Capítulo 5
III. Maldita sea Soobin, eres un omega (1ª parte)
POV. SOOBIN
El agua se ondulaba con cada piedra lanzada mientras la arrastraba a sus profundidades. Solo podía oírse el ruido que hacía al chocar contra la superficie del mar y los latidos de su corazón. Nadie se atrevía a ir a la playa cuando llegaba Octubre y las mareas cambiaban. Su pueblo le temía a la fuerza de las corrientes, a la falta de pesca cuando las noches se hacían más largas y los días se acababan antes. Pertenecía a una manada llena de supersticiosos que creían que la luna era nuestra principal diosa y si no cumplías con las leyes que eran consideradas "sagradas", recibías un horrible castigo. Soobin sabía la verdad detrás de las leyendas estúpidas, no eran más que un escudo para su comportamiento arcaico. Sonrió con desprecio mientras lanzaba una nueva piedra y observaba lo lejos que podía llegar a caer. La luna no los culpaba de nada ni los haría sufrir por dejar atrás su comportamiento prehistórico, pero a los líderes que habían ido tomando el poder de la manada no les convenía que sus ciudadanos pensasen de otra manera. Así se aseguraban de mantener a los omegas en el lugar que le correspondía. Criar y cumplir con lo que los alfas ordenaban, era el pan de cada día para ellos. Debían aguantar ser tratados como simples objetos sexuales porque la luna lo había dicho así, las parejas destinadas no tenían cabida allí porque eran una estúpida fantasía de los omegas y si un alfa quería tomarte en su harem, mientras tuviese dinero para mantenerte, debías obedecer sin rechistar. Encima, esperaban que les dieran las gracias por tener una cama, ropa y comida como si fuesen sus salvadores.
— MALDITOS ALFAS HIJOS DE PUTA —Gritó exasperado mientras lanzaba otro golpe contra el mar en calma.
Estaba frustrado y podía sentir la ira recorriendo cada fibra de su ser. Creía que su destino iba a ser mucho mejor que el de cualquier otro omega, pero estaba completamente equivocado. Era codiciado por muchos jóvenes y adultos, pero su padre siempre lo había mantenido a buen recaudo, asegurándose de que ninguno reclamase a su hijo sin su consentimiento. Había pensado que era un hombre comprensible y dejaría que eligiese a su pareja llegado el momento o que le permitiría que fuese en busca de quien el destino había preparado para él; pero estaba completamente equivocado. Su intención era protegerle intacto hasta que alguien importante quisiese estar con él y así aumentar el estatus de la familia. Los libros que había leído, lo que había aprendido sobre libertad y otros aspectos importantes de la vida, quedaban relegados en un segundo plano cuando se trataba de su tribu. No importaba cual fuese su actitud o como se sentía, daba igual que otros clanes tuviesen normas mucho más igualitarias y justas, él había nacido en la manada equivocada. Allí nunca podía ser él mismo sin recibir el castigo correspondiente, no podía elegir con quien quería estar ni lo que quería hacer con su propia vida. Si había conseguido estudiar música en la universidad había sido por pura indulgencia de su padre y solo esperaba que le devolviese el favor, apareándose con el más insultante de los alfas: el líder de la manada.
— ERES UN CABRÓN, PADRE —Volvió a gritarle al viento mientras las lágrimas de frustración descendían por su rostro—. ESTÁS LOCO SI CREES QUE DEJARÉ QUE ME LLEVE SIN LUCHAR.
Unas manos se colocaron en sus hombros, masajeándolos. Aspiró su aroma dejando que sus dedos lo relajasen por completo. Se apoyó con cuidado en su espalda y cerró los ojos, hipnotizado por su contacto. De haber sido otro, le había apartado con brusquedad y gritado para que se alejase de él. No quería que ningún alfa le tocase, los odiaba con tanta fuerza que no podía evitar ponerse a la defensiva con cualquiera que se cruzase por el camino. Notó como los músculos se destentaban poco a poco y suspiró aliviado al verse libre de la rabia. Seguía enfadado, pero ahora no correría el riesgo de morir por intentar asesinar al hombre que quería reclamarle.
