Capítulo 9
Durante las dos semanas siguientes, hubo tres ataques, ninguno fue un auténtico reto, todos ellos fueron resueltos sin muchos problemas, aunque Saimon tenía que reconocer que cada vez eran más fuertes, no necesitaba ser un genio para saber que ésto era solo una toma de contacto, que lo estaban poniendo a prueba, analizando sus puntos débiles, por eso cada vez estaba más alerta, en cualquier momento podría acabarse el juego y sufrir un ataque en serio, por lo que decidió enseñar la sala segura a Serena y a Anita, y así mismo se lo hizo saber a su mano derecha.
-Yo tengo que enseñarles a los nuevos guerreros las estrategias planeadas, así que estarás solo, aunque dudo mucho que necesites mi ayuda solo para enseñarles ese lugar - dijo Cailen con una sonrisa burlesca.
-Claro que no, solo te estaba informando - dijo Saimon rodando los ojos - no te tardes con eso, no creo que me lleve más de un cuarto de hora explicarles todo, te quiero aquí para cuando vuelva.
-Sí señor - dijo divertido, el plan había comenzado, y ni siquiera había tenido que sugerirlo.
Salió del despacho como si nada, y una vez hubo cerrado la puerta, corrió a reunirse con su sobrina y decirle la novedad, después fue a la cocina y encargó hacer una cesta con comida y bebida, así estaría todo preparado para cuando fuera el momento. Fueron pocos los minutos que tardó Saimon en explicar todo a las chicas y querer enseñarles la sala, pero antes de eso Serena se disculpó diciendo que tenía sed y que iría a por algunos refrescos, que enseguida volvía.
Y así fue, volvió con una cesta al brazo y les ofreció un refresco a cada uno, aunque ambos adultos rechazaron la bebida. Al estar en la sala de seguridad, el rey fue indicando el funcionamiento de un par de aparatos que allí se encontraban, y mientras él se centraba en explicar y Anita en atender, Serena se escurrió de su lado, dejó la cesta en una mesa que ahí había, y encerró a ambos con mucho sigilo, pues la puerta no se podía abrir si no se tiraba del pasador en ambos lados de la puerta, y la pequeña no pensaba hacerlo hasta dentro de unas horas.
-Serena, abre la puerta ahora mismo - le ordenó Saimon a su hija.
-No - dijo sonriente la princesa.
-Sere, ésto no tiene gracia, abre la puerta por favor - dijo Anita intentando convencer a la pequeña.
-Será mejor que os pongáis cómodos, estaréis aquí unas horas, en la cesta hay comida y bebida suficiente para que paséis la tarde, adiós - dijo la menor antes de irse dando saltos, ignorando los llamados de su padre y su amiga.
Ambos adultos dejaron de llamar a la princesa una vez la perdieron de vista, no sabían qué hacer, el mismo rey les había dicho que esa sala era imposible de traspasar, y su mecanismo de abertura imposible de abrir a menos que hubiera alguien en cada lado de la puerta dispuesto a tirar del pasador, pues el híbrido conocía a su hija, al menos hasta cierto punto, y sabía que no se quedaría quieta en ese lugar mientras era consciente de que a él le podría pasar algo, además de que no se fiaba mucho de la tecnología, por eso creó ese método, aunque ahora eso estaba siendo utilizado en su contra.
Anita sentía emociones contradictorias, por un lado estaba molesta con Serena por haberla encerrado con él, pero por el otro lado entendía su punto, más de una vez le dijo que quería que tuvieran una relación más profunda, creía que todo eso era un plan suyo para intentar que ambos se llevaran mejor; así mismo se sentía tranquila con la presencia del híbrido pues sabía que no la haría daño, pero por otro lado estaba nerviosa, un paso en falso y todo eso cambiaría, temía que descubriera su secreto, esas dos semanas había estado dejándole cartas con información sobre la forma de luchar de Daniel, no se sentía con valor como para decirle que era ella su aliada anónima, mucho menos cómo sabía esa información.
Los minutos fueron pasando, ninguno de los dos dijo nada, ambos se encontraban apoyados contra la puerta, Anita sentada y Saimon de pie, el uno al lado del otro, apenas a medio metro de distancia, al menos en cuanto a distancia física, pero mentalmente estaban mucho más lejos, cada uno sumergido en el mundo de su mente, que en el caso del rey era que su mano derecha estaba compinchado con su hija, si no, ya estaría detrás de esa puerta, pues bien le había informado de lo que haría, además de haberle citado en su despacho, si no había ido a buscarlo, es que estaba enterado de todo, y eso le molestaba.
