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—Don Roronoa logra confundirme, a veces parece tan... arrogante, tan superior, y sin embargo, su modo de mirarme y el modo de bailar conmigo, es como si fueran dos hombres diferentes.
El rubio siempre había creado que su madre era como él, pues no tenía nada de su padre por lo que hacía sus ideas, para él era un modo de conocer a su madre, el verse a sí mismo.
La historia empezó a hacerse difícil para ambos hombres, un espadachín lleno de rabia y un rubio caballero con un amor que no conoció y todos parecen saber. El odio que el espadachín sentía sólo podía ocultarlo con una cosa, el antifaz negro, esa máscara que lo volvía misterioso pero querido por todo el pueblo.
Las alarmas empezaron a sonar a la voz del rey quien nada más mirar por la ventana vio una Z grabada a fuego en medio del campo.
El espadachín entró en el recinto dejando su espada al pocos centímetros del pecho del contrario, el capitán que no hacía más que hablar.
—El siempre polémico zorro. No, el legendario zorro —corregía el mismo espadachín y le devolvió su espada al capitán, la cual, le había robado con facilidad, pero esta vez, para batirse en duelo, pero el rey se interpuso y con dos espadas luchó contra ellos y salió victorioso siendo visto por los ojos del amor quien diría, volviendo al establo y guardando su espada de repente escuchó:
—Buenos días señor.
—Buenos días señorito.
—Devuélvalo.
—¿El qué?
—Sea lo que sea que le haya robado a mi padre quiero que se lo devuelva, ¡démelo!
—No.
El rubio puso su espada en el cuello del contrario pero lo apartó, incluso eso no funcionó y aun lado de él su espada volvió a colocar en su cuello y con delicadeza el bandido pasó sus dedos por esta dando unos pasos sin quitar su mirada del ojiazul.
—Ahora no puedo darle la instrucción adecuada.
—Hm...he recibido la instrucción adecuada desde los 4 años.
Sonrieron con picardía y ambos con sus espadas se batían siendo delicados, fueros, fulminantes. El rubio llegó a rasgar las ropas del contrario victorioso, parecían jugar, volvió su espada al cuello del bandido a lo que el otro señaló su manda de la camisa rasgada, apartó su espada y la que portada en su mano en el suelo la calvó quitándose el sombrero negro.
Ambos tomaron nuevamente sus espaldas para seguir, parecía que el calor iba dominando el ambiente y un corte limpio en el pantalón del rubio lo hizo avergonzar pero se mantuvo firme y dijo;
—No está mal.
—Nada mal~
El bandido con un movimiento rápido hizo que sus espadas se encontrasen formando una cruz mientras que sus labios se sentían demasiado cerca, el rubio se estremecía y el otro con una sonrisa fue a besar rápidamente sus labios a lo que el otro se sorprendió y atacó pero no le salió bien y su camisa fue rasgada esta vez, quien diría que el contrario se divertía, estaba a punto de ver al joven semidesnudo por sus movimientos con la espada.
Volvió a atacar pero el bandido lo tomó y volvió a besar y provocado por el ojiazul se quedó sin espada así retrocediendo unos pasos.
—Esto lo hace más difícil..emm...señorito.
En guardia se puso y esta vez fue el rubio quien tenía la espada al cuello.
—No te muevas~
Con un tono provocador movió su espada y conjuntos cortes acabó con la camisa del contrario que rápidamente tomó el sombrero del bandido para cubrirse pero al girarse estaban juntos de nuevo.
—¿Te rindes?~
—Jamás. Pero podría gritar
—Lo entiendo, a veces provoco ese efecto.
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