20.- El reflejo de la pecera

El reflejo de la pecera

Sus ojos se posaron en mí y se movían de arriba a bajo, escoltados por esa media sonrisa que me mostraba que quería soltar una carcajada al ver mi estado, luego al terminar de examinarme, su mirada se plantó en la mía que tampoco cesaba de observarla ¿cómo podía no hacerlo?

Una suave risotada escapó de sus labios. Y luego los frunció sin abandonar esa alegría de su rostro.

—¿Me dejas adivinar? —pidió, aún si le dijera que no, hubiese soltado su teoría—. Vale, son las cuatro y tú estás con traje y tú traje tiene crema, tu cabello tiene crema, tu cara tiene crema y llevas tu mochila con Des dentro, parece cangurera —Rió un poco—. Y... traes una de las películas de Seth, y tienes una cara única de despecho y —Hizo énfasis en esa última palabra—. No sé que pasa, quiero escucharlo.

Reí levemente mientras giraba mi cabeza.

—Hola Audrey, un gusto verte como siempre —saludé, no nos habíamos ni saludado.

Llegué a mi casa y sin nada que hacer tomé una película del montón que había traído Seth semanas atrás, no me cambié de atuendo, no dejé a Des, no hice nada más que tomar la película, salir de ahí e ir a casa de Audrey.

Bueno luego ustedes saben lo que pasó. Andrey me dejó entrar mientras le iba explicando todo lo que sucedió en la fiesta de Gustave y todo.

—No te dijeron nada, literal, solo te fuiste y ya —afirmó, asentí con la cabeza aunque ella no pudiera verme ya que fue a la cocina a hacer palomitas de maíz, de esas que vienen en bolsas y solo se deben meter en el horno microondas.

Luego de unos segundos apareció con un tazón verde lleno de palomitas. Se sentó en su sillón cruzando las piernas como indio, mientras que yo tomé asiento frente a ella en su mesa de centro que contaba como un sillón más.

—Papá no es una persona muy... no lo sé inteligente —Me alcé de hombros—. Creo que no sabía que responder.

—A menos que se haya aceptado que tenías razón, tal vez recapacitó y se dio cuenta que estaba mal.

Comió un par de palomitas que tenía en la mano mientras se alzaba de hombros, solté una risotada sarcástica. Papá no iba a recapacitar ni aunque le pagarán.

—Audrey eso es imposible créeme —Miré el tazón y sonreí algo burlón—. Tan imposible como encontrar palomitas que no estén quemadas en el tazón.

Ella miró el tazón y luego me miró mal. En todo el tazón dominaba el color negro y sus derivados.

—No te quejes —Me señaló para lanzarme algunas—. Y Gustave —Hizo una pausa haciendo que la mire luego de llevarme a la boca un par palomitas quemadas—. Es tu papá, jamás dejará de serlo, una pelea más o menos, las cosas pueden cambiar, si tú quieres que sea así.

—O sea que el hecho de que mi papá dejé de ser un idiota está en mis manos —respondí sarcástico, Audrey me miró molesta, tenía razón, fui algo grosero, así que tomé un puñado de palomitas y me las metí a la boca, tratando de disimular la vergüenza que sentía.

—No, en tus manos está el que puedas dejar de ser un idiota —¿Ustedes creían que esta chica se iba a quedar de brazos cruzados? Si es así, se nota que no la conocen.

Me reí, no por contradecir lo que dijo, ni para burlarme de ella. Simplemente me reí como un impulso que estaba esperando ansioso por salir. Involuntariamente, de manera inevitable.

—No es gracioso —dijo ella igual riendo y tomando el tazón de palomitas. Sí, tampoco es que me haya parecido gracioso. Mi incontrolable risa nerviosa.

