Capítulo 21
X. Te echo de menos (2ª parte)
POV. FELIX
Esa misma noche, abandonó la seguridad de la mansión y dejó que su lobo saliese para correr con libertad, regresando a la cueva en la que estuvo durante tanto tiempo. No se atrevió a entrar, pensando que si volvía, no regresaría jamás. Se limitó a inclinar la cabeza y aullar a la noche, dejar salir su dolor de la forma más animal que encontró. Cuando se sintió más tranquilo, volvió a cambiar, envolviéndose en la manta que solía esconder por allí y sentándose en el claro del bosque, con la mirada perdida en el cielo. « Eres el lobo más hermoso que he visto nunca ». Su cabeza se había convertido en un caos, incapaz de comprender porque sentía que el hombre del cementerio era su pareja cuando él ya había tenido una y lo había perdido. ¿Significaba eso que su apareamiento no era real?¿Significaba que había vivido engañado durante años? No, eso era imposible, Jaehyun era la otra mitad de su alma, lo sentía en lo más profundo de su ser. Entonces, ¿Por qué sentía que él también lo era? Solo se podía tener una pareja, ¿Por qué el tenía dos?¿Tan confundido y necesitado estaba que veía cosas que no existían?
El mundo volvió a derrumbarse a sus pies cuando la brisa trajo consigo el aroma a lirios que había comenzado a reconocer demasiado bien.
— No huyas, por favor. No haré nada —Dijo el desconocido, alzando las manos para demostrar que estaba allí sin ninguna intención—. Te vi correr hacia aquí, también necesitaba un poco de aire libre después de lo de hoy —Avanzó despacio, sin dejar de mirarle como si el más mínimo descuido pudiese hacer que escapara de nuevo, hasta conseguir sentarse a su lado en el suelo—. No podía dejarte solo cuando estás sufriendo tanto, pensé que podrías dejarme estar a tu lado, aunque sea en silencio.
Felix suspiró, tratando de tranquilizar los acelerados latidos de su corazón y volvió a mirar al cielo, perdiéndose en las estrellas. Supuso que si no lo echaba, interpretaría que podía quedarse allí sin necesidad de hablar o volver a perderse en sus ojos, tan profundo como un océano infinito, como el universo repleto de nebulosas y estrellas. « Sería maravilloso que el destino nos diese otra oportunidad y encontrásemos otra pareja, porque si muero, lo haría con la tranquilidad de saber que podrás volver a ser feliz y no estarás solo ». Permanecieron en silencio, reconfortándose con su simple compañía y manteniendo cierta distancia, separados por la manta que le cubría.
— Hoy he enterrado a mi mujer, una humana que quería a alguien a su lado y que me aceptó aunque sabía que no podía darle todo, que no podía amarla —Confesó el joven, dirigiendo su mirada a las manos que se movían intranquilas sobre sus muslos. Ante las últimas palabras, Felix alejó la punzada de celos que sintió al pensar que había estado casado—. De toda la gente que ha ido, solo yo estaba allí porque lo apreciaba y ¿sabes qué? No he llorado. He sido el único que no ha derramado ni una sola lágrima. Patético ¿No crees?
— Cada uno lleva su tristeza de una forma diferente —Habló Felix, sintiendo la necesidad de reconfortar al alfa—. No es patético, las lágrimas falsas del resto si que lo es y quien diga lo contrario deberá enfrentarse a mi ira.
La risa de su recién descubierta pareja fue como el sol tras una tormenta, como el agua tras meses perdido en un desierto, como una isla tras un naufragio. Por un segundo creyó que podía permitirse el lujo de amar de nuevo, de compartir su vida con alguien más, pero esa sensación solo duró un instante. Su corazón, debilitado y marchito, no podría permitirse la pérdida de alguien más y su mente no concebía un mundo sin Jae, haciéndole ver que estaría traicionando al hombre más importante de su vida. Estar solo, seguir viviendo sin nadie a su lado, sin ser feliz por completo, era algo que se merecía por haber insistido en que volviese a casa pronto y por algo que ocurrió hace mucho más tiempo, algo que mantenía profundamente encerrado en su interior. El destino lo castigaba por haberse quedado dormido sin prestar atención, por haber permitido que le quitasen a... Cerró los ojos con fuerza, impidiendo que el recuerdo volviese, sumiéndose en una profunda negación. « Algún día la encontraré para ti y seremos una familia ».
