Capítulo 51
XXIV. Aléjate de él, aléjate de todos (2ª parte)
POV. BANGCHAN
Siendo policía, Bangchan había tenido que guiarse por sus instintos la mayor parte de su vida. Sabía confiar en ellos, comprendía que podían salvarle la vida llegado el momento y entendía lo importante que era seguirlos. Por eso, aquella noche, no le sorprendió sentir que Jeong le necesitaba. Salió de la cama, cogió la primera sudadera que encontró en la habitación y comenzó a bajar las escaleras, procurando no hacer ruido y no despertar a los pocos que dormían allí esa noche. No se sentía seguro sabiendo que gran parte de su manada no regresaría, su lobo gruñía, preocupado por cualquier peligro que pudiesen encontrar. El hecho de que su hermano recién recuperado y los indefensos cachorros estuviesen en ese grupo, le hacía estar al borde de los nervios. Podía decir, sin necesidad de verlos, que estaban bien. Lo sentía en lo más profundo de su ser, al igual que la unión recién formada entre Seungmin y Changbin o la tristeza que estaba devorando a Jeong con cada segundo que pasaba. No le había dicho a nadie que sin juramento alguno, una vez que su memoria había vuelto, su lobo ya se había enlazado con los de la manada y podía sentirlos hasta el punto de saber cuándo le necesitaban. Quería mantener para si mismo que tenía un poder más para protegerles, aprovecharlo en su beneficio si las cosas se complicaban. Si los enemigos que pudiesen aparecer en su camino, no lo descubrían, podría saber cuando estaban en peligro y acudir a ellos tan rápido como pudiese.
Sintió un escalofrío al pisar el frío suelo de la entrada y corrió, lo más silencioso que pudo, hasta alcanzar unas zapatillas. Octubre se había despedido con una de las noches más frías del mes y lo estaba sintiendo en cada zona de su cuerpo que no tenía protección. Introduciendo las manos en los bolsillos de la sudadera, salió al exterior, lamentando la pérdida del calor. Sin embargo, aunque nevase o hubiese la mayor tormenta del año, no dejaría a su compañero pasándolo mal. Quería abrazarlo, darle todo el consuelo que necesitaba y alejar de su mente cualquier pensamiento que pudiese estar atormentándole.
— Hola —Susurró Jeong, sin apartar la vista del horizonte. Había apoyado la cabeza en uno de los laterales del columpio y se balanceaba despacio, sin ocultar el cansancio en su mirada. El hombre elegante, risueño y serio cuando tenía que afrontar los problemas de la manada, que había conocido, se había esfumado. Ante él, estaba alguien que había tenido que soportar un gran peso sobre sus hombros durante años, que no había podido confiar en nadie aunque lo hubiese intentado y que tenía que ocultar sus momentos de debilidad—. ¿Qué haces aquí fuera? —Apretó la manta con más fuerza, moviendo cada fibra protectora que había en él.
— Hey —Murmuró— No podía dormir y quería tomar el aire—Le dedicó una leve sonrisa, aunque sabía que no le estaría respondiendo.
— Mentiroso.
— Pensaba que colaría —Bromeó, feliz de haber conseguido apartar un poco de esa expresión triste que le dolía en el alma.
Levantó al omega sin esfuerzo alguno, ignorando el millón de "EH" o de "Bájame" que le gritó mientras se movía. Se sentó de lado, apoyando la espalda en uno de los laterales, tan rápido como pudo con el peso extra y acomodó a Jeong sobre su regazo, apretándolo contra su pecho con una mano. Recolocó la manta sobre ellos como pudo, añadiendo más calor al de su propio cuerpo. « Con eso debería bastar » pensó, sintiendo que el lobo en él aullaba satisfecho por haber complacido a su compañero. El suspiro de alivio que escapó de sus labios cuando alcanzó la fuente de su aroma y la forma en la que sus manos se apretaron contra su sudadera, le hicieron sonreír. Había conseguido cuidarle un poco y eso era suficiente para su instinto de alfa.