Ella se alejó hacia la cocina. Supuse que fue para hacer palomitas que no estén tan quemadas, y me dejó en la sala de estar. Analicé la sala de estar por unos segundos, mientras paseaba mi mirada por toda ella, todo era normal. Las cosas estaban tal y como las recuerdo, hasta que vi el pasillo de las habitaciones. Había un reflejo, causado por la luz del sol que se filtraba por la ventana. Algo celeste era lo único que podía ver. La curiosidad me arrastró hacia eso, que hasta el momento no sabía que era, antes me giré a ver si Audrey me estaba mirando o no. Cosa que no hacía.

Caminé hasta la habitación aún con Des en mis brazos ya que se había quedado dormido en la mochila. Abrí lentamente la puerta volviendo a girarme a ver si estaba ella. Al no estar entré.

Era un estudio. Sus paredes blancas con un par de cuadros. Estaba su computadora y varios libros, un par de lámparas, algunas cajas y un escritorio. Junto a la ventana había una pizarra de corcho. Es usual, las chicas las tienen y ponen fotos de ellas con tachuelas.

El problema es que solo había una foto y al rededor de ella había un montón de tapas de gaseosas aplastadas y perforadas para que entre la tachuela y se queden plasmadas en la pizarra de corcho. Había un montón de varios colores y con tachuelas rojas.

Bajo de la pizarra había una pecera.

«¿Tiene peces?»

Era espaciosa, de agua clara y cristalina, en el fondo flotaban piedras pequeñas moradas, había plantas regadas al rededor y un castillo de plástico en una esquina. Por todo ese lugar se paseaban cuatro peces dorados. En el cristal frontal de la pecera estaban escritas cuatro letras con marcador permanente.

E
R
S
T

Traté de encontrar algún significado, pero no podía, era como un código. Un código imposible de descifrar. Levanté la cabeza y planté mi mirada en la fotografía del centro de la pizarra.

Era Audrey usando una chaqueta verde con una cadena plateada que se notaba a simple vista. Su cabello estaba suelto como siempre y llevaba una gran sonrisa en los labios, tenía a un perro, más grande que Des, de color caramelo y había un chico junto a ella que igual estaba sonriendo y sujetando al perro que estaba en medio de ambos. Era castaño, casi rubio por decirlo así. Traía una sudadera azul y tenía unos irreconocibles ojos verdes.

—¿Ya te cansaste de mirar? —Escuché a Audrey tras de mí con cierta molestia.

Inmediatamente me giré dando un salto haciendo que Des se despierte. No sabía que decir, y mucho peor no sabía que tan grave era el hecho de haber descubierto eso de lo que no tenía ni la menor idea de lo que fuese.

—Yo... —balbuceé ideando algo para poder decir—. Solo... —Y ahí va el Gustave idiota de siempre—. ¿Qué es todo esto? —Debía disculparme lo sé.

—Algo que no debías ver —respondió ella molesta entrando a la habitación lentamente.

—Hablo en serio —solté—. No sabía que tenías peces, y qué es lo del tablero, y la foto. Y todo.

—Cosas Gustave. Son sólo cosas. Tanto como un escritorio o una computadora. ¡Simplemente son cosas!

—Las cosas tienen mucho significado para ciertas personas. ¿No querías a Des porque tienes peces? —pregunté al final frunciendo el ceño algo confundido. Ella frunció sus labios y la nariz, molesta. Superó todas las veces que la he hecho enojar.

—Tú no sabes las malditas razones por las que no quería a tu perro. ¡Empezando porque es tu perro! ¡Y no Gustave! Son sólo cosas.

—Mientele a otra persona con eso.

—Es una pecera. Peces. Un tablero decorado y una fotografía. ¡Nada más!

—¿Las letras de la pecera? ¿El de la fotografía? ¿El perro? —Decían que era tan pero tan necio, que si quería algo usualmente lo conseguía. Bueno esa es la prueba de lo imbécil y necio que era. Sabía que Audrey estaba molesta. Pero poco me importaba.

—Es alguien. Es un perro y son letras. Fin.

