21- El ídolo que se alimenta de sangre.
«Bajo el azul triunfal, al sol resplandeciente,
el tirreme de plata encanece el río negro,
y su estela deja un perfume de incensario,
con sones de flauta y estremecimiento de seda».
Roma y los bárbaros. Los trofeos,
José María de Heredia[*]
(1842-1905).
—¡Me resisto a dejarte ir, mi amor! —Y el mafioso cubrió a Danielle con el cuerpo.
El dosel que había alrededor del lecho ondeaba con la fresca brisa de la madrugada como si fuese una bandera y le rozaba la cara a la muchacha. Y el vibrante perfume de las rosas rojas liberaba la pasión.
—¡Yo no deseo irme, vida mía! —Fogosa, le rodeó la cintura con las piernas—. ¡Me quedaría enredada a ti para siempre!
El delincuente le clavó la vista. Le traspasaba la carne, los músculos y el hueso hasta llegarle al alma.
—Sé que no debería mencionarlo ahora, pero... Sabes, Danielle, que si volvemos a nuestra época deberemos tomar decisiones difíciles. Y, cualesquiera que sean, nos traerán dolor —titubeó: hasta ahora ambos evadían la realidad y se sumergían de lleno en la fantasía que vivían, en esa especie de tierra temática de Disney en la que se hallaban—. ¡Pero no tenemos por qué regresar, podemos quedarnos a vivir aquí!
—Te confieso, corazón, que yo también lo he pensado y me tienta hacerlo. —La joven buceó en la mirada azul del hombre, idéntica a la suya—. Y entonces, cuando me dejo llevar por la idea, recuerdo a los trillizos y a mi abuela... y a los demás. Creo que no sería capaz de hacerles esta jugada, pero luego tú me besas, me haces el amor con cada parte de ti y ya no pienso en otra cosa. ¡Anhelo tenerte a mi lado en todo momento! Esta aventura lo ha cambiado todo. Nos ha hecho despeñarnos hasta el fondo del abismo y nos hemos percatado de que podíamos asumir cualquier prueba si caminábamos juntos de la mano. Yo tampoco puedo separarme de ti, vida mía, y no me explico cómo antes vivíamos cada uno por su lado.
—Te entiendo, cariño. Durante meses intenté que lo comprendieras, aunque reconozco que fallé en las formas. —Se interrumpió para besarla con el amor que lo desbordaba por dentro; ni siquiera en sus mejores instantes como pareja los había embargado la amplia gama de emociones que ahora los arrasaba, igual que si fuesen navíos en medio de una tempestad—. Pero piénsalo, no tenemos por qué regresar, aquí somos muy felices y nos hemos adaptado a esta vida.
—Sabes que pronto Octavio acabará con esta civilización y que convertirá estos territorios en una provincia romana, no sé si las revelaciones de Cleo podrán impedirlo. Es cierto que le ha proporcionado la lista de errores a Marco Antonio. Pero él es muy visceral, podría cometer otros tan graves como estos y desencadenaría el mismo final —le advirtió la chica y le pasó con delicadeza las uñas por los bíceps de gladiador—. ¿Dónde nos dejaría, entonces? ¡Compartimos un sueño que se convertirá en pesadilla! Una burbuja de jabón que pronto explotará. El Antiguo Egipto no es el mejor lugar para encontrar una existencia tranquila y vivir el amor en plenitud.
—Tengo la sensación de que ya lo hemos cambiado todo, mi amor. —No siguió porque la muchacha le pasó la lengua por el cuello y luego le recorrió con ella el rostro, hasta llegarle a la boca y jugar con los labios; habían hecho el amor durante toda la noche, casi no habían dormido, pero aun así la pasión se encendía de modo mágico al menor roce, igual que aquella columna de fuego que había aparecido de la nada en el Oráculo de Siwa—. Si tú te quedas aquí conmigo me bastará. Sé que los niños están bien cuidados y reconozco que soy un mal padre al confesártelo, pero te amo más que a nadie y que a nada en este y en cualquier mundo, Danielle. ¡Por ti soy capaz de olvidarme de los trillizos para seguir adelante juntos!
