Capítulo 45
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XXII. No vuelvas a irte así, Beomgyu, por favor (1ª parte)
POV. BEOMGYU
"Furioso" era un adjetivo demasiado simple para describir como se sentía Beomgyu. "Enfurecido", "irritando", "enfadado", "cabreado" o cualquier sinónimo por el estilo, tampoco estaban a la altura. Su lobo se moría por salir al exterior y morder algo para soltar toda su frustración. Estaba tan tenso que caminaba erguido, aumentando la velocidad sin preocuparse por si el alfa podía seguir su ritmo o no. ¿Quién era Changbin para decirle con quién podía salir o no?¿Quién era ese estúpido lobo para ordenarle? Solo respondía ante Jeongin y cuando se trataba de temas de manada, no tenía porque aguantarle con su mirada de decepción y sus puños apretados. Quizás estaba exagerando, puede que no tuviese que alterarse tanto, pero no podía evitarlo. Changbin estaba preocupado, pero no era un niño y sabía lo que hacía. Había tenido que cumplir demasiadas órdenes y responder ante demasiados alfas que lo tiraban después de usarlo como para aceptarlo. Era inevitable. Si alguien se ponía por encima de él, saltaba. Había aprendido a escribir sus propias reglas y levantarse ante aquellos que le prohibían las cosas, demasiado asustado de caer en la misma miseria en la que había estado viviendo antes de encontrar a Jeongin.
— Eh, eh, frena un poco —Pidió el alfa tras él, tomándole del brazo y consiguiendo darle la vuelta—. Tranquilo, eh, está bien, solo se preocupa por ti, es entendible —Lo abrazó para que Beomgyu pudiese relajarse con su olor—. Tu manada parece quererte mucho y no se fían de un extraño, me molestaría si fuese lo contrario.
Bufó, enfadado de que estuviese defendiendo a Changbin a pesar de que debería sentirse ofendido por haber sido tomado como alguien peligroso. Taehyun, con esa sonrisa y sus gestos amables, no podía hacer daño. Había tenido demasiados sustos en su vida como para que el destino fuese tan cruel de otorgarle un alfa horrible, sería injusto. Se apoyó en su pecho, aspirando su aroma y arrugando la nariz al detectar el picor que producía ese olor a químico que se escondía tras el que tanto le gustaba. Quería preguntarle qué era, pero tenía miedo de que la respuesta no le gustase. Solo había una cosa que pudiese producir ese olor y no le gustaba, no quería admitirlo. Tenía que haber otra razón, tenía que haber algo más.
— Está bien, está bien, no dejes que arruine nuestra noche —Se alejó un poco para levantarle la cabeza con sus dedos en la barbilla—. ¿Qué te parece si te llevo a cenar a otro sitio?
Asintió despacio, mostrándole una amplia sonrisa. Tenía razón, no podía dejar que aquella disputa arruinarse su noche. Entrelazó una mano con la suya y empezó a caminar por donde le indicaba. Aquella noche, solo serían ellos dos, le gustase a Changbin o no. Nadie podría impedirlo. Pasearon bajo las luces de la calle, contando historias de su vida, omitiendo los detalles tristes y centrándose solo en divertirse. Sabía que debía ser sincero, pero no estaba preparado para descubrir su historia completa, ignoraría todo lo que le había pasado tanto como pudiese. En el fondo, algo en él, le impedía confiar completo en el lobo. Quería entregarse, pero por alguna razón, sentía que podría estar cometiendo un gran error. Hablaron sobre lo grande que se estaba volviendo su manada, de lo alegres que eran los niños y de cómo envidiaba la fuerza de Jasmine, capaz de sonreír a pesar de todo lo que le había pasado. Le explicó con cariño como había sido su mejor Navidad, usando el extintor para apagar el pavo que había tratado de asar Jeongin con la esperanza de tener una celebración tradicional. Aquel día tuvieron que conducir hasta el restaurante abierto más cercano y comieron lo que quedaba en la carta. Realmente no tenía nada de especial, pero fue la primera vez que estuvo con ellos, que pudo disfrutar de las fiestas sin miedo al hambre, el frío o los depredadores. Acababa de llegar a una manada en la que todos se conocían ya, pero que le acogieron como si hubiese sido parte de la familia durante toda su vida. Jeongin lo tomó bajo su ala, asegurándole protección y fue lo mejor que le había pasado nunca.