— ¿Qué ha pasado para que estés tan enfadado con tu padre? —Preguntó mientras le giraba. Su mirada imperturbable no mostraría ninguna emoción para aquellos que no lo conociese, pero él que había estado con el desde que nació, sabía leer bajo su fachada de seriedad. Estaba preocupado—. Sé que es un hipócrita, pero es el mejor que todos los alfas de por aquí. Pensé que te comprendía y miraba por tu bienestar —Se alejó de él, soltando su agarra con tan rápido como había llegado. Manteniendo las distancias que tanto les gustaba.
— Primero, tú eres el mejor alfa de este lugar —Habló con sinceridad, recordando todos los momentos en los que le había demostrado que pensaba en los omegas como seres vivos y no objetos. De no haber sido por él, posiblemente hubiese estado tan engañado como el resto de la manada, creyendo que vivir para complacerles era lo correcto. Ir a la facultad, compartir el tiempo con otros lobos más abiertos de mente, también había ayudado a que no le lavaran el cerebro—. Era mentira, no lo hacía. Estaba esperando la oportunidad para venderme al mejor postor —Entrecerró los ojos y cerró los puños, controlando su respiración para no lanzarse contra el primer objeto que viese o contra su propio amigo—. El líder quiere reclamarme y él ha aceptado. La ceremonia de enlace está programada para dentro de una semana, el primer día de mi celo. Según mi padre: "Nuestro alfa podrá tenerme controlando mientras solo pienso en abrirme de piernas para él y no tendré que avergonzarme de tu comportamiento hostil". ¿Hostil?¿Yo? —Gruñó con frustración mientras se sentaba sobre la arena, sin importarle los problemas que tendría cuando descubriesen donde había estado. Respiró profundamente antes de volver a hablar, cambiando de tema para no enturbiar la alegría que sentía por volver a verle—. ¿No estabas de viaje en el territorio de la manada del monte Long? Se suponía que estarías allí dos semanas estudiando su flora, pero solo ha pasado una.
— No intentes cambiar de tema, Soobin —Le recriminó mientras se sentaba a su lado—. Eso es grave. No pueden decidir con quien vas a estar toda tu vida, no pueden obligarte —Su voz se volvió más dura de lo normal, provocándole un escalofrío. La naturaleza alfa de su amigo aparecía rara vez y solo cuando estaba ante una situación injusta—. Perdón, no quería usar ese tono contigo. Es solo que no puedo permitir que lo hagan. Ese animal hará lo que quiera contigo y esta vez no podré evitarlo. Tienes que hacer algo —Se llevó la mano al pelo para despeinarse con frustración. Le regañaba por no poder evitar su naturaleza, ¿Es que no se daba cuenta de la verdadera situación? Estaba claro que él nunca podría ponerse en su lugar.
— NO LO ENTIENDES. NO TIENES NI PUTA IDEA DE LO QUE ES SER UN OMEGA —Bajó la voz al darse cuenta de que estaba gritándole a quien menos culpa tenía—. Has nacido con facilidades, tú puedes escoger a quien quieras. Incluso podrías marcharte de aquí e irte a otro lugar. Yo no tengo otra opción, Sunghoon. Gritaré y pelearé como siempre hago, pero tú y yo sabemos que al final acabaré enjaulado en una vida que no deseo.
— Mi vida no es tan fácil como dices y lo sabes. No puedo irme sabiendo tú te quedas a merced de esta panda de machos orgullosos. Sé que puedes defenderte solo, pero hay situaciones que te superan y esta es una de ellas. Se me ocurrirá algo, te sacaré de esta —Concluyó, dirigiendo su vista al mar y sumiéndose en una profunda melancolía.
