Capítulo 11

AURA

—Te ves bonita.

La vocecita de Rik me sorprende. Es un niño callado, sólo habla cuando tiene algo importante por decir, así que su halago me hace esbozar una de las sonrisas más cálidas que he tenido desde que Eric partió.

Mi pequeño está al lado de la puerta. No sabe si entrar, él es así, no como Rachelle que ya estaría saltando en la cama.

—Gracias, cariño. —Extiendo la mano hacia él—. Ven.

Rik se apresura. Sus pasitos me hacen suspirar de amor. Lo envuelvo en un abrazo fuerte y deposito un beso en su frente.

No quiero que entren al colegio. Me niego, pero sé que es lo que toca. No puedo impedirles crecer.

—¿Y tu hermana?

—Durmiendo.

—¿Y tu abuela?

—Leyendo.

Mi madre se quedará con los niños mientras voy a la cena. Está dispuesta a hacerme la vida más sencilla para que pueda enfocarme en el guion.

—¿Vas a ver a papá? —pregunta Rik con toda su inocencia.

Los mellizos suelen tener algunos problemas para medir las distancias. A veces pueden creer que su papá está cerca cuando se encuentra en otro país.

—No, tengo una reunión de trabajo.

—¿Regresarás muy tarde?

—Tal vez...

Rik baja la vista.

»¿Quieres que te lea un cuento?

—¡Sí!

Es tan raro escucharlo levantar la voz, que abandono mi maquillaje a la mitad y lo sigo hasta su habitación.

La lámpara de estrellas proyecta sus siluetas de colores por toda la pared. Rachelle duerme en su cama rosa con dosel y cortinas, Eric la mandó a hacer justo como ella quería. La cama de Rik es de color azul y sus sábanas tienen dibujos de dinosaurios.

Me recuesto con él. Tomo el libro de la mesita y elijo el cuento favorito de Rik sobre un osito panda que pierde sus llaves.

El libro en realidad es un manuscrito engargolado. Son los cuentos que he escrito para ellos. Ya tengo más, pero no los he agregado.

Rik se acurruca conmigo. No he leído más de dos páginas cuando ya está profundamente dormido. Sin embargo, no me aparto de inmediato. Me gusta disfrutarlos, sé que en un pestañeo crecen, lo vi con mis sobrinas.

Rachelle se mueve entre sueños y ríe. Es reconfortante saber que hasta en sus sueños es feliz.

¿En serio deben entrar al colegio? Es que detesto la idea de tenerlos lejos y rodeados de desconocidos. No sé cómo reaccionaría si alguien se atreve a hacerles algo, creo que me desconocería. Eric piensa igual.

Nadie te dice que la maternidad y paternidad implican vivir con miedo. Es un sombra pesada que se anida en un rincón de tu cabeza y nunca más se marcha.

Escucho la melodía de mi celular en mi habitación. No es el tono de Eric, por lo que deduzco que debe ser Luca, así que no tengo prisa por responder.

Eric continúa molesto. No es conmigo, sino con Luca, aunque eso ha hecho que prefiera hablar poco. Sólo me deseó una bonita velada y no volvió a responderme. Ahora mismo debe estar por subir al escenario.

La cena será en un restaurante cerca de casa. Vivimos en la zona bonita de la ciudad, por lo que tampoco es peligroso salir tarde.

Admito que Eric nos ha dado muchas comodidades que yo no podría costear.

Beso la frente de Rik, lo arropo y abandono la cama. Echo un último vistazo a mis pequeños y me percato de que mi mano descansa en mi vientre. Pronto tendrán un hermanito y sé que el embarazo traerá muchas preguntas para las que no sé si estoy lista, pero tendré que estarlo cuando llegue el momento.

Al regresar a mi habitación, el celular recibe otra llamada. Efectivamente, ha sido Lucas también el que llamó antes. No contesto, ¿para qué? Lo veré en un momento.

Termino de maquillarme, recojo mi bolso y, tras despedirme de mamá, abandono la casa.

Tomi me lleva al restaurante. Prometo llamar con anticipación para que pase de nuevo por mí y abandono la camioneta.

