23. Presencia demoníaca


-Huyan...

Un susurro inaudible escapó de los labios de Shinichi. Mantenía la vista fija en la ventana de arriba, atento al ruido y el movimiento para tasar ese nuevo ataque.

Kaito, de manera espontánea ayudó a su melliza a levantarse, se apresuró en desabotonarse la camisa y la pasó por encima de los hombros de Aoko para salir corriendo.

Los tres hermanos llegaron a tropezones a la calle irregular buscando refugio en las casas vecinas. 

Shinichi, Kaito y Aoko golpearon con desesperación la única puerta que realmente iba a auxiliarlos.

-¡Hattori!

Los puños de Shinichi evidenciaban la necesidad de entrar.

-¡Por favor, ayúdenos! – corearon los otros dos.

El alboroto, desde luego sofocó los oídos del moreno. Se apresuró en abrir la puerta sin entender la urgencia que tenían los Kudō al interrumpirlo en sus casi nulas actividades. Los tres entraron en una fila casi dándose empujones para resguardarse dentro de la sala.

-¿Y a ustedes que les sucede? -era de completa urgencia conocer lo acontecido -¡¿Y por qué su hermana está desnuda?!

Se giró de inmediato para evitar topar sus ojos con la piel de Aoko.

-Algo dentro de la casa está intentando arremeter contra nosotros -explicó Shinichi recuperando la compostura -Otra vez...

-Necesitamos ayuda -recalcó Kaito cuando todo se calmó.

Aoko se arrodilló frente al fuego de la chimenea para darse calor, con la manga de la camisa de su hermano se sobó la nariz sintiendo como la desesperanza rasguñaba su pecho.

¿Quién iba a ayudarlos? La morada, bien sabido, estaba maldita. Una gran parte del pueblo seguía odiándolos por perturbar la paz de sus habitantes y el otro tercio vivía en una situación tan miserable que a duras penas podían con su propia existencia.

Heiji evaluó a los tres hermanos sin poner en duda su estado más actual, escuchó con atención el relato de los Kudō entre la comodidad de su propia sala, cerca de la chimenea e infusiones calientes servidas en pequeñas tazas. Él también realizó un puñado de preguntas para llegar a un veredicto.

-Deberías hacerle otra visita a Masumi -concluyó.

-¿Para qué?

-¿A quién? -preguntaron Kaito y Aoko.

Shinichi observó de reojo a sus hermanos menores estrujando hasta la última gota de vacilación.

Dejó caer el brazo sobre la mesa, la sugerencia de Hattori no estaba tan descaminada, sabía que la chica lo ayudaría. Su único conflicto interno era que no quería involucrar más a sus hermanos en nuevas ciencias, habían perdido hace poco a una de las suyas. Sumando que ya estaban lo suficiente asustados y expuestos.

-Te acompañaré -tuvo que reafirmar el moreno. La expresión de Shinichi daba a entender que no estaba muy convencido -Has actuado solo por mucho tiempo. Es momento de que retomemos lo que empezamos -dijo haciendo énfasis en eso último -Y esta vez seguiremos juntos -curvó una sonrisa cómplice -Hasta el final.

-¿Y usted, joven Hattori? -preguntó con curiosidad el mayor de los Kudō elevando una ceja -¿Dónde ha estado?

Heiji notó el ligero resentimiento en la voz de su amigo. No podía culparlo, había estado ausente más tiempo del que le hubiese gustado. Si tan solo la culpa por sus actos y las pesadillas recreando la muerte de Kazuha no se repitieran dentro de su mente en ciclos interminables...

-Cazando a mis propios demonios -respondió a la pregunta metafórica con una respuesta de la misma índole. 

Aunque Kaito y Aoko insistieron a Shinichi sobre ir con él, su instinto de hermano mayor sobreprotector se activó una vez más respondiéndoles de manera negativa.

Llegar hasta la residencia de Masumi fue lo más afable de ese día, aun cuando la mayoría de los árboles se hallaban desnudos con sus ramas largas y torcidas simulando brazos fracturados en dