Patas cortas

Caminan apurados por la calle lateral del edificio. Nahuel mira para atrás, es de noche, el corazón le late con intensidad. No se hablan, se alejan lo más rápido que pueden sin llamar la atención. Doblan en cada esquina, se cansan, paran.

—Bancá, no doy más —dice Edy con el cuerpo doblado y las manos apoyadas sobre las rodillas.

—Y eso que el que lleva la mochila soy yo —dice Nahuel.

—No seas flojito, Nagu, que gracias a esa mochila somos invisibles.

Nahuel agita la cabeza.

—No sabemos todavía, si no nos atrapan en los próximos días, puede ser.

—No hay manera de que nos atrapen. Con la fuente de energía que le pusimos, esto tiene que doblar la malla de varios días y kilómetros a la redonda. Por lo pronto tenemos las criptos, hay que celebrarlo, vayamos a tomar algo.

—En eso estamos de acuerdo. ¿A dónde podemos ir?

—Ni idea, estoy un poco desorientado, debemos estar en la parte antigua de la ciudad, mirá esos edificios. —Señala unas construcciones abandonadas—. Algo vamos a encontrar, caminemos.

A la distancia, una luz roja emerge de a pulsos entre la niebla. Al acercarse distinguen la marquesina de una cafetería ambientada en los cincuenta: 'Open 24h'. En la puerta estacionada, una camioneta Chevrolet antigua, flamante como recién sacada de fábrica. Lindo detalle, piensa Edy. Adentro: una fila de boxes junto a la ventana y banquetas frente a la barra. Se sientan en un box. La camarera se acerca en patines con vestido rosa de volados negros.

—Soy Jennifer —dice, masca chicle y señala el identificador—. Aunque en realidad me llamo Romina. —tuerce la boca—, ¿que van a ordenar?

—¿Champagne qué tenés? —pregunta Edy.

—Lo que está en la carta únicamente —dice inexpresiva—, alcohol sólo cerveza. —Da vuelta el menú y señala haciendo sonar la uña.

—Bueno, traeme una de estas y la hamburguesa de la casa.

—¿Y vos que vas a querer? —Mira a Nahuel.

—Para mí una coca light y...

—No, qué coca light —dice Edy. Jennifer sonríe, baja la mirada—, no podemos brindar con coca light. Traele una cerveza también.

—Ok, ¿y para comer? —pregunta.

Nahuel mirá el menú con detenimiento. Edy se lo saca de las manos.

—Traele lo mismo que a mí, gracias.

—Ahora les traigo sus pedidos —dice Jennifer y se aleja patinando.

—Mirá —dice Nahuel y señala el menú—, este año celebran su treinta aniversario. Por un momento pensé que...

—Sí, yo también —interrumpe Edy—, pensé que habíamos habíamos doblado la malla más de lo previsto. Jennifer es de nuestra época. La podés invitar a salir ahora que sos rico.

—Primero —enumera con los dedos—: que ya tengo novia, segundo: Jennifer me parece medio boba, solo a vos te gustan así, y tercero: soy más pobre que Diógenes.

—¿Quién es Diógenes?

—Dejá, no importa —dice Nahuel fastidiado.

—Mirá: es cierto que tenés novia, es cierto que Jennifer parece medio boba, aunque no deberías prejuzgar, y también es cierto que no me importaría. Lo que no es cierto, es que seas pobre. Ya no. —Le muestra la pantalla del celular—. La mitad de esto es tuyo. No vas a tener que preocuparte por la plata por muchos años, quizá, si la administrás bien, de por vida.

—Yo no quiero nada de eso, cuando nos vengan a buscar voy a decir que me trajiste engañado, ya te dije.

—Tarde —dice Edy, y pulsa 'Enviar'—. Te acabo de transferir la mitad.

No seas tan estricto, estas criptos están aseguradas por compañías gigantes, tienen contemplado este tipo de pérdidas. Pensá que podés terminar de estudiar tranquilo, llevar a tu novia de viaje, ayudar a tu papá. Hagamos una cosa, tenelas un tiempo y si no las querés me las devolvés, ¿te parece?

Nahuel se frota el mentón.

—¿Y cómo justifico esto en casa?

