Capítulo 1: Damián.

Nos acabábamos de mudar a aquella casona en las afueras de la cuidad, por lo que aún, mi hermano y yo tratábamos de adaptarnos a la nueva vida en aquel silencioso vecindario de gente recatada y al nuevo colegio también. Mi padre era biólogo y debido a su trabajo habíamos tenido que cambiar de residencia a mitad del año escolar. Yo estaba cursando el último grado de preparatoria mientras que David, mi hermano menor, empezaba el bachillerato.

Tuvimos que organizar todas las cosas en la casa para hacerlo parecer más un hogar que solo un enorme recinto con un formidable patio y nos dispusimos a empezar una nueva vida allí.

La primera semana en aquel lugar fue tranquila y nos estábamos adaptando bien, no fue sino hasta la segunda semana que todo cambió para siempre...

Una tarde, mientras me encontraba en la sala de estar tecleando en mi computadora sobre mi nuevo trabajo escolar, David llegó apresuradamente hasta mí y lo miré expectante cuando gritó mi nombre mientras se acercaba.

-¿Sucedió algo nuevo? Te ves muy feliz -señalé, sonriendo de lado al ver su expresión.

-Tengo un nuevo amigo -anunció con una sonrisa, y con las mejillas arrebatas de rojo.

-¿Ah, sí? ¿Y cómo se llama? -Indagué divertida.

-Damián -contestó sin deshacer su pequeña sonrisa.

Enarqué una ceja y después hice un gesto con los labios para volver a sonreír.

-Tiene un nombre interesante -comenté.

-¿Tú crees? -Inquirió el pequeño con curiosidad. Asentí con la cabeza. -Pues en sí, me parece que él es interesante -confesó.

Lo miré con curiosidad.

-¿Por qué te parece eso?

Se encogió de hombros.

-Me gusta su ropa, le gusta el fútbol como a mí -contestó después de un corto silencio.

Volví a sonreír.

-Entonces comparten intereses -le palmeé el hombro sin dejar de sonreír, hincándome un poco a la altura de su rostro -muy bien -volví a incorporarme -ve a jugar con tu amigo entonces.

David me miró de vuelta, súbitamente algo inquieto y extrañado.

-¿Realmente puedo jugar con él? ¿Puedo?

Me extrañó a más no poder su repentino comportamiento y lo miré confundida.

-Claro que puedes -contesté al fin -está bien.

Una pequeña sonrisa volvió a formarse en sus labios y asintió con la cabeza antes de salir corriendo al patio.

Esa vez, a pesar de que su actitud me pareció por demás, inusual, decidí no prestarle demasiada atención y regresar a mis trabajos de la preparatoria, que de por sí, eran bastantes. Ahora, pensándolo bien, quizás si hubiese prestado más atención en aquel entonces, nada de lo que ocurrió habría sucedido, y yo no me pasaría los días lamentándome como lo hago.

Esa noche mi padre se quedó en el laboratorio de Ciencias hasta tarde, por lo que tuve que servir la cena para mi hermano y para mí. Nos sentamos juntos en el comedor y nos dispusimos a comer, hablando de alguna que otra trivialidad.

-¿Cómo te fue con tu amigo Damián? -Indagué, ahora curiosa por su nuevo amigo.

-Bien -movió la cabeza afirmativamente -él conoce muchos juegos divertidos.

-¿En serio? ¿Como cuáles?

-Son muchos... te enseñaré alguno después, ¿vale?

Sin estar demasiado convencida, asentí lentamente con la cabeza.

Esa noche, cuando lo fui a dejar en su habitación para que durmiera, tuve la extraña sensación de que había alguien más allí, pero supuse que sólo estaba ansiosa porque mi padre no estaba en casa y sin más me fui a dormir sin tener la menor idea de que el peligro acechaba como nunca.

Nota de la autora: Si les gustó, por favor háganmelo saber a través de los comentarios para continuar subiendo esta nueva historia. Gracias y hasta pronto!

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