Estoy nerviosa. Creo que Eric podría tener razón para incomodarse... Creo que realmente Luca intentará acercarse, pero es claro que no se lo permitiré.

Yo vivo con la certeza absoluta de que no importa en dónde se encuentre Eric, siempre hay una mujer cerca que quiere acostarse con él. Si dejara de hablarle cada vez que me siento insegura, ¡nunca hablaríamos!

Aura: Debería dejar de hablarte cada vez que estás cerca de Giovanna. Así estaríamos parejos.

Ni ha leído mi último mensaje.

No apago el celular por si hay alguna emergencia con los mellizos, pero silencio todo lo relacionado con Eric. Merece pasar un rato de incertidumbre por actuar como un niñito caprichoso.

Theo y yo elegimos un restaurante clásico y elegante de comida italiana. Sólo me detengo en la puerta y encuentro la mesa donde se encuentra Luca con su equipo.

Luca me echa una mirada tan extraña. No sé si me he excedido con mi ropa, creo que no. Es un vestido sencillo en color lila que se ajusta en la cintura y permite caer una falda amplia que llega hasta por arriba de la rodilla. Tampoco posee un escote provocador, sino que es discreto. El cabello lo llevo suelto, un poco de maquillaje y eso es todo.

—Perdón, tuve que acostar a mi hijo —me disculpo cuando llego al lado de la mesa.

Luca se apresura a levantarse para mover la silla y me pueda sentar.

—No te preocupes, los hijos son primero —sonríe Luca.

—Claro, nosotros podíamos esperar otros cuarenta minutos —suelta Tatiana con tono mordaz.

César la pisa por debajo de la mesa. Ella suelta un quejido. Luca se apresura a mostrarme el menú.

Me recuerdan a los chicos de las bandas. Es esa misma confidencialidad que existe entre ellos.

—El vino es bueno —comenta Theo—. ¿Quieres uno?

—Prefiero una limonada.

Suficiente vino ya tomé cuando no sabía que estaba embarazada.

No permiten que Tatiana vuelva a hablar, sino que ocupan todo el espacio con plática sobre lo bonito del restaurante, lo bien que se ve la comida y lo caluroso del clima.

Ordenamos primero. Ni hemos hablado sobre el guion. Intento sacar el tema, pero vuelven a desviarlo. Sólo Tatiana parece a punto de gritar, ni siquiera me mira; es como si su pasta le hubiera hecho una ofrenda mortal y quisiera torturarla con el tenedor antes de comérsela.

—Aura —me llama Luca cuando nota que me he distraído mirando a su compañera—. Hablaba con los chicos sobre tener un horario, ¿te parece?

No realmente. Es complicado para mí elegir una hora, dependo totalmente de mis mellizos, pero tampoco quiero verme poco profesional frente a la asesina de pastas.

—Sí, podría ser apropiado...

Tatiana suspira hondo, revisa en su bolso y saca un cuaderno engargolado. Un manuscrito, lo reconocería en donde fuera. Debe ser el primer episodio.

Luca echa una mirada afilada a Tatiana, pero ella levanta la barbilla y no se deja intimidar.

—Yo creo que podríamos vernos al medio día, ¿te parece? —continúa Luca. No espera mi respuesta—. Y continuar hasta las seis, ¿qué dices?

Podría pasar la mañana con ellos y volver para jugar un rato, cenar y acostarlos. No tendré tiempo para trabajar en mis obras, al menos que escriba por la madrugada.

Demoro un poco en responder mientras intento organizar mis días en base a ese horario. Voy a atrasarme en todo lo demás, no existe forma posible de hacerlo sin descuidar a los mellizos y prefiero enfocarme en ellos.

Y tengo que descansar. El más pequeñito de nosotros necesitará mis energías. Me cuesta no acariciar mi vientre, pero lo último que necesito es que alguien sospeche de mi embarazo.

—Está bien.

Luca sonríe y propone un brindis. Invento que estoy saliendo de un resfriado y que aun tomo los antibióticos, no quiero una gota más de alcohol en mi sangre.

—¿No nos acompañarás con una copa ni para leer esto...?

Luca toma el manuscrito de las manos de Tatiana y me lo entrega.

»Lee con calma.