—A Juancrú le podes decir que empezaste a invertir tus ahorros en criptos, después le decis que estas haciendo trading y que te está yendo muy bien. Se va a sentir orgulloso de que sos un genio de las finanzas.

—No sé. Puesto así, si le doy un buen uso, no parece tan malo. Dejámelo pensar, pero vos prometeme que el lunes vas a pagar la hipoteca y no vas a hacer más trading.

—El lunes pago la hipoteca y separo para las próximas cuotas, sería sospechoso que cancele todo junto. Lo otro no te lo puedo prometer, alguna que otra posición voy a abrir. Para mantener el vicio a raya nomás.

Jennifer se acerca con la bandeja, baja los platos y las bebidas. Ellos hacen silencio. Los mira, hace un globo con el chicle y se aleja por el pasillo.

—Salud —dice Edy.

—Salud, amigo —dice Nahuel y chocan botellas—. ¿Y ahora qué pensás hacer con el inhibidor?

—No sé, estaba pensando en usufructuar un poco más mi invisibilidad y despues liberar los planos, subirlos en simultáneo a muchos sitios de la red como hizo Juancrú el día de El Suceso.

—Si querés podemos hablar con él y que nos dé una mano.

—¿Ah sí?, ¿me vas a ayudar ahora?, yo pensé que estabas en contra del inhibidor.

—Estoy en contra de que lo uses para fines delictivos. Pero si liberamos los planos, Akasha ya no tendría razón de ser. Una sociedad libre de engaños impuesta por la tecnología estuvo bien para entender de qué se trataba pero es artificioso, la gente sigue siendo la misma de siempre pero oprimida. La verdad es belleza, es amor en estado puro. Quizás, ahora que ya probamos los beneficios y se nos dé la oportunidad de elegir otra vez, surja espontáneamente.

—Puesto así me hacés sentir como un criminal.

—Lo sos, pero pensá que todavía podés ser un héroe si nos liberás de Akasha.

—Podría ser, lo de ser un héroe me motiva.

—Sí, pero vas a tener que ser uno anónimo, si no te van a perseguir.

—A la mierda con mi estatua, pero hablemos con Juancrú a ver qué nos dice.

—Si querés después de acá podemos ir a verlo. Ah... un detalle más.

—Uh, ¿y ahora qué? —dice Edy.

—Tenemos que devolver las criptos también.

—Me matás, Nagu, el lunes tengo que pagar la hipoteca. ¿no podemos hacer una excepción?

—No, Edy. Si hablamos con mi papá y le explicamos la situación va a estar de acuerdo en hacernos un préstamo.

—Está bien —dice Edy a desgano—. Lo único que te voy a pedir es que de esto la flaca no se entere una palabra.

Nahuel hace silencio.

—No, dale Nagu, me pedís demasiado.

—Te vas a sentir aliviado si se lo contás, no sé cómo hacés para cargar con todo esto solo.

—¿Cómo solo?, para eso te tengo a vos —se ríe.

—Soportar el enojo de los demás es el precio que vas a tener que pagar para sostener la verdad, sino cada mentira te divide en dos, te fragmenta, llega un punto en el ya no sos vos, como Gollum. Quizás el anillo de la película es una analogía de esto, de las consecuencias que tiene lo que hacemos cuando somos invisibles.

—Sos imbancable, pero está bien. Vayamos a ver a tu papá después de acá.

Se recuestan en sus respaldos y terminan la comida mientras rememoran viejas anécdotas.

Al llegar a la casa Nahuel se palpa, busca en la mochila. No encuentra las llaves, toca timbre. Se abre la puerta y se asoma Juan Cruz con un casco lleno de cables, mira para ambos lados, los hace pasar y les pega una ventosa con una antena en la frente a cada uno.

—No me digan nada —dice y levanta una mano en el aire, cierra los ojos—. Ustedes vienen por algo relacionado con... unos planos ¿puede ser?

Nahuel y Edy se miran perplejos, Juan Cruz se ríe, los hace pasar al taller. En los monitores hay videos de ellos conversando con Jennifer en el bar. Juan Cruz mueve el cursor y cambia el ángulo de visión, ajusta el zoom.

—¿Así que vas a empezar a ahorrar en criptos? —le dice a Nahuel—. Me parece una buena inversión, pero no hagas trading, la podés cagar —Le guiña un ojo a Edy. Se sonrojan, ninguno de los dos dice nada.

