Capítulo 1
In the night there is something wild
I feel it, it's leaving me
Deep Blue — Arcade Fire
☆★☆
Mi sueño de la infancia se resquebraja sobre la alfombra roja.
El vestido de novia es más hermoso de lo que imaginé. El faldón baila al ritmo de las melodías que escapan de los violines, inundando la elegante iglesia. Las ligeras ondas levantan en vuelo los pétalos de rosas blancas sobre la alfombra; algunos se han quedado atorados sobre los arreglos florales que decoran los asientos, como si quisieran ver de cerca el irreal panorama.
Y León luce espectacular, no conozco las palabras para describir el barullo que brota en mi pecho al verlo. Es la primera vez que lo descubro peinado y controlando sus rebeldes ondas castañas; sus ojos desprenden un brillo enigmático, feliz.
Mis manos tiemblan, es demasiado verlo de pie en el altar. He perdido la cuenta de las veces que imaginé aquel momento caminando hacia él. La he perdido, lo admito. Soy una tonta niña enamorada que ha fantaseado innumerables veces con el día de su boda y añorando la vida que empezará después de dar ese Sí que marca un antes y un después.
Pero, hay un problema...
Yo no soy la mujer que camina hacia el altar con el vestido de novia y esta no es mi boda. No soy la mujer que será la madre de su hijo, esa es la alta chica trigueña con el elaborado peinado de bucles y el velo blanco, y tampoco mi vida cambiará después de ese monosílabo.
No soy yo, nunca lo seré.
El aire entra con dificultad a mis pulmones. La música se intensifica cuando León toma la mano de Marina e intercambian una dulce mirada cargada de miles de significados, miles de emociones y miles de cosas que conocemos los tres.
Y entonces, él me mira. Me descubre escondida detrás de uno de los pilares de la iglesia y una sombra de dolor inunda su rostro. Quiero sonreírle, pedirle que ignore las lágrimas que ruedan por mi cara, pero está tan lejos... No solo físicamente, su alma está muy lejos de mí y sé que jamás volveré a despertarme en sus brazos.
Jamás.
Cierro los ojos y al abrirlos descubro que se ha girado para escuchar al sacerdote empezar la ceremonia. Los invitados se sientan y camino hasta el banco más cercano para imitarlos. No debería estar aquí, tampoco es que planee levantarme e impedir la boda; soy tan cobarde que no podría ni intentarlo.
Creo que nunca volveré a pisar una iglesia sin romper en llanto. Repito los rezos de forma automática y permanezco callada en los que no sé, es decir, la gran mayoría. Al menos, no soy la única llorando, las de amigas de Marina están unos bancos más adelante y también lloran; estoy segura de que la mayoría lo hace por no ser ellas las que se casan y no por la alegría de su amiga.
¿Cómo sobreviviré?
El dolor en el pecho es tan grande que me hace sentir un enorme agujero y quiero golpearme en el centro para apaciguarlo. Las lágrimas no dejan de salir ni por un minuto y termino por colocarme mis enormes gafas de sol. La pareja que está sentada a mi lado me mira con curiosidad, el uniforme del trabajo desentona con la boda de clase alta que presencio.
Sofía estará muy decepcionada de mí cuando se entere, pero a nadie más le interesa lo que haga o deje de hacer con mi vida. León era mi amigo, lo único que necesitaba...
He construido mi soledad de forma infranqueable.
Dicen sus votos... ¿No pueden limitarse a repetir los de siempre? No, claro que no. León es demasiado creativo y le dice algo tan dulce que arranca suspiros entre las primeras filas . Menos mal que no alcanzo a escucharlos, pero la sonrisa de Marina me taladra el corazón.
Miro el anillo de compromiso en mi mano y una nueva ola de lágrimas me embiste. Soy patética, lo sé; pero no he logrado quitármelo sin que me sienta rota.
¿Por qué? No dejo de preguntarme aquello sin importar toda la terapia que Sofía me ha obligado a llevar, todavía no encuentro la respuesta.
Acaricio el anillo con los vítores de alegría resonando a mí alrededor por la feliz pareja que acaba de sellar su unión con un beso.