Escuchó como Taehyun hablaba de su sobrina como si no existiese nadie más especial, explicándole que había estado cuidando de ella cada vez que su hermano no podía y que la adoraba tanto que no podía imaginarse una vida sin la pequeña. Le contó cómo se había entusiasmado al saber que podría ir a clases de baile y como había dado vueltas por todo el salón simulando ser parte de un ballet. Cuando le preguntó por los padres, sus ojos brillaron con ira por un instante tan corto que pensó que se lo imaginaba. No tardó en cambiar el tema, alegando que no era nada importante y centrándose de nuevo en los recuerdos que tenía con el cachorro. Siguieron caminando hasta un restaurante de comida rápida que solía frecuentar, descubriendo que ambos eran asiduos. Antes de alcanzar la puerta, Taehyun se detuvo, haciéndole chocar con su espalda. Su cuerpo se puso tenso, el olor a miedo y rabia saliendo en grandes oleadas de él mientras retrocedía, arrastrándole con él. Asomó la cabeza para ver lo que le había perturbado, pero el alfa fue más rápido e hizo que se girase para enfrentarlo. Su expresión cambiando a una amplia sonrisa y su olor normalizándose.
— ¿Por qué no vamos mejor a mi casa? Puedo hacerte uno de mis platos estrellas: ravioli a la napolitana —Hizo un gesto con los dedos para decir que estaba de rechupete y no pudo evitar reír, olvidándose por completo de la forma extraña en la que su alfa se había comportado.
— Vale, pero con una condición, que el postre sea en la cama —Le guiñó un ojo juguetón antes de alejarse y comenzar a andar sin rumbo.
Si hubiese conseguido echar un vistazo, se habría dado cuenta de los cuatro lobos que les observaban desde una mesa cerca de la ventana. Si hubiese preguntado qué ocurría, habría acabado consiguiendo una respuesta que no le hubiese gustado. Ingenuo y feliz, siguió a Taehyun como Caperucita al lobo feroz corriendo el riesgo de ser devorado por sus fauces.
Beomgyu fue capaz de conquistar las estrellas, de rozar la luna con los dedos y de descubrir que el mundo estaba lleno de colores. Sintió que podía conquistar el país más recóndito, descubrir tesoros escondidos en el fondo del mar y caminar entre los edificios como el funambulista más arriesgado. Solo necesito una caricia para alejar el frío que había en su interior, y un beso para sentir las mariposas que revoloteaban en su estómago. Dejó de ser ese niño asustado que se escondía entre contenedores, de ser ese joven desesperanzado que no creía en el futuro, de ese hombre que se sentía vacío en un hogar lleno de gente. Había encontrado la tierra prometida, el santo grial, la fuente de la juventud, el secreto de la felicidad...
Ignoró el teléfono, se perdió para el resto del mundo y solo bailó para él, para el lobo que había entrado en la academia y le había devuelto la ilusión. Llamada tras llamada, mensaje tras mensaje quedaron perdidos en el fondo de su mochila. Disfrutó toda la noche de sus cercanía, de las sábanas revueltas y de sus cuerpos entrelazados. Se despertó entre besos, compartiendo un desayuno que le supo a gloria y riendo de su humor por la mañana. Pasaron la mañana acurrucados en el sofá, viendo una película tras otra y robándose caricias furtivas. Comieron en un pequeño restaurante de la ciudad y pasaron la tarde en el lago, disfrutando de uno de los pocos días de sol que quedaban en Octubre.
Se despidieron allí mismo con un beso de esos que te roban el aliento y te hacen suspirar, prometiendo más días como aquel. Cuando Beomgyu se quedó solo, en el interior de su coche, dejó que el miedo se apoderase de él. De pronto, tuvo la impresión de que se movía demasiado rápido y se asustó. Había visto un Taehyun por el que podría caer rápido y profundo, del que podría enamorarse en un abrir y cerrar de ojos. Apoyó la cabeza en el volante, tranquilizando su respiración y volviendo a pronunciar el discurso que había estado diciéndose desde que llegó al restaurante: el destino no podía ser tan cruel como para entregarle a un mal alfa. Una vez que consiguió tranquilizarse y empezar a tomarse las cosas con calma, dejando que su relación fluyese hasta acabar como la luna quisiese; decidió que era hora de volver al mundo real. Abrió su teléfono, esperando encontrarse algún mensaje del alfa y encontrándose con una historia que le hizo palidecer.
