XVIII: Pastelillos

Seto había pasado horas pensando en las palabras del faraón, si antes su insomnio era grande, hoy era gigante, no había dormido decentemente en días y habían aparecido ojeras bajo sus brillantes ojos azules y es que ¿Cómo podría dormir? ¿Qué clase de respuesta había sido esa? Golpeó la mesa fúrico. Segundos después, la puerta de la habitación en la que se encontraba se abrió y su hermano entró como si nada.

—Mokuba— exclamó —¿Dónde estabas? No me avisaste que saldrías.

—¡¿Qué?! Te dije ayer que iba a salir— reclamó el pelinegro —Se nota que no me pusiste atención.

Seto Kaiba no admitiría abiertamente este hecho —¿Con quién saliste?— a Seto no le interesaba demasiado la vida personal y privada de su hermano, sin embargo y debido al largo historial de secuestros, debía mantenerse alerta constantemente.

—Solo fui a comer con... Un amigo— el chico no quería confesar que estuvo en lo más parecido a una cita. Luego recordó el pequeño regalo que la chica le había hecho y la carta que ella había olvidado en el auto, pero sabía que si escondía dichos objetos sería aún más sospechoso.

—Ten cuidado de con quien sales, no me gustaría que te sucediera nada— el ojiazul ya había notado la caja en las manos de su hermano menor, sin embargo, decidió callar e investigar luego.

El joven de cabellos oscuros se retiró con la excusa de tomar una ducha. Seto Kaiba por otro lado, decidió quedarse y hundirse en sus pensamientos de nuevo.

Mokuba corrió hacia su habitación y cerró la puerta con llave detrás de él. Se sentía emocionado por abrir el pequeño obsequio que la pelirroja le había dado.

Se sentó frente a su escritorio y sostuvo entre sus manos la pequeña caja de color rosa decorada con un precioso y brillante listón blanco, todo con un decoración bastante femenina que al menor le pareció muy tierno.

Mokuba desató el listón y abrió el obsequio. Se encontró con un lindo pastelillo con crema color azul y pequeños corazones de dulce. Debajo de él se encontraba una nota escrita con una letra un poco chueca.

"Horneé pastelillos y decidí guardar uno especialmente para ti. Espero lo disfrutes.

Con cariño. S. Wheeler"

A Mokuba le dio un poco de risa el hecho de que la letra de su amiga era un poco difícil de entender, siempre imaginó que tendría una caligrafía hermosa que combinaría con su apariencia y personalidad, aparentemente se equivocó, tal vez debería ayudarla con eso.

Tomó el cupcake en sus manos y tuvo la tentación de guardarlo para siempre aunque sabía que no duraría demasiado así.

Lamió el glaseado y se deleitó con el dulce sabor de este, esbozó una sonrisa y exclamó —Cocinas muy bien, Serenity.

§

—Las cosas han cambiado mucho desde la última vez que nos vimos ¿No es así, Yugi?— comentó el faraón viendo las noticias. Lo último que el faraón recordaba era la habitación de Yugi en la tienda de juegos del abuelo, sin embargo, ahora veía la televisión en la sala de estar del apartamento de Yugi.

—Bueno... No iban a quedarse igual para siempre ¿Verdad?— el pequeño Yugi sirvió el té verde en la mesa y se sentó junto a su compañero —Dejé la tienda del abuelo hace un tiempo, voy de vez en cuando a verlo, entre la universidad y Pegasus llamándome para torneos no tengo demasiado tiempo para mi propia vida personal.

—Una lástima... Me gustaría ver a todos los demás, pareciera que no los he visto en milenios— sonrió burlón.

—Sí, vernos ahora es un poco difícil— el chico acarició su rompecabezas como era costumbre. El faraón se sentía vacío sin la pirámide de oro colgando de su cuello, pero debía aceptar que ya no era suyo.

—Supongo, al menos pude ver a Kaiba, está muy cambiado.

—¡¿Qué?! Sigue siendo el mismo amargado de antes— exclamó Yugi sin comprender qué se suponía era diferente en su rival.

Atem le miró confundido —Bueno, sigue siendo un terco, pero definitivamente es diferente, tal vez solo me acostumbré al sacerdote Seto— comentó —En cualquier caso, me alegra verlo de nuevo.

Yugi se detuvo un momento para pensarlo ¿Sería el tal sacerdote Seto igual a Kaiba? Yugi no lo conocía personalmente y el faraón no hablaba de él.

—¿Cómo es el sacerdote Seto?— preguntó curioso.

—¿Mmm?— el mayor le dio un sorbo a su té —Es un hombre relajado, por supuesto que tuvimos problemas en el pasado pero es alguien en quien puedo confiar plenamente, de no ser así, no habría dejado mi pueblo en sus manos hace cinco mil años— de nuevo tomó un sorbo —Sin enbargo, si quieres saber cual es la diferencia entre Seto y Kaiba, bueno, no sabría decirlo, solo son... Distintos... Las almas que reencarnan no son iguales en sus siguientes vidas; de la misma forma que las cosas aquí cambiaron en pocos años, las almas maduran con todo lo que experimentan, es algo envidiable.

—Lo dices como si no pudieras reencarnar— soltó una risa nerviosa.

—No puedo. Estoy obligado a vivir eternamente ligado al dios Osiris, no tendré una vida carnal de nuevo.

A Yugi esto le pareció bastante triste, bajó la mirada un poco desanimado.

—Pero no te sientas mal, compañero, cumplí mi misión y me siento... Realizado— hubo algo en el tono de voz de Atem que a Yugi le hizo dudar de sus palabras —Salvé a mi pueblo y es todo lo que importa...

El menor tomó su taza de té y le dio un sorbo —Wow, parece que todo el asunto de la vida, la muerte y la reencarnación es un poco complicado ¿No crees? No pensemos en eso, estás aquí y deberíamos divertirnos, no todos los días regresas de la muerte para jugar conmigo.

Atem sonrió cálidamente —Seguro, pero ponme al tanto de todo lo que ha pasado ¿Sí? No omitas ningún detalle.

Yugi sonrió.

—Bueno... ¿Por donde empezar?— se cuestionó llevando la mano hacia su barbilla —Ah sí, el duelo...

§

De nuevo, muchas gracias por continuar leyendo este fic. Los quiero mucho aaaaaaaaa.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top