Mi mano izquierda es una oda a la tristeza y las promesas rotas. Una risa triste escapa de mi boca al ver el tatuaje con medio corazón que tengo justo debajo del dedo pulgar. Una vez se completó con el tatuaje de alguien más, pero él también se ha marchado. Sofía insistió mucho tiempo en que sólo me fijé en León porque me recordaba al chico que posee la otra mitad de mi tatuaje, es absurdo.
Limpió las lágrimas con el dorso de la mano y me levanto capturando los ojos cafés claros que solía mirar todas las noches antes de dormir. Consigo sonreír y me marcho antes de que haga una locura. Comienzo a sentir ese molesto hormigueo recorriendo mis dedos, el mismo que me obligaba a llamarle cada noche a León y rogarle que regresara. Y él lo hacía, regresaba a mí y a la mañana siguiente volvía a desaparecer. Fueron meses así, meses con y sin él. Un círculo obsesivo de repeticiones dolorosas que acabaron conmigo...
Ya no sé quién soy, no lo sé.
—¿Aura? ¿Qué haces aquí?
Uno de los mejores amigos de León me descubre, mi respuesta es huir de ahí, correr con todas mis fuerzas, escapar. Quisiera que mis piernas pudieran llevarme lejos del dolor, pero está en mi pecho y me doblega, arde.
El aire fresco está cargado de melancolía, me provoca un molesto ardor al descender hasta mis pulmones. Me detengo unas calles adelante y me recargo en la pared para apaciguar el galope desbocado de mi corazón. Las lágrimas me dificultan ver con claridad, no quiero sollozar; arranco las gafas como si fueran las responsables de mis malas decisiones. Detesto ser tan llorona, es uno de mis grandes defectos y, al menos, intento hacerlo en silencio, pero el dolor... me estrangula, me pisotea y acaba con todo lo que he sido. No puedo respirar, me siento derrotada, y caigo de rodillas presa de la ola de sentimientos que he padecido durante estos meses grises.
Quiero arañarme el rostro, pero le he hecho una promesa a Sofía. Me contengo por ella, no por mí. No puedo arruinar la confianza de la única persona a la que le importo y clavo las uñas en el pantalón. Ya he pasado la etapa en la que quiero que todo sea una pesadilla, sólo me queda aceptar la realidad con la que continuaré viviendo.
El cielo nocturno está nublado y la humedad impregna el ambiente. Tengo que regresar sobre mis pasos para ir por mi viejo auto que estacioné lejos. Era demasiado fácil identificarlo rodeado de los automóviles de lujo que conducen los familiares de Marina como para dejarlo cerca. Evito la calle que conduce hacia la Iglesia y, con la mirada fija en la punta de mis botines, llego hasta mi automóvil. Observo mi lastimero reflejo en la ventanilla, los ojos hinchados se esconden con las sombras, pero hay algo en mí que grita lo miserable que soy.
Suspiro, sólo me queda regresar a mi solitario departamento y echarme a ver series en Netflix con un bol de palomitas de maíz. Podría ir a casa de Sofía, pero no quiero recibir una reprimenda tan pronto o las miradas de lástima de sus padres.
La pobre chica que no puede superar a su ex novio, eso es lo que todos piensan. La realidad es diferente, no sé en qué forma, pero lo es. Mi psicóloga insiste en que es un tipo de dependencia emocional muy fuerte y Sofía está de acuerdo con ella. Yo... no sé qué pensar, pero León es vital para mí y ahora debo aprender a vivir sin él.
Enciendo el automóvil y vago por las calles sin rumbo fijo. No quiero llegar a enfrentarme a las cuatro paredes vacías que me esperan y no deseo ir a la fiesta de Marina y León. No es que me invitaran, pero sé que Marina no me sacaría y León... No sé qué haría León, es un sentimiento ambivalente. Por un lado, sé cada reacción de su rostro y su significado, incluso la mirada más fugaz puedo interpretarla a la perfección. Y, por otro, sé que hay una parte de él que me ha escondido. Porejemplo, no sé cómo consiguió engañarme tanto tiempo con Marina sin que mepercatara o cómo logró continuar viéndome durante los meses de su compromiso.
A veces me convenzo de que León fue sobornado por la excelente posición económica de Marina, como hija del dueño de una importantísima agencia de publicidad a nivel nacional, y en otras ocasiones... Sacudo la cabeza y estrujo el volante hasta que los nudillos se vuelven blancos. No quiero pensar en la otra opción.
Necesito odiarlo, pero no puedo. Soy incapaz de gobernar mis sentimientos y apesta, en serio. Perdí el control de ellos casi cuatro años atrás cuando intercambié algunas palabras con León, en la universidad, y temo que nunca lograré decidir de nuevo sobre mis acciones. Es como si él fuera el titiritero y yo la perfecta marioneta; debo odiarlo y no sé cómo hacerlo.
Mi celular recibe un mensaje, me estaciono y leo en silencio detestando que por un instante añoré que fuera León.
Fede: ¿No vendrás? Tengo una cerveza oscura con tu nombre.
Es Federico, el tío de León y que, pese a eso, lo detesta. León le pidió un préstamo hace algunos años y se ha negado a pagarle; delante de toda la familia ha dejado a su tío como un mentiroso. Supongo que desde ese momento debí percatarme de que algo no estaba del todo bien en el comportamiento de mi entonces novio, pero... el amor no es ciego, es bruto.
Federico ha abierto un bar que se llama Arabella y es su inauguración, en el mismo día de la boda de su sobrino. No planeaba ir, pero no hay nada mejor en mi agenda y Netflix puede consolarme mañana.
Aura: ¿Me envías de nuevo la dirección?
Fede: Esa es la actitud, nena.
Río, es gracioso recordar al hombre alto y de cuerpo atlético entrado en sus cuarenta y tantos años llamándome nena, pero siempre lo hace.
Consulto la dirección y activo el GPS del celular. La ciudad de Mérida no es muy grande, pero algunas calles de la ciudad pueden convertirse en verdaderos laberintos si tienes un sentido de ubicación tan pésimo como el mío. Arabella está apenas a ocho minutos, según el GPS.
Me emborracharé, decido triunfal. Lo que es muy sencillo porque tengo una tolerancia muy baja al alcohol y pongo en marcha mi Tsuru dorado que va sacudiéndose hasta el bar.
☆★☆
Es una mala idea.
Me arrepiento, pienso en irme, pero no puedo retroceder porque otro automóvil se ha detenido detrás de mí en la fila hacia el valet parking. A regañadientes, entrego las llaves al amable chico, que me abre la puerta del automóvil, y me dirijo hacia la entrada del bar.
Examino el sitio, para ser justos es un restaurante bar con música en vivo y no un simple bar. Federico ha invertido los ahorros de su vida en Arabella y le ha hecho una promoción masiva por varios meses creando gran expectación. Además, por lo poco que he hablado con él sobre el lugar, sé que ha puesto muchísimo empeño en hallar una banda competente para los tributos de artistas famosos. La mayoría de la música será en inglés porque la ciudad es así, tenemos una estrecha relación con ese idioma al ser una ciudad turística.
—¿Reservación? —me pregunta la chica de la entrada.
—Soy amiga de Federico —contesto.
La chica me observa por arriba de sus anteojos alargados que me recuerdan a los ojos de un gato.
—No me digas...
Estoy agotada y sin ánimos de pelear. Me dispongo a marcharme cuando escucho la voz de Federico llamándome desde la entrada. Miro con autosuficiencia a la chica de los anteojos y levanto la barbilla al pasar a su lado.
—¡Pensé que no vendrías, nena! —grita para hacerse escuchar sobre el enorme barullo que hay en el interior.
—¡Yo igual creí eso!
Federico sonríe y me guía hacia la barra, deteniéndose por momentos a saludar a algún amigo. Es un hombre muy agradable, así como apuesto, y me es difícil comprender que siga soltero, aunque le he conocido algunas novias.
—Las mesas están llenas —explica, levantando de nuevo la voz, al detenernos al lado de los asientos altos de la barra—. ¿Te molesta quedarte aquí?
—No, está muy bien.
La luz arriba de mí revela mis ojos marrones hinchados. Federico se cruza de brazos y lanza un sonoro suspiro audible sobre la música.
—¿Fuiste? ¿En serio, Aura?
