Capítulo 45
Love is blindness,
I'm so sick of it,
I don't wanna see
Why don't you just take the night
And wrap it all around me, now.
Oh, my love
Blindness
Love is Blindness — Jack White
☆★☆
—¿Quieres un cigarro?
—La cajetilla completa.
—No puedes fumar toda la cajetilla, Aura.
—Pruébame.
¿En serio dije pruébame? Voy a saltar por la ventanilla... ¡No puede ser!
Eric ríe y continúa conduciendo a través de las solitarias calles. Jack White se escucha en las bocinas del Mustang, quiero pedirle que le cambie, pero hasta eso me intimida. Sus letras son jodidamente adecuadas para esta situación.
Me he quedado muda, tras escucharlo confesar quién es esa misteriosa chica, hasta que he pedido la cajetilla completa de cigarros. No supe qué decir, no supe qué pensar o cómo actuar... Sólo atiné a subirme al automóvil y aquí estamos, aquí estamos...
—Creo que es para ti.
Me entrega su celular y el leve roce de su mano me provoca nervios... ¡Debe existir un maldito manual para estas situaciones! Observo la pantalla, es Sofía, y contesto con tanta firmeza como puedo, es decir, mi voz tiembla.
—Hola.
—¡Aura! ¿Ya vienes? Dimas y los demás están aquí. Se acaban de enterar de lo que pasó.
—¿Dimas?
Yo y mi gran boca, por el rabillo del ojo veo como Eric se incómoda...
¡Y todo lo que ha visto! ¡Yo no tenía idea! No soy tan cruel como para hacerle algo así, no a él.
—¿Aura? ¿Me estás escuchando?
—No, disculpa...
Eric canta en voz baja una canción que no conozco, pero es de amor y ya me vi buscando en la discografía completa de Jack White hasta encontrarla.
—¿Hola? ¿Sigues ahí?
—Sí.
Él me mira de soslayo y sonríe.
—Que si ya comiste...
—No... Quiero decir, sí.
Y presioné hasta que Eric me dijo quién es la chica.
—Está bien... Estás muy rara.
—Sí.
—Ok... Te esperamos aquí.
Ella cuelga, pero yo me quedo con el celular de Eric en las manos.
Quiero decirle lo mal que está todo esto... ¡No puede sentir algo por mí! ¿Qué no ha visto el desastre de persona que soy? ¿Cómo complico todo y a todos? Él merece a una chica como Sofía...
¡Ay, por Yoda!
Él dijo que le he visto interesado en alguien y ha sido en mí, todo este tiempo sintió algo por mí.
¡Eric! ¡Quiero golpearte sólo para ajustarte las ideas!
Se estaciona frente a la casa de Sofía y al primero que vemos salir es a Dimas. Tiene una playera vieja, pues supongo que ya se iba a dormir cuando le avisaron.
Eric sostiene mi mano con fuerza y me convierto en una persona incapaz de pronunciar una palabra completa.
—No pasa nada —murmura con esa media sonrisa que esta vez no parece alegre, sino triste.
Pasa todo, Eric... ¡Todo! ¡Es como el Apocalipsis en una jodida noche!
Dimas abre la puerta y observa la unión de nuestras manos. Comprendo al instante que esas discusiones no eran por Minerva, sino por mí. Él lo supo todo el tiempo, pero no quiero que se entere de que yo también lo sé.
—Gracias por todo —le digo a Eric, sin poder mirarlo a los ojos, y me aparto con suavidad.
Bajo del automóvil con la ayuda de Dimas, quien me envuelve en un cálido abrazo, y me siento la peor persona del mundo cuando mi corazón late apresurado. Por fortuna veo a Sofía a unos metros y corro en busca de su refugio, ella me mira con sincera preocupación.
—Te escuchabas rarísima... ¡Me preocupé!
Oh, no sabes lo mucho que deberías preocuparte ¡Yo no sé lo mucho que debería preocuparme!
Gabriel, Nicolás e incluso Cedric están ahí, pero no veo a Minerva por ningún lado. Por fortuna, es Eric quien contesta todas las preguntas, recargado en su automóvil, y evita mirarme mientras habla. Dimas está muy cerca, creo que quiere volver a abrazarme, pero ya sé que eso lastima a Eric y no lo haré. No quiero seguir causando daño a nadie y menos a él que se ha convertido en alguien muy importante para mí.
Eric es demasiado importante.
