11: Noche oscura

“Con sus plumas te cubrirá y con sus alas refugio te dará”

…….

—Hoshi, ¿en serio? ¿Una cita de la biblia?

—Tú déjame.

…….

Ya casi oscurecía por completo. Empezaban a preocuparse por eso, no había cuándo vieran algún pueblo a lo lejos.

…….

—¡Eh! Hice una rima.

…….

—¿Por qué en vez de pedir un jet no les pediste combustible? —le preguntó Edgar a Manuel.

Él abrió los ojos como platos, gruñó y empezó a darse palmadas en la frente, insultándose a sí mismo. En eso todos quedaron en un silencio sepulcral cuando un motor se escuchó a lo lejos, voltearon y vieron las luces de sus faroles. Un bus venía.

—Hay que pedirles que nos lleven —sugirió Omar que estaba cansado de caminar.

—No. Podrían ser los strippers —advirtió Adam.

—Corramos —ordenó en voz baja Manuel al ver que el bus venía con algo de música.

Se adentraron por el ralo bosque que se extendía por uno de los lados de la carretera, fueron lo más lejos posible y se aventaron tras unos arbustos cuando vieron que el bus no pasó de largo, sino que se detuvo. Tocaba reguetón a alto volumen.

Siete hombres musculosos y bien vestidos bajaron, tenían a otro sujeto desconocido con las muñecas atadas.

—Queremos esas esposas de vuelta, fue un error dárselas a ese niño —empezó a decir el que parecía ser el líder, usaba lentes de sol, como si fuera de día.

—Tú dijiste que lo hiciera, no es mi culpa —se defendió el atado.

—Como sea. Dinos cómo se llamaba.

—No tengo idea.

—¡Mientes! —Le dio una bofetada. Los chicos se espantaron un poco—. Necesito mi fuente de deseo, me es frustrante haber vuelto a ser asexual. ¡No puedo satisfacer a las nenas!

—No es mi culpa que seas gay.

Eso enfadó al líder.

—Asexual, maldita sea, ¡asexual! —Le dio otra bofetada—. Denle una lección a este afeminado.

Se hizo a un lado mientras el otro, al darse cuenta de lo que eso implicaba, empezó a pedir perdón. El resto de strippers se desabrocharon los pantalones. Karen se espantó más y Daniela se puso los dedos índice y pulgar en el mentón al observar, mientras sacaba sus binoculares, todos abrieron la boca, horrorizados, excepto ella, cuando los tipos empezaron a hacerle cosas indebidas al sujeto. Edgar se persignó y cerró los ojos.

Manuel les hizo señales para que siguieran. Avanzaron en total silencio por el bosque, rogando que los tipos no los vieran ni escucharan.

—Si me cae una araña juro que gritaré —susurró Alba.

—Yo también —dijo Karen.

—¡Alto! —escucharon ordenar al stripper. Giró a mirar al bosque—. Mis esposas —respiró hondo—, mis esposas me llaman… —los chicos sintieron que la presión sanguínea les bajaba—, me llaman.

Sus hombres echaron a correr al bosque sin más, tras lo cual Alba soltó un corto grito mientras todos iniciaban la carrera con desesperación.

—¡Mamá, que no me atrapeeen! —empezó a lloriquear Edgar mientras corría.

—¡Creo que ninguno quiere eso! —gritó Adam.

Las chicas empezaron a quedarse atrás. Daniela dio un vistazo y chilló más fuerte al ver a los tipos ya cerca. Harry regresó para jalar a Karen, Jorge a Daniela y Paul a Alba.

—¡Paul, ayuda con tus alotas! —pidió Manuel.

—¡¿Qué podría hacer?!

—¡Yo qué sé! —Algo lo golpeó y cayó—. ¿Qué mierda? —Lo tomó al tiempo que se ponía de pie.

Se espantó al percatarse del miembro masculino de plástico que tenía en las manos. Lo arrojó más rápido que enseguida y volvió a correr sin perder tiempo. Empezaron a esquivar los disparos para que no les cayera algo raro, gritando.

—¡No se detengaaaaan!

Un pene de plástico le cayó a una de las chicas, lastimándola.

