Capítulo 3

-Me alegra oír eso, sé que Serena será muy feliz con ello.

Eso era lo que esperaba Anita, no le importaba lo demás, solo esa pequeña niña, no entendía cómo era posible que se hubiera enamorado tanto de ella, siempre quiso a todos los niños que aparecían en su trabajo, pero ninguno llegó a quererlo tanto como la quería a ella, en cierta forma veía en la princesa su mayor anhelo, tener una familia, el amor de una familia, ese sueño al cual creía que nunca podría aspirar, pero que al final tal vez sí pudiera ocurrir, aunque era consciente de que era su institutriz y no su madre o madrastra, estaba conforme por el momento con lo que tenía.

Y no era la única, Serena casi monta una fiesta al enterarse que sería Anita su nueva institutriz, todas las anteriores habían sido viejas y aburridas, se alegraba de por fin tener a una que no fuera una estirada. Su baile de celebración ante el hecho enterneció a los dos adultos, pero lo que verdaderamente hizo sonreír al híbrido, a parte de ver tan feliz a su hija, fue la mirada que tenía Anita hacia su hija, una mirada de amor y cariño puro, empezaba a creer que tal vez no fuera tan mala idea que la humana estuviera en palacio.

-Tengo que irme a hacer unas cosas, volveré en la noche, espero que no os metáis en algún problema.

-Claro que no papi - dijo la pequeña sin dejar de bailar.

-Vale - dijo divertido y dió un beso en la frente a su hija - te prometo que estaré aquí para leerte un cuento antes de dormir.

Serena asintió dejando de bailar, su padre era un gran rey, de eso estaba segura, pero como padre...le quería, a él y al tío Cailen, pero casi nunca estaban en casa, sobre todo Saimon, sus deberes como rey le ocupaban mucho tiempo, por eso estaba tan feliz de que estuviera Anita allí, así tendría a alguien con la que podría estar todo el día, ya que ese sería su trabajo, y ella se aseguraría de que así fuera por siempre, incluso cuando ya fuera mayor y fuera coronada reina, quería tenerla cerca todo el tiempo que fuera posible, ya que era consciente que los humanos envejecen más rápido que los híbridos.

La niña cogió de la mano a la joven y la condujo hasta su habitación, la cual era enorme, llena de juguetes y libros, realmente era la habitación de una princesa, y Anita no podría estar más asombrada, ella nunca tuvo una habitación como tal, dormía y pasaba la mayoría del tiempo en el sótano, rodeada de trastos, las únicas veces que durmió en una cama fue cuando su nana conseguía meterla en su cuarto sin que la viera su matrona.

-¿Te gusta? - preguntó inocentemente la pequeña.

-Me encanta, es muy bonita - dijo Anita intentando eliminar los malos recuerdos de su mente.

-¡Genial!, porque la compartiremos.

La joven cada vez estaba más sorprendida, ese día había estado lleno de sorpresas, las cuales le llevaban hacia un camino de arenas movedizas, un paso en falso y se hundiría, y cuanto más pasara el tiempo, más enterrada estaría en la arena.

-No lo creo, ese chico dijo que llevarían mis maletas a mi habitación, y aquí no están - dijo intentando volver a la calma.

-Eso se puede arreglar, soy la princesa, seguro puedo cambiar eso - Anita estaba enternecida, adoraba a esa niña, por eso no quería aumentar la caída.

-Estoy segura de que podrías, pero no creo que le agradase a tu padre, además, solo hay una cama.

-Podríamos compartirla - dijo Serena con gran ilusión.

-Es mejor que no - la pequeña se desanimó y entristeció, y esa imagen rompió el corazón de la joven en dos - podría pedir que mi habitación sea la contigua a la tuya, así estaríamos muy cerca por si me necesitas - la pequeña volvió a estar alegre con esas palabras.

-¡Sí! - exclamó feliz.

Anita se alegró enormemente de que su Sere volviera a estar alegre, solo la había visto triste unos segundos, y ya sentía como su corazón se hacía pedazos, no quería volver a verla así nunca más, preferiría verla hiperactiva, como casi siempre se mostraba, no había conocido nunca a una niña tan alegre y con tanta energía, eso le daba ganas de coger y estrujarla de lo adorable que era.