— Has conseguido aliviarme y eso que era yo quien quería consolarte a ti, gracias —Una genuina sonrisa apareció en su rostro antes de acercar la cabeza de Felix a su hombro, haciéndole descansar allí como si fuese una almohada cálida—. No me importa si cuando nos vayamos de aquí quieres perderme de vista, pero déjame ser tu consuelo por esta noche. No necesitas hablar o contarme que te aflige, simplemente, úsame. Soy un buen hombro sobre el que llorar.
— ¿Quieres que te use como si fueses un pañuelo? —Preguntó el omega, incrédulo ante un alfa que no le importaba ser ignorado con tal de ser útil para él. Sin poder evitar, conmovido por su delicadeza, se abrazó a él, descansando todo su peso contra él y dejó escapar un suspiro al sentirse rodeado por los lirios—. Hoy es el aniversario de mi pareja, el hombre que el destino creyó que era perfecto para mi. Murió hace cuatro años, un accidente, su coche salió despedido de la carretera al hacer una curva y acabó al fondo de un barranco a una hora de nuestra casa. Iba a volver antes, por mi, solo por mi. No quería estar solo.
El silenció volvió a caer sobre ellos mientras el joven asimilaba sus palabras. Esperó un ataque de celos, gritos sobre que él era su pareja y debía olvidarse de todo, pero no pasó nada. Se limitó a acariciar su espalda sobre la manta, mirando a algún punto entre los árboles. El amargo olor de la tristeza llegó hasta él, pero no hubo nada más. ¿Por qué parecía estar sintiendo lo mismo que él?¿Por qué su olor había adquirido los mismos matices que el suyo, la culpa, la pérdida, el dolor?
— Tuvo que ser un hombre increíble —Lo miró, levantando la cabeza un poco, incapaz de creerse tanta amabilidad y dulzura—. Porque tuvo el honor de estar con un omega especial —Susurró, contestando a la pregunta no formulada, a sus dudas—. Has sido muy valiente, debe de estar orgulloso de ti. Cualquiera se habría rendido ante la pérdida, pero tu sigues aquí, tratando de continuar —Le dirigió una mirada cargada de emociones que no pudo descifrar, orgullo, tristeza, empatía.
— No me conoces —Murmuró, sonrojándose por completo ante sus palabras—. ¿Por qué no me llamas mentiroso por decir que tuve una pareja, por qué no insistes en que soy tu omega, por qué no sientes celos de alguien que estuvo conmigo?
— Porque dudo que estés mintiendo cuando puedo sentir el dolor que hay en ti —Hizo que se incorporara para poder limpiarle las lágrimas y le dedicó una sonrisa cargada de sentimiento—. Eres mi omega y yo soy tu alfa, pero no tengo derecho a reclamarte cuando sigues de duelo y no voy a tener celos de un hombre que logró hacerte tan feliz, lo único que quiero hacer es regresar a su tumba y agradecérselo —Dejó un casto beso en su frente, acariciando su pelo con suavidad—. No voy a presionarte ni a exigir que te olvides de alguien tan importante. Cuando estés conmigo será porque lo deseas y si me dejas entrar a tu corazón será para compartirlo, no para que olvides su recuerdo.
Abrumado, fue incapaz de continuar allí. Dejó que la manta cayese al suelo y el cambio le alcanzase en plena carrera, dejando a un aturdido alfa sin saber que hacer. No podía permitirse estar con nadie más, no podía pasar por otra pérdida, no podía permitirse traicionar a su querido Jae y lo que era aún más, no podía condenarle a su maldición. Todo aquel que se acercaba a él de manera íntima o era una parte de él, moría. No importaba cuanto lo desease, no podía proteger a nadie, ni salvó a la otra mitad de su alma ni al hijo que perdió una noche en la que no fue capaz de permanecer despierto. El recuerdo de la pequeña en sus brazos, aquel que había enterrado en lo más profundo de su mente como si nunca hubiese existido, volvió a aparecer y sintió la culpa como un cuchillo raspando su piel, la culpa por dejar que se lo llevaran y la culpa por no recordarlo nunca, fingiendo que la muerte de su compañero es lo único que realmente le dolía, como si su pequeño cachorro nunca hubiese existido. Al llegar a casa, volvió a esconderse en los brazos de Jisung, quien amablemente lo acunó hasta que se quedó dormido una vez más. Lo último que oyó antes de ceder a la oscuridad, fueron las palabras de su protector: « Por favor, dios, escucha mis plegarias y permítele ser feliz ».
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