-¿Cuánto tiempo crees que estaremos aquí? - preguntó la joven después de haber estado en silencio al rededor de una hora.
-No lo sé - fue sincero el híbrido, no sabía cuándo volvería su hija.
Otra vez el silencio les sobrecogió, ninguno de los dos sabía cómo iniciar una conversación, a parte de Serena, no tenían nada en común, o al menos eso pensaban ambos, y por ello no se les ocurría nada que decir al otro, y un silencio sepulcral era el resultado de aquello, aunque ambos deseaban poder sacar un tema del cual hablar, querían al menos que el deseo de la pequeña de que socializasen se cumpliera, no querían volver a estar encerrados, ambos la conocían, sabían que ella sería capaz de volver a hacerlo con el único fin de que se acercasen más.
-¿Puedo hacerle una pregunta? - preguntó la joven.
-Claro - dijo Saimon feliz de que se rompiera el silencio, aunque no lo demostró.
-¿Y los abuelos de Serena? - esa pregunta llevaba haciéndosela bastante tiempo, y por fin había conseguido reunir el valor suficiente para hacerla.
-Muertos - dijo llanamente, pero al darse cuenta de que ella lo miraba y si dejaba la respuesta así, volvería el silencio, siguió hablando - mi madre murió cuando era joven, y mi padre unos años más tarde durante la guerra de sucesión, él era uno de los candidatos con más posibilidades de ganar.
-Lo siento mucho - dijo triste Anita, había oído hablar a la institutriz de sus hermanos sobre esa guerra, muchos híbridos murieron intentando demostrar que eran el más fuerte y por tanto merecían ser el rey - ¿y sus abuelos maternos?
-Digamos que la traición se paga con sangre, y la venganza por la muerte de una persona, aún habiendo sido matada por traición, puede llevarte a la muerte también.
No hacía falta ser muy lista para pillar la indirecta, él mostraba una expresión seria, sombría, incluso molesta, él mismo los había matado, y estaba casi segura de que la traición la había cometido la difunta madre de la princesa, por lo que Saimon la mató y después a sus padres al atentar contra él, la pregunta sería: ¿cuál fue esa traición tan grande como para que él la matara?, la respuesta le llegó como un relámpago, arrasando con todo en su interior, no quería creerse lo que estaba pasando por su cabeza.
-No, ella no... - no pudo continuar con la frase, un nudo en su garganta se lo impedía, aún así él entendió lo que ella quería decir y asintió.
-Sí, mi mujer no solo me fue infiel, sino que Serena es fruto de uno de sus encuentros con su amante - Saimon estaba furioso, no solo con esa mujer, sino con su amante, el cual era uno de los mejores guerreros a su servicio, incluso lo llegó a considerar un amigo.
Anita no cabía en sí de la impresión, hasta ese momento, nunca llegó a pensar en la posiblidad de que ellos no fueran padre e hija, era cierto que no se parecían en casi nada, el mismo color de cabello, el mismo color de ojos, y hasta ahí todo su parecido, rasgos que podría compartir con muchas otras personas, pero el cariño que se tenían, el amor que había entre ellos, era increíble de creer que no compartieran parentesco alguno, más aún tener la certeza salida de la propia boca del rey.
-Nunca lo hubiera imaginado, siempre pensé que ella se parecía más a su madre, eso es todo - confesó en voz alta.
-Pues ya ves que no - dijo Saimon sombrío, a parte de Anita, solo Cailen sabía la verdad.
-¿Estás seguro de ello?, quiero decir, ¿has hecho una prueba de paternidad? - por alguna extraña razón, no quería creer que fuera cierto.
-Sí la hice - él no quería hablar del tema, el dolor que sintió al saber que su pequeña realmente no era suya.
-Bueno, supongo que eso no importa - dijo la joven con una pequeña y sincera sonrisa, ganándose una mirada de confusión por parte del híbrido.
-No te entiendo - confesó, a lo cual ella sonrió aún más.
-La familia no siempre es de sangre, padre no es el que engendra, sino el que cría, tú eres su padre, sin importar que no compartáis la misma sangre - dijo Anita segura de sí misma y con una inmensa sonrisa.
-Sí, tienes razón - dijo Saimon, y al momento sonrió, ella tenía razón, él la había criado, él era su padre, daba igual lo que dijera una prueba de paternidad.
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