— ¿Qué te pasa, Jeong? —Le preguntó, acariciando su espalda con suaves toques y absorbiendo parte de ese olor a lavanda que tanto le gustaba. El omega suspiró profundamente, indicando que no quería hablar—. Estuve protegiendo a Minho durante mucho tiempo. Curaba sus heridas, dejaba que me contase cualquier problema que tuvieses y desafiaba a quien fuese con tal de mantenerlo a salvo. Cuando el alfa de mi madre me pegaba hasta el agotamiento, me arrastraba lejos de la casa para curarme. Nunca le dije lo mucho que me afectaba, nunca le permití saber lo mucho que me dolía ni el miedo que sentía cada vez que veía lo que podrían hacer con mi hermano. ¿Si yo me derrumbaba con él, como iba a protegerlo? Hice lo mismo con Changbin. Fingí que ninguno de mis problemas existían para que solo tuviese que preocuparse de los suyos, para que pudiese apoyarse en mi —No eran tan diferentes como creían, ambos anteponían a sus seres queridos por encima de su propio bienestar—. Si no quieres hablar, no pasa nada. Pero cada vez que te sientas así, búscame, podemos abrazarnos tanto como necesites. Ahora puedes dejar de ser valiente conmigo, igual que yo dejaré de serlo cuando esté contigo.
— A veces puedes llegar a ser extremadamente cursi —Su risa le hizo cosquillas en el cuello. Fue en ese momento, mientras se contagiaba de su repentina felicidad, cuando se dio cuenta de que a penas se conocían y quiso remediar eso. Solo había visto la imagen del hombre fuerte, del omega de leyenda que mostraba a los demás, pero no sabía quien era Jeong cuando se cerraba en su cuarto, cuando se liberaba de las obligaciones. Igual que él no sabía quien era Bangchan, el hombre que tenía dos vidas entre mezcladas, el humano que no había sabido coexistir con los demás y el lobo que no pudo proteger a quien más quería.
— Mis colores favoritos son el rojo y el blanco, soy del año del jabalí y mi signo del zodiaco es Leo. Tuve un padre increíble que murió muy pronto, no recuerdo a mi madre biológica y mi madrastra era una gran mujer.
Jeong levantó un poco la cabeza, apoyándose con las manos en su pecho y le miró con las cejas levantadas. Río, divertido por la reacción a su repentino interés por saberlo todo. Quería resumirle lo que se dirían en una primera cita si la hubiesen tenido. Instó a que volviese a acomodarse como antes, para poder sentir que era lo suficientemente fuerte como para mantenerlos a salvo en sus brazos. Jeong podía luchar solo contra cualquier enemigo que el futuro trajese consigo, pero cuando se trataba del pasado, parecía tan atrapado como él. De todos los rasgos que podían tener en común, el miedo a unos fantasmas que no deberían seguir ahí, no debería haber sido uno de ellos.
— Me gusta mucho comer, estuve casado con una mujer con la que no sentía nada, no he podido tener hijos aunque mi reloj biológico quisiese —Notó que el omega se tensaba y sus manos se apretaban contra la sudadera, inhalando con fuerza. Acarició su espalda en círculos, tratando de relajarle. ¿Qué había podido decir para que se sintiese así?—. Procuraba que Changbin no se metiese en problemas, conseguí grandes logros en el trabajo aunque al final me echaron y fui criado por un alfa que solo conseguía aterrorizarnos. Creía que sería más fuerte que él y las habilidades de Minho no ayudaba a que sintiese seguro de si mismo. Fue un completo desastre. ¿Qué más necesitas saber? Oh, sí, adoro la mermelada de fresa en mis tostadas, la parte más tostada de las cosas y beber cerveza a la hora de la comida porque me gusta el sabor. Me muevo mucho cuando duermo, a veces puedo roncar un poco y tengo el oficio de policía en la sangre, analizo cualquier cosa que me pongas delante aunque no deba hacerlo —Se quedó callado, sabiendo que había dicho todo lo que no sabía de él y esperó a que Jeong hablase un poco de él. No tenía que hablar de aquello que le tenía tan triste esa noche, pero podrían empezar con lo básico.
