5.- Uno de los días que entran al ranking de los peores de mi vida.

Uno de los días que entran al ranking de los peores de mi vida.

¿Has visto aquella escena en las películas cuando alguien muere? Donde desgraciadamente las personas están en la sala de espera o les llega una llamada de algún pariente o amigo que les dice que la persona X acabó de fallecer.

Bueno pues lo que sucedió unos meses después fue algo parecido.

Mamá no quería ir al hospital, dijo que no estaría rodeada de gente que ni siquiera conoce si su momento llegaba.

En este caso estábamos en la casa inmensa del horrendo color amarillo, en su habitación y con el resto de familiares en el primer piso, otros que entraban y salían de la habitación en la que ella se encontraba y Ágata y yo, en primera fila junto a mamá.

Estaba conectada a un tanque de oxígeno, y a unos cables que le transmitían suero o algo por el estilo.

La enfermera la miraba o revisaba cada que podía. Se escuchaban murmullos fuera de la habitación, recuerdo al doctor que estuvo ahí, recuerdo a Ágata con pañuelos limpiándose las lágrimas, todo, lo recuerdo todo, cada detalle sin excepción.

Ágata le pedía una y otra vez que no se vaya, que aún tenía una vida por delante, pero no era cuestión de mamá, no podíamos aplastar un botón de reversa, aunque me hubiese gustado hacerlo, no se podía.

Yo no podía reaccionar a nada, mi mano sostenía la suya, que estaba fría como si la hubiese metido al congelador. Solo la miraba tratando de no desmoronarme.

—Ustedes —susurró a penas con fuerza, quería pedirle que no diga nada, porque parecía que estuviese gastando energía, energía que no tenía. Pero a ese punto, que caso tendría pedírselo—. Los amo.

Mamá me apretó la mano, aunque estaba muy débil como para hacerlo con fuerza.

—Son... Lo mejor que me ha pasado —Volvió a decir, con sus ojos a punto de cerrarse.

Fue ahí, hasta ese momento seguía sin creer que era mi mamá quien se estaba desvaneciendo, aun parecía un sueño, un sueño del cual desperté, llevándome a la realidad.

Era mi madre, quien estaba muriendo.

—Ma —La llamé—, no te vayas —Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas sin avisar—, no te vayas.

Su mano dejó de apretar la mía, y fue cayendo de poco en poco. Dio un último suspiro y toda ella se fue soltando, como si de una muñeca se tratara.

Ágata lloraba abrazándola y repitiendo que la ama. Nunca dejé de tomar su mano, lloraba sin parar, no dejaba de hacerlo sin poder aceptar la realidad que me había golpeado.

Mamá murió.

Y no era como lo ves en las películas, no era así de sencillo. Esto se sentía como si una parte de mí también hubiese muerto con ella.

Haberla visto morir fue una de las cosas más difíciles por las que tuve que pasar. Su funeral fue otro martirio.

Y como se lo prometí, había lirios por toda la sala.

Las personas entraban y salían, personas que incluso ni conocía. Se acercaban a mí y me decían que lo lamentaban o que lo sentían, pero no era así. Muchas de ellas ni siquiera me conocían.

Camille había ido, se unió al gran grupo de personas que "lo sentían" sin sentir nada.

En la tarde del siguiente día de su muerte, estaban bajando su ataúd y hundiéndolo en la tierra.

Mamá había pedido que cuando muera planten un árbol sobre su cuerpo, porque tal vez incluso después de la muerte va a seguir —metafóricamente— en el mundo solo que representada en un árbol.

Nadie lo recordó en ese instante y en parte era bueno, no me hubiese gustado que en un momento tan triste me dijeran: "¡Hey Gus! Tu mamá acaba de morir, ve y trae las semillas de un roble, que plantaremos un árbol"

Aunque no sé si me dolía más el hecho de que no le hayamos cumplido su deseo o que me pidieran que traiga semillas.

