Un beso letal

La estatua observaba la vegetación avanzar, esperando a ser sepultada por las zarzas.

Un brillo llamó su atención.

La bruja siempre regresaba. Iba y venía como un ave migratoria, como un déjà vu.

Él apartó la mirada, era doloroso verla.

Ella lo había convertido en aquello, un antiguo guerrero atrapado en carne de piedra. Era la condena de un beso suyo.

– Me haces daño. – Murmuró él, con los pocos músculos de la cara que todavía podía mover.

– Pero te quiero sólo para mí. – Dejó sus labios sobre los de él.

Él se petrificó del todo y las sombras lo devoraron.

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