La pequeña princesa al final no tuvo que hacer nada, Cailen ya había pedido que llevaran sus cosas a la habitación que estaba a la derecha de la de ella, por lo que no hubo necesidad de cambiarlo, debía de darle las gracias a su tío cuando volviera, ya que sabía que no estaba en el castillo, sino que había ido con su padre a hacer lo que fuera que tuviera que hacer como rey, y como Cailen era su mano derecha, pues tenía que estar con él y ayudarlo en todo lo que fuera necesario.

La tarde transcurrió demasiado rápido según la opinión de Serena, se la había estado pasando bien junto a Anita, la pequeña convenció a su nueva institutriz para pasar una tarde de karaoke, y eso fue lo que hicieron, cantaron y bailaron hasta la hora de la cena, cuando la joven tuvo que medio obligarla a bajar a comer porque ella quería seguir con el karaoke, a lo cual Anita la convenció diciendo que seguirían con ello después de la cena y hasta la hora de dormir.

Y así fue, no dejaron el karaoke hasta que no fue la hora de dormir de la princesa, la cual se puso el pijama y se metió en la cama. Su padre le había asegurado que estaría de vuelta para leerle un cuento, pero como muchas veces había pasado, no pudo cumplir con lo dicho, ya era la hora y él aún no había vuelto al castillo, por lo que la pequeña le pidió a la joven que le leyera un cuento, ya que sabía que su padre no podía.

-¿Cuál quieres que te lea? - preguntó Anita a Serena mientras observaba los numerosos libros de su biblioteca.

-No sé, elije tú - la joven fue leyendo por encima los títulos y le sorprendió no encontrar un par de libros.

-¿No tienes los libros de Blancanieves y Cenicienta?

-No, no me gustan.

-¿Y eso? - la joven no lo entendía, esos eran de los libros favoritos de la mayoría de niñas.

-Las madrastras de esos libros son malas, y yo no creo que sean así en la vida real, al menos no siempre - Anita asintió, eso era verdad.

-Bueno, entonces, ¿quieres que te lea “El traje nuevo del emperador”?

-Sí - dijo Serena con una sonrisa.

La joven abrió el libro y empezó a leer el cuento en sus manos, a la princesa le gustaba esa historia porque la consideraba muy graciosa, pensaba que ese emperador era muy tonto, y que su padre no habría caído en una mentira tan estúpida. Mientras tanto, Saimon volvía a toda prisa al castillo, al final se le había hecho tarde, esperaba al menos que su hija estuviera despierta para poder darla un beso, arroparla y darle las buenas noches, aunque lo dudaba, ya era noche cerrada, lo más seguro era que ella durmiera.

-Al oír los gritos de sus súbditos, el emperador se avergonzó muchísimo. Sintió que la cara se le ponía colorada y que las orejas le ardían. Pero en lugar de reconocer la verdad, el emperador y sus consejeros siguieron marchando por las calles de la ciudad como si nada ocurriese. Y los ayudas de cámara continuaron sujetando la cola de aquel traje que solo existía en la imaginación de unos pocos. Fin - terminó de leer la joven mientras el rey escuchaba tras la puerta - buenas noches.

-Buenas noches - dijo la princesa completamente adormecida.

Anita cerró el libro y lo dejó donde estaba, cuando volvió a la cama de la pequeña, ella ya estaba profundamente dormida, por lo que la joven sonrió con ternura y le dió un beso en la frente mientras murmuraba un: dulces sueños. Saimon se escondió cuando ella salió para posteriormente entrar en la habitación de su hija, la cual tenía una gran sonrisa mientras dormía, nunca había visto a su pequeña tan feliz, y eso le alegraba enormemente.

No confiaba del todo en la nueva institutriz, aunque se daba cuenta del gran cariño que tenía hacia su hija y tenía que reconocer que ella era muy feliz a su lado, algo no le dejaba tranquilo, no sabía qué era, pero había algo, solo esperaba estar equivocado, o en el peor de los casos, fuera lo que fuera, que su pequeña no se viera involucrada, o peor aún, lastimada.

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