Todos creen que mi estado dubitativo es sólo por León, pero también es por Eric. No me mira, no sé si se ha enojado o qué esperaba que respondiera.
Es mi mejor amigo.
Dimas quiere acompañarme al funeral, pero Eric le dice que Federico me llevará y se lanzan uno de esos duelos de miradas que antes no comprendía. Claro que Dimas lo sabía, nunca dejó de provocarle celos verme con él.
Eric... ¡Lo besé dos veces en la mejilla! ¡Por Yoda! Cuando estuvo borracho en el departamento dijo que merecía a alguien que sólo me viera a mí... ¿Cómo ha soportado tanto? Lo he lastimado una y otra vez sin saberlo...
Algo me dice que, cuando recuerde todas las cosas que le he hecho pasar, vomitaré de la vergüenza, ya puedo sentir la bilis subiendo por mi garganta.
Dimas ha traído el Tsuru, creo, no estoy prestando mucha atención. Eric se despide, apenas con algunas palabras, y sube a su automóvil. No quiero que se vaya así... ¡No sé qué hacer, pero no quedarme aquí escuchando palabras que no entiendo! Dejo a Cedric hablando solo y camino rápido hasta la ventanilla de Eric. Él se sorprende al verme, pero sonríe como siempre hace y vuelvo a sentirme horrible.
—¿Qué pasa?
¡¿Qué pasa?! ¡Sabes qué pasa!
Pero no logro responder y sólo me quedo quieta, observándolo, sin saber qué decir.
—Aura, por eso no te dije nada antes —dice y enciende un cigarro—. Yo sé que estás enamorada de Dimas y creo que él también de ti, no pasa nada. Tranquila. Las cosas no tienen por qué cambiar.
Jack White está cantando, con una guitarra desgarradora, sobre lo ciego que es el amor.
—¿No van a cambiar?
—No, por mi parte no.
¿Y por mi parte?
—Eric...
Da una larga calada al cigarro sin perder su media sonrisa.
—Duerme un poco antes del funeral... Te ves fatal.
—Sí, tú no te ves mucho mejor —espeto con las manos en la cintura.
La media sonrisa se transforma en una risa baja.
—Mi horda de admiradoras dice que siempre me veo bien.
¿Siempre ha exhalado el humo del cigarro al hablar? Nunca antes me fijé.
—Porque se cayeron de chiquitas y están bizcas.
—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
Ríe como tantas otras veces, pero ahora tiene un efecto diferente y no puedo imitarlo.
—No sé.
Se revuelve el cabello, cuando pasa una mano arriba de éste, y me dirige una mirada difícil de descifrar.
—Buenas noches, Aura.
—Buenas noches...
Me aparto cuando pone en marcha el automóvil, pero no regreso con los demás. Avanza un poco y regresar sobre la misma calle. Cuando pasa frente a mí ya no está sonriendo y me siento fatal. No puedo apartar la vista del automóvil hasta que desaparece al doblar la esquina y, al girarme, descubro que todos me observan en silencio.
Soy un asco guardando las apariencias.
—Voy a darme un baño y a dormir un rato —le digo a Sofía cuando llego hasta ellos—. Gracias por venir.
Algo me dice que soy la única que no estaba enterada sobre los sentimientos de Eric... Por ahora, lo mejor es escapar y evadir cualquier pregunta relacionada con él.
No tengo idea de qué decir o hacer sobre nada. Me siento como si mi realidad hubiera perdido gravedad y flotara sin control en medio del vacío.
☆★☆
He tomado un baño e intento conciliar el sueño cuando Sofía entra a la habitación. Ella se sienta a mi lado y acaricia mi cabello.
Sucedió algo chistoso y triste, al salir del baño pensé en lo mucho que se burlaría León cuando le contara que siempre tuvo razón sobre Eric. Entonces recordé que ya jamás podría decirle y he vuelto a llorar.
—¿Quieres tomar un calmante? —pregunta con su tono de voz más dulce.
Sofía... Mi amiga ha tenido que enfrentarse a Cedric y los demás... ¿Puede ser más maravillosa e increíble?
—No, en cualquier momento debe llamarme Federico.
—No tienes que ir al funeral...
—Quiero hacerlo.
Sofía suspira y se recuesta frente a mí, sus ojos verdes están fijos en los míos. Luce muy bonita con los primeros rayos del sol, que se cuelan por los costados de la cortina ¿Cómo es posible que Eric no se enamorara de ella? Yo sólo lo lastimaré... Lo he lastimado todo este tiempo.
—¿Hay algo de lo que quieras hablar?
Tomo aire.
—No.
—¿Nada que involucre a cierto amigo?
¿Ella también sabía?
—No... —musito—. No ahora.
Sofía entiende todo con esas tres palabras y me arropa con su sábana de color rosa pastel. Sigo sin comprender cómo alguien podría fijarse en mí antes que en Sofía, es irreal.
No puedo dejar de repasar todas las veces que he hablado con Eric y por fin puedo ver las señales... Su mirada, siempre me ha mirado diferente que a los demás, y suele evitar el contacto físico, pero conmigo es diferente. Soy la única persona con la que bromea o a la que defiende sin dudarlo... Eric fue la primera persona a la que llamé a la mañana siguiente de que Dimas y yo...
Estás con él ¿verdad?, me preguntó.
Cierro los ojos con fuerza... ¡No puedo creer todo lo que Eric ha hecho por mí!
Sus sentimientos estuvieron todo el tiempo ahí, así como las verdaderas intenciones de Dimas, y de nuevo no lo vi; pero esta vez soy yo la que está lastimando a alguien que no merece nada de esto.
Eric no merece nada de esto.
☆★☆
Sofía me toma de la mano frente a la tumba de León. Se ha mantenido a mi lado y ha intentando ser fuerte por mí, mantener mi mundo en pie. También ha sido ella quien me regaló una cadena de plata para colgar el anillo con el que una vez León me pidiera matrimonio; no sé qué haría sin ella. Incluso ha superado su vergüenza y hablado de nuevo con Cedric y los chicos sólo porque estaba preocupada por mí.
Han tenido que llevarse a la mamá de León, pues se sintió realmente mal y no paraba de pedirle perdón por ser una mala madre. Me habría gustado decirle que no fue así, pero lastimó mucho a su hijo. Ahora es tarde y ya no importa nada de lo que tuviéramos que decirle porque no lo escuchará. León descansa bajo tierra y piedra, dentro de un ataúd negro; no verá a su hija crecer y su hija nunca lo conocerá. En veintitrés años ella estará preguntándose, igual que yo, cómo era su padre, si le habría hecho reír alguna de sus bromas o si se sentiría orgulloso de ella.
—¿Por qué le has traído rosas rojas?
—Porque no le gustan —contesto.
Sofía no dice nada, pero percibo su inquietud.
—No apruebo que se muriera y, si puede vernos, quiero que se entere de eso.
—Yo creo que sí —musita— y que se reirá mucho con eso de las rosas.
Sonrío, eso espero.
La realidad no es palpable hasta que ves descender el ataúd y sabes que esa persona se quedará ahí. La madre de León perdió las fuerzas en las piernas y tuvieron que sostenerla entre varios primos; gritaba que no podía marcharse porque su hijo se quedaría solo en el cementerio y podría tener frío, es una escena que me ha erizado la sangre.
Yo no quiero marcharme. A pesar de todo el daño que me hizo, lo perdoné y mantiene un sitio importante en mi vida. Nos lastimamos mucho y aquí estoy, llorándolo porque me parece injusto que se marche sólo así. No debe permitirse morir a los seres queridos, es una estupidez y la más simple verdad.
Existió un tiempo en el que nos amamos y, por esa breve eternidad, me hizo muy feliz.
—Lo que sí le haría reír es enterarse de que siempre tuvo razón sobre Eric.
Sofía suspira y mira hacia donde está Federico conversando con algunos familiares.
—¿Te lo dijo?
—No le dejé muchas opciones —musito.
—Pero es un momento delicado...
—Presioné demasiado.
Y fue una declaración muy tierna... ¡Maldita sea!
Me quito los lentes de sol y froto mi rostro, no quiero pensar en su expresión cuando me dijo aquello. Estaba desarmado y vulnerable, no era el Eric indiferente que conozco.
—¿Y qué dijiste?
—Qué.
—¿Qué le dijiste a Eric?
—Eso dije, qué —contesto avergonzada—. Y, mucho rato después, que fumaría una cajetilla completa.
—¿Cómo?
Sofía me mira como si hubiera hablado en pársel*.
—No supe qué decir, So... —admito y encojo los hombros—. Me tomó por sorpresa... ¡Creí que eras tú!
—Siempre insistías con eso, pero eras la única que pensaba así... —suspira con una tierna sonrisa—. Era un poco obvio...