Hago una respiración honda antes de empezar a leer y, ahí está. Todo. Las imágenes en mi cabeza. La iglesia. La boda. Leonardo intentando detener a Aurora cuando la descubre en la última banca. Aurora corriendo hacia su automóvil. El bar. Arabella —mantiene su nombre en la realidad y la ficción—. Aurora borracha. Aurora cantando con Emir, su mejor amigo. Aurora durmiendo en la oficina de Arabella. Aurora confundida. Didier —en ese entonces no conocía al Didier guardaespaldas, usé el nombre para mi Dimas ficticio—. Aurora y Didier de frente por primera vez en cuatro años. El tatuaje.

Luca me extiende unos pañuelos desechables, así entiendo que estoy llorando.

—Gracias —musito y limpio mis mejillas—. Es que... nunca pensé que podría presenciar esto. Ni en mis mejores sueños vi la posibilidad de tener una serie de televisión, ¿en serio está sucediendo?

—Está sucediendo —responde Tatiana con un tono más amable—. Lo estás logrando.

—Tatiana ha dado el toque femenino —explica Luca—. Consideró apropiado meter un poco más a Emir en el primer capítulo, al final la protagonista lo elegirá, ¿no?

—Sí...

Y me siento terrible. Esa noche ni me fijé en Eric.

—También quería eliminar a Sonia en el capítulo de la feria —agrega Tatiana—. Creo que causaría más impacto ver a Aurora y a Emir solos en la feria, no con el mal tercio.

—Sonia es importante —digo, aunque entiendo su punto—. Podría tal vez asomar en parte de la escena.

Tatiana y Luca intercambian una mirada.

—Podría funcionar —concuerda ella—. Creo que se podría manejar algo realmente romántico para cuando suben a la rueda de la fortuna.

—Eran amigos, pero Emir ya estaba enamorado de Aurora, así que sería interesante —añade César.

Y me cohibo. Siempre he sentido algo de pena al debatir en voz alta sobre mis novelas. Tendré que superarlo.

—¿Y en la grabación se apegarán totalmente a nuestro guion?

«Nuestro guion». Que alguien me agarre porque estoy a punto de salir volando. Ya conseguir una serie o película es algo increíble, pero colaborar en el guion es un nuevo nivel que creí muy, pero muy fuera de mi alcance.

—No necesariamente —suspira Luca—. Podrían hacer algunos cambios y omitir escenas.

—Espero que no...

Luca me sonríe y dice:

—Es una historia bonita y con escenario sencillos, no creo que cambien muchas cosas.

Agradezco en voz baja. También debo aprender a manejar los cumplidos.

César pide más Champagne, brindarán. Yo pido más limonada. Aprovecho el momento de distracción para revisar mi celular. Eric ha llamado seis veces y tengo una larga fila de mensajes donde se disculpa por su actitud.

Aura: Perdón.

Eric lee al instante. Debe estar en el pequeño receso que tienen a mitad de la presentación.

Eric: No es tu culpa. Soy yo, en serio. No sé manejar la atención que tienen otros hombres contigo.

Aura: Luego hablamos de eso.

Aura: Perdóname por no prestarte atención la noche de la inauguración de Arabella.

Eric demora un momento en contestar.

Eric: Ni me viste, Aura. No importa.

Aura: Debí ir a verte tocar con otras bandas, siempre lo mencionabas. Así me habrías dicho de Arabella.

Eric: ¿Estás bien?

Aura: Estoy un poco sentimental.

Eric: Eso pasó hace mucho. Y creo que si cambiáramos algo, no estaríamos juntos ahora.

Aura: Evitaría que sufrieras.

Eric: Maduré, Aura. No me pidas perdón por lo que pasó. Estabas en un momento difícil.

Aura: Es que he leído el borrador el primer capítulo y pensé en nosotros.

Eric: No dejes que lo noten o sabrán que esos libros tienen demasiada realidad, no tanta ficción como sueles decir.

Aura: Nadie amarra a nadie.

Sonrío y apuesto que él también.

Eric: Te amo.

Aura: Yo igual, ¿puedo llamarte cuando regrese a casa?

Eric: Estaré esperando.

Eric: Debo volver.

