Capítulo 13
-Creo que tienes muchas cosas que contarme - le dijo Saimon a Anita.
La batalla ya había terminado, habían sufrido algunas bajas, pero no muchas, gracias a la joven pudieron derrotar a todos e impedir que alguno escapase e informara a Daniel sobre lo que pasó en ese ataque, lo cual era una ventaja para ellos. En ese momento, Saimon y Anita se encontraban en el despacho del primero, el híbrido quería respuestas, aunque ya se las imaginaba, quería que salieran de la propia boca de la joven, pero a la vez no quería presionarla.
-Está bien - suspiró Anita, le hubiera gustado tener más tiempo, poder disfrutar de la compañía de Serena y Saimon un poco más - como ya habrás imaginado por mi conversación con Caín, él era uno de mis hermanos mayores, y Daniel Lonburt, se podría decir que es mi padre, biológicamente hablando.
-¿Qué es eso del arma prometida?, no es la primera vez que lo oigo, y me gustaría saber qué es - Anita hizo una mueca, no era algo agradable pensar que había nacido para ser un arma.
-Un tiempo después de fracasar en su intento de arrebatarte el trono, Daniel visitó a una bruja muy poderosa para pedirle algo con lo que vencerte, y ella creó una maldición sobre mi familia.
-¿Una maldición? - ella asintió.
-Sí, de tu descendencia, se encontrará el arma que tanto deseas, un ser con un poder mayor del que puedas imaginar, esas fueron sus palabras, unas palabras que marcaron el destino de mi familia - el rey se quedó impactado, esas eran las mismas palabras que había oído en su sueño.
-Así que el arma es una persona - no le gustaba cómo se estaba desarrollando eso, no quería creer lo que su sueño le indicaba.
-Así es - dijo e hizo una pausa - poco tiempo después de que la bruja lanzara la maldición, nació Caín, pero su poder era insuficiente, después fue Jordan y por último Joshua, con este último creyeron tener el arma prometida, por lo que dejaron de buscar otro hijo, sin embargo nací yo, y al tener olor a humana, me creyeron como tal, incluso yo me convencí de ello, ya te conté lo que pasó - Saimon solo asintió, más no dijo nada - pero cuando hoy vi a esos hombres atrapar a Serena, y sabiendo que la harían daño, no lo pude soportar, algo en mí se encendió y no lo pude controlar hasta que estuve segura de que ella estuviera bien.
Anita se atrevió a ver a Saimon a los ojos por primera vez desde que empezó a hablar, esperaba encontrar en él asco, odio, rencor, algún sentimiento negativo, pero en su mirada no había nada de eso, él la comprendía, sabía que no era su culpa, en todo caso era solo otra víctima de esa estúpida guerra, ese hombre había arruinado muchas vidas en su ansia de poder, incluida la de su hija ahí presente, pero él se encargaría de protegerla, pues ante sus ojos, ella no era un arma, sino una delicada flor a la cual había que cuidar.
Saimon no dudó en envolverla en sus brazos otra vez, solo que en esa ocasión no hubo lágrimas, había tristeza, pero tampoco tanto para haber llanto, estaba dolida, confundida, perdida, incluso sentía rabia hacia la que una vez consideró su familia, pero se sentía agradecida por tener al híbrido a su lado, él conseguía aplacar su congoja, alejar las nubes grises que avecinaban la tormenta de su alma, solo lo necesitaba a él y a la pequeña que había conquistado su corazón con unas pocas sonrisas.
-¿No me odias? - salieron vacilantes las palabras de la boca de la joven.
-Claro que no, de dónde provienes no marca quién eres, tú misma lo dijistes, no eres una Lonburt, nunca te quisieron como tal, y tú no te consideras una de ellos.
Anita se aferró aún más al cuerpo de Saimon, temía despertar y que todo fuera un sueño, que ella estuviera aún en la casa de esa familia, sufriendo por ser una simple humana, sola y sin nadie que la quisiera; pero eso era real, tan real como la vida misma, aquella que se había empeñado en traerle solo desgracias, pero que por fin le estaba dando alguna alegría, y ella se aseguraría de que fuera así por mucho tiempo, no permitiría que quienes le amargaron la infancia estropearan su futuro, ya no más.