« Papá Oso: Soobin ha desaparecido.
¿Dónde estás, Beomgyu? Te necesitamos.
Vuelve, es una emergencia, eres un buen rastreador y nos hace falta toda la ayuda.
Vamos a irnos sin ti, lo encontraremos y lo traeremos de vuelta.
Tenemos a Soobin, Seungmin ha tenido que cambiar para sanar y Yeonjun ha sido herido gravemente, casi muere ¿Por qué no estás aquí?
Seungmin y Yeonjun se recuperarán, pero el alfa de Jisung se está muriendo. No se lo merece y la familia debería estar apoyándolo.
Bangchan va a intentar recuperar la memoria, es la única forma de salvar a ese pobre alfa. ¿Soy demasiado egoísta por querer mantener al mío a salvo?¿Por desear que no tuviese que hacerlo? Puede ser peligroso, Beomgyu y no sé qué hacer si lo pierdo tan rápido.
¿Beomgyu, dónde estás? Estoy preocupado. »
Su familia le había necesitado y él les había fallado, los había ignorado por completo. Enfurecido, golpeó una y otra vez el volante, maldiciéndose por haber estado más pendiente de Taehyun que de su manada. ¿Qué le había pasado a Soobin?¿Cómo estaban los demás?¿Estaría bien Bangchan y ese pobre alfa? Necesitando saber la historia completa, asegurarse de que estaba bien y descubrir que había ocurrido con lo demás, se apresuró a arrancar el coche. Superó los límites de velocidad y cuando el sol se había ocultado por completo, dejando paso a la luna, consiguió llegar a la mansión. Subió los escalones de la entrada de dos en dos y buscó con desesperación a alguien que pudiese decirle algo. Encontró a Bangchan dormido junto a un alfa que debía ser el de Jisung y no pudo evitar la tentación de arroparlos. Tomó alguna de las mantas que guardaban en el baúl bajo la ventana y los topó a los dos. Suspiró, contento de ver que estaban teniendo un sueño tranquilo, eso debía ser una buena razón, todo debía haber salido bien.
Retrocedió despacio, cerrando la puerta del salón. Por mucho que estuviese muriéndose por saber qué había pasado, no quería despertar a nadie, por eso fue de puntillas hasta la cocina para conseguir algo que tranquilizase sus nervios. ¿Cómo había podido dejarse llevar de esa forma?¿Cómo había podido olvidarse del teléfono? Siempre tenían que tenerlo a mano en caso de emergencia, era una orden directa ¿Cómo había podido ir todo tan mal con lo bien que había estado con Taehyun? Apoyó las manos en la encimera y agachó la cabeza, suspirando. Lo que más le dolía de su despiste, era que Jeongin había pasado un mal momento y él no estaba allí para ayudarle. Después de que le diese la oportunidad de tener una buena vida, se había prometido que nunca le defraudaría ¿Y qué había hecho él? Lo mismo que juró que no haría de nuevo, había dejado que un alfa se interpusiese entre él y su familia.
— ¿Por fin te has dignado a volver? —La voz de Jeongin sonó con dureza a su espalda, sobresaltándose. Apretó los puños sobre la encimera y cerró los ojos, no quería ver cómo le miraba, no quería saber qué había fallado—. Mírame, Choi Beomgyu, mírame ahora —El omega se giró lentamente y lo enfrentó, sintiendo como se encogía su corazón al ver lo cansado que parecía estar su querido líder, siempre entero, siempre en pie—. Dios, Beomgyu, ¿Sabes lo preocupado que estaba por ti? Changbin llegó diciéndome que estabas con un alfa y después no cogías las llamadas, no contestabas los mensajes —Comenzó a pasearse de un lado para otro en la cocina, enfurecido, pasándose las manos por el pelo—. ¿Te puedes imaginar el mal día que estábamos teniendo?
