Capítulo 3: Comportamiento extraño
Habíamos llegado de clases y yo estaba en la sala de estar revisando algunas cosas en la computadora mientras mi hermano estaba jugando en su habitación cuando mi padre me llamó para pedirme el favor de que recogiera de la oficina de correos el nuevo libro que había encargado sobre Ciencias y Biología, pues estaba tan atareado que él no podía ir por él. Accedí y subí a la habitación de David para pedirle que me acompañara pero lo hallé dormido, por lo que decidí no despertarlo. Iría rápidamente a la oficina de correos y regresaría tan rápido que no notaría mi ausencia, por lo que partí.
Obtuve el libro y regresé a casa. Al llegar, lo primero que hice fue dirigirme a la alcoba de David para percatarme de que aún dormía, pero entonces lo hallé en el piso, tirado sobre un montón de hojas desparramadas por el suelo.
—Estoy en casa —anuncié para llamar su atención.
—Ajá —apenas y dijo, concentrado en sus trazos.
—¿Qué haces?
—Dibujar —contestó con seriedad, como si se tratase de un adulto que habla sobre su trabajo.
Quise ver lo que graficaba y entonces vi que de nuevo estaba dibujando esas cosas bizarras que antes y ahora me seguían pareciendo escalofriantes.
—¿Qué significan tus dibujos? —Quise sonar serena aunque unos extraños nervios comenzaban a invadirme.
—No lo sé, Damián es quien me pide que los haga —contestó, sin siquiera mirarme, solo concentrado en lo que hacía.
Quise insistir en que aquellas cosas parecían demasiado tétricas, en que quizás sería mejor dibujar otras cosas, y sobre todo, que debía dejar de ver a su amigo Damián, pero esta vez ni siquiera contestó, simplemente me ignoró por completo.
Exasperada, me resigné y salí de su habitación. Sin embargo, no podía dejar de sentir que algo iba realmente mal con ese tal Damián.
Durante los días siguientes noté que David tenía un comportamiento inusual, a veces incluso era muy agresivo conmigo o en el colegio, cosa nada usual en él. Su maestra llegó a llamarme para hablar conmigo sobre su mal comportamiento, dijo que no podía permitir que se convirtiera en un chico problema, muchos menos porque él siempre fue el mejor estudiante de todas sus clases, el número uno; y me pidió que hablara con él para preguntarle por qué se comportaba así.
Eso fue exactamente lo que hice esa misma tarde.
—Hoy hablé con la señorita Margaret —empecé.
—Vaya, pues felicitaciones —contestó altanera y sarcásticamente.
Agudicé la mirada, intentando examinarlo mejor.
—¿Por qué has estado actuando así? ¿Qué es lo que te pasa? Dímelo para poder ayudarte.
—No me pasa nada, solo quiero que tú y todos los demás me dejen en paz —desvió la mirada con el ceño fruncido y se cruzó de brazos.
—Esto tiene que ver con tu amigo Damián, ¿no es así?
Me devolvió la mirada de inmediato, mirándome furiosamente, una mirada que nunca había visto en él.
—No te atrevas a nombrarlo de esa manera —recriminó con una voz ronca que casi no parecía la de mi hermano.
Lo miré aterrorizada, parecía otra persona.
—¿Quién eres tú? —La cabeza me empezaba a dar vueltas.
—Tu peor pesadilla —contestó con voz ronca y una mirada tétrica para después largarse a reír con verdadera maldad.
Me puse de pie lentamente y empecé a retroceder mientras lo veía reír en su propia locura.
Súbitamente su comportamiento cambió radicalmente y su mirada volvió a ser la misma de antes, solo que ahora se notaba agitado, confundido y sumamente asustado.
—Tienes que ayudarme —exclamó, desesperado mientras se rascaba el dorso de la mano izquierda, donde todavía tenía aquella horrible marca en forma de araña.
—¿David? —Lo miré vacilante y me acerqué lentamente a él una vez más mirando atentamente su marca — ¿Qué te ha sucedido? Creí que te habías quitado eso... —señalé.
—Te juro que he intentado quitármela de todas las maneras posibles, tomé un estropajo y traté de borrarlo sin éxito, me he lavado con los jabones especiales que guarda papá y también traté de quitarlo con las cremas que guardas pero nada funciona. Ahora no lo soporto más, tienes que ayudarme, tienes que sacar a Damián de aquí, tienes que...
Pero antes de que pudiera continuar cayó desmayado y lo tomé en brazos antes de que se desplomara en el suelo.
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