—Sí Audrey yo también me saco miles de fotos con desconocidos. Todo el mundo tiene tableros de tapas. Todo el mundo esconde cosas así por así.

—Es alguien y ya.

—No lo es. Es más importante que alguien y ya.

—Déjalo.

—¿Quién es?

—Que lo dejes maldita sea —Audrey me empujó molesta apretando sus dientes.

—No, solo quiero saber qué es todo esto. Está tan oculto. No quieres que nadie lo sepa. Que diablos estás escondiendo, si no tuviera tanta importancia te diera igual decirlo, te diera igual todo esto, pero no es así, te importa lo suficiente como para enojarte de esa... —Me interrumpió, haciendo que me callara, y soltó una bomba que simplemente no la veía venir.

—¡Es mi hermano, idiota! ¡Es mi hermano! Ahora cierra la boca.

¡Bum!

El silencio se plantó entre nosotros. No sabía que decir. Y todo se fue abajo cuando ella empezó a llorar. Tal vez de impotencia o de ira. Y de la misma manera todo mi ser se hundió.

No sabía hasta que punto pude ser tan insoportable para que Audrey explotara. Y peor, ¿Cómo se supone que puedo solucionar algo así? No tenía la menor idea de que hacer. Así que fue un impulso más que nada. Me acerqué y la rodeé con mis brazos.

Conociendo a Audrey Blakeway lo más seguro era que me golpearía y me dijera que me vaya a la mierda. Me echaría de su casa y no me volvería a hablar en su vida. Es lo que esperaba, es lo que estaba bien. Pero el abrazo se alargó. Ella se apegó a mi pecho por completo y lloró un poco más.

Ninguno de los dos hizo algo. Solo nos quedamos de pie. Juntos. Hundidos en el silencio.

Así que a penas abrí la boca para vocalizar una frase.

—Yo... Audrey lo sien... —No me dejó terminar y de inmediato me interrumpió.

—No, Gus. No lo sientes. Así que no te unas al grupo de personas que sienten sin sentirlo.

¿Escucharon eso alguna vez? No sabía lo jodida que es esa frase y más aún cuando tratas de consolar a alguien que has dañado.

—Lo siento porque que nadie debería pasar por algo así —¿Qué más podría decir? Y es que todo se estaba cayendo a pedazos y era imposible poder recogerlos todos y ponerlos en su lugar.

Audrey Blakeway me parecía la chica más fuerte emocionalmente que podría haber conocido en toda mi vida. Pues en ningún caso me hubiese visto sentado en el piso de su estudio, con ella apegada en mi hombro, mudos por los recuerdos que atormentaban su mente.

Ninguno mostraba expresión alguna, pero te bastaba con ver a Des que lloraba en silencio a nuestro lado. El hablaba por ambos.

Y con un poco de tiempo perdí la noción del tiempo y sólo nos hundimos en la oscuridad de aquella noche. Ninguno quiso prender las luces e iluminar la escalofriante habitación, solo dejamos que las lámparas de la calle entren y sigan provocando ese reflejo con el agua de la pecera.

—Nadie lo sabe. Nunca se lo había dicho a nadie. Y básicamente tampoco han preguntado —Soltó derepente llenando ese largo silencio.

—¿A qué te refieres? —murmué mirándola levemente.

Ella sonrió, una sonrisa de labios, algo triste, algo común. Como si nada estuviese pasando.

Fue cuando por fin luego de una lluvia de palabras resumidas en una historia, supe quien realmente era Audrey Blakeway.

N/A: hola. Aun no he muerto 0: han pasado un montón de cosas y una crisis mental que me impidió hacer algo bueno.

1. Publicaré pronto o trataré de hacerlo... porque perdí la aplicación y ahora debo escribir en línea cosa que es molesto.

2. LMPDG ganó los Carrot Awards. No lo veía venir. Fue algo parcialmente inspirador.

Si aún existe alguien, gracias por leer (:

-C. B.

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