—Esto que ven acá es un acceso a los servidores de Akasha —explica—, si ponemos unas coordenadas geográficas, una fecha y una hora, nos muestra lo que estaba pasando, ahí, en ese instante.

A Edy se le ilumina la cara, Nahuel pregunta:

—¿Y vos cómo sabías dónde estábamos?

—Fácil —dice Juan Cruz y levanta el celular. Pero eso no es los mejor —agrega—, adivinen qué pasa si ingresamos una fecha futura.

—¿Podes ver nuestro futuro? —pregunta Edy.

—Nuestro futuro no, el Futuro. Por alguna razón, cuando veo mi futuro, cambia. El solo hecho de saber lo que me va a pasar hace que no pueda reproducirlo de la misma manera. Si pongo el ángulo de visión desde donde están ustedes, unos segundos en el futuro y yo no miro —Teclea unas instrucciones y se pone de espaldas al monitor—, van a ver que hago lo mismo que la imagen.

En el monitor su figura abre los brazos, y a los pocos segundos Juan Cruz hace lo mismo.

—¿Hice eso? —pregunta.

Edy y Nahuel asienten.

—Pero si ahora me doy vuelta y empiezo a ver mi futuro —Gira y en el monitor está Juan Cruz rascándose una oreja—, esto me condiciona —Detiene la mano que va hacia su cabeza— y ahora la imagen salta hacia un nuevo futuro, que vuelvo a ver por un instante y vuelve a saltar, creándose un bucle infinito que rompe la imagen hasta hacerla inentendible —La imagen se transforma en un fractal con movimientos orgánicos—, pero cuando dejo de mirarla —dice y gira hacia donde están Edy y Nahuel—, la imagen se recompone —A su espalda su figura hace una reverencia, que instantes después él repite con idéntica cadencia.

—Increible —dice Nahuel—, ¿y qué pensás hacer con esto?

—Lo que haría cualquier persona que pueda ver el futuro —dice Juan Cruz.

—¿Traer información para la cura del cáncer, erradicar el hambre y combatir el cambio climático?

Juan Cruz sonrie.

—Por lo pronto no quiero alterar demasiado el curso natural de los hechos, me refería a algo más modesto como ganar en las apuestas. —Nahuel pone los ojos en blanco, suspira—. Pero tengo planes más inmediatos: este acceso no va a durar mucho tiempo, lo van a detectar, lo van a cerrar, y van a mejorar la seguridad.

—¿Y entonces?

—Cuándo publiqué la base de datos de El Mensajero, me quedé con la sensación de que muchos que no dejaban rastros en el chat habían zafado. Desde la aparición de Akasha fantaseé con la idea de que un día podría entrar a sus servidores y redireccionarlos hacia sitios públicos donde cualquiera pueda consultar. Me torturaba pensar que se pudiera violar la privacidad de las personas al nivel más íntimo, pero con un simple algoritmo de procesamiento de imágenes se podría detectar y distorsionar los desnudos.

—El Suceso parte 2 —dice Edy con entusiasmo. Juan Cruz asiente orgulloso.

—Lo que vos querés hacer —dice Nahuel—, es justo lo contrario de lo que veníamos a pedirte. Nosotros queríamos que nos ayudes a publicar los planos del inhibidor que fabricó Edy.

—De algún modo se complementa —dice Juan Cruz—. Hacer público el acceso a Akasha, va a hacer que la gente sienta que la mentira tiene las patas más cortas que nunca. Después de eso, si en vez de publicar los planos, construimos un inhibidor global, recuperar la privacidad les va a dar la oportunidad de elegir otra vez, y ahora sí, la verdad debería surgir... 'espontáneamente' —entrecomilla con los dedos.

—Me gusta la idea del inhibidor global —dice Nahuel—, pero ¿cuánta energía necesitaríamos para algo así?

Edy y Juan Cruz cruzan miradas.

—1.21 GigaWatts —responden al mismo tiempo. Nahuel se toma la frente.

Dos días después en alguna parte del globo, cuatro oficinistas se reúnen frente a un monitor, toman café y comen donas. Llaman a un quinto:

—Vení, apurate, mirá lo que hace esta chica con el perro.

Fin

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