—¡Alba! —Un seno de plástico le cayó a Omar en toda la cara haciéndole caer de espaldas.

—¡Omar! —Daniela esquivó otro pene—. ¡YA PÁRENLE, PERVERTIDOS!

Uno de los strippers tomó a Alba del tobillo, ella chilló y Paul le pisó la mano al hombre. El tipo se puso de pie y pronto se le unieron sus compañeros, pero el chico asiático no retrocedió.

—¡Corran! —les ordenó a sus amigos.

Sus alas enormes aparecieron y se extendieron majestuosas. Alba no quiso dejarlo, por lo cual los demás también se quedaron. Adam se puso al lado de Paul, le siguió Harry, jugueteando con su micrófono, luego Manuel, Edgar, Jorge y Omar. Aunque no sabían cómo pelearían contra hombres tan fortachones.

Paul sonrió de lado.

—No era necesario, pero gracias.

—Aayy, qué tiernos —se burló uno de los tipos.

Prepararon sus armas y sin previo aviso dispararon. Sin embargo, Paul sopló con sus alas de forma abrupta, devolviéndoles sus juguetes sexuales, se elevó y se lanzó contra ellos a toda velocidad haciéndolos volar varios metros lejos. Las chicas sonrieron aliviadas.

—Vamos antes de que despierten.

Paul se acercó a Alba.

—¿No estás lastimada?

Ella negó en silencio, ruborizándose un poco. ¿Se había preocupado por ella?

Después de un buen tramo empezaron a sentirse de verdad afectados por el cansancio.

—Moriremos perdidos en el bosque —se quejaba Edgar.

—Tú haces que se mueran sus animales con tus quejidos —reclamó Harry—. Cantaré.

—¡No! —exclamaron los demás.

Manuel se acercó a Karen, que para su molestia, iba muy junta a Adam.

—Te llevaré en mi espalda.

Eso la sorprendió.

—Eso te cansará.

—Naah. Ven. —Volteó y se hincó en una rodilla para que ella subiera.

Adam resopló, estaba juntando puntos a su favor el sinvergüenza, pero ya se cansaría, ya lo haría, y así él la llevaría el resto del viaje. Paul cargó a Alba y Jorge cargó a Daniela, más que todo porque ella se lo exigió. 

—¡Camina, caballo! —ordenó.

Manuel rio de pronto.

—Parece que ya lo has cabalgado.

Esto era con doble sentido, y Daniela obviamente lo entendió.

—Ya quisieras tú que alguien te cabalgara, pero ella nunca lo hará, ¿sabes?

—Ay, no hablen esas cosas —renegó Edgar.

—¿Por qué, es pecado? —se burló Harry.

—Calla que Dios escucha todo.

—¡Patrañas!

Dicho esto, un hombre vestido con túnica salió huyendo de un arbusto.

—¡Dios, espera! —Edgar corrió tras él, adentrándose por las plantas. Todos quedaron a cuadros—. Wow. ¡Oigan, un pueblo!

Ni bien escucharon corrieron por donde el castaño había ido. Al cruzar las plantas pudieron ver las luces de este, sonrieron felices, se habían salvado de la noche.

El pueblo era como una pequeña ciudad, caminaron hasta dar con una plaza central. Las edificaciones tenían un estilo colonial, todo se veía acogedor. No tardaron en encontrar un hotel, que al parecer era el mejor del lugar.

—Habitaciones para mí y mis amigos —pidió Manuel apenas entró.

—Tenemos habitaciones simples, de pareja, temáticas, para el trío, para la org…

—¡Solo queremos dormir! —interrumpió cerca de la exasperación.

—¿Los acomodo en un solo piso a todos entonces? ¿En habitaciones dobles?

El chico sonrió ante el pensamiento que se le cruzó: podría dormir con Karen.

—Oh, sí. —Se mordió el labio inferior.

—Serán cinco habitaciones, doce mil dólares.

—¡¿Doce mil?! ¡¿Qué?! —exclamó sorprendido—. ¡¿Por qué?! ¡¿Acaso tiene elefantes?! ¡¿Acaso los inodoros son de oro?! 

