Capítulo 16
VIII. Quiero que sea mi papá (1ª parte)
POV. SOOBIN
¿Cuántas horas puede un lobo permanecer encerrado en un coche sin desear arrancarle la garganta a alguien?¿Cuál era el límite de la paciencia de una persona hasta que se abandonase al animal de su interior? Soobin llevaba horas atrapado en la caravana con el único entretenimiento que el hombre a su lado. Los árboles parecían iguales conforme avanzaban por la carretera y él solo podía desear salir de allí para correr entre ellos, lo más lejos posible de la cárcel de metal en la que se encontraba. Por más que bufase, se durmiese en la cama o se dejase caer en los asientos delanteros, el tiempo no avanzaba tan rápido como quería. Su lobo arañaba y aullaba en su interior, desesperado por salir o por saltar sobre el hombre que le acompañaba. Si permanecía allí mucho más, cedería a sus instintos y acabaría aceptando a Yeonjun como su compañero. ¿Cómo iba a aguantar si olía tan bien, si solo quería rodar sobre él para que todo aquel que le oliese supiese que era su compañero, el único para él? Iba a volverse loco. Lo peor era la lucha que estaba librando en su interior, por un lado quería que su lobo tomase el control y por otro odiaba la idea de ser controlado. Es cierto que no le había dado ninguna razón para creer que era como la mayoría de alfas, que no parecía buscarle para tenerlo como su sirviente o su juguete sexual; pero no había llegado hasta allí siendo ingenuo. Podría estar fingiendo para llevárselo a su cama y marcarle. Una vez que le mordiese no habría marcha atrás y él no estaba dispuesto a entregar su vida a alguien porque la dichosa luna lo había elegido. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar en tener un hijo... Que la luna le librase de tener que pasar por esa fase o acabaría castrando a su compañero. Negó con la cabeza, no quería ni pensar en él como su pareja.
— ¿Estás bien? —Preguntó Yeonjun, tan preocupado como horas atrás. No era de cristal y, aunque ganas no le faltaban, no iba a morir por llevar horas de viaje y tener las piernas entumecidas. Quizás solo acabaría arrancándole la cabeza a alguien si no llegaban a su destino pronto, pero nada de lo que preocuparse. Si tenía que seguir escuchando chistes, abriría la puerta y saltaría. Las primeras horas de canciones y bromas habían sido una maravilla, después se había convertido en un suplicio que le hacía querer hundir la cabeza entre las almohadas para dejar de escucharle. Otra parte de él, la que más le aterraba, quería que dejase de hablar para divertirse con él entre las sábanas revueltas.
— Estoy bien ¿Falta mucho? —Se negó a mirar al dueño de sus fantasías, apoyándose en la ventanilla y observando los árboles, idénticos a todos los que habían estado pasando. Reprimió un suspiro de satisfacción al sentir su mano en el muslo, acariciándole y relajándole. Maldijo a su cuerpo por reaccionar a su tacto y se limitó a cruzarse de brazos. «Lobo estúpido, ¿Quieres que nos controlen? Por muy bueno que esté, no voy a dejar que dirijan mi vida» le recriminó a su otra naturaleza, ordenándole que se comportase «No, no aúlles, no podemos caer por un cuerpo de infarto ¿Y si es un imbécil como los demás?». Definitivamente se estaba volviendo loco si le estaba hablando con su propio lobo.
— No, mira allí —Quitó la mano de su muslo para señalar un cartel que rezaba: «Bienvenidos al lago Yang». Por muy desilusionado que estaba por haber perdido el contacto, algo que no reconocería nunca, saber que pronto se encontraría con su mejor amigo le renovó el animo. Incluso se atrevió a sonreír completamente—. Me gusta cuando sonríes, aunque no sea por mi.