— No quiero hablar más de esto, por favor —Zanjó sin terminar la discusión. Estaba cansado y no quería seguir enfadado—. Cuéntame por qué has vuelto antes. ¿Qué ha pasado?
Dejó caer la cabeza entre sus rodillas para tranquilizarse. Estaba siendo demasiado duro con su amigo y no se lo merecía. No podía borrar de su mente la tristeza en su mirada, peor de lo usual. Algo había ocurrido en su viaje para que pensar en marcharse fuese más doloroso que de costumbre. Lo entendía, sabía cuanto deseaba irse y por qué no podía hacerlo. Se sentía culpable por su sufrimiento, por mantenerlo atado a un clan que solo lo menospreciaba por su "debilidad" y su poca "voluntad de alfa". Creía que podía comerse el mundo y que nadie podía enfrentarse a él, pero la realidad era distinta. Siempre tenía que acudir a Sunghoon para que le consolase o le defendiese, pero nunca había escuchado a su amigo. Era hora de que comenzase a confiar en él y viese al joven fuerte en el que se había convertido, no al cachorro que se acurrucaba junto a él cuando sus padres se enfadaban o sus compañeros de clase bromeaban sobre su música.
— En serio, Sunghoon, habla —Golpeó su cabeza para que dejase de mirar el horizonte y se centrase en él—. Algo ha pasado y quiero saberlo, déjame ayudar. Después de todo, seguramente deje de poder verte cuando el enlace concluya. Quiero que mi últimos días contigo recompensen todo lo que has hecho por mi.
— No tienes que recompensar nada, tonto —Sonrió débilmente, un pequeño gesto que solo le dedicaba a pocas personas, las mismas que lo retenían en ese viejo pueblo costero de ideas retrogradas—. Yo... —Dejó escapar un profundo suspiro mientras se envolvía más en la chaqueta. Comenzaba a anochecer y con ello volvía el frío—. Conocí a mi pareja.
Soobin abrió los ojos todo lo que pudo, incapaz de cerrar la boca ni de pronunciar ninguna palabra coherente. Solo podía repetir "pareja", "¿Dónde?", "¿Quién?", "¿Cómo?" y algo que debía sonar como "¿Qué vas a hacer?", pero fue más bien un "¿Qué tú hacer?". Estaba muy contento por su amigo, aunque no podía negar que también se sentía celoso. Sunghoon había podido conocer a quien el destino había elegido para que estuviese siempre a su lado y él debería conformarse con conseguir que su nuevo "alfa" no se sobrepasase en la cama. A pesar de que quería poder disfrutar de lo mismo, su mirada apagada le hizo ver que no era tan bonito como había pensado y que se escondía algo más allá del "conocí a mi pareja".
— No vayas tan rápido. Te lo explicaré todo, cálmate —Apoyó la cabeza en su hombro antes de seguir hablando. Una vez más, Soobin no lo apartó. Solo él podía invadir su espacio personal sin queja alguna—. Sabes que la manada Long también tiene un trato horrible con los omegas ¿Verdad? —Asintió, incapaz de interrumpirle y ansioso por escuchar toda la historia—. Estuve alojándome en el hostal del pueblo y viendo las plantas que allí tenían. En uno de mis recorridos conseguí encontrar a un chico que hablaba consigo mismo, preguntándose porque tenía que ser un estúpido omega y no haber sido quien querían sus padres —Pudo captar que ocultaba algo, pero no quiso insistir. Prefería una verdad a medias que una nueva mentira para cambiar de tema y volver encontrarse con el muro que su amigo construía cada vez que se sentía vulnerable—. Al principio no noté nada, no olía a nada. Supuse que era por los supresores. Sin embargo, tres días después, hubo mucho revuelo en el pueblo y cuando le pregunté a la dueña del hotel, descubrí el motivo: un omega había estado fingiendo ser un alfa e iba a ser castigado. Tuve el presentimiento de que era él...