Aura: Está bien.

—¿Tu esposo? —inquiere Luca cuando levanto la mirada.

Eric me regaló un protector para la pantalla de mi celular que no permite ver desde un costado, sólo en el frente, así que sé que no pudo leer mi conversación.

—Sí, fue lleno total y están muy felices.

Es mentira y no. De seguro fue lleno total, en todos lados se agotaron los boletos y deben sentirse felices.

Volvemos a debatir sobre el manuscrito del episodio. Lo revisaremos mañana, quiero hacer algunas pequeñas modificaciones en los diálogos.

Terminamos la cena. Pedimos unos postres con nombres rimbombantes como «El palacio de chocolate que quería ser de nuez» y me lleno de tantas calorías que creo no podré dormir. Incluso Tatiana parece más agradable luego de todo el chocolate que ha comido.

Aviso a Tomi que puede pasar por mí y pago la cuenta completa. Ellos agradecen por el detalle. Quisiera decir que deberían agradecerle a Eric, ha sido con su tarjeta, pero sería vergonzoso. A Eric no le importa, nunca me ha cuestionado cómo uso o no su dinero, pero ansío que llegue el día en que pueda invitar una cena entera con mi propio dinero sin pensar que me estoy quedando sin ahorros.

Abandonamos el restaurante. Esperan por mi chofer y nos despedimos de forma breve, mañana nos volveremos a ver para trabajar.

—¿Se divirtió? —pregunta Tomi.

No tiene sentido recordarle que puede hablarme de «tú».

—Sí, pero no es lo mismo sin Eric.

Tomi sonríe, puedo verlo en el retrovisor, y me comenta que hay usuarios en las redes sociales transmitiendo en vivo el concierto. Así que, durante el regreso a casa, observo a Eric cantando frente a miles de personas.

No hay tráfico. Tengo la cabeza recargada en la ventanilla, las piernas arriba del asiento y toda mi atención en la pantalla del celular. Por momentos la chica que está grabando brinca mucho y es difícil distinguir algo, pero la voz de Eric se mantiene ahí, como una guía.

Soy una chica afortunada.

«¿Escuchas, pequeño? Es tu papá cantando».

El concierto termina antes de que llegue a casa, pero sigue Gray. Eso quiere decir que Eric estará ahí un rato más, pero podremos hablar.

Tomi comprende cuando bajo corriendo de la camioneta y entro a la casa. Mi mamá está en la sala con una copa de vino y palomitas; mira una película de terror.

—¿Cómo te fue?

—Excelente —resumo—. ¿Los mellizos?

—Durmiendo. —Me señala el monitor a su lado donde ambos duermen tranquilamente en sus camas—. Te ves llena de energía.

—Exceso de calorías.

Rosario menea la cabeza y sonríe.

—No tomes en cuenta eso de comer por dos, eh.

Callo a mamá con un siseo suave. Ella ríe. Temo que Tomi o los mellizos nos escuchen. Nuestro guardaespaldas tiene una pequeña casa en la parte trasera del jardín. Es como un departamento completamente equipado.

—Fue mi forma de celebrar por todo esto que me está sucediendo.

Mamá asiente.

—Nunca experimenté que hagan una serie o película de mis trabajos, pero sólo de imaginarlo... —suspira—. Te entiendo. Tal vez hasta debiste festejar con más postre.

Me acerco y la abrazo muy fuerte, ella ríe un poco apenada.

Me gustaría que ella viviera esto. Lo merece. Su trabajo es bueno, mucho mejor que el mío, pero toda la vida estuvo bajo la sombra de mi padre. Luego padeció por la depresión que ocasiona una relación plagada de infidelidades y maltrato psicológico. Rosario merecía mucho más.

—Mañana festejamos juntas —prometo—. Estaré en el estudio de Eric.

Nos despedimos con otro abrazo. Ella se quedará a dormir en el cuarto de invitados, suele pasar algunas noches conmigo cuando Eric no está.

Primero paso a revisar a mis niños. Ambos duermen. Los arropo mejor, deposito otro beso en su frente y me cercioro de que la temperatura del aire acondicionado sea la correcta. Entonces me dirijo al estudio de Eric y, con poner un pie ahí, lo siento como si estuviera a mi lado.