Me encojo de hombros, no espero que nadie me entienda...
—Necesitaba verlo.
Federico niega con la cabeza y le pide al encargado del bar que me sirva una cerveza oscura, mi favorita. A veces siento que me ha adoptado como la hija que todavía no tiene, estoy segura de que algúndía será un maravilloso padre. Además, es el único miembro de la familia de León que me aprecia, pues los demás están convencidos de que he sido la causante de aquel comportamiento posesivo de mi ex novio.
Por otro lado, Federico y yo tenemos en común el ser las ovejas negras de nuestras familias.
—Pide lo que quieras, invita la casa —señala entregándome un menú—. ¿Te gusta cómo suena?
—¿Qué me invites la cena? Claro.
—¡No! La banda que está tocando...
Apenas puedo verlos por arriba de las personas que se interponen entre el bar y el escenario, pero al pararme de puntillas alcanzo a ver una mata de cabello rizado oscuro que me eriza de pies a cabeza. Federico nota mi sobresalto y ríe... ¡Se está riendo de mí!
—Sólo se parece a León de lejos y en el cabello —dice—. No te preocupes.
—No lo hago —miento—. Suenan bien... ¡Oh, esa canción!
Los gritos en el bar hacen vibrar las gafas oscuras sobre la mesa y el vocalista comienza a cantar Sex On Fire de Kings of Leon.
—Apenas se conocieron hoy por la mañana y míralos —diceorgulloso.
—¿Todos?
—No, tres llegaron de la capital y los demás se conocieron hace una semana...
—¿Eso que se escucha es un violín? —pregunto incómoda, no quería escuchar más violines en la vida.
—Sí, la novia del guitarrista es violinista.
—¡Vaya! Nunca creí que esta canción se escucharía bien con un violín de fondo.
Federico está complacido con mi opinión, porque sabe que me encanta Kings of Leon, y se marcha para saludar a una guapa chica de largas piernas. Al fin me dejan la cerveza sobre la barra con una pequeña disculpa por la demora, pero no puedo enojarme porque el lugar está abarrotado de personas.
La decoración es en tonos rojos oscuros, cafés y negros con grandes paneles de manera cubriendo las paredes. Del techo cuelgan delgadas lámparas que desprenden una tenue luz amarilla sin romper la perfecta cúpula de ambiente que se ha formado en el establecimiento. Sin embargo, puedo asegurar que la electricidad que llena el lugar es por la banda y no por la decoración. El vocalista es decente, no el mejor que he escuchado, y no sé si es atractivo o no porque no alcanzo a verlo, pero los instrumentos suenan muy bien.
Vuelvo a observar el medio corazón que llevo sobre la piel para toda la vida y suspiro. Dimas tocaba la guitarra y se marchó para estudiar una licenciatura en música. Me iba a ir con él, en contra de los deseos de mi madre y hermana, pero no lo hice... Y aquí estoy, él nunca sabrá el motivo por el que no me fui y está bien. Esun secreto que no me corresponde revelar, sino que pertenece a Sofía y jamásromperé la promesa de mantenerme en silencio. Eso no lo haría ni por León,Dimas, ni nadie más; Sofía es mi pilar, la mejor amiga que cualquiera podríadesear y no la traicionaré.
Dimas, pensar en él continúa doliendo como a los dieciocho años cuando perdimos contacto. Aquello León lograba aminorarlo, pero continuaba ahí. Me pregunto si lo mismo sucederá con León, si continuaré sufriendo por él o lograré enterrarlo. No lo he conseguido con Dimas... No sé si lo conseguiré algún día, pero no eliminaré el tatuaje, es un recordatorio de las estupideces que he hecho.
Menos mal que no me tatué un nombre...
Las cervezas desfilan frente a mí, una tras y otra. Las termino apenas disfrutando del sabor porque lo que deseo es dejar de pensar. La música es fuerte y la siento vibrando dentro del cuerpo. Canto, tan mal como sólo yo puedo cantar, no importa porque aquí todos cantan horrible y se creen el siguiente Gustavo Cerati. Las canciones de rock en español de los noventa son el himno perfecto para el corazón roto en plena borrachera y me desgarro la garganta con Caifanes.
