Capítulo XI: Caos dentro de Seto Kaiba

Seto Kaiba abrió la puerta de su habitación privada. Había dado la orden de continuar con el evento y no permitió que nadie, mucho menos su hermano, le molestara.

Se aproximó a la mesa de los aperitivos y tomó la cafetera para servirse un poco de café en una pequeña taza de porcelana. Sus manos temblaban y sus dedos flaquearon al momento de levantar la taza y esta cayó derramando el café y quemando su mano. Maldijo por lo bajo y finalmente se agachó para recoger los pedazos rotos de la taza, en su intento, un pequeño trozo provocó una herida en su dedo, el castaño ya estaba llegando a su límite, maldijo en voz alta y se levantó mientras sostenía su dedo, buscó rápido una servilleta y al encontrarla la colocó alrededor del dedo para detener el sangrado. Para él era absurdo que una pequeña cortada le hiciera sangrar tanto, el poderoso dueño de una compañía multimillonaria como Kaiba Corp. no podía darse el lujo de verse herido por algo tan pequeño e insignificante como lo era el pequeño trozo de una taza rota.

Golpeó con su pie los restos de la taza y dio vueltas por la habitación mientras la servilleta se empapaba de sangre, sentía un ardor molesto en aquella herida y comenzaba a desesperarse.

Se dejó caer en el sillón de la sala, cruzó las piernas y agitó su pie, estaba ansioso y el ardor aún seguía en su mano y la servilleta se empapaba cada vez más.

—¡Mierda!— exclamó soltando la servilleta y golpeando con su puño el cojín a su lado —¡¿Por qué tenías que regresar?! ¡¿Por qué no te quedaste muerto?! ¡Estabas mejor muerto!— golpeaba el cojín cada vez que terminaba una oración, esto solo provocó que la sangre brotara más, manchando así sus manos, el sillón y el cojín, pero eso carecía de importancia para el CEO de Kaiba Corp. pues su ira aún se desbordaba, golpeó entonces la mesa de los aperitivos y los postres y frituras volaron cayendo al suelo y desperdiciándose —¡Yo estaba mejor sin ti!— dijo tomando lo primero que encontró y lanzándolo lejos —¡Estaba mucho mejor!— luego, con ambas manos golpeó la mesa frente a él, por suerte, la madera era capaz de soportar el golpe, Kaiba cayó sobre la mesa, la sangre se derramó, no era una mancha grande, pero sí lo suficiente como para manchar la mesa —¿Por qué tenías que volver?— cuestionó mientras su mejilla descansaba sobre la madera, estaba demasiado cansado como para pararse, simplemente se había quedado ahí, de rodillas, con un desastre a su alrededor producto de su infantil berrinche. Pero Kaiba había llegado a un punto de quiebre en el que simplemente ya era incapaz de controlar sus propias emociones. Habían pasado años desde la última vez que vio al faraón, que sintió su presencia, pero el odio y admiración que sentía por él seguían tan vivos como la primera vez que fue derrotado por las cinco piezas de Exodia, y eran sentimientos tan opuestos, que el joven Kaiba terminó debatiéndose sobre sus sentimientos, sobre cómo debía sentirse o si debía sentir algo por un pequeño niño de secundaria que no era nada ni nadie en comparación a él y que luego resultó ser solo el medio para encontrarse con alguien más poderoso, capaz y fuerte que él, alguien que tenía todo el derecho de burlarse de él, alguien con un poder fuera de su propia comprensión y lo odiaba, lo odiaba como si su vida dependiera de ello, como si no tuviera otro objetivo en la vida mas que recuperar el honor que aquella alma de cinco mil años le había arrebatado en un tonto juego de cartas que para él significaba la vida, su único escape de la realidad que le rodeaba.

Pero se había ido, se había largado de su vida sin siquiera darle el tiempo que necesitaba para recuperar su honor, se había ido como si nunca le hubiera importado, como hubiera sido tan solo un duelista entre otros muchos duelistas ¡Y él no era eso! ¡Él era el CEO de la Corporación Kaiba, el mayor exponente en alta tecnología, un revolucionario en la industria de los juegos de cartas, un hombre capaz de hacerlo y tenerlo todo y aún así no lo tenía a él, y no iba a conformarse con un pequeño niño cuyo único parecido con el faraón era su físico! ¡No le importaba si él lo había derrotado antes, Yugi Muto no era nada para él y nunca lo sería porque no era a él a quien deseaba amargamente! ¡Era al faraón Atem, soberano del antiguo Egipto, Rey de los Juegos!

"Si alguna vez recé para que regresaras, ahora me arrepiento..." se dijo a sí mismo en sus pensamientos.

Entonces, un sonido rítmico lo hizo volver en sí, llamaban a la puerta, la dulce voz de su hermano le llamaba del otro lado.

—Hermano— llamó un pelinegro ojiazul al otro lado de la puerta. Sabía perfectamente que bo debía molestar a su hermano en ese momento, pero algo dentro de sí lo había impulsado a pararse frente a la puerta y buscarle.

—Mokuba...— susurró y luego miró a su alrededor, caos, desastre y angustia le rodeaban, todo ello causado por él.

"No..." se dijo "Yo soy Seto Kaiba" se reafirmó mientras se levantaba y apretaba los puños "El mejor duelista que el mundo haya conocido y lo voy a probar, desde ahora... Desde este momento, el faraón no será más un obstáculo en mis objetivos porque yo mismo me desharé de él cueste lo que me cueste..."

Se sacudió el polvo, la herida en su mano finalmente había dejado de sangrar. Se aproximó a la puerta y la abrió de par en par.

—Mokuba— pronunció —Por favor, llama a un conserje para que se encargue de este desastre, yo tengo un torneo que supervisar.

×××

Hola, disculpen que me tardara xd, siento que Kaiba actúa un poco distinto en este cap, pero me gusta verlo levantarse de alta crisis.

Also, les recuerdo que este fic tendrá una temática homo/ gei/ yaoi, pero me tardaré un poco en llegar en eso, espero lo disfruten.

Bai.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top