No están todas sus guitarras, se las ha llevado a la gira, y eso lo hace lucir un poco vacío; pero sus fotografías decoran las paredes. La que más me gusta es una donde estamos con los mellizos y él tiene la guitarra colgada al hombro, como si fuera una mochila; es el padre más sexy del universo.

Tomo asiento en su sofá negro, porque Eric no tiene miedo a los mosquitos. Subo los pies en su mesita. Tomo el control remoto del estéreo y lo enciendo a un volumen muy bajito, aunque el sitio está insonorizado.

«Freaks» de Television Blonde inunda el espacio.

—Eric —llamo apenas responde al otro lado de la línea.

—Pequeña, hola. Casi acabo de bajar del escenario, me duela la muñeca, creo que hice un movimiento mal y...

Me encanta escucharlo. Suele contarme todo lo que sucede en el escenario, todo. Detalles que ni el público nota.

»¿Estás escuchando música? —se interrumpe.

—Sí, estoy en tu estudio.

Y suspira.

—¿Por qué eres tan perfecta?

—¿Yo? ¿Te has mirado en un espejo últimamente?

Él ríe. Podría escucharlo reír toda la vida. Coloco el altavoz y acaricio mi vientre, quiero que nuestro pequeño lo escuche reír cuando acaba de bajar del escenario; es una risa diferente con la adrenalina y emoción todavía circulando por sus venas, pero también el anhelo por estar con nosotros, por extrañarnos tanto como nosotros a él.

Pasamos tantas horas sin hablar que tiene muchas cosas por contarme. Lo escucho de forma atenta, con una mano en el vientre y la música de fondo. No obstante, pauso el estéreo cuando comienza el concierto de Gray; me gusta escuchar las voces de Cristal y Dimas combinadas, es una mezcla bella.

—Y la tensión con Vic es jodidamente estresante. —continúa Eric con la serie de sucesos que no me contó durante el día—. Dimas quiere matarlo con la mirada y Cristal se siente muy incómoda casi todo el tiempo.

—Hombres celosos...

Eric suspira. Puedo imaginarlo recostado en el sofá del camerino. No tengo idea de cómo sea el lugar, pero suelen parecerse y los chicos no son tan exigentes.

—O sea, comprendo el punto de Dimas, pero no me gusta ver así a Cristal.

—Es trabajo, Eric... ¿Cuántas mujeres intentan acercarse a ustedes todos los días? —Mi esposo no responde, sabe que es una pregunta retórica—. Y Nicolás podría estar más incómodo que Dimas, después de todo, es el ex de Mailén.

—Mailen y Nicolás son un tema aparte —ríe por lo bajo.

Me sonrojo.

—No puede creer que se acuesten con Milo y Henrik...

—No sé los detalles, pero creo que Nicolás no participa de forma muy activa con ellos...

El sonrojo sube más.

—¿Sólo Mailén con los tres...?

—Tampoco creo que Henrik sea muy participativo con ella.

—Ay, Dios.

—¿Y ese tonito? —Vuelve a reír. Yo tengo el rostro de todos los colores—. ¿Sientes curiosidad?

—No, ¡no! —niego con vehemencia. Mi perfecto alisado se revuelve con el movimiento, ¡necesito enfatizar esto!—. Es que me cuesta procesar la información.

Eric suelta una carcajada.

—Yo no podría, así que me alegra que sólo sea eso...

—Debe ser complicado...

—Sí, tal vez Nicolás resultó más que yo —suspira con tono pensativo.

—¿Más qué? ¿Más pervertido?

Él no responde, sólo vuelve a reír y me comenta que el corazón de Mailén es de excelente calidad, estoy totalmente de acuerdo.

Eric y yo llevamos años juntos y sé que no hemos estado de forma sexual con otras personas. Mi lista de hombres con quienes compartí intimidad es realmente corta. Su lista de mujeres es todo lo contrario. Ya como pareja nunca hemos hablado de algo que implique otras personas, nuestros celos no lo permiten. Nos gusta divertirnos juntos, sin nadie más.