Bailo en mi silla con la cerveza en la mano. Federico me sonríe desde el otro extremo platicando con un grupo de chicos y canto más fuerte. La cabeza comienza a sentirse ligera y los bordes de mi visión se difuminan cuando me muevo; es una sensación maravillosa, pero cuando comienzan las canciones de Zoé sé que me derrumbaré en cualquier momento.
Pido otra cerveza, el chico del bar me mira con desaprobación y le saco la lengua; él no vio al amor de su vida casándose con alguien más... ¡Así que el mundo se puede ir al carajo!
Apresuro la siguiente cerveza al tiempo que empieza Labios Rotos y niego a mi inexistente interlocutor, que creo es mi conciencia, sobre mi borrachera y le digo que todavía me falta para estarlo.
Voya cantar... ¡Eso es lo que haré! Empujo la silla con brusquedad y golpeo a unachica que va pasando; me dice algo y la saludo con el dedo corazón. Que se joda, que se jodan todos... ¡Quiero gritar! ¡Me ahogan las palabras en la garganta!
No me gusta la voz del vocalista, lo he decidido... Pero... Pero... la voz de fondo, me siento mal. Es ronca y suave, casi aterciopelada... El suelo se mueve bajo mis pies y Federico llega a tiempo para detenerme antes de caer de narices.
—¡Te estás tomando muy en serio eso de que invita la casa!
Canto a gritos sin importarme la risa divertida de Federico.
—Vamos a la oficina ¿De acuerdo, nena? Recuéstate un rato.
—¡No! ¡Quiero cantar! —chillo mientras me conduce por un lado del bar hacia un pasillo—. ¡Y llorar! ¡Y gritar! ¡Y... Y...! —me froto el rostro para quitarme una lágrima que acaba de caer—. Esa era nuestra canción... ¿Sabías?
—¿Ya te habían roto el corazón?
Le enseño mi tatuaje y asiento tarareando las últimas palabras de la canción. Federico me guía hasta la puerta del final y, al abrirla, encuentro su oficina. Hay varias cajas y sillas todavía con sus bolsas alrededor, su escritorio es de color negro así como la cómoda silla que está detrás. La habitación huele a madera y a nuevo, una combinación exquisita.
—No es el fin del mundo, Aura.
—Aura —repito—, hasta se espera más de alguien con mi nombre. (1)
A un costado hay otra puerta que conduce a una habitación con una cama y una modesta mesita con una silla en un rincón.
—Es para las noches en las que no pueda conducir hasta casa o termine agotado—explica—, no para las cochinadas que debes estar imaginando.
Parpadeo sin comprender porque no imagino nada, pero asiento.
—Descansa un rato ¿De acuerdo?
Vuelvo a asentir y me dejo caer al borde de la cama. Por un momento parece que Federico quiere arroparme como a una niña pequeña; se queda de pie en el umbral, observándome con las manos en la cintura, y luego niega con una sonrisa. Cierra la puerta al salir y me deja en la oscuridad.
La música se puede escuchar un poco a través de las paredes y me hago un ovillo sobre las sábanas nuevas. Las letras de Zoé acarician las heridas de mi corazón.
Existe una magia especial en la soledad de una habitación con el sufrimiento a flor de piel. Sin desearlo, recordé una frase de la novela que le diera a mis padres la idea de llamarme Aura.
—Hay que morir antes de renacer... (2)
Cierro los ojos, no es tan buena idea ser hija de escritores como se piensa y mucho menos cuando quieres ser escritor también.
Estoy perdida, extraviada. No sé a dónde sujetarme para no caer en un vacío del que luego no logre salir. No poseo talento para nada, ni para lo que amo: escribir. Soy como la peste, ahuyento a todos a mi alrededor sin proponerlo y soy yo; y ser yo no es suficiente para abrir los ojos todas las mañanas.
Creo que estoy muriendo, una parte de mí o una vida pasada. Con los ojos cerrados escapan algunas lágrimas al pensar en eso, pero está bien; duele seguir adelante y está bien. Es el tipo de dolor saludable y no el que me produce los arañazos sobre la piel. Aprieto el puño izquierdo contra mi pecho convencida de que todo mejorará, eventualmente lo hará, y el sueño me arrulla con lentitud.