—Ya sé que fui la única tarada que no se enteró antes —mascullo—. No me recuerdes eso, por favor.
Los amigos de León se acercan a despedirse y recibo de todos un cálido abrazo cargado de sinceridad. Sofía vuelve a hablar cuando nos dejan a solas otra vez.
—Yo me enteré en la playa —confiesa— y fue por accidente. Después de lo de Cedric... —calla un momento— estaba muy alterada y agarré el primer celular que encontré...
—Y resultó ser el de Eric...
Hace un gesto afirmativo e intenta controlar, sin resultados, una sonrisa pícara.
—Los nervios me hicieron abrir aplicaciones en el celular. Ni si quiera sabía qué estaba haciendo y creo que fue gracias a ese mensaje que no terminé de perder el control.
—¿Cuál mensaje?
—Llegó un mensaje de Henrik que decía Eres un idiota. Sólo dile a Aura lo que sientes y ya. Abrí toda la conversación y era sobre lo linda que te veías ese día, pero sólo mirabas a Dimas.
Casi puedo escuchar la risa inconfundible de León al ver el rubor que cubre mis mejillas.
—¿Linda? —repito y creo que mi ceja tiembla, no, está temblando.
—Sí —contesta con una enorme sonrisa—. Cosas como Fue mala idea venir porque se ve adorable.
Retrocedo un paso como si las palabras de Sofía me empujaran.
—¿Qué? ¿Cómo?
¿Eric dijo qué? ¿Qué? ¿Qué cosa? No, no, no... ¡El Eric que conozco no diría algo así de mí!
—Pero... estabas con Dimas y temí que te dijera algo cuando parecía que por fin ustedes...
La culpabilidad se posa sobre los hombros de Sofía.
—Por eso le entregaste el celular.
—Sí, a la mañana siguiente —admite—. Y le dije lo terriblemente egoísta que sería confesarte sus sentimientos cuando Dimas y tú... ¡No tenía idea de lo que iba a suceder!
Todo tiene sentido.
Y ahora no sé cómo seré capaz de mirar a Eric a la cara sin morir de vergüenza...
—Estás roja.
—No es cierto —niego y me colocó los lentes oscuros, pero puedo sentir el calor en el rostro—. Ya no me digas más porque cuando lo vea moriré de pena.
Sofía ríe, en serio y con ganas; se cubre la boca cuando la familia de León nos mira. No debe verse bien que la ex prometida y la mejor amiga rían frente a la tumba del que engañó a la primera. Sin embargo, creo que en donde sea que esté León también se está riendo.
—Y eso que no te conté todo lo que decía la conversación... —silba.
—¡¿Hay más?!
Mi amiga asiente con entusiasmo.
—¿Quieres saber?
—No, no, no. Por favor... ¡Nunca me cuentes todo lo que leíste en esa conversación!
—Como quieras...
Federico nos hace señas para acercarnos y me despido de León con un hasta luego. En algún momento nos volveremos a ver y le contaré sobre la gran mujer que, estoy segura, será Georgina. Si Marina me permite, me gustaría estar cerca de ella y contarle cosas sobre su padre.
—¿Y qué harás? —me pregunta Sofía cuando estamos cerca del Cadillac que conduce Federico.
—¿De qué?
—Tienes que contestarle algo a Eric.
—Eso no es cierto... Él sabe sobre Dimas y dijo que nada cambiaría entre nosotros.
Sofía me detiene, colocándose frente a mí, con las manos en la cintura.
—¿Y le creíste?
—Sí...
—Si no te interesa tienes que decirle eso —señala con el dedo índice sobre mi hombro—. No seas injusta dejando las cosas en el aire luego de que le obligaste a declarar su amor.
¡¿Amor?!
—¡No digas eso! —pido abochornada—. Por favor.
—Como sea, si no dices nada puede creer otra cosa.
Federico nos mira con impaciencia y apresuramos el paso. Nos cuenta que por fin le han dicho a Marina lo que pasó y se ha alterado tanto que tuvieron que sedarla otra vez. No puedo imaginar su dolor y no quiero hacerlo, es el tipo de dolor que no te abandona nunca.
Escuchamos la radio sin hablar y medito sobre lo que me ha dicho Sofía. Es verdad, hablaré con Eric esta misma noche y le diré que... ¿Qué le diré...?
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Pársel: Es una lengua ficticia perteneciente al universo de Harry Potter.
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