Capítulo XII: Los Vientos Aún Soplan
"Tienes que ayudarme, Joey" había dicho Yugi Muto a su fiel amigo Joey Wheeler. Así que ahí estaba, caminando por los pasillos del pabellón buscando a aquella figura tan parecida a su mejor amigo, y sin embargo, tan diferente. Para Wheeler, el faraón y Yugi se parecían bastante, eran casi idénticos, pero sabía perfectamente quién era quién, le costó diferenciarlos al principio, pero aprendió con el tiempo. La verdad era que no sabía si él y el faraón eran amigos, a decir verdad, las únicas veces que habían tenido contacto había creído que era Yugi y no otra persona hasta que se enteró de todo, la única razón por la que confiaba en ese faraón era porque inconscientemente creía que era Yugi. Pero realmente no le molestaba, aún si él y el faraón no eran precisamente mejores amigos, estaba seguro de que podrían serlo, después de todo, sabían mucho uno del otro. Observó desde el segundo piso como Seto Kaiba anunciaba que el torneo seguía en pie y aseguraba estar bien.
—¿Ni una disculpa?— se cuestionó —Qué arrogante— Joey Wheeler no odiaba a Seto Kaiba, pero sí lo consideraba la persona más ególatra, arrogante, egoísta y grosera del mundo y dichas características le irritaban en demasía —Ah, jódete Kaiba— susurró para sí mismo —Puedo derrotarte cuando quiera y como sea— estaba totalmente convencido de que podía hacerlo, pero no era el momento de pensar en ello, debía buscar al faraón.
Yugi, por su parte, había tomado un camino distinto, no quería que le molestaran, por lo que no podía hacer mucho más que avanzar por las salas prohibidas para los visitantes, así, estaría solo y sin contratiempos.
Aún cojeaba un poco al caminar, mintió al decir que se sentía bien, solo quería sentarse pero si lo hacía el faraón se escaparía de nuevo. Un piquete terrible recorrió su pierna y se quejó por ello, se apoyó en la pared más cercana y sostuvo su pie buscando que el dolor se calmara aunque fuera tan solo un poco.
—No deberías exigirte tanto— dijo una voz detrás de él —Es contraproducente en muchas ocasiones.
Yugi volteó rápidamente. Su mirada llena de alegría se topó con la cálida mirada de su viejo amigo, de aquel que siempre estuvo para él, alguien a quien había perdido.
—Faraón...— pronunció y se separó de la pared buscando acercarse a esa persona tan parecida a él —¡Faraón!— exclamó lleno de emoción, el dolor no le importó en lo más mínimo. Se lanzó hacia el mayor y este le recibió con los brazos abiertos. Yugi sintió un gran alivio, las lágrimas se asomaron por sus ojos mojando la ropa de su viejo amigo en el proceso.
—¿Por qué lloras, Yugi?— cuestionó entonces el faraón. Yugi trató de limpiar sus lágrimas.
—Yo... Te extrañé— confesó y le miró directamente a los ojos —Te fuiste y yo... Te extrañé mucho.
—Yugi— el mayor sonrió —Yo nunca me he ido— se retiró el Rompecabezas del Milenio y lo colgó de nuevo alrededor del cuello de Yugi —Yo siempre estuve aquí
Yugi le abrazó de nuevo y rió.
—Volviste faraón... Volviste— no quería apartarse del mayor ni un solo segundo, dentro de sí, surgía la angustia, la incertidumbre, el temor de que, si lo soltaba, desaparecería de nuevo y esto le hacía temblar, deseaba poder pasar con él todo el tiempo del mundo.
—Todo está bien, Yugi, no voy a irme— dijo como si supiera perfectamente los temores del menor, haciendo que este le soltara. Finalmente, Yugi pudo observar la piel blanca del mayor, era justo como la última vez, era igual, no había cambiado en nada, aún transmitía esa seguridad en todo su ser, tal era aura, que Yugi deseó poder ser como él —Me alegra que estés bien, Yugi, has crecido mucho— rió —En muchas maneras— Yugi rió también.
—Faraón... ¿Por qué has vuelto?— preguntó Yugi entonces. El faraón levantó la mirada hacia el fondo del pasillo.
—Ha pasado un tiempo Joey
El rubio al fondo del pasillo se mostró claramente sorprendido y al comprender la situación, corrió hacia ambos chicos y los rodeo a ambos en un largo y fuerte abrazo, dando con ellos un par de vueltas.
El ojimiel golpeó el hombro del faraón y rió.
—¿Sabes cuanto tiempo estuve buscándote? Allá afuera es todo un caos— declaró el rubio —Kaiba estuvo dando un discurso y todas esas cosas aburridas.
—¿Kaiba?— el faraón pronunció su nombre como si fuera algo que recordara repentinamente —¿Kaiba está bien?
—¿Quién crees que le hizo eso a Yugi?— dijo Wheeler completamente furioso —¡En cuanto vea a ese idiota de Kaiba, voy a barrer el suelo con él!
—¡Me gustaría saber si puedes hacer eso, Wheeler!— dijo otra voz entonces. Era Seto Kaiba aproximándose. Joey cerró los puños —Estaba buscándote, Yu-...
Se quedó en blanco, sus miradas se cruzaron, fue como si el tiempo se hubiera detenido en ese mismo instante, como si solo existieran ellos dos dentro de un mundo casi infinito y oscuro donde ellos irradiaban la única luz que podía encontrarse.