Abro los ojos y observo sus bonitos rizos castaños sobre la almohada. Hay una luz encendida sobre la mesita que me permite ver la espalda de León descansando a mi lado en la cama.
Las lágrimas caen, antes de que intente controlarlas, y toco con temor su hombro. Él se mueve un poco, está durmiendo y me deleito con la calidez que emana de su piel a través de la playera negra.
Una parte de mí sabía que volvería a buscarme y otra rogaba que no lo hiciera porque soy débil. Casi puedo saborear su aroma, envolviéndome entre sus brazos, y sellando el dolor con los labios que anhelo. Pero está casado, hace apenas unas horas lo vi jurándole amor a la madre de su hijo, y ahora está recostado a mi lado. Soy esa sombra que siempre está ahí para cuando la recuerde y decida otorgarle un poco de cariño.
Aparto la mano y mi cuerpo se sacude, confundido. Lo que más deseo es abrazarlo y llorar en sus brazos, pero algo se está agitando en mi interior y comienzo a ver todo con pinceladas de rojo.
—León.
Él apenas si se mueve.
—León... —lo sacudo—. León...
—¿Qué...?
La cabeza me duele y hace que escuche su voz diferente. León vuelve a quedarse dormido y me incorporo sobre la cama.
—Despierta, tenemos que hablar.
Comienzo a sacudirlo del hombro y se agita, pero no se gira.
—¡León!
—¡Minerva, déjame dormir!
¿Minerva? ¿Había alguien más aparte de Marina?
El corazón se comprime en mi pecho y mis manos se cubren de sudor frío. El rojo se aplaca y ahora todo es oscuro. Quiero reírme, pero mis labios están congelados en una fina línea con los puños apretados. No me he quitado los botines bajos que uso para el trabajo y mi pantalón negro está arrugado.
—¿Minerva?
—¿Uhm? Mina, lo que sea, déjame dormir.
Doy largas inhalaciones y lentas exhalaciones, no quiero terminar en la cárcel por homicidio. Me paso la mano por el cabello y se enreda en la liguilla que sostiene mi coleta, la deshago dejando al espeso cabello color chocolate desparramarse sobre mis hombros.
No lo mataría, está claro, pero... ¿Minerva? ¿Cuántas somos?
El alcohol deja de nublarme la cabeza, pero el dolor sigue ahí. La cama está en un rincón contra la pared así que sólo puedo salir de ella por la parte de abajo o tirando a León de la cama. De pronto, esa última idea me parece genial y coloco los pies cerca de su espalda.
—León.
—¿León?
—Soy Aura, no Minerva.
—¿Qué?
Intenta girarse, pero doy una firme patada con ambos pies que lo arroja fuera de la cama y escucho su cuerpo estrellarse contra el suelo. Tengo los puños apretados, sé lo que sigue, siempre peleábamos hasta llegar a lastimarnos y estoy lista, nunca me he sentido más lista en mi vida.
León pone una mano sobre la cama y noto algo debajo del pulgar, pero lo ignoro. Entonces lo veo impulsarse con ambos brazos y me mira con los ojos azules que no olvido. Sólo que León no tiene los ojos azules y, entonces, reconozco la mitad del corazón que complementa mi tatuaje.
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Notas:
(1) Aura es el título de una de las obras más importantes de Carlos Fuentes (Escritor mexicano, ganador del Premio Cervantes). Esa novela inspiró el nombre de mi protagonista. Por eso dice que se espera más de alguien con su nombre, pues Aura es consideraba una de las mejores obras de la narrativa mexicana del Siglo XX.
(2) "Hay que morir antes de renacer..." Es un diálogo muy famoso de Aura en la novela de Carlos Fuentes.
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Nota de la autora:
¡Hola 😊!
¡Hola a los nuevos lectores que han decidido dar una oportunidad a mi primer bebé! ¡Bienvenidos de regreso aquellos lectores que ya conocen la historia! 💜 Espero que disfruten de la novela 🙌🏼 Recuerden, sin spoilers, eh 🙅🏻♀️ Los estoy viendooo 👀...
¡Diviértanse en Arabella! 🖤
Lena ★
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