Sabrina 3

—Roquito, amor—. Rocco se levanta y corre hacia donde está ella. La festeja, le salta. Ella se agacha, le pone la correa y salen al palier. Llama el ascensor, lo alza. Entran y se miran al espejo —Te amo, hermoso—. Rocco le lame la cara, ella se ríe.

En la calle prende un cigarrillo y caminan hasta la heladería. Saca número, mira la pizarra. El chico es el mismo de siempre, parece estar yendo al gimnasio. Lástima que sea tan feo. Es su turno, le agarra el número, garabatea algo y se lo devuelve. Ella lo guarda. ¿Todo super dulce de leche?, pregunta. Sí, responde ella.

Cuando llega al departamento agarra una cuchara, servilletas de papel y va para la habitación. Rocco la sigue. Saca el vuelto del bolsillo y encuentra el papelito de la heladería. Hay un número de teléfono. Sonríe. Deja todo en la mesita de luz. Se saca la pollera y con un pierna la tira al rincón. Se acomoda en la cama, Rocco salta y se acomoda al lado, le llorisquea.

—Está bien, Roquito, quedate, tomá, —le dice y le da la tapa dada vuelta con un poco de helado. Prende la tele, hace zapping, da toda la vuelta dos veces. El celular vibra.

«Hola, amor» —dice el mensaje de Juancrú.

«Hola, mi vida» —responde ella.

«Qué estás haciendo? Yo volviendo, querés que pase?».

«Miraba un poco de tele, ya me iba a dormir. Nos vemos mañana mejor, acordate que tenemos el cumple de Eri sí?».

«Uh, que embole. Tengo que ir? Pendeja estirada, se cree mil y encima tengo que ir a hacerle la fiestita».

«Sí, dale, acompañame, es un ratito nomás. Yo tampoco me la banco pero tengo que ir. Además van todos los novios de mis amigas, si no venís quedo como una boluda. Podés charlar con ellos».

«Ahora sí, me muero de ganas..., bueno dale. Te veo mañana. Que descanses, hermosa».

«Que descanses, hermoso».

Pone una de terror, le sirve helado a Rocco. Ella toma del pote sin apartar la vista del televisor. El celular vibra, es Benja.

«Qué hacés pendeja, tengo ganas de verte».

Dubita.

«Hoy no Benja, no puedo».

«Dale, paso un ratito nomás, como la otra vez».

«Hoy no puedo, vino Andrés antes que vos. Si querés venite y tomamos una cerveza».

«Paso otro día, dale».

Forro.

La peli de terror termina. Recuerda que tiene canales porno, la compañía de cable se los bonificó por tres meses. En el primer canal una chica con look modelito tiene sexo con un chico esbelto, de lindas facciones, pero no muestran mucho. En el segundo canal hay dos chicas besándose, mira un poco y vuelve a cambiar. En el tercer canal, una rubia con los pechos operados le practica sexo oral a un pelado musculoso con un miembro enorme. Después le toca a él, hacen medio kamasutra, no acaban más. Sabrina se empieza a tocar. Cierra los ojos e imagina al pelado sumergido entre sus piernas, levanta la cabeza y le sonríe, tiene la cara del heladero. Abre los ojos aturdida, Rocco bombea una almohada.

—Rocco —le grita—, salí, cochino.

Rocco sale corriendo con las orejas gachas. Mira la tele y el pelado le acaba en la boca a la rubia que lo mira a los ojos, junta los restos con los dedos y se los lleva a la boca, le sonríe, saca la lengua cargada y, en un gesto exagerado, traga.

Agarra el papelito de la mesa de luz. Lo agrega en el celular y tiene una foto frente al espejo del gimnasio. Presume que la puso por ella. Le escribe.

«Buenas, este número es para delivery?».

«Solo para clientas VIP» —responde el heladero—. «Si me esperás que salga en unos minutos, te llevo. Estás lejos?».

«No, acá a unas cuadras».

«Todo super dulce de leche?».

«Sí».

«Pasame la dirección».

«Dale». —Le pasa la dirección.

«En media hora más o menos estoy por ahí».

«Bárbaro. Te puedo pedir algo más?».

«Sí, qué?».

«Me traes un poquito de algún otro gusto para probar? Hoy estoy con ganas de experimentar cosas nuevas».

Hace la cama, se vuelve a vestir. Lo busca a Rocco y lo encuentra en el comedor con la cabeza apoyada en sus patas. —Ay, Roquito, mi amor, te prometo que lo vamos a solucionar de alguna manera—. Se pone los guantes de látex y lava los platos. Cuando termina se seca con el repasador. Queda pensativa, sonríe, niega con la cabeza. Mira la hora: todavía tenemos tiempo. Se saca un guante y se deja el otro, corta una hoja del rollo de cocina y se asoma por la puerta. Rocco la mira, ella le guiña un ojo y sonríe.

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