Perdiendo un poco de su férreo autocontrol, le miró. Aunque estaba concentrado en la carretera, no se perdió la decepción que emanaba de todo su cuerpo y de su voz. Descruzó los brazos y alargó una de sus manos para apoyarla en su brazo en un intento de reconfortarle, pero una serie de pitidos y gritos le devolvió la cordura que había estado a punto de perder y se retiró antes de llegar a rozarle. Con alegres "nos vemos pronto" y "adiós, gran lobo", las caravanas que les seguían se alejaron en el cruce en dirección al pueblo donde estarían actuando los próximos días. Los pitidos y los gritos quedaron atrás cuando entraron en el camino que llevaba al lago, llevándose con ellos parte de su alegría. Había disfrutado estar allí, se sentía como una familia y no tener que ocultarse había sido un alivio. Nadie le había mirado por encima del hombro por ser un omega, nadie lo había considerado inferior o un objeto. La única razón que le impedía pedirle a Yeonjun que continuasen con ellos, que formasen parte del circo, era la necesidad que sentía de estar al lado de Sunghoon. Habían crecido juntos, habían aprendido a sobrevivir uno al lado del otro y pensar en no volver a verlo, le oprimía el pecho. Después de haber vivido en una manada que atesoraban las tradiciones que permitían la opresión de su clan y temían a unos dioses anticuados que no velaban por ellos, se veían el uno al otro como una familia.
— ¿Vas a actuar con ellos? —Habló tras unos minutos de silencio, mirando de nuevo el paisaje que le rodeaba. Lo que de verdad quería preguntar, resonó en su cabeza como un eco: «¿Volverás al circo o te quedarás conmigo?». Tenía ganas de frotarse la cara con frustración por sus contradictorios pensamientos. La negación de lo que el destino le había dado, le estaba agotando.
— Sí, una última vez —Soobin se sintió aliviado al oírle, sabiendo que él era la razón de que fuese la última actuación—. Estamos muy cerca y, como mi actuación solo es un día, será fácil. Quiero despedirme a lo grande y... —La sonrisa de Yeonjun se ensanchó y la emoción brilló en sus ojos—. Que tu estés ahí para verlo.
«Maldito corazón, deja de latir con tanta fuerza ¿Encima te ruborizas? Dios, no tienes remedio» se regañó a sí mismo, quejándose por su debilidad, pero... ¿Qué iba a hacer cuando el simple hecho de que quisiese actuar para él le ponía nervioso? Debería gritarle que siguiese en el circo y lo dejase en paz, pero no lo hizo. Una parte de él odiaba la idea de tener que separarse y evitaba esa conversación, otra veía mal que arriesgase sus sueños y su familia por estar con él. Se sentía culpable por arruinarle y no quería que todo volviese a él en algún momento, no quería que se enfadase por haber conseguido que dejase el circo, no quería que su relación se resintiera. «Espera, alto, Soobin. No tenéis una relación y no la veis a tener. Dile que se vaya, pídeselo» se ordenó a si mismo, pero se ignoró.
— ¿Qué es lo que haces? —Quiso golpearse contra el salpicadero por ser tan idiota. Estaba jugando con fuego y tarde o temprano se iba a quemar.
— Si vienes, lo verás. Desvelar una actuación antes de tiempo, le quitaría la magia —Quitó una mano del volante para acariciar la suya, un gesto inocente que a Soobin hipnotizó. Una vez más, se dijo que debía alejarse de él, pero permaneció allí, inmóvil, permitiendo el contacto. Su lobo aulló feliz en su interior y tuvo que evitar poner los ojos en blanco ante la confianza que depositaba en Yeonjun. ¿Cómo podía aceptarlo tan fácil mientras el tenía miles de dudas? Sentía que aceptarle era como saltar al vacío sin garantías de sobrevivir a la caída. Necesitaba a Sunghoon con más fuerza que antes, él siempre sabía decirle lo que necesitaba y aliviaba cualquier problema que tuviese. Antes de terminar perdiendo la cordura, quería un buen consejo que le mostrase el camino correcto.
— Pronto estaremos en la casa del lago —Oyó a Yeonjun decirle tan bajo que creyó que se lo estaba susurrando. Sus emociones dispares le estaban pasando factura y comenzaba a quedarse dormido—. No sabía que aquí había una manada ¿Te imaginas que es la de la leyenda?¿La que está dirigida por un omega? —Fue lo último que escuchó antes de ceder a la insistencia de Morfeo y entrar en un profundo sueño.