— Oh dios mio, Sunghoon —Se llevó la mano a la boca al imaginar lo que podía haber ocurrido.
— Si lo hubieses visto... Estaba destrozado, le habían herido por todas partes y su pelaje estaba cubierto de sangre. Lo habían abandonado a su suerte, seguros de que si sobrevivía no sería capaz de salir del territorio antes de ser cazado y si no lo hacía, se ahorrarían la persecución. No pude quedarme quieto y lo llevé conmigo. Fui capaz de sacarlo de allí a tiempo —Ocultó el rostro en las manos, intentando huir del horror que había vivido—. Temblaba y sus heridas no dejaban de sangrar mientras lo llevaba a un lugar seguro. Estaba tan asustado... Y yo también.
— ¿E-está bien?¿Él...?
— Sobrevivió, lo está. Lo llevé a un lugar en el que no volverán a hacerle daño de esa forma. Hace poco hablé con el chico que lo curó y parece ser que está recuperado, nunca antes había conocido a alguien que sanase tan rápido —Habló con orgullo mientras un extraño brillo aparecía en sus ojos—. Olía tan bien... Dios, nunca dejaría de oler su cuello. Caramelo y miel, el olor más dulce que jamás había encontrado.
— Vuelve. Vé con él —Dijo mientras se levantaba de golpe, dejando que su amigo perdiera el equilibrio y cayese sobre la arena—. Vete. Tienes que irte. Coge tus cosas y búscale. Es tu oportunidad, Sunghoon. Es una mierda dejarnos atrás lo sé, pero no puede perderle o acabarás destrozado. Lo sabes. Escúchame, soy fuerte. Puedo apañármelas sin ti.
— Soobin, no puedo —Se levantó para poder mirarle mejor, incapaz de entender por qué le había dado de pronto por protegerle. Ni si quiera el mismo entendía que estaba haciendo. Solo sabía que lo quería lejos de allí, con su pareja. No iba a dejar a un pobre omega sin su compañero predestinado ni iba a privarle al mejor alfa que había conocido de un poco de felicidad—. te prometí que no te aban....
Antes de que pudiese terminar de hablar, lo abrazó con tanta fuerza que creyó que le dejaría sin aire. Era mejor así. Cuanto menos pensase en las consecuencias, más fácil le resultaría dejar que se marchase. Llevaba mucho tiempo dependiendo de él, era hora de volar por libre. De todas formas, si lo pensaba fríamente, pronto tendría que separarse de Sunghoon. Dudaba que "su " nuevo alfa quisiese que mantuviese relación con alguien que no fuese con él, incluso se planteaba si tendría algo más que simple sexo cuando quisiese y donde quisiese. Mierda, tenía que dejar de pensar en como sería su vida a partir de entonces y centrarse en lo que deseaba con todas sus fuerzas: mantener a su amigo lejos de allí, a salvo y feliz. Por una vez, quería brindarle la paz que él siempre le había dado.
— Es mejor que te vayas antes de que empiece a llorar. Ni a mi ni a ti nos gustará —Habló contra su pecho, incapaz de mirarle. Debía mantener la compostura—. Sin despedidas, nos volveremos a ver. Te juro que saldré de esta y no me marcará, de verdad.
Antes de que pudiese decir nada más, se marchó de allí dejando salir al lobo que llevaba dentro. El dolor de la perdida y del futuro eran mucho menores cuando estaba baja su otra piel. Lo último que oyó de Sunghoon fue la señal que necesitaba para saber que todo iría bien: « Si las cosas se complican, huye. Búscame en el lago Yang. Te quiero, enano. Confío en ti ». Pasase lo que pasase, lograría salir de la situación en la que su padre lo había envuelto. Omega o no, tenía más cojones que ningún lobo que había conocido. Lo haría porque se lo había prometido a su mejor amigo, porque se merecía una vida mejor que la que dictaban las leyes de su manada, porque él quería ser libre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top