—Si en algún momento quisieras probar algo nuevo, ¿me dirías? —pregunto con cierto temor.

—¿Por qué preguntas eso...?

—Tenemos años juntos y...

—No te puedo compartir, Aura —interrumpe—. No podría hacer lo que hace Nicolás, me volvería loco.

—Yo tampoco podría compartirte.

—Mailén no comparte a Nicolás, si a eso te refieres...

—Pero...

—Por lo que sé, es una plática que tuvieron hace mucho y es más bien fantasía de ella, no de él. Nicolás sólo la cumple y no le molesta, le gusta.

Enmudezco. Ni sé qué decir. Sólo sé que mi rostro vuelve a ponerse rojo.

»Si tú quisieras algo así, estaría en un grave problema.

—No quiero eso.

—Me alegra mucho saberlo —suspira.

Y se queja del aire acondicionado. Eric sufre con el calor, por algo prácticamente vivimos en una nevera cuando está en casa.

Sus palabras se quedan muy grabadas. Nicolás adora a Mailén, es el tipo de relación que te hace suspirar. Es comprensible después de todo lo que pasaron. Nico ha aprendido a valorar cada día al lado de ella.

La conversación sobre el aire acondicionado no puede extenderse por más tiempo. Es mi turno de contarle sobre mi velada con Luca y, con sólo escuchar el nombre, emite algo parecido a un gruñido de un animal salvaje. Lo odia tanto que es tierno.

—Son muchas horas —dice cuando le comento sobre nuestro horario de trabajo.

—Avanzaremos más rápido, ¿no crees?

—Supongo.

—Y te juro que el manuscrito es hermoso.

—No lo dudo, es tu historia.

Su comentario me hace sonreír. Es su turno de escucharme suspirar y emocionarme por mi trabajo. No hace otro comentario sobre Luca, sólo me desea lo mejor y se emociona conmigo.

—Mamá se escuchaba tan feliz, pero también triste...

—¿Por qué?

—Ella nunca vivió algo así... Si hubiera salido de esa horrible relación con mi padre, menos mal que el hombre ya está muerto.

Eric suelta otra carcajada que envuelve mi pecho en calidez.

—Pobre hombre.

—No me malinterpretes, sabes que lo amo, pero también lo odio cuando pienso en todo el daño que causó a mamá.

—Entiendo, Aura, en serio...

Desvío la mirada hacia el librero de Eric. Tiene libros de mis padres.

—¿Crees que pueda hacer algo?

—No lo sé, ¿cómo qué?

Una idea comienza a dibujarse en mi cabeza.

—¿Alguna vez te has aprovechado del interés de una mujer para conseguir algo para la banda o para ti?

Eric calla.

El que calla, otorga.

Me enderezo sobre el sofá, desactivo el altavoz y pego el celular a mi oreja.

»¡Nunca me contaste!

—Lo ibas a tomar a mal y no fue con esa intención...

—¡Eric!

—¿Qué...?

—¿Cuándo fue...?

—Aura...

Mi mano cae sobre mi boca, ¡no puedo creerlo!

—¡Ha sido más de una vez!

Él suspira hondo, muy hondo.

—Aura, sólo he sido amable y es más sencillo, pero ni siquiera he hablado a solas con ellas o algo así. No me interesa otra mujer, sólo tú, ¿entiendes?

Percibo el tono desesperado. Eric conoce mis inseguridades, sabe que algo así puede calar hasta mis huesos y dejarme atormentada por lo que queda de la gira. No se equivoca, es automático. Las preguntas se formulan solas... «¿eran bonitas?», pero no las digo en voz alta.

—Entiendo...

—Y han sido muy pocas veces, Aura. Sólo cuando necesitamos una buena nota de algún reportero o algo similar, hace mucho que no sucede algo así.

—¿Y qué hacen...?

Él vuelve a suspirar.

—A veces los llamamos, no soy sólo yo, puede ser Dimas, Nicolás, Gigi, Henrik, no sé... Depende.

—De quién le guste.

Eric tarda en responder.

—Ajá.

—¿Y qué pasa...?

—Una conversación breve y boletos VIP para el siguiente concierto. Es todo.