Unos minutos más tarde, sintió unas manos que lo zarandeaban suavemente y la voz más bonita que había oído, esa con la que llevaba soñando desde que se vieron por primera vez, le susurraba. Sintió un movimiento a su alrededor y el duro asiento bajo él cambio a un cálido cuerpo que lo sostenía. Poco a poco, fue abriendo los ojos para encontrarse en los brazos de Yeonjun y suspiró. Era tan agradable dejarse llevar que por un segundo se planteó ceder al deseo de su lobo y al que albergaba en lo más profundo de su ser. Sin embargo, el miedo volvió a él con la misma fuerza que siempre y empujó con fuerza su pecho para conseguir que le bajasen.
— Ya estoy despierto, puedo andar. Suéltame, idiota.
— A sus órdenes, capitán —Bromeó Yeonjun antes de dejarlo de pie en el suelo. No había pasado ni un segundo lejos de sus brazos y ya echaba de menos el contacto. «Estoy realmente jodido» gimió en su mente, enfadado por su falta de voluntad—. Wow... Simplemente, wow —Exclamó al ver la gran casa que tenían frente a ellos—. ¿Tu amigo está aquí de verdad? Es enorme —Entusiasmado, miraba todo a su alrededor, desde los árboles que rodeaban la mansión hasta los coches aparcados, pasando por el porche y los grandes ventanales. Negó con la cabeza al verle, parecía un niño abriendo sus regalos el día de Navidad—. Ante esto, mi casa es un chiste.
— Vives en una caravana, idiota —Se quejó, maldiciéndose por ser tan mordaz con el pobre chico. Que no quisiese aparearse con él, no significaba que tuviese que ser un dolor en el culo constante con quien le había rescatado. Por mucho que se dijese que tenía que ser amable, era su mecanismo de defensa y no podía evitarlo—. Vamos, ese es el coche de Sunghoon, tiene que estar aquí.
No habían dado ni dos pasos cuando un cachorro llegó hasta ellos perseguido por el más brillante lobo blanco que Soobin había visto. Al verles, el pequeño se detuvo de golpe, tropezándose con sus patas y soltando un lastimero quejido. El animal que lo acompañaba saltó ante él y les enseñó los dientes, protegiéndole de lo que consideraba una amenaza. ¿Sería su cachorro? A pesar de no tener ningún parecido en esa forma, podría serlo. La naturaleza puede jugar con la genética de formas muy dispares y sorprendentes. Miró a Yeonjun, sin saber que hacer. No era demasiado bueno identificando cuáles eran lobos de verdad y quien podía convertirse en un hombre. ¿Estaban ante animales o eran hombres lobo como ellos? Su recién descubierta pareja, levantó las manos en alto en señal de paz y descubrió su increíble sonrisa. ¿Estaba mal enfadarse porque se la estaba dedicando a alguien más? Tenía que estar volviéndose loco, no existía una explicación mejor. «Eso, miéntete a ti mismo y di que no te interesa el dios que tienes por compañero» se dijo así mismo y volvió a maldecirse por ser tan contradictorios. Iba a acabar en un manicomio si seguía así.
— Tranquilo, no somos una amenaza para ti o el cachorro —Anunció mientras se agachaba para quedar a su altura—. Soy Yeonjun y el es Soobin, estamos buscando a Sunghoon, es un amigo.
El lobo volvió a mostrar sus dientes y gruñir en su dirección antes de olfatear el aire a su alrededor. Cuando comprobó que decía la verdad, se retiró unos pasos hacia atrás y acarició al pequeño cachorro con el hocico, instándole a levantarse e irse con él. El omega vio como se marchaban hacia la parte trasera de la casa, aturdido aún por la belleza del lobo blanco.
— Dios, era impresionante —Murmuró Yeonjun, tan bajo que a penas fue capaz de captarlo con su mejorado sentido del oído. Su mal humor regresó y tras golpearle el brazo con un bufido, dio grandes zancadas hacia la puerta principal—. Eh, pero ¿Qué pasa?¿Qué he hecho?