— También soy del año del jabalí, libra y me gusta mucho el azul. Adoro cualquier plato que tenga carne y paso horas enteras viendo One Piece. Tengo la gran habilidad de quemar todo lo que toco y de hacer un desastre de los platos más sencillos. No tengo paciencia y cuando intento hacer algo manual, acabo dejándolo y comprándolo hecho —Se calló durante unos minutos, el silencio rodeándolos bajo una extraña tensión. Jeong tragó saliva, asegurándose aún más a su sudadera, escondiendo el rostro tanto como podía contra su cuello. La tristeza que emanaba de él, le estaba consumiendo y no había forma de que pudiese abrazarlo con más fuerza—. Fui criado para ser el omega "perfecto" desde que nací y mis padres solo me querían por el dinero que iban a conseguir. Me entregaron al alfa de la manada con mi primer cambio, ni si quiera era mayor de edad —Bangchan apretó con fuerza al omega, sabiendo que no le iba a gustar nada de lo que tenía que decir. ¿Qué clase de seres vendían a su hijo?¿Qué clase de monstruos entregaban a un niño?¿Qué miserable era capaz de estar con un niño, de arruinarle toda su infancia? Estaba comenzando a marearse ante las implicaciones, ante todo lo que pudieron hacerle cuando solo era un cachorro, con la edad de jugar, de descubrir lo que era por primera vez, de comerse el mundo entre risas—. Ese alfa... Era horrible, sentí que me rompía una y otra vez, pero nadie venía a ayudarme. Me pegaba constantemente, cada vez que me equivocaba en su cena o me hacía daño por mi cuenta. Pude aguantarlo, pude seguir con los golpes, las tareas de casa y él no poder jugar. Pude hacerlo... —Su voz sonó entrecortada y supo que en cualquier momento comenzaría a llorar.
Masajeó su espalda, dándole espacio, sin instarle a continuar. Era su historia, era su pasado, se merecía el tiempo necesario para contarle. Todo sus instintos le gritaba que dejara a Jeong en la casa y fuese en busca de ese miserable para enseñarle una lección, para demostrarle que a un niño había que dejarle ser libre y para hacerle pagar cada daño que le había causado. Tuvo que reprimir al lobo en él, obligándolo a no sacar las garras y a frenar el gruñido que amenazaba con escapar de sus labios. Jeong necesitaba su apoyo, no a un alfa descontrolado con ansias de sangre. Se prometió en ese mismo instante, que no permitiría que a ninguno de los cachorros de la manada, le arrebatasen su infancia.
— Lo que no pude soportar fue la pérdida de mis dos cachorros —Bangchan tragó saliva, sintiendo el dolor como si fuese el suyo propio—. Podían ser hijos de un monstruo, pero también eran los míos. Cuando perdí al segundo, me encerró en una habitación minúscula y sin ventanas, no dejó que viese la luz del sol. Yo estaba roto, pero eso no le importó. Volvió a golpearme otra vez. Ahí fue cuando supe que todo había acabado —Las lagrimas estaban empapando su ropa, pero no le importaba. Era hora de que se dejase llevar, de permitirle tener el apoyo que no dejaba que le diese nadie—. Hoy es el quinceavo cumpleaños del primero, hoy... —No pudo seguir hablando, se abrazó a él con fuerza. Pasaron unos minutos antes de que pudiese continuar con su relato. « No gruñas, no peles » se dijo así mismo, tratando de controlar al animal en él « Ahora está bien, ahora está aquí »—. Lo maté. Acabé con la miserable vida de ese hijo de puta. No lo lamento, igual que tampoco me arrepiento de asesinar a cada uno de los alfas que atormentaron a Seungmin durante un año. Huí de allí y formé mi vida, consagrándola a la protección de omegas. He visto los peores momentos de cada uno de mis chicos, les he curado las heridas una por una y he luchado por mantenerles a salvo. Sin embargo, días como hoy, cuando veo como unen sus vidas con alguien más, cuando me siento solo. ¿Cómo vas a querer estar con un omega tan roto?¿Cómo puedo proclamarme un salvador, si no puedo protegerme de mi pasado?
Bangchan no pudo seguir escuchando esas dudas. Le obligó a incorporarse hasta quedar cara a cara y acarició su mejilla. Jeong se inclinó ante el tacto, aún con lágrimas en los ojos. Necesitaba eliminar ese horrible olor a tristeza y dolor que emanaban de él, tenía que ahuyentar de su mente cualquier pensamiento negativo que tuviese sobre él. Limpió con mucha delicadeza la humedad de sus mejillas, apartó su flequillo con cariño y se inclinó para darle un suave beso en los labios. Sonrió, demostrándole que no pensaba menos de él por defenderse, por haber vivido una historia trágica. Besó su mejilla derecha, luego la izquierda, su frente y descendió a sus labios, alargando el contacto un poco más.
