Capítulo 4

Los días fueron pasando, Anita aún se estaba acostumbrando a ser institutriz, había muchas cosas que ella no sabía acerca de la monarquía, mucho menos de sus papeles y funciones, por lo que muchas veces Serena sabía más que ella, lo cual divertía a la princesa, le gustaba saber más que su maestra, aunque también entendía que ella estaba en pleno proceso de aprender también todas esas cosas para poder enseñárselas a ella después.

Saimon aún seguía con esa pequeña duda, la cual parecía disiparse cuando veía a su hija tan feliz con la joven, pero que volvía con cada cosa nueva que descubría de ella. Había mandado a investigar a la joven al día siguiente de que pisara el palacio, quería estar seguro de que su hija estaba en buenas manos, pero la información era muy escasa, los detectives poco habían averiguado sobre ella, no había constancia de Anita antes de su llegada al pueblo hacía 7 años.

No olvidaba que la joven le había dicho que fue criada por una híbrida, por eso estaba teniendo más paciencia, era probable que no existiera constancia de ella en el mundo humano antes porque no había vivido en él, tal vez hubiera vivido en los bosques junto a la híbrida que la cuidó, no lo sabía, y confiaba en que los detectives pudieran darle alguna certeza acerca de la chica, no por nada eran los mejores, tanto en el mundo humano como en el mundo sobrenatural.

Pero no solo eso tenía ocupada su mente, también la inminente guerra que tendría lugar, pues hacía poco le habían informado de que Daniel Lonburt había vuelto a las andadas, esa vez con el apoyo de un número considerable de híbridos, y lo que él llamaba su arma, algo que supuestamente podría derrotarlo, aunque él no lo creía, era prácticamente inmortal, además de ser el híbrido más fuerte, nada ni nadie podía vencerlo, consideraba eso del arma algo con el fin de asustarlo, pero eso no iba a pasar.

Por supuesto eso no lo sabía todo el mundo, mucho menos la princesa, pues el rey se había asegurado de que nadie le dijera nada, no quería que su pequeña tuviera miedo, pues estaba seguro de que nada malo le iba a pasar, no lo iba a permitir; y a Anita, casi nadie en el castillo le hacía caso, solo Serena y Cailen, y un poco Saimon, pero no demasiado.

-Al final voy a pensar que eres tú quien debería darme clase a mí - dijo Anita resoplando al darse cuenta de que Serena sabía más del tema, otra vez.

-No digas eso - dijo la princesa sin poder ocultar la risa - lo que pasa es que yo lo he estado dando más tiempo, ya verás como en un futuro tú sabes más que yo.

Anita volvió a resoplar completamente frustrada, ella estaba aprendiendo a base de leer libros, la mayoría recomendados por Cailen, el cual la estaba ayudando con su aprendizaje, él en verdad creía que ella podría ser una gran institutriz para su sobrina, además de que podía apreciar que la joven no tenía ni una pizca de maldad, por lo que no entendía la desconfianza que procesaba Saimon hacia Anita.

El resto de la tarde se la pasó intentando enseñar algo nuevo a Serena, fracasando en el intento, al menos tenía el consuelo de que la pequeña estaba alegre y se divertía con la situación, su misión principal era asegurarse de que la pequeña fuera feliz y no estuviera triste, por eso le molestaba la actitud del rey con la princesa, aunque él mostraba su amor hacia ella cuando estaban juntos, consideraba que estaba muy poco tiempo con su hija, lo cual, aunque no lo mostraba, ponía triste a la pequeña, por lo que decidió hablar con él, a pesar del miedo que sentía.

-¿Podemos hablar? - preguntó Anita entrando a su despacho después de haber acostado a Serena.

-¿Hay algún problema? - preguntó Saimon sin despegar su vista de los papeles.

-La verdad es que sí - dijo sacando valor de su molestia.

-Le escucho - dijo mirándola directamente a los ojos, ocasionando que le recorriera un escalofrío, pero no iba a dejarse amedrentar.

-¿Por qué pasa tan poco tiempo con su hija?, ¿a caso no ve que la daña? - preguntó Anita yendo al punto.

-¿Y usted qué sabe? - dijo el rey levantándose de la silla y mirándola molesto.

-Más que usted al parecer - dijo la joven con un valor que no creía posible.

-Es mi hija, sé cómo se siente.

-¿A sí?, ¿se lo ha preguntado?, ¿has pasado tiempo con ella y prestado atención a su comportamiento?, yo diría que no, lo máximo que sabrá es si se lastima o no, pero no puedes saber cómo se siente si no pasa casi tiempo con ella y rompe sus promesas cuando le dice que sí estará con ella o le leerá un cuento.

Saimon no esperó esa contestación, no esperó ser prácticamente regañado por una joven humana que apenas llevaba un par de semanas en el castillo, era la primera vez que alguien se atrevía a levantarle la voz en cuanto a cómo trataba a su hija, y la segunda persona que creía que estaba haciendo algo mal, solo que la otra persona era en el ámbito de gobernar, y en esta era su mayor tesoro, pues para el rey su pertenencia más preciada era su pequeña princesa, y si realmente le estaba causando algún daño al no pasar mucho tiempo con ella, quería saber cómo arreglarlo.

-Y según tú, ¿qué debería hacer? - Anita se sorprendió, no pensó que entrara en razón tan rápido.

-Estar con ella, así de sencillo, Serena se pone muy triste cuando tú le dices que estarás con ella y al final no llegas, ella lo intenta ocultar, pero su sonrisa no llega a los ojos, no me gusta verla así, tu ausencia es lo único que realmente la entristece - Saimon suspiró, tenía que reconocer que había faltado muchas veces a esa promesa.

-Está bien, intentaré estar más tiempo con ella, pero debe entender que tengo responsabilidades que hacer como rey - Anita asintió.

-Eso lo entiendo, pero nada debería ser tan importante como su hija, estoy segura de que a Cailen no le molestaría ayudarte un poco más, incluso yo le ayudaría si supiera cómo se hace, pero la verdad es que aún estoy intentando aprender lo necesario para ser institutriz - dijo con una mueca lo último.

Saimon sonrió ligeramente, empezaba a creer que su corazonada era infundada, solo le faltaba esperar la información de los detectives, pero no creía que hubiera algo malo con ella, no cuando se preocupaba tanto por su hija al punto de no importarle enfrentarse a él, además de que tenía que dar la razón a su mano derecha, ella en verdad parecía que no tuviera ni una pizca de maldad, con una pureza y una inocencia igual a la de su hija, no le extrañaba que fueran tan amigas.

-Bueno, creo que ya es algo tarde, debería descansar - dijo Saimon intentando ser cortes.

-Sí, buenas noches - dijo Anita abriendo la puerta.

-Buenas noches - dijo Saimon antes de que Anita cerrara la puerta detrás suyo.

El rey tenía algunos papeles que revisar antes de poder ir a dormir, así que no perdió más tiempo y se puso con ello, aunque le llevó más tiempo del deseado al no poder quitar de su cabeza la conversación anterior, tenía que reconocer que la joven era valiente, ninguna institutriz anterior se había atrevido a decirle nada acerca de su hija, ni siquiera insinuarlo, aunque también era un hecho que Anita se preocupaba por Serena más que cualquier otra que hubiera estado en ese trabajo, todo eso no paraba de pensar el confundido rey.

Anita, por su parte, se fue a la cama muy contenta con el resultado, no pensó que sería tan fácil, no pensó que al final tuviera el valor necesario para plantarle cara, mucho menos hablarle con tanta crudeza, pero estaba satisfecha, en verdad esperaba que él cumpliera su palabra esa vez y pasase más tiempo con su hija, que la sonrisa de esa pequeña niña llegase también a los ojos cuando hablase de su padre, ese era su objetivo, y no pararía hasta conseguirlo.

Por otro lado estaba la pequeña princesa, la cual en el último momento quiso que su amiga le leyera un cuento, por lo que fue a hablar con ella, no esperó escuchar esa conversación entre Any y su padre, pero estaba muy feliz, esperaba poder estar más tiempo con su padre, y todo se lo debía a ella, a su amiga, a la que consideraba casi como una figura materna, y lo tuvo claro, se aseguraría que su padre y ella acabasen juntos, serían una familia los tres, ella como su segunda madre.

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