De ninguna manera iba a reconocer que estaba molesto por la admiración que había oído en su voz al hablar de otro lobo. Se pasó las manos por el pelo con frustración y rezó para que su locura pasara pronto, antes de que hiciese algo de lo que después se arrepentiría como aceptar a su compañero y enlazarse de por vida. Una unión entre alfas y omegas era mucho más fuerte que el matrimonio. Si dejaba que le mordiese, no solo correría el riesgo de tener un niño si no encontraba pastillas para evitarlo, sino que no podrían separarse. Para ellos no existía el divorcio, si la luna te entregaba a tu pareja, ya no había vuelta atrás. «Maldita luna, te odio» se quejó una vez más. Estaba comportándose como un chiquillo malcriado, pero ¿Cómo iba a actuar de otra manera si todos los alfas de su alrededor querían controlar su vida y convertirlo en alguien que no era? No era un sumiso, era un luchador. No se doblegaba ante nadie, no respondía ante nadie más que él mismo. ¿Qué pasaba si se emparejaban de por vida y él perdía el control de su vida? «Idiota, nadie te lo ha quitado todavía. Tú has dicho a dónde había que ir y él te está siguiendo obedientemente» habló de nuevo consigo mismo mientras su lobo saltaba feliz de que su voz interior hubiese empezado a querer este enlace. Necesitaba a Sunghoon y cada vez con más urgencia.
— Nada —Dijo cortante, antes de levantar la mano para tocar la puerta que se abrió antes de que alcanzase el timbre.
— Hola —Saludó un chico sonriente y bien vestido, un niño los miraba con curiosidad tras su espalda—. Soy Seungmin, el lobo blanco de antes y esta ricura es Sunoo. Perdonad por el saludo de antes, pero no solemos tener muchas visitas —Preguntó, mientras se hacía a un lado para dejarles pasar—. Enano, ¿Por qué no avisas a tu tío Hoon de que sus amigos están aquí? —Le pidió al pequeño mientras le despeinaba cariñosamente—. ¿Queréis algo para beber? Niki nos dejó un bizcocho que es la hostia ¿Os apetece un poco?
Dos jóvenes asomaron la cabeza por una de las puertas laterales de la entrada y los miraron con curiosidad. Sintiéndose observado, retrocedió unos pasos, buscando inconscientemente la seguridad que Yeonjun le ofrecía. Ni si quiera se había percatado de la mano sobre su hombro que le acariciaba con tranquilad, relajando cada músculo de su cuerpo y haciéndole suspirar. «¿De verdad quieres huir de él?» se preguntó. Su mente estaba jugándole malas pasadas al imaginarse corriendo con él, dejando que sus lobos se reconociesen y jugasen entre ellos. «Nada de compañeros, nada de parejas, nada de destino» se repitió como si de un mantra se tratase antes de volver a la realidad y centrarse en los hombre que tenía frente a él.
— ¿Es tu hijo? —Oyó que le preguntó Yeonjun con curiosidad.
— Oh, no... o sí, es complicado, quizás algún día —Contestó Seungmin vagamente—. Los cotillas de allí son Beomgyu y Felix —Les presentó para desviar la atención de si mismo y dejar de centrarse, en lo que Soobin pensó que era una tema incómodo—. Chicos, estos son Yeonjun y Soobin, el amigo que Sunghoon anunció que vendría.
— No sé que será de ti, no está Jeongin, nuestro líder. Tenía un trabajo que realizar fuera de aquí y se ha llevado al segundo al mando, así que solo puedo decirte que disfrutes de tu estancia —Anunció el que parecía mayor de los dos mirando a su compañero y encogiéndose de hombros—. A ti, por el contrario, bienvenido a la manada del Lago Yang, el mejor hogar que un omega pueda desear. Libre de alfas salvo por Sunghoon y Changbin.
— En realidad, salvo Changbin. Sunghoon todavía no es de la manada oficialmente ¿Sabes? —Le recordó el más pequeño de los dos antes de lanzarle una mirada de advertencia. ¿Habría algo que no podían saber o era solo para evitar que empezar a cotillear?
— Oh, por favor, no te fijes en los detalles —Se quejó Felix, poniendo los ojos en blanco—. Niki es su compañero y Sunghoon se acabará quedando. Jeongin lo aceptará sin problemas por toda la ayuda que nos ha dado. Aunque sería espectacular que hiciese el juramente como Changbin. Nunca pensé que un alfa se arrodillaría ante un omega.
Comenzó a parlotear, dándole un fuerte dolor de cabeza y consiguiendo que quisiese regresar a la caravana. Cada vez que pronunciaba el nombre de Changbin, Yeonjun se tensaba a su lado y la mano en su hombro dejaba de moverse. Su instinto le exigía que se girase y viese que estaba mal con su compañero, pero antes de que pudiese preguntar, los pasos en la escalera se hicieron más fuertes hasta que la figura de Sunghoon se lanzó sobre él en un fuerte abrazo. Ambos solían permanecer lejos, respetando el espacio personal del otro, pero ¿Cómo no iba a responder si llevaba días sin verle y había estado pensando en él constantemente? Lo echaba de menos, tanto por los consejos que podía darle, como porque no era capaz de vivir sin su mejor amigo. Se separó de golpe al oír un gruñido a su espalda y se volvió hacia Yeonjun con la mirada cargada de molestia.
— Yeonjun —Le gritó, al ver que había dejado salir sus garras.
— Perdón —Dijo su alfa tratando de controlar su respiración y dándose la vuelta para tranquilizarse del todo—. Es el instinto, no lo he podido controlar lo suficiente como para no gruñir. A mi lobo no le gusta verte con otros, solo tengo que acostumbrarme a que es tu amigo y se pasará —Una vez que estuvo más calmado, enfrentó a Sunghoon con una de sus grandes sonrisas y le tendió la mano—. Choi Yeonjun, bailarín, trapecista y el compañero de Soobin. Es un placer conocerte al fin.
Tenía que reconocer su esfuerzo por controlarse. De haber sido cualquier otro de los alfas de su manada, su amigo habría acabado con la garganta desgarrada y él habría sido castigado para demostrarle a los demás que nadie tocaba lo que le "pertenecía". Puso los ojos en blanco ante el recuerdo de la vida que llevaba su clan y se alegró de haber dejado de formar parte de él. Viendo a los dos hombres más importantes de su vida darse la mano, supo que podía darle una oportunidad al hombre que había estado a su lado durante los últimos días, dándole su espacio y respetando sus deseos. No le había forzado a emparejarse y seguro que estaba pasándolo mal por su rechazo, su lobo tendría que estar volviéndose tan loco como el suyo. Había visto a su compañero abrazar a otro alfa sin haberse enlazado aún, sin que estuviese luciendo su marca en el hombro y todo él oliese a su pareja; pero, había permanecido en su sitio, tratando de controlarse para darle su tiempo.
— Park Sunghoon —Le correspondió con su semblante serio, tan indescifrable como siempre. No podía saber si se alegraba de que hubiese encontrado a su compañero o quería degollar a Yeonjun—. Hazle daño a Soobin y conocerme no será un placer —Amenazó, antes de dar dos pasos hacía atrás y mirarle—. ¿Te ha tratado bien?¿Te ha hecho daño? Si no quieres hablar con él delante, me aseguraré de echarle de aquí.
— Tranquilo, Hoonie, me sacó de ese emparejamiento no deseado a tiempo y ha estado respetándome. Ni si quiera me ha marcado.
— ¿No le has marcado? —Le miró con curiosidad—. ¿Por qué?
— Porque él no quería y quiero que acepte estar conmigo porque lo desea, no porque la luna lo dice —La seguridad en la voz de Yeonjun le impresionó y el respeto hacia él creció en el corazón de Soobin—. No soy un alfa convencional y voy a demostrarlo. Cuando lo marque, será porque él confía en mi y quiera estar conmigo para toda la vida. ¿Qué tal si os invito a unas pizzas para celebrar vuestro reencuentro, nos conocemos todos un poco y pasado mañana venís a verme gratis al circo?¿Qué me dices, cachorro, te apetece ver un poco de espectáculo y magia?
Los gritos de emoción resonaron por todo el vestíbulo. Su compañero había sido capaz de atraer la atención de todos y ganárselos con comida y diversión gratis. El pequeño Sunoo no se despegó de su lado, preguntando sobre como era vivir en un circo y queriendo todos los detalles sobre lo que allí había. Apoyado en el marco de la puerta del salón, con los brazos cruzados, observaba como todos prestaban atención a sus historias sobre como un pobre lobo malherido fue rescatado por una familia circense y como poco a poco acabó trabajando con ellos. Les habló de lo que era levantarse por las mañanas con el bullicio de su familia preparándose para el primer pase y las fiestas nocturnas contando historias alrededor de una hoguera la primera y la última noche en el destino en el que estuviesen en ese momento. Beomgyu parecía maravillado con ser capaz de conocer a alguien con tanta pasión por el baile como él y Seungmin. Felix estaba cautivado por la cantidad de leyendas que había aprendido de Nana durante su estancia con ellos y el lobo blanco estaba encantado de la idea de viajar por todas partes del mundo y de poder sacar fotos impresionantes allá dónde fuese.
