Capítulo 5

A la mañana siguiente, Serena se levantó con una energía que hacía mucho tiempo que no sentía, tenía un plan en mente, juntar a Anita y a Saimon, por una vez, su plan era de conseguir que salieran su institutriz y su padre, y no a la inversa, pues desde sus 4 años, Serena había sido consciente de que muchas mujeres se acercaban a su padre con el fin de estar con él, más ninguna le agradó, todas ellas eran mujeres muy bonitas por fuera, pero horribles por dentro, se les notaba de lejos que no la querían, que la consideraban un estorbo en su camino para ser la reina, por ello la princesa se aseguró de alejar a todas del rey, no quería una mala madrastra como en los cuentos de Disney.

Llegó a pensar que su padre estaría solo toda la vida, pues Saimon tampoco había dado señales de fijarse en nadie, Serena sabía que no había tenido ninguna relación sentimental después de la muerte de su madre, y aunque no quería tener una mala madrastra, tampoco quería que su padre estuviera solo por la eternidad, pero con la llegada de Anita, las cosas cambiaban, ella sería una buena madrastra, y estaba segura de que podría hacer que ambos se enamorasen, tenían un claro punto en común que usaría a su favor, ambos adultos la querían muchísimo y harían cualquier cosa por verla feliz, partiría de ahí.

-Buenos días - saludó feliz la princesa al entrar al comedor.

-Buenos días - saludaron los ahí presentes.

-¡Papá! - gritó la niña sorprendida de verlo, y corrió a sus brazos.

-Mi pequeña - dijo el rey correspondiendo al abrazo.

Todos los presentes veían la escena enternecidos, Saimon siempre se levantaba muy temprano para irse a hacer sus tareas, pero esa mañana se había levantado aún más pronto para poder hacer algunas cosas antes del desayuno, y así pasar la mañana con su hija. Cailen, a pesar de estar un poco cansado por haber tenido que madrugar para poder ayudar a Saimon, estaba muy feliz por el resultado, hacía tiempo que no veía tan contenta a su sobrina, y aunque su amigo no le había dicho nada, se imaginaba que había sido cosa de la nueva institutriz de la princesa. Anita por su parte era la más alegre del lugar, consideraba que esa niña se merecía todo el amor que pudieran darle, haría cualquier cosa por ella, incluso morir por ella.

Serena estaba tan feliz, lloraba de pura felicidad en el hombro de su padre, no recordaba la última vez que pudo desayunar con él, ni siquiera sabía si alguna vez lo había hecho, por eso, todo aquello, era un regalo, un regalo dado por su mejor amiga, a la cual pudo ver de reojo la gran sonrisa que portaba, una carente de maldad, una que desprendía amor puro, una, que le aseguraba que estaba haciendo lo correcto al querer que ellos estuvieran juntos, sería una buena madrastra, una buena reina.

-¿Qué hay para desayunar? - preguntó la pequeña secándose las lágrimas con una sonrisa.

-Tortitas con sirope - dijo Anita casi dando un chillido, lo cual hizo reír a Serena.

-¿A ti también te gustan?

-Me encantan - dijo con un brillo en los ojos.

Para muchos, su reacción era exagerada, pero lo que ellos no sabían, y ella no estaba dispuesta a decir, es que antes de ir al mundo humano, nunca había comido tortitas, realmente nunca había consumido muchos dulces, solo algunos caramelos que le había dado su nana a escondidas, y fueron pocas veces, casi parecía que Irene estuviera vigilando todo el tiempo la relación entre ella y su nana, asegurándose de que nadie la tratara bien, que nadie le diera nada, ni siquiera un poco de cariño, pero eso ella ya lo sabía, su madre nunca la quiso, igual que su padre.

-Pues menos mal que mandé hacer tortitas suficientes como para un regimiento - bromeó Cailen.

-Sí - gritaron ambas chicas al ver a las sirvientas poner el desayuno en la mesa.

Ambos híbridos sonrieron con gracia ante su actitud, pero no dijeron nada, por su parte, Anita y Serena ya habían empezado a comer las tortitas con mucho sirope de chocolate, casi parecía que ambas estuvieran compitiendo para ver quién comía más, y ninguno de los presentes podría estar seguro de quién ganó dicha batalla, lo que sí se podía apreciar, es que no quedó ni una tortita, y no sería porque los chicos comieran muchas, al contrario, comieron muy pocas porque cuando se levantaron tomaron algo para tener fuerzas y poder hacer las cosas antes del desayuno.

-No era mentira lo de que te encantaban - dijo Cailen intentando contener la risa.

-Je, je, sí - dijo la joven un poco avergonzada y apenada.

-Tienes sirope de chocolate en la nariz - las mejillas de la joven se encendieron y rápidamente cogió la servilleta para limpiarse.

-Es linda, ¿verdad? - le preguntó la pequeña a su padre, el cual la miró sin entender, a lo cual la niña le señaló la escena en la mesa.

-Sí, supongo - dijo mientras observaba como Anita se limpiaba la nariz cuando no tenía nada mientras su amigo intentaba contener la risa - es curiosa.

-Es muy buena - Saimon frunció el ceño ante las palabras de su hija.

-¿A qué viene esto?

-A nada, es solo que parece que no os lleváis bien, y no entiendo el por qué - dijo con una sonrisa inocente.

-No es que no nos llevemos bien, es solo que no hablamos.

-Entonces, ¿cómo sabes si te cae bien o mal?

El rey estaba confundido con la actitud de su hija, nunca la había visto así. Volvió a mirar hacia ese par, en ese momento Anita estaba regañando a Cailen por su pequeña broma, y el aludido no hacía más que reír sin contenerse. Sonrió de manera inconsciente, y borró dicha sonrisa al darse cuenta, no entendía por qué sonreía, pero sí se dió cuenta que no había sido muy amable con ella, su princesita tenía razón, no podía decidir si le caía bien o mal si no la conocía, además de que la joven era una persona importante para su hija, lo mejor era conocerla.

-Tienes razón - reconoció a su hija, por lo que los ojos de Serena brillaron.

-Tío, ¿quieres ver el último dibujo que he hecho? - Cailen asintió y rápidamente salió del comedor detrás de su sobrina, dejando a los otros dos solos.

-Bueno - dijo Anita completamente incómoda - me tengo que ir, debo preparar las clases de Serena.

-Espera - dijo Saimon en cuanto la joven se estaba levantando - yo...

No sabía qué decir, tampoco qué hacer, nunca fue un hombre muy abierto o del tipo que hablase mucho, él era serio, estricto, callado, él era el rey, y no estaba acostumbrado a tratar con alguien algo que no fuera un asunto del reino, ni siquiera trató demasiado a las otras institutrices, era obvio que cuando hablaban con él, supuestamente por un asunto relacionado a las clases, le estaban tirando los tejos, pues su fama como un ser frío y sin compasión la conocía todo el reino, y solo algunas mujeres movidas por el interés se atrevían a quedarse en el castillo e impartir clases a su hija, esta era primera vez que una institutriz estaba ahí únicamente por su hija.

-Me gustaría hablar con usted sobre un par de cosas - dijo el rey muy nervioso e intentando no mostrarlo.

-Claro - dijo la joven volviéndose a sentar, ella también estaba nerviosa - ¿de qué quiere hablar?

-Me gustaría que me diera algunos consejos sobre cómo debo actuar con mi hija - Anita no pudo sorprenderse más con sus palabras, palabras que fueron las primeras que le vino a mente a Saimon para empezar una conversación.

-No es tanto el cómo debe comportarse, sino pasar más tiempo con ella, se nota que la quiere, pero casi no lo demuestra - el híbrido asintió, lo que decía era verdad.

-¿Y dónde sugiere que la lleve? - la joven se encogió de hombros.

-Eso es lo de menos, ni siquiera es necesario que salgan del castillo, podrían jugar en su cuarto, leer juntos en la biblioteca, o ir al jardín interior, Serena adora las flores y las mariposas - eso era otra cosa en común que tenían ambas chicas.

-Por tu cara, diría que a ti también - dijo el rey viendo su sonrisa y el brillo de sus ojos - ¿qué tal si vamos los tres?

-¿Qué?, se supone que es para que ustedes estén juntos, yo sobro.

-Seguro a mi hija le hace ilusión.

No sabía por qué insistía en el tema, tal vez era porque él no sabía muy bien qué hacer y esperaba que la presencia de la chica le hiciera todo más fácil, o porque quería seguir el consejo de su hija y tenerla ahí le resultaría menos complicado, tal vez fuera por ambas, lo que estaba claro era que no solo él estaba sorprendido por su idea. Al otro lado de la puerta había otra persona sorprendida, Cailen, el cual se había convertido en el cómplice del plan de Serena, la cual sonreía por el buen resultado que estaba teniendo.

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