Capítulo 21
-Buenos días - saludó Anita entrando al comedor mientras bostezaba y se frotaba los ojos.
-Buenos días dormilona - dijo divertido Cailen al verla.
A pesar de esa siesta que tuvo el día anterior, la joven había dormido esa noche a pierna suelta, hasta el punto de que la hora del desayuno estaba apunto de acabar y ella recién se había levantado, estaba la mar de agusto en la cama, además de que el día anterior había sido agotador, no solo destruyó varios asentamientos, sino que después tuvo que compensar a la princesa por no haber estado en todo el día, por lo que tuvo que hacer una sesión de juegos con ella y acabó completamente exhausta, más incluso que después de destruir las bases.
Aún le sorprendía la gran energía que poseía la pequeña, pero la felicidad que desprendió durante todo ese tiempo, valió cada segundo que estuvieron jugando, corriendo, cantando, bailando y riendo, esa niña merecía todo el amor del mundo, se había vuelto un foco de luz en la vida de la joven, uno del cual no creía poder vivir sin él, ella y su padre se habían vuelto su todo, y le fastidiaba un poco no haber podido cumplir con su misión, los Lonburt aún seguían vivos, lo cual significaba una amenaza a su nueva familia.
Saimon había hablado con ella antes de irse ambos a dormir, había sido claro con respecto a su opinión de que fuera directamente a por ellos, no le gustaba para nada, es más, había dado órdenes de que le avisaran inmediatamente si a ella se le ocurría poner un pie fuera de palacio, lo cual molestó a sobremanera a Anita, ni que ella fuera una prisionera, además de que ambos eran conscientes que ella podría escaparse sin que nadie se diera cuenta, aunque al final prometió no hacerlo, básicamente para que él estuviera más tranquilo y Serena no estuviera sola otro día casi entero.
-No me arrepiento, se estaba muy bien en la cama - respondió la joven al saludo de Cailen.
Todos los ahí presentes se rieron, no solo de lo que había dicho, sino de haberlo dicho mientras se estiraba, era una escena bastante cómica a su parecer. Saimon era el que más sonreía, desde que ella había entrado al castillo, la alegría se había multiplicado, no solo para su hija, sino también para él mismo, ella se había convertido en su felicidad, ella y su hija eran su todo, mataría por ellas sin ningún miramiento, y estaba seguro de que Anita haría lo mismo por ellos, lo cual era cierto y lo había demostrado.
Cailen estaba feliz con la situación, nunca había visto tan feliz a su sobrina, ni hablar de su amigo, ese ogro gruñón rara vez lo había visto reír o si quiera sonreír, con su difunta esposa lo intentó, pero realmente no lo sentía, mucho menos después de su traición, la única capaz de poder aportarle un poco de luz era su pequeña hija, que aunque no era de sangre, lo era de corazón, pero incluso para la pequeña le era difícil llegar a su padre. Fue Anita la que creó el camino, la que le cantó las cuarenta y le hizo abrir los ojos del todo, gracias a ella su amigo empezaba a conocer la felicidad verdadera.
El desayuno transcurrió tranquilo, todos ya habían desayunado, solo faltaba la joven, pero aún así todos le hicieron compañía, no era necesario, como bien pensaba ella, pero no dijo nada, y estuvieron los cuatro juntos en el comedor hasta que ella terminó. Los chicos fueron al despacho a seguir con sus quehaceres, y las chicas fueron a la biblioteca a dar clases, no tenían que recuperar el día anterior porque era domingo, y los domingos no daban clases, pero aún así no debían perder tiempo, algo le decía a Anita que dentro de poco habría algo, aunque no sabía el qué.
Mientras cada uno estaba en lo suyo, un hombre se encontraba en los alrededores de palacio, atento a los movimientos de los guardias que lo custodiaban, buscando una brecha por la cual entrar sin hacer saltar todas las alarmas. Debía encontrarla, debía rescatarla, no permitiría que le volvieran a hacer daño, escaparía con ella, no le interesaba volver a esa casa, no aguantaba más a esas personas que se suponía que eran sus padres, ni siquiera soltaron una sola lágrima por su hijo fallecido, solo se molestaron porque el plan no había funcionado.