— ¿Soobin mirando alguien con adoración? —Oyó que susurraba Sunghoon a su lado—. ¿Quién eres tú y qué has hecho con el pequeño demonio que tengo por amigo? —La risa de su amigo le hizo bufar. Ya se había convertido en el blanco de las bromas, aunque pronto.
— ¿Crees que está bien si le acepto? —Preguntó, su enfado convirtiéndose en miedo al pensar en que la eternidad era mucho tiempo para estar con una persona—. ¿Crees que es un error?
— Enano, el destino no sería tan cruel de darte alguien horrible. Nació para encontrarse contigo, al igual que tu lo hiciste para conocerle. Os complementáis. Además, piénsalo por el otro lado ¿Tan desagradable sería dejar de estar solo y estar con él? Parece un buen hombre y acaba de ganarse a los chicos del lago Yang ¿Sabes cuanto tardé en conseguir su confianza y eso que ayudé en sus...? —Se cayó de golpe, antes de negar con la cabeza y dedicarle una suave sonrisa—. Ve a por él, ¿Qué puede ser lo peor? Tengo un coche y si me lo dices, huiremos de él sin problemas.
Rio ante la sugerencia, sintiéndose en paz por primera vez desde que lo conoció. Él necesitaba a alguien que no quisiese controlarle y la luna no sería tan cruel como para haberle emparejado con uno de los alfas que oprimen a los omegas hasta dejarlos a la altura de objetos, como si su vida fuese insignificante. Pensó en el cuidado que había tenido con él, como había estado orgullo de presentarle a su familia y la forma tan cariñosa que tenía al estar alrededor de los niños. Volvió a recordar las palabras de Nana y tomó una decisión. No se alejaría de Yeonjun por miedo, no viviría arrepentido el tiempo que le quedara en este mundo. Los hombres lobos morían sin haber conocido a sus compañeros y él, que lo tenía a su lado, no iba a dejarle escapar. Decidido a dejarle entrar, aunque sin ir tan rápido como para dejar que le marcase, sonrió a Sunghoon y fue directo al hombre que la luna había decidido que era perfecto para él. No llegó a alcanzarle para sentarse en su regazo y poder deleitarse con su olor, cuando la puerta de entrada se abrió.
— Ya hemos vuelto —Gritaron dos voces a la vez.
Cuando dos hombres aparecieron en la entrada, uno de ellos sosteniendo en brazos a otro que dormía y Sunoo corrió a su encuentro antes de saltar a los brazos del que supuso que era su padre, el caos se desató. Sunghoon gruñó en dirección al hombre dormido, cerrando los ojos y tratando de controlarse. Seungmin y Felix se colocaron frente a él para evitarle la vista mientras la calma volvía a él. El omega, el más alto que nunca había visto, se apresuró a dejar al joven demacrado en el sofá y retrocedió varios pasos, ayudando a rebajar un poco la tensión que se había formado a su alrededor. El padre de la criatura, preocupado por el enfado de otro alfa, escondió a su hijo tras él y mostró los colmillos que habían descendido amenazantes. Pensó que acabarían en una pelea, hasta que Yeonjun se levantó de donde estaba y miró hacia él con la boca abierta. Su rostro volvió a la normalidad y su expresión de enfado cambió a una de sorpresa. Un segundo después, ambos se fundían en un gran abrazo mientras el desconocido susurraba: «¿Eres real?¿De verdad estás aquí?». Mirando hacia su amigo, buscando alguna pista sobre lo que estaba ocurriendo, observó como se acercaba despacio hacia el otro chico y le dedicaba una de las sonrisas más amplias que nunca le había visto mostrar, ni si quiera a él. Cuando extendió los brazos y acarició sus mejillas, supo, sin lugar a dudas, que estaba viendo el reencuentro de Sunghoon con su pareja, aquel por el que había dejado todo atrás.
— Para los perdidos ¿Qué está pasando? —Preguntó Beomgyu, poniendo voz a sus dudas y mirándoles a todos como si se hubiesen vuelto locos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top