—Oye, no seas rata —se quejó Adam—. Doce mil no son nada para ti.

—¿Y por qué tengo que pagarles a todos las habitaciones? ¡Yo no soy su padre! ¡Harry también tiene dinero, pídanle a él! —Se cruzó de brazos y cerró los ojos, frustrado.

El chico en cuestión ya estaba terminando de rentar una.

—Sí, y mi compañera será Karen… —Manuel abrió un ojo de golpe—. Y con servicio a la habitación por favor. Gracias.

—Oye, oye, oye —se le acercó el castaño—. ¿Qué crees que haces, nene? Karen NO dormirá contigo.

—Lo siento, nene —alzó las manos declarándose inocente—, ella ha aceptado.

Esto hizo que la mirara más que sorprendido. Karen bajó un poco la vista mientras iba a ella.

—¿Dormirás con él? —preguntó ofendido, es que no podía creerlo.

—Sí, se ha hecho mi amigo y creo que no intentará nada raro…

—Estás loca. —Dio media vuelta—. Vamos Adam, ¡nos instalaremos en la habitación de al lado para vigilarlos! —Volvió al mostrador—. Denos todo el piso con las habitaciones, más servicio de comida. —Sacó los billetes y los puso con fuerza.

Adam miró a la chica, tensó los labios. No importaba, no se rendiría.

La luna estaba casi en lo alto. Daniela dormía con Jorge, Alba con Omar, Paul con Edgar, Manuel con Adam y Karen con Harry. Manuel no dormía, estaba pegado a la pared, atento a ver si escuchaba algo.

—Las esposas las tiene Daniela, creo —comentó Adam, observaba la luna—. Todo estará bien. 

—De todos modos —renegó—, no confío en nadie. Nunca.

—Si tanto te gusta Karen, ¿por qué no le dices y ya? —refunfuñó.

—¿Yo sentir algo por ella? —se burló el chico orgulloso—. Solo es mi amiga, quiero cuidarla.

Adam resopló, pero luego sonrió volviendo a mirar a la luna.

—Entonces… tendrás que cuidarla de mí. —Lo miró de reojo sonriendo de forma desafiante y siniestra.

Manuel frunció el ceño y apretó los dientes. ¿En qué momento había desaparecido el Adam que parecía ser amable? ¿Y qué demonios quería decir con eso? Estaba idiota si creía que se la podría quitar.

Alba por su parte, no podía dormir tampoco. Omar roncaba y a veces murmuraba cosas. Resopló, estaba sentada abrazando sus rodillas, por un momento pensó en Paul. Le hubiera gustado dormir con él.

Ah, pero podía aún.

Sonrió y salió de la cama. Se aventuró al pasillo en silencio, quería buscar a su ángel. Caminó un par de pasos en la oscuridad cuando sintió que algo pasó por su espalda. Giró de golpe, pero no encontró nada, solo oscuridad. Su respiración se agitó un poco, sacudió la cabeza. No pasaba nada, seguro le había parecido.

Caminó un poco más cuando un viento frío volvió a cruzarse por su espalda, esta vez dejando sonar un suspiro. Soltó a correr hasta que entró a la habitación de Paul y Edgar, cerró la puerta espantada. Paul se sentó sorprendido.

—¿Qué pasa?

Ella corrió y se metió a su cama.

—Hay algo en el pasillo. —Se aferró a él. Se dio cuenta de que algo faltaba—. ¿En dónde está Edgar?

Paul miró su lado vacío y se encogió de hombros. En eso algo arañó la puerta por afuera, Alba se espantó y empezó a temblar un poco.

—Tranquila —susurró él.

Para espanto de ambos, el manubrio de la puerta se movió y esta se abrió, soltando un crujido de ultratumba. La chica se aferró más a su acompañante y él se preparó mentalmente para pelear si era necesario. Edgar entró, pero parecía que flotaba, ya que no movió las piernas en ningún momento y estaba con los ojos cerrados. Paul recordó que las esposas las tenían ellos, justo cuando las vio colgando enganchadas en la muñeca derecha del castaño.

El muchacho abrió los ojos de pronto, y estos brillaron rojos bajo la luz de la luna.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top