—¡¿Quieres probarme, Kaiba?!— espetó el rubio acercándose hacia el mayor tomándolo de la chaqueta. Joey tuvo la fuerza suficiente para hacer trastabillar al mayor quien al verse fuera de sus pensamientos de repente solo pudo dirigir su mirada distraída al menor.
—¡Joey, detente!— rogó Mokuba tomando al rubio de la camisa.
—¡Lo siento, Mokuba, pero no voy a permitir que este imbécil nos trate como le de la gana! ¡¿Ya viste lo que le pasó a Yugi por tu culpa, Kaiba?!— interrogó el de ojos marrón. Pero Kaiba no dijo nada, su mano se dirigió directamente a las manos del menor con suavidad e hizo que Wheeler le soltara, esta suavidad dejó atónito al rubio. Kaiba rodeó al chico, pero logró empujarlo con el hombro, se acercó entonces a los otros dos chicos.
—¿Qué estás haciendo aquí?— cuestionó Kaiba. Cualquiera se sentiría intimidado por Seto Kaiba, era una cualidad del ojiazul poder intimidar con tan solo la mirada, sus trabajadores y oponentes solían debilitarse con tan solo su presencia. El faraón era diferente, su presencia, figura y apariencia transmitían seguridad, confianza y fuerza, cualquiera a su alrededor se sentiría más seguro de sí mismo y daría lo mejor. Y sin embargo, el faraón no se sentía intimidado de Kaiba y Kaiba no se sentía seguro junto al faraón.
—Tal vez soy yo quien deba preguntar eso, Kaiba— respondió sin despegar su vista de los ojos del mayor.
—¿Por qué sabría yo eso?— inquirió entonces el castaño completamente confundido.
El faraón frunció el ceño y pareció molesto ante esta pregunta.
—Fingir ignorancia no va contigo, Kaiba, nunca te ha quedado— declaró —Cuando lo recuerdes puedes buscarme de nuevo— sonrió. A Kaiba le molestó esa sonrisa en el rostro del faraón y este lo sabía. El faraón Atem pasó de largo ayudando a Yugi a caminar —Tienes un torneo que supervisar ¿No? No querrás perder el tiempo— mencionó. Wheeler se acercó rápidamente y sostuvo a Yugi. Mokuba se notó sorprendido por la aparición del joven, Atem le sonrió y acarició sus cabellos —Has crecido, Mokuba— luego dirigió una última mirada a Kaiba para después seguir a Joey y al menor.
Así que ahí estaba esa persona, la persona que le había arrebatado el sueño incontables veces, de nuevo notaba lo débil que era, una verdad que había tratado de ignorar por mucho tiempo.
×××
Una rotura de tendones fue suficiente como para otorgarle una semana de incapacidad al pequeño Yugi y obligarlo a permanecer en cama. Japón había cambiado. Atem miró por la ventana el panorama de Ciudad Domino que se reflejaba brillante en sus pupilas.
—Déjame servirte algo— dijo Yugi levantándose de la cama.
—¡Ni lo pienses!— le regañó Wheeler —Iré yo, debes descansar— se ofreció. Podía notarse en su rostro que aún parecía molesto por lo acontecido esa tarde.
Atem se apartó de la ventana.
—No es necesario— dijo el de cabello tricolor aproximándose —Cuidaré de mi compañero— sonrió. Esta sonrisa fue suficiente para que Joey sonriera de nuevo.
—No tuve la oportunidad de saludarte apropiadamente— comentó Joey y se lanzó hacia el menor atrapándolo en un fuerte abrazo, levantó al otro del suelo y dieron un par de vueltas mientras Wheeler reía con gozo. Yugi sonrió ante la vista.
Atem rió también, le gustaba volver a ver a su viejo amigo de cabellos dorados, aquel que había propiciado su llegada con el que sería su mejor amigo.
—También te extrañé, Joey— comentó el joven egipcio luego de lograr posar sus pies sobre el suelo.
—Más te vale, eh— revolvió los cabellos del tricolor como solía hacerlo con el pequeño Yugi, pronto notó que ambos eran casi gemelos, pero al mismo tiempo eran muy distintos, aunque no sabía en qué radicaba dicha diferencia —Tengo que irme, Serenity me espera en casa.
—Cuidaré de Yugi— dijo Atem acompañando al rubio hacia la puerta de entrada —Ten cuidado.
Joey rió —Estaré bien Yugs— dijo por costumbre, sin embargo no se dio cuenta de este error. Dio media vuelta yéndose y Atem terminó por cerrar la puerta tras él. Atem volvió la mirada y se encontró con Yugi sosteniéndose con un par de muletas.
—No deberías levantarte, Yugi— dijo Atem dirigiéndose hacia el menor para luego ayudarlo a sostenerse.
—Estoy bien— afirmó el menor con una sincera sonrisa —Es solo que...— soltó una sonrisa nerviosa.
—Ha pasado un tiempo— dijo el mayor sonriendo de vuelta.
—¿Qué haces aquí? ¿Hay algo que ande mal?— cuestionó el menor mostrándose ahora preocupado —Dime.
Al faraón no se le borró la sonrisa del rostro, se mantuvo impasible como siempre —Es tarde, Yugi— afirmó y ayudó al joven a caminar hacia la cama.
—Pero...
—Eso no tiene la más mínima importancia por ahora— señaló el mayor —Quiero que descanses, será una semana agitada.
×××
¡Hola! Han sido meses agitados donde no he sabido qué diablos escribir, so... Gracias por la paciencia, realmente la aprecio. Espero les guste el cap de hoy uwu.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top