Abrió la boca para tratar de disculparse, pero ¿Qué podía decirle?. Changbin y Seungmin habían salido como él, pero la pareja se las había arreglado para buscar a Soobin mientras él había estado en la ciudad todo el tiempo. Agachó la cabeza como había aprendido a hacer cada vez que defraudaba alguien, esperando a que llegase su castigo. Sabía que Jeongin nunca lo haría, pero seguía teniendo ese tipo de reacciones instintivas que tanto le avergonzaban. Sin embargo, lo único que recibió fue un abrazo tan fuerte que se quedó sin respiración unos instantes. Como siempre, el omega que le había salvado, continuaba aceptándolo a pesar de sus errores y en el fondo, eso solo conseguía hacerle sentir peor. Él no había conseguido estar allí para él, para la manada, cuando los problemas habían llamado a la puerta.
— La próxima vez que vayas a pasar tanto tiempo fuera, avísame, por favor. Si te pasase algo, no me lo perdonaría nunca —Se separó, apoyando las manos en sus hombros—. No vuelvas a irte así, Beomgyu, por favor. Prométemelo.
— Lo prometo —Contestó con un suspiro—. Siento mucho no haber estado aquí, de verdad que lo siento. Perdí la noción del tiempo y...
— No te preocupes, está todo bien, están todos bien —Cortó el omega con rapidez, lanzándole una de sus miradas que querían decir: "No sigas por ese camino, no es necesario"—. Quiero detalles ¿Cómo es él? —Beomgyu abrió la boca, sorprendido de que hubiese sabido lo que había ocurrido—. No me mires así, era la única opción para que no cogieses el teléfono y Changbin te vio. Además, parece que te has echado "Eau de Alfa" —Apretó con cariño sus hombros antes de separarse, servir el agua hirviendo que había estado preparando minutos antes de que apareciese y colocar un sobre de infusión—. Vamos, vamos, quiero saberlo todo. Quiero saber a quien tendré que enviar un pedido especial de rosas con una preciosa tarjeta que diga: "Hazle daño a mi chico y te las verás conmigo. Sigo buscando cabezas para mi colección y tú puedes ser una de ellas. Con amor, tu peor pesadilla".
— ¡JEONGIN! —Exclamó, fingiendo escandalizarse. Estaba más que acostumbrado a sus bromas—. Me gusta tanto que me da miedo —Siguió, comenzando a hablar de Taehyun con un suspiro.
Le explicó cómo se conocieron, quién era para él y lo que había hecho ese día. Le describió de arriba abajo, incluso le habló de ese olor a químico que le picaba la nariz y que tan inquieto le ponía. Le contó todas y cada una de sus impresiones, de cómo había analizado la situación para saber que no podía ser un mal hombre y de cómo hablaba de su sobrina. También estuvo diciéndole lo amable que había sido y como lo había tratado el tiempo que estuvieron juntos. Jeongin lo escuchó con seriedad, atento de cada una de sus palabras y sin interrumpirle. Cuando llegó la hora, le aconsejó que fuese con calma, que viviese el día a día y no se preocupase por el futuro. Además, añadió que estaría ahí para él si las cosas salían mal, al igual que el resto de la manada. No importaba si se equivocaba o no escuchaba sus consejos, la manada entera estaría allí para él.
Aquella noche, Beomgyu fue a dormir con Jeongin como cada vez que las pesadillas aparecían y temía estar solo. Poco sabía él que su peor pesadilla estaba a punto de comenzar y que aquella sería la última vez que pudiesen dormir tranquilos. Minho había visto cómo sus decisiones perjudicarían a la manada y sus predicciones no podían fallar nunca.
« Están llegando, no dejéis que se lo lleve »
En un lugar cerca del lago Yang, un hombre de sonrisa despiadada y una cicatriz que recorría su rostro desde el ojo izquierdo hasta el labio, esperaba el momento exacto en el que conseguiría la ubicación donde su pequeño tesoro se escondía. Hyunjin podía huir tanto como quisiese para proteger a su niña, pero siempre lo encontraba y esta vez, conseguiría el premio gordo con un pequeño omega de mirada inocente.
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