-Sois malos, me dejasteis encerrada en la sala segura, si no fuera por mi tío Cailen, aún estaría encerrada.
Ambos adultos se giraron al oír la voz de Serena, se habían centrado tanto en ellos mismos, que ni recordaban que tenían que sacarla de ese lugar, pero tampoco les importó mucho, apenas estuvo encerrada una hora, ellos tuvieron que estarlo durante toda la tarde, esa se podría decir que era su pequeña venganza, y preferían esa versión a la realidad, era algo vergonzoso para ambos pensar en que se habían abstraído de la realidad por segunda vez en lo que llevaban de día.
Los tres bajaron a cenar al comedor, encontrándose con Cailen allí, y los cuatro comieron juntos, los chicos enfrascados en su conversación de cómo reforzar la defensa para la próxima, pues eran conscientes de que ese ataque no sería el último, y Anita intercalada en dos conversaciones, por un lado junto a los chicos aportando sus conocimientos sobre la forma de combatir de Daniel, y por otro lado hablaba con Serena, aunque intentaba hablar poco con ella, pues la pequeña se obsesionaba con que tenía que contarle todo lo que pasó con su padre, y a la joven le daba mucha vergüenza hablar del tema.
La noche llegó, la princesa se tuvo que ir a dormir, a pesar de que ella no quería, y los otros tres se reunieron para seguir con la conversación que habían estado teniendo durante la cena, era de agradecer tener a alguien tan informada sobre la forma de actuar de tu rival, y por suerte para ellos, para Anita fueron muchos años escuchando desde las sombras, su aliada anónima ya no se ocultaba y daba algo de información mediante cartas, anotaciones y notas, sino que estaba enfrente suyo deliberando con ellos.
-Entonces es mejor reforzar las zona oeste - dijo Saimon.
-Eso estaría bien, pero principalmente es este punto de aquí, es el más vulnerable - dijo Anita señalando un punto en el mapa del castillo.
-Pero, ¿por qué tanto jaleo?, la tenemos a ella, fue creada y dotada con un poder mayor de lo imaginable, ya la viste luchar esta tarde, con ella con nosotros, no tenemos de qué preocuparnos - dijo Cailen, ganándose una mirada triste de Anita y una molesta de Saimon - bueno - bostezó - ¿por qué no lo hablamos mañana?, me muero de sueño.
-Tal vez sea lo mejor, así estaremos más despejados - apoyó la joven, el rey, no muy convencido, asintió.
-Sí, tal vez sea lo mejor - ya tendría una pequeña charla con su mano derecha.
Los tres se despidieron y se fueron a su respectiva habitación, ese día había sido muy duro, se habían descubierto muchas cosas, cosas del pasado que afectaban al futuro, sobre todo en el caso de Anita, la cual se sentía extraña, muchas veces soñó con ser híbrida al igual que su familia, todo con el fin de ser aceptada por la misma, y al final resultó ser el arma prometida de su padre, una persona nacida y destinada para ser el arma con el cual derrotar al rey de los híbridos, que irónica era la vida.
Por mucho que se esforzara ese hombre, nunca lograría su objetivo, ella se encargaría de eso, pues fue creada para ser perfecta, imparable, mejor incluso que Saimon, la híbrida más poderosa, y ella se negaba a cumplir con ese destino impuesto, nunca dañaría al hombre que le brindó su cariño a pesar de ser casi una desconocida, y que de un tiempo hacia delante, se había logrado robar parte de su corazón, no lo entendía, tampoco buscaba encontrarle un sentido, solo sabía lo que su corazón le indicaba, e iba a hacerle caso.
-¿Se puede? - preguntó Saimon asomando la cabeza.
-Sí - dijo Anita sorprendida de verlo.
-Siento molestarte tan tarde, pero me gustaría hablar contigo.
-Claro, no hay problema.
Anita le invitó a sentarse en la cama con ella, a lo cual él aceptó, a los pocos minutos, se encontraban casi tumbados, posteriormente abrazados, y antes de darse cuenta, se encontraban dormidos en los brazos del otro, un sueño profundo ausente de toda pesadilla, al contrario, en sus mentes se proyectaban imágenes de un futuro hermoso, donde ellos y su pequeña pudieran tener una vida feliz y en familia.
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