Había una cena en la misma casa otra vez, donde pareciese que nadie murió porque al menos la mitad de las personas comían tranquilamente, o incluso reían un poco. Ágata hablaba con todos atendiéndolos y uniéndose al grupo de ignorantes que lo lamentaban.

Aunque ella sí lo lamentaba en serio.

—Tranquilo hermano —habló Seth quien estaba junto a mí, me dio un par de palmadas y esbozó una sonrisa de labios—, todo pasará.

Se lo agradecí, luego Camille se colgó en mis brazos y me llevó a otro lugar, lejos de Seth. En parte él tenía razón, Camille hacía lo imposible por alejarme de mi mejor amigo.

—Están discutiendo, quieren hablar contigo para saber qué pasará con la casa —Me avisó llevándome hacia donde estaba Ágata.

Había varias personas que en ese momento se encontraban hablando de la casa de mamá, si la venderemos o nos pasaremos a vivir en ella, había alguien que estaba dispuesto a comprarla. No soporté ni un minuto más y salí de ahí.

—¿A dónde vas? —preguntó Camille tras de mí. No le di ninguna respuesta, solo estaba dispuesto a irme.

Mamá murió y estaban preocupados en una maldita casa, parecía una broma, en serio.

Llegué a la estación de autobuses y subí en el que me llevaba de vuelta a mi departamento.

Otra vez se tardó una hora y media, con el paso del tiempo ya había oscurecido. Al llegar, mi casa estaba hecha un desastre.

"La vida que llevas es de un total fracasado"

"Quieres que viva momentos dignos de ser contados"

"Son lo mejor que me ha pasado"

Las palabras venían a mi cabeza, se repetían una y otra y otra vez.

Salí al balcón y me senté en el suelo apoyándome en las rejas y llevando mis manos a mi cabeza. Todo me estaba matando, las promesas que nunca se cumplieron, los pésames falsos, las personas que ni quiera sabían al funeral de quien estaban asistiendo.

Todo, todo era falso. Mi mamá debía de haberse sentido ofendida frente a eso, porque yo me sentía así.

—Sé que no soy la persona indicada, y tal vez esté equivocada pero, lo lamento —dijo una voz, levanté la mirada girándome en busca de quien sea que haya dicho eso.

—No sabes lo que lamentas.

Era Audrey quien estaba, no junto a mí, pero sentada en el piso de su balcón que quedaba junto al mío y en donde la podía ver a través de las rejas.

—Está bien no sé lo que lamento con exactitud, pero estás vestido con traje negro, cosa que jamás he visto en ti —Analizó y sonreí inconscientemente mientras negaba con la cabeza—, y te he escuchado llorar estos días —Ella me miró y se alzó de hombros—. No me mires así, te dije que nuestras paredes son baratas y se escucha todo.

Negué con la cabeza esbozando una media sonrisa.

—No lo lamentas, Audrey, no te unas al grupo de personas que sienten sin sentirlo —Le pedí sin mirarla.

—Lo lamento Gustave, sí, tal vez no conozco a la persona que ha fallecido, pero lo lamento por ti, porque nadie debe pasar por algo así, nadie debe ver morir a ninguna persona. Lamento lo que ha sucedido, es una pena lo que estás pasando.

Nos quedamos unos segundos en silencio, ella hablaba en serio y se la oía más sincera que cualquier otra persona que he escuchado en el día.

—Gracias.

—No hay de que —Volvió a verme otra vez.

Nos quedamos en silencio de nuevo por unos segundos.

—Me aseguró que todo estaría bien, ha mentido de una manera cruel —confesé recordando a mamá, el día que me dio la noticia.

—Está bien ahora, supongo. Siempre he creído que al lugar que vayamos, estaremos bien, no habrá dolor, ni sufrimiento ¿No crees?

Asentí con la cabeza un poco dudoso, mamá aseguró que estaría bien, supongo que hablaba de ella misma.

—No soy buena animando pero la señora Simons ha horneado otro pastel y lo ha dejado en la ventana de nuevo —habló rompiendo el silencio.

Sonreí soltando una ligera carcajada.

