra la boca y no me mires así...
Milo hace caso.
—¡Pero...! Es que esto es más grave de lo que pensamos...
—¿Pensaron...?
—Henrik, Eric y yo.
—O sea, te enviaron de niñero —recuerdo—. Eric no necesita hacer eso.
—No ha sido él, fue Henrik.
No me sorprende.
—¿Y? ¿Entonces irás a contarle todo lo que pasó?
Milo relame sus labios y, luego de un momento de indecisión, niega.
—No. Henrik le dirá a Eric y será peor, además, ¿te importa Luca?
—¡No! —exclamo—. No sé manejar ese tipo de halagos, me desconcierta, ¡nunca los recibo! Y Luca se aprovecha de esos momentos de sorpresa...
Milo asiente.
—Es listo.
—Lo es, sí...
Callamos otro momento hasta que Milo vuelve a hablar:
—¿Se ven todos los días para trabajar?
—Sí, queremos terminar rápido con el guion.
—Iré contigo —decide Milo—. Tengo maestría en esquivar halagos incómodos.
Y tira del ala imaginaria de un sombrero vaquero.
Milo era stripper y, en algunas ocasiones, se acostaba con sus clientes. Creo que puede darme clases sobre cómo evadir ese tipo de comentarios.
—¿Estás seguro? Debes tener cosas qué hacer...
—Esto es más importante —sonríe Milo—. No mentiré. Henrik me mandó porque eso tranquilizaría a Eric, esos dos tienen una relación simbiótica. Si Eric está mal, entonces Henrik igual y, por lo tanto, yo también...
El modelo me da una palmada en la rodilla.
»¿Nunca has querido un asistente personal?
Y me hace un guiño.
Suelto una carcajada.
—¡Nunca pensé que mi asistente sería un modelo profesional!
—Más material para inspirarte.
Milo posee una sonrisa cálida, Henrik siempre habla de eso. No resisto los deseos de abrazarlo y agradecerle por su ayuda.
—Esto es importante para mí... No puedo rechazar esta oportunidad.
Él deposita un beso en mi cabello.
—Te entiendo más de lo que piensas, Aura. Luca hace mal, no debería hostigarte, pero igual comprendo que necesitas esto.
Me sujeta por los hombros y me aparta un poco.
»Vas a terminar ese guion, la serie será un éxito y nunca más necesitarás de la ayuda de Luca ni de ningún acosador.
Agradezco con una sonrisa.
—¿Vas a decirle a Henrik...?
—No... Creo que Eric puede estar tranquilo, no hay motivo para alarmarlo y preocuparlo... Su esposa lo adora.
—Con todo el corazón —confirmo.
Milo me promete regresar mañana para marcharnos juntos a trabajar. Nos despedimos con otro fuerte abrazo y me apresuro a ver a mis mellizos. Mamá ya los ha dormido, la encuentro saliendo de la habitación y permanecemos unos segundos contemplándolos dormir.
La lámpara vuelve a proyectar estrellas sobre las paredes. Recuerdo que Eric la eligió.
—Vi la fotografía —dice Rosario cuando cerramos la puerta.
—¿Cuál?
—La que publicó Luca —explica y aparta un mechón ondulado de mi frente—. En la que sostienes mi novela.
El corazón se me cae al suelo. No pensé en eso... ¡No quería que ella supiera!
—Mamá...
—Eres una buena hija, Aura —susurra—. No te sientas culpable por tus logros.
—Es que...
—¿Sabes? —interrumpe con tono dulce—. Ya no escribo porque siento que mi voz ya no le interesa a las nuevas generaciones, todo ha cambiado tanto.
—Madre, tu voz es una leyenda... —corrijo—. Estoy tan debajo de tu nivel.
Ella niega con una sonrisa en sus labios.
—Eres una buena escritora, Aura, tan buena como yo o tu padre, tal vez hasta mejor que nosotros.
Las lágrimas se aglomeran en mis ojos. Una presión crece en el puente de mi nariz y el llanto silencioso inicia sin más preámbulo. No tenía idea de lo mucho que necesitaba escuchar este halago, no cosas sobre mi físico de personas que no significan nada para mí, sino «esto».
—Eso es imposible, mamá...
—No, Aura —insiste—. Por eso quiero tu opinión.
—¿Mi opinión?
—Sí. —Un tenue rubor cubre su rostro—. ¿Tienes unos minutos? Debes estar cansada, en tu estado yo...
—Tengo todos los minutos del mundo —suelto de forma atropellada—. ¿Mi opinión sobre qué...?
Ella relame sus labios, parece nerviosa.
—He escrito algunas cosas y me gustaría saber tu opinión...
Estoy en shock. No puedo hablar mientras la sigo hasta mi estudio. Ella me cuenta que tiene algunas ideas sueltas que piensa podrían convertirse en una novela de romance, pero que está insegura porque nunca ha escrito algo así.
Coloco una mano sobre mi vientre mientras mamá abre el portafolio que ha dejado en mi escritorio.
«Vamos a leer a tu abuelita», susurro en mi mente a mi pequeño.
Todavía no puedo sentirlo moverse, es demasiado chiquito, pero percibo su ternura y calidez como si comprendiera mis palabras.
Nuestros hijos son descendientes de artistas. Eric es músico, yo soy escritora, al igual que mis padres, pero ellos podrán elegir sus propios caminos. Los apoyaré en cada paso, seré esa red de seguridad dispuesta a socorrerlos en cualquier caída y nunca cortaré sus alas, sino que los animaré a volar tan alto como nosotros estamos haciendo.
Rosario está nerviosa cuando me entrega las hojas y permanece expectante mientras mis ojos se deslizan por las primeras líneas.
Estoy anonadada. Sólo me basta leer un poco del trabajo de mamá para notar el largo camino que me hace falta recorrer, y eso me encanta. Quizá en algunos años logre dominar las palabras y los sentimientos como ella.
Sin embargo, como lectora puedo decir, sin temor a equivocarme, que mamá no necesita de mi ayuda para una película o serie. Rosario está por lograrlo con este trabajo y creo que, con la ilusión que encuentra en mis ojos, comprende la enorme admiración que siento por ella y que en mis manos está el inicio de su mejor obra.
🖤
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top