— No estás roto, eres el hombre más fuerte que he conocido nunca. Sí, has matado, pero lo has hecho por sobrevivir y por proteger a quienes te importan. La ley de los lobos es diferente, el vencedor es aquel capaz de hacer más fuerte y tú lo eres. Estás sacando adelante una manada sin ayuda de nadie, eres el dueño de una gran cantidad de empresas y estás haciendo una fortuna. No dejes que el pasado te persiga. Ese hombre no va a ganar ni con su recuerdo, voy a borrar cada dolor que te ha causado —Volvió a rozas sus labios, acariciándolos con dulzura—. Vamos a mirar al pasado a la cara y gritarle que no podrá con nosotros. Porque, ángel, ahora no tendrás que soportar tu secreto solo. Cada aniversario, de cualquiera de los dos, iré contigo al lago y encenderemos una pequeña vela sobre el agua en su honor. No importa que no llegaran a nacer, vamos a recordarlos.
— Tengo miedo, Bangchan —No fue necesario que dijese a qué, él y su lobo lo sabían. Jeong comprendía su deseo de formar una familia, pero tenía miedo de no ser capaz de conseguirla.
— Como siempre digo, reconocer que lo tienes te hace más fuerte. Vamos a superar cualquier obstáculo, pero lo haremos cuando llegue ante nosotros. Ahora, mi gran y malvado omega, es el momento de que me enseñes tu habitación. Esta noche no dejaré que duermas solo.
Volvieron a besarse, con más fuerza que antes. Aquella noche durmieron abrazados por primera vez desde que se conocieron, compartiendo la misma cama. Ambos querían algo más, querían que su lazo estuviese completo, querían un apareamiento verdadero por primera vez en sus vidas. Sin embargo, con el recuerdo del pasado sobre ellos, con la imagen de dos alfas que los atormentaron durante años, ninguno se atrevía a ir más allá.
El sol había quedado oculto por las nubes, oscureciendo el cielo a pesar de las horas. Hubiese preferido quedarse en la tienda, asegurándose que la conversación que tuvieron días atrás, no había afectado demasiado a Jeong; pero necesitaba un trabajo. Era incapaz de estar quieto, sentado en un banco mientras esperaba a que todos volviesen o intentando comprender el significado de cada flor en la floristería. Era el único que seguía sin trabajo, incluso su hermano había conseguido que la guardería donde trabajaba intercediese por él y lo incluyeran en la plantilla de la escuela local. Solo había necesitado una llamada a su antiguo jefe explicándole que había encontrado a su hermano y tenía todo solucionado. También había influido que Jeong hablase con el director, asegurándole que apoyaría al centro económicamente. Con todos ocupados, la tienda de Seunghoon y Niki en plena reparación y el traslado de Soobin a la oficina de la floristería para encargarse de las cuentas, Bangchan se había quedado en una mansión vacía.
Cuando se despertó esa mañana, decidió que conseguiría entrar en la comisaría de la pequeña ciudad a la que pertenecía el lago. Aunque tenía su propio hospital y cada vez acudía más gente, poco distaba de un pueblo grande. No debería haber sido tan difícil conseguir que le aceptaran, tenía los exámenes aprobados y además, había oído que necesitaban agentes ¿Qué podía salir mal? Ahora, mientras apoyaba la espalda en la fachada de la comisaría, se arrepentía de su decisión. Lo que pensaba que iba a ser una búsqueda fácil, había sido un desastre. El comisario de su antiguo trabajo, era amigo del jefe de aquí y no quería contratarle por "respeto" a una amistad de hace años. Al parecer, que enviase los papeles del divorcio, no había ido tan bien como pensaba. « Por el amor de dios, si fue ella la que me echó de casa ¿Por qué ahora quiere complicar las cosas? » pensó, pasándose las manos por la cabeza.
Todo había comenzado el jueves, cuando Jisung regresó con los niños y le dijo que su mujer había llamado, negándose a firmar pacíficamente. El abogado trató de aliviarle, diciéndole que nunca había cometido un error y que no empezaría con él. Sin embargo, eso no quitaba que sus problemas se complicasen. Seguía casado con alguien a quien no amaba, esperando un juicio al que no deseaba ir y sin posibilidad alguna de conseguir un trabajo. Tenía previsto llegar a la ciudad ese mismo día, ensombreciendo, no solo su nueva relación con Jeong, sino también la noche de luna llena que iban a celebrar esa noche. ¿Cómo iba a lidiar con su pasado, sino podía encargarse de su presente? Tenía que unir dos vidas, la del joven Bangchan que soñaba con ser un gran lobo y la del policía que se conformaba con lo que tenía. ¿Qué le costaba firmar los malditos papeles del divorcio, sin tener que venir a pelearse con él? Sabía que lo estaba haciendo para sentirse la ganadora y no pararía hasta que el sheriff fracasase una vez más.