—Nuestra relación también se basa en robar pasteles ¿verdad? —pregunté y ella negó resignada.

—Sí, sé feliz lo he aceptado. Muévete que quiero pastel.

Me puse de pie, a punto de hacer otra locura con Audrey, hasta que alguien golpeó la puerta de mi casa. Me giré de inmediato con una mueca de disgusto.

—No entiendo para que tenemos un intercomunicador si A-J nunca nos avisa que tenemos visitas —Me quejé y Audrey rió.

—A-J odia su trabajo y lo sabes. Bueno nuestro robo quedó para otra —Ella se alzó de hombros y sonrió—. Adiós Gustave.

—Adiós Audrey.

Entró a su casa cerrando la puerta de su balcón, y luego yo hice lo mismo. Caminé hasta mi puerta y vi por el picaporte.

Era alguien que estaba vestido de negro al igual que yo. Abrí la puerta dispuesto a ahuyentar a quien sea que haya venido a verme.

—Si es por la casa, hablen con Ágata, ella lo solucionará —dije abriendo la puerta.

El hombre se giró dejándome saber quien era, era un poco adulto, llevaba unos grandes anteojos y tenía un problema en el ojo derecho. El bizco.

—Lo siento Brad —Me disculpé.

—Oh no, no hay problema Gussy —dijo él esbozando una sonrisa—, discúlpame a mí si he llegado en un mal momento.

«Estaba a punto de robar un pastel con mi vecina que está desgraciadamente buenísima, sí fue un mal momento» pensé.

—No tranquilo no hay problema —Asentí con la cabeza—. ¿Quieres pasar?

—No quiero incomodarte, he venido a dejarte algo —Brad se agachó tomando una caja, mediana que tenía una gran moño encima—. Tu mamá me pidió que te lo de en cuanto ella... —Hizo una pausa y luego frunció los labios.

—Muera —completé ya que él no podía, se limitó a asentir con la cabeza, me pasó la caja y sonrió.

—Ten cuidado —Me pidió—. En fin que te vaya de lo mejor Gussy.

—Sí igualmente.

—Lo lamento —Llevó su mano a mi hombro y me miró con una sonrisa triste.

—También lo lamento, la querías, era tu mejor amiga.

—Sí —afirmó asintiendo con la cabeza—. Espero verte pronto.

—Yo igual, adiós —Le sonreí y luego cerré la puerta.

Caminé hasta la sala de estar y dejé el regalo en mi mesa, estaba a punto de abrirlo cuando el teléfono sonó.

Corrí a mi habitación en donde estaba, al contestar era Ágata.

—¡No puedo creer que me hayas dejado sola! —gritó furiosa.

—Vale, lo siento Ágata, cálmate —Le pedí.

—¡Te pasaste Gustave!

—¿Y qué? ¿Querías que me quede a subastar la casa de nuestra difunta madre?

—No te estaba pidiendo eso, solo quería que me acompañes, a mí y a los demás.

—Ni que los demás hubiesen querido mi compañía —Siguió quejándose de no sé qué cosas, pero poco me importo y le colgué.

Me tiré a la cama totalmente agotado, mis ojos me pesaban al igual que mi cuerpo.

A los pocos minutos me quedé completamente dormido.

Durante la noche a pesar de haberme dormido no descansé en paz me movía de un lado a otro, lleno de pesadillas y cosas así.

Un ruido en mi sala de estar hizo que me levanté de golpe, noté que ya había amanecido. Me levanté somnoliento y caminé, abrí la puerta y salí de la habitación.

Caminé un poco mas hasta llegar a la sala de estar.

—¿Qué diablos?

Había varias cosas que estaban en el piso, y que no recuerdo que estén así, la tierra de una planta estaba regada por doquier, agua regada y todo más desordenado que antes.

Y luego una bestia peluda apareció de atrás de mi sillón.

—Puta. Madre.

N/A

Vale, no soy mucho para hacer esto de las notas de autor porque en si nadie las lee jajajaja

En fin espero que les esté gustando.

Voten y comenten

-C.B.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top