Y no continuó porque la médium se le escurrió de debajo del cuerpo y gateó por encima de él. Se quitó la tela transparente que la cubría a modo de camisón y se reclinó sobre el hombre para rozarle el pecho desnudo con el largo cabello rubio. Él se estremeció sin control. Luego la atrajo hacia sí, le devoró los labios con desenfreno y se deleitó con el sabor a naranjas frescas, con el perfecto grosor, con el aroma de las uvas que le perfumaba el aliento. Ella era el agua que tanto ansiaba durante su primera caminata en solitario por el desierto. Y, lo más importante, no constituía un espejismo provocado por la sed del deseo, pues la chica también lo anhelaba y se encontraba en la misma frecuencia de onda.
Cuando la muchacha lo guio dentro de sí y se movió con los ritmos de la primitiva danza del amor para tentarlo, prolongó al máximo el momento del clímax mediante profundas y lentas estocadas. Supo —sin temor a equivocarse— que después de esta experiencia sería como si le arrancasen el corazón si se viera obligado a vivir sin ella. Era consciente de que Danielle no podía morir, pero deseaba con todas sus fibras apartarla de Satanás lo máximo posible. Así que la confundió en el delirio del sexo y paraba solo cuando el cuerpo le indicaba que era imperioso reponerse. Por fortuna la posesión diabólica le había proporcionado, además del cuerpo hiperdesarrollado, una resistencia que iba más allá de la humana. E, incluso en reposo, aprovechaba para besarla, para acariciarla, para decirle cuánto la quería. Pretendía que ella entendiese que era el aire que necesitaba para respirar.
Pero, por más que dilató los segundos como si fuesen un chicle, ahora el delincuente se mezclaba entre los curiosos que —en el puerto— veían subir a Danielle en el pequeño bote. Sola junto al remero se dirigía hacia la lujosa embarcación que la esperaba mar adentro. A diferencia de las demás personas, que se hallaban ajenas al peligro, Willem se quedaba en tierra con el alma destrozada mientras le rezaba a Dios una y otra vez para pedirle que la protegiera. Él, ¡justo él!, que antes de conocerla era un recalcitrante ateo.
A medida que la médium se introducía en el Mediterráneo, las ondas se hacían más pronunciadas y engullían al barquichuelo dentro del valle que se generaba entre una y otra, como si fuese una cáscara de pistacho. La chica no tenía miedo, al contrario, allí se encontraba en su elemento. Durante las temporadas en las que el trabajo la obligaba a mantenerse apartada del agua, se sentía igual que la estatua de la sirenita de Copenhague porque observaba con nostalgia las gotas de lluvia y se sentía anclada a una piedra. Le dio pena llegar a la mole de Satanás. Cierto era que la barca lucía un aura mágica y lanzaba destellos dorados cuando los rayos de sol rebotaban sobre las superficies metálicas.
—¿Y mi esclavo? —El engendro estiró el brazo y la ayudó a subir por la primitiva escalerilla—. ¡¿No lo habéis traído?!
Danielle escaló en silencio. Al estar frente al hombre levantó la cabeza, era bastante más alto. Le efectuó un guiño y le clavó la mirada sin parpadear.
Intentó parecer sincera cuando, en una especie de susurro sensual, le preguntó:
—¿De verdad deseáis más compañía? ¡No lo creo! ¿Acaso no preferís que seamos dos? Lo mejor sería que les dierais el día libre a todos vuestros esclavos y a todos vuestros sirvientes. Hoy quiero pasar a solas con vos.
—¿A solas conmigo? —El enfado bajó de grado, aunque se notaba que le gustaba que siguiesen las instrucciones al pie de la letra y sin desviaciones—. ¿Por qué anheláis tanto nuestra soledad?
La joven bajó la mirada en un gesto recatado y clavó la vista en el suelo.
—Es posible que os haya dado una idea equivocada, Σατανᾶς, por la inmensa atracción que sentí por vos al momento de conoceros. —Se interrumpió, levantó la vista pausada y fingió candidez—. Pero esta será mi primera vez, nunca he yacido con ningún hombre... Todavía no estoy segura de que sea adecuado, mis padres se horrorizarían. Y, todavía más, al tratarse de un extranjero, pero...