Encima, para empeorar la situación, Changbin había ido a hablar con él sobre Beomgyu y su "misterioso" compañero. Al principio creyó que simplemente estaba exagerando. Era un hombre joven que podía hacer lo que quisiese y si se marchaba con alguien más durante unos días, estaba en su derecho. Además de que su buen amigo, movido por años de desconfianza, solía juzgar a los demás con demasiada facilidad. Su opinión cambió cuando le explicó lo que había sentido de él. Ya no solo le preocupaba la sensación constante de vigilancia que tenía el alfa, sino que hubiese captado el olor del compañero de Beomgyu. No solo consumía drogas, si el aroma de los químicos era un indicio, sino que parecía estar íntimamente ligado al líder de la antigua manada de Changbin, el mismo hombre que había asesinado a la madre de Sunoo. Su instinto nunca fallaba y todo apuntaba a que era una trampa. No iba a dejar que los cachorros sufriesen por culpa de alguien adicto al poder y sus esbirros, al igual que tampoco permitirían que utilizasen a Beomgyu. El omega se merecía ser feliz como el resto de la manada, encontrar un buen compañero y alejarse de cualquiera que quisiese hacerle daño.
Comenzó a caminar, pensando en como afrontaría todos los problemas que le habían llegado, cuando se chocó con alguien. El hombre cayó al suelo con el golpe, haciendo un pequeño chillido de dolor al alcanzar el suelo. Bangchan, con rapidez, le tendió la mano para levantarlo, mientras se disculpaba. Fue en ese momento, cuando comprobó que el desconocido no se había hecho daño con su fuerza, cuando olió los químicos en él, el aroma casi desaparecido de Beomgyu y a alguien más que no supo. No había duda, aquel era el hombre del que le había advertido Changbin. Frunció el ceño, el lobo removiéndose en su interior, instándole a atacar a la amenaza de uno de sus niños.
— Así que eres tú —Murmuró, un gran gruñido amenazando con escapar de sus labios. Últimamente su humor había empeorado y aquel chico podría darle la pelea que tanto necesitaba. Le agarró del cuello de la camisa y lo levantó, sorprendiéndose de la facilidad con lo que lo consiguió—. Escúchame bien, imbécil, porque no voy a repetírtelo dos veces —Lo zarandeó un poco, ajeno a los cuchicheos de los transeúntes. Ahora sabía como se sentía Changbin cada vez que saltaba sobre alguien que le había provocado—. Aléjate de él, aléjate de todos. Quiero verte lejos de Beomgyu y de los demás, porque si te veo cerca de mi casa o de alguno de ellos, estarás muerto ¿Me entiendes?
El hombre asintió efusivamente, con lo ojos muy abiertos. Lo dejó caer al suelo, sorprendiendo una vez más de la facilidad con la que había podido con él. ¿Qué clase de lobo no era capaz de soportar los golpes? Jeong habría acabado cuan cualquiera en un abrir y cerrar de ojos, ¿Tan mal le habían dejado las drogas? Una parte de él quería levantarlo del suelo y asegurarse de que estuviese bien, quería cuidarlo como si fuese parte de su manada; pero otra, la que le dominaba en aquel momento, quería despedazarlo por haber estado cerca de Beomgyu y a los alrededores de la casa. Se dio media vuelta, no quería hacer otro escándolo y comenzó a irse.
— No tienes ni idea de lo que está pasando aquí —Le gritó el desconocido, haciendo que sus pasos se detuvieran—. No me conoces, no sabes lo que estoy haciendo con Beomgyu y no eres nadie para impedirme ver a mi compañero. La luna lo ha querido así y no puedes detenerme.
Lo miró sobre su hombro, con toda la furia que pudo mostrar y procurando que nadie lo viese, le enseñó los colmillos. Fue una clara advertencia de que cumpliría su palabra, sin importar lo que estuviese ocurriendo. Nadie iba a dañar a su manada mientras él estuviese vivo. Aunque Beomgyu lo odiase, iba a conseguir que ese hombre se alejase.
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