Y claro que le creo. Mis inseguridades no son provocadas por él, aunque esto pueda inquietarme un poco.

—¿Y alguien ha tratado de buscarte después...?

—Aura...

—Bueno, eso creo que te pasa demasiado seguido —suspiro. Si hasta sus admiradoras intentaron meterse en la casa—. Qué complicado.

—Lo siento... No volveré a hacerlo.

—No, es tu trabajo, está bien...

Creo.

—Aura...

La idea sigue ahí, brillando.

Eric la odiará.

—¿Crees que yo pueda hacerlo?

—¿Perdón? —Creo que hasta se atraganta.

—Calma, hombre.

—No sé si puedo calmarme cuando insinúas que podrías ser amable con otro hombre para obtener un favor.

Eric se escucha en pánico. No era mi intención, pero admito que entiendo los motivos por los que hacen eso.

—Bueno, es algo que llevas haciendo por un rato y yo ni siquiera sabía —contraataco.

—Es diferente...

—¿Por qué? Es para beneficiarse —insisto.

—¿Y cómo planeas beneficiarte?

—No yo, mamá.

—¿Qué?

No sé cómo explicarlo sin morir de nervios. Esta soy yo, la Aura tímida que en muchas ocasiones no encuentra cómo exponer sus ideas, ni siquiera frente a Eric. En este caso, principalmente frente a él.

»No me digas que... ¿Quieres recomendar las historias de tu madre con Luca?

Mis manos están temblando por los malditos nervios. El tono tranquilo de Eric empeora todo, cuando se pone así es porque siente todo lo contrario.

—Él tiene contactos que yo no.

Eric calla por mucho rato, creo que pasa tres minutos sin hablar, casi cuatro. Estoy mirando el reloj en forma de guitarra que tiene sobre la pared, el segundero se burla de mí.

—Si no lo vuelvo hacer, ¿dejarás esa idea? —pregunta al fin.

—No se trata de un ojo por ojo, Eric...

—Entonces no entiendo... ¿Estás admitiendo que Luca tiene interés en ti?

Y recuerdo al guionista invadiendo mi espacio personal.

—Podría ser —tartamudeo—. Eric...

Eric lanza otro largo suspiro y vuelve a callar por unos minutos.

Me siento mal. No debería estar pasando por estrés en mi condición. Ha sido una idea tonta, buena, pero tonta.

»Olvídalo. Iré a dormir.

—Está bien...

Qué rápido respondió aquello...

—Mañana llevaré a los mellizos al pediatra para su revisión de rutina.

—Aura...

—Te mantendré informado, descansa.

—Aura.

—Buenas noches.

Y cuelgo, porque igual a veces Eric me hace enojar. Tiene razón para incomodarse, pero al menos él tuvo la opción de hacerme saber que no le agradaba la idea, yo me acabo de enterar cuando ya lo hizo.

Intenta llamar de nuevo, pero coloco el celular en silencio y abandono el estudio. Al salir al pasillo descubro que la luz de mi estudio está encendida. Me asomo por la puerta entreabierta y encuentro a mamá frente a mi librero, sostiene uno de sus libros.

Tiene una sonrisa nostálgica en los labios. Tal vez recuerda la etapa de su vida en que publicó esa novela. Hace mucho que no publica con editoriales, no porque no tenga el ofrecimiento, sino que ya casi no escribe. Siempre pensé que era porque prefería disfrutar de los frutos de su trabajo de años, ahora no estoy tan convencida de eso.

Me retiro sin interrumpirla. Comprendo mejor que nadie que a veces necesitamos estar solos.

Eric tiene razón, es cierto, pero yo también. Todavía puedo hacer algo por Rosario sin hacer sentir mal a Eric. Ella es mi madre cuando ni siquiera tuvo oportunidad de elegirlo. Cuidó de mí sin importar que era hija de la amante del hombre que amaba. No siempre fue la madre que necesité, en muchas ocasiones me sentí apartada, pero nos hemos perdonado y ella no tiene idea de lo agradecida que estoy por aceptarme en su familia.

Respeto a mi madre biológica, aunque no entienda las decisiones que tomó. Pero agradezco cada día por la madre que me crió y me condujo hasta donde me encuentro hoy.

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