—Pero no podéis separaros de mí. —Acercó la cara a la cabellera femenina, respiró hondo y suspiró; permitió luego que el aroma a rosas le conquistase las fosas nasales—. Os prometo que en vuestra primera vez no os defraudaré y que seré paciente. Iré poco a poco, os seduciré paso a paso y no me apresuraré. ¡Y olvidaos de vuestros padres! Me extraña que, siendo tan inocente, os dejaran permanecer en la corte de Cleopatra. Todos sabemos cómo son las fiestas que suele organizar, terminan en orgías griegas o romanas. Al principio los rumores llegaban hasta Atenas. Y cuando ella vivió en mi ciudad lo pudimos comprobar... Pero no nos distraigamos con estas cuestiones secundarias.
Y le levantó el rostro con la mano. Utilizó el dedo índice para delinearle uno a uno los rasgos, como si pretendiese grabárselos en la memoria y forjarlos en un busto de bronce. Comprendió que era un coleccionista de vidas y que necesitaba fijar los recuerdos para hacerlos más vívidos después, igual que los asesinos en serie cuando recreaban sus crímenes.
—Sois muy, muy hermosa, Pandora —susurró, extasiado, y, después, pensativo, añadió—: Y virgen... ¿Cómo no os conocí antes? He estado en Alejandría en infinidad de ocasiones y el destino no ha permitido que me encuentre con vos.
Danielle estuvo a punto de largar una carcajada al recordar algunas de las escenas eróticas de su noche de amor con el mafioso —en especial, las imágenes de cuando le hacía una felación—, pero se contuvo. No era el momento de burlarse. Pensó con optimismo que, al acabar esta etapa, si retornaba a Londres esta sería una de las anécdotas que más los harían reír... Si decidían volver.
—Por suerte en esta oportunidad sí que nos hemos encontrado, Σατανᾶς —fingió que la admiración era compartida—. Tengo una curiosidad: ¿para qué veníais tanto a Alejandría? ¡Anhelo saberlo todo de vos! ¿Por qué os empeñabais en que Cleopatra os conociese? —Satanás inclinó la cabeza hacia un costado y la escrutó.
Prestó atención a cada detalle del semblante de la médium antes de responder:
—Hay algo que necesito y en lo que la reina me puede ayudar... Algo que me llevará cierto tiempo conseguir. Pero, al fin y al cabo, tiempo es lo que me sobra...
—Pues quizá yo os pueda ayudar. Me tiene un cariño especial y tal vez lo que tanto precisáis lo consigáis enseguida gracias a mí —lo analizó del mismo modo que Satanás a ella—. Decidme: ¿qué es eso tan importante que necesitáis?
Él volvió a tasarla con la mirada. Se apreciaba que con el paso de los minutos cada vez se volvía más y más valiosa. Por el modo condescendiente en el que se dirigió a Danielle, sin duda creía que era todavía más ingenua de lo que le parecía.
—Decidme, Pandora, si desplego las velas y me voy de vuestra ciudad, ¿vos vendríais conmigo? —le respondió con otra pregunta.
—¿Os iríais antes de obtener lo que venís a buscar solo por estar conmigo? —lo imitó al no comprometerse con la contestación.
—Después, por supuesto, no os engañaré. Donde me dirijo queda muy, muy lejos —al apreciar que las palabras sonaban demasiado rudas, agregó—: Despediré a mis sirvientes. Yo también deseo estar a solas con vos, nuestra conversación cada vez se pone más interesante. ¡Enseguida vuelvo, no me extrañéis!
Mientras Satanás se alejaba, Danielle trajo a la memoria el oráculo que obtuvo en Siwa del dios Amón. Reflexionó que según el vaticinio el engendro las necesitaba a las dos para obtener el Mal Supremo. Creía que tendría que esperar mucho tiempo, tal vez, porque todavía no había nacido. Era imposible que imaginase que la tenía tan cerca. ¿Y qué pretendía hacer con ambas? ¡Nada bueno, seguro! ¿Acaso sacrificar sus vidas en aras de la eterna juventud como tributo al ídolo de Baal-zebub, que solo se alimentaba de sangre? Quizá, aunque según Duncan solo pedía vírgenes. ¿O serían el pago para que el Maligno lo poseyera y que fuese uno con él? Había conocido al mal completo, ahora solo hacía méritos para llegar a serlo. Igual que un alumno aplicado.
Dejó de meditar en esto cuando observó que en el otro extremo de la embarcación descendían de dos en dos los hombres al servicio de Satanás. Y luego abordaban las chalupas que se hallaban atadas al costado de la nave principal. Una vez que se alejaron de allí, la médium constató que no quedaba ninguna. ¿Tal vez el engendro consideraba que de esta manera ella se quedaría a su merced e incapaz de evadir las atenciones? ¡Qué ingenuo! ¿O, peor todavía, que así no podría escapar de sus mortales intenciones? Una vez más la subestimaba.
Él caminó hasta Danielle con pasos apresurados y le explicó:
—Permanecen aquí un par de sirvientas para que os ayuden a prepararos para mi disfrute. —Le acarició la yugular con el índice, como si anticiparle lo que le haría fuese irresistible para él.
—No entiendo, me he puesto mis mejores ropajes. —Se hizo la ofendida y se señaló el vestido bordado en oro, en rubíes, en ópalos y en esmeraldas—. ¿Acaso esta riqueza os parece poco para vos?
—¡No, Pandora, estáis hermosa! —y luego le recordó—: ¿No decíais ayer que os adaptaríais a mis gustos un tanto peculiares?
—Es cierto, Σατανᾶς, os lo dije —coincidió la joven.
—Pues id con ellas y no os molestéis. —La guio en dirección a las dos mujeres—. Estáis muy provocativa y no es acorde con vuestra naturaleza virginal. Solo os pondrán una indumentaria más adecuada y en consonancia con vuestra pureza.
Bajó por una pequeña escalinata y las siguió. Cuando entró en el primero de los camarotes constató que los acabados de madera y las decoraciones con cabezas de leones, de leopardos, de tigres y de osos del norte de Europa indicaban que era cierto que el hombre había recorrido de un punto a otro el mundo conocido. A la luz de decenas de lámparas de aceite se percató de que sobre una silla enchapada en oro había un vestido blanco de seda transparente y unas sandalias del mismo tono. Era indudable que pretendía vestirla así para hacer su próxima ofrenda.
—Por favor, señora, dejad que os desnudemos y que os bañemos en esta tina —le pidió una de las chicas al apreciar que Danielle se hallaba distraída en sus reflexiones.
—¡Claro! —Sin darle tiempo a nada le pulsó el punto preciso del cuello y al instante se desmayó.
Luego, con una rapidez tan apabullante que no le dio tiempo ni a respirar, efectuó el mismo procedimiento con la otra sirvienta, que también se desmoronó sobre el suelo de madera.
—¡Ahora a por la dichosa estatuilla! —Estudió la habitación.
Duncan Rockrise le había comentado que se encontraba justo debajo de la cama —en el extremo derecho— dentro de una caja de madera de roble decorada en nácar. Se agachó allí y la buscó. Le resultó sencillo encontrarla, Satanás se sentía poderoso y a salvo, no sospechaba de sus intenciones.
La abrió, expectante. Dentro, tal como le había indicado el bilderberg, se hallaba una figura tallada en piedra que parecía muy antigua, de rostro horrendo y que poseía una cabeza desproporcionada que remataba en dos cuernos. Olía a podredumbre. La superficie porosa había absorbido los litros de sangre con los que la habían regado y adquirido la roja coloración de modo permanente.
Con ella entre las manos, la analizó con detención. No sintió nada especial al estrujarla. Habían temido, mientras entre todos elaboraban el plan, que al asirla pudiese salir arrojada hacia el futuro, algo similar a lo que le había sucedido a Cleopatra cuando cogió el collar y la barca egipcia. Pero no. Si se consideraba los hechos espeluznantes que el ídolo había provocado era extraño que no le produjera ni un leve cosquilleo.
—Veo que habéis estado muy ocupada. Os habéis dedicado a revolver mis pertenencias y habéis dejado fuera de combate a mis criadas. —Satanás habló desde detrás de ella—. No os preocupéis, pronto conoceréis el poder de Baal-zebub en persona.
Y le apretó el cuello con manos que parecían garras.
[*] Citado en la página 131 del libro de Edith Flamarion, antes reseñado.
Danielle y el mafioso no se podían separar.
Le costó dejarla ir.
Pero la médium debía enfrentarse a Satanás.
https://youtu.be/JGwWNGJdvx8
Mujeres malas y perversas de la Historia, de Rosa Mª Santidrián Padilla. Edimat Libros, 1998, Madrid. En él la autora estudia el papel de las mujeres malvadas y se menciona a Cleopatra entre ellas.
https://youtu.be/RMmXBvjnm8M
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top