Él al menos se había entristecido con su muerte, no se llevaba bien con él, era demasiado prepotente para su gusto, pero no dejaba de ser su hermano, y la culpa de su muerte se la echaba a ellos, a él, no a Saimon, sino a Daniel, debió protegerlo como un buen padre hubiera hecho, pero en su lugar lo mandó al frente de la batalla sin titubear. Ya había perdido a un hermano, no quería perder a otro, pero Joshua estaba totalmente controlado por su padre, él no tenía salvación, pero sí Anita, su hermana, ella no tenía la culpa de nada, ella no debería haberse visto involucrada en el fuego cruzado, la salvaría, debía hacerlo.
Tardó unas horas, pero pudo encontrar un hueco por donde colarse, solo tuvo que dejar inconscientes a un par de guardias. Al estar dentro empezó a buscar la entrada a los calabozos, donde seguramente estaría ella, para él su hermana era una prisionera, ni remotamente se le pasó por la cabeza que ella fuera una persona bien recibida en ese castillo, mucho menos la novia del rey, por lo que se guió por lo que sabía e intuía y no por la realidad.
Después de un rato se empezó a desesperar, no encontraba la entrada, y debía darse prisa en rescatarla, en cualquier momento los guardias podrían despertar o alguien podría encontrarlos, no tenía mucho tiempo. Al final decidió buscar a alguien a quien sacar información, no tenía tiempo que perder, por lo que cuando oyó que alguien bajaba las escaleras, no dudó en ir allí para sacarle a esa persona la ubicación de los calabozos y de su hermanita.
Grande fue su sorpresa al ver a Anita bajar las escaleras, estaba sola, intacta, alegre, casi se le hizo irreal verla así, pero se alegraba, la había encontrado y ella estaba bien, solo quedaba sacarla de ahí y llevarla a un lugar seguro lejos de Daniel y del rey. Anita también se llevó una sorpresa al ver a Jordan al final de las escaleras, hacía muchos años que no lo veía, pero aún así era capaz de reconocerlo, lo que la tenía confundida era que estuviera ahí, no había sonado ninguna alarma de ataque.
-Me alegra que estés bien - dijo Jordan mientras la abrazaba, ella estaba en shock, no se imaginó esa escena ni en sus sueños más disparatados - vamos, tenemos que irnos - dijo mientras tiraba de ella.
-¿Qué? - preguntó volviendo en sí y parándose en seco.
-¿Qué haces?, tenemos que irnos antes de que nos descubran - él estaba preocupado, eso era más que obvio.
-¿Qué haces aquí? - preguntó Anita completamente confundida.
-¿Tú qué crees?, he venido a rescatarte.
-¿Rescatarme?, ¿de qué hablas? - cada vez estaba más confundida.
-Un aliado de nuestro padre le contó que vio como Saimon te dejaba inconsciente y te llevaba - fue entonces que lo comprendió todo, la gran equivocación de su hermano.
-Jordan, no soy una prisionera, te estás equivocando.
-Pero...
-Jordan, Saimon y yo somos novios.
Jordan se quedó con la boca abierta, nunca se hubiera imaginado eso, menos con lo que escuchó de boca de su padre. Anita lo llevó a su antiguo cuarto, tenían muchas cosas de que hablar, pero ella estaba feliz, al final su hermano sí se preocupaba por ella, al menos tenía un familiar que la quería, eso la alegraba enormemente, por eso quería aclarar todo para que él se quedara con ella, aunque primero también tendría que hablar con Saimon al respecto.
Mientras, unos guardias habían encontrado a sus compañeros inconscientes en el cambio de turno, por lo que rápidamente fueron a avisar al rey de lo sucedido, alguien había entrado a palacio. Saimon no dudó en ir a la biblioteca, donde supuestamente estaban las dos chicas, pero solo encontró a su hija leyendo, la cual le dijo que Anita se había ido hacía un rato a la cocina y aún no había vuelto.
El híbrido fue a la cocina con el corazón en un puño, solo para llevarse la desesperación de que ella no estaba allí, por lo que temió lo peor. Mandó a todos a buscar dentro y fuera del castillo a la joven, debían encontrarla. Saimon fue a su habitación a comprobar si estaba allí, pero al no verla, fue a la antigua habitación de Anita, encontrándose con ella y un hombre hablando tranquilamente allí, aunque ambos se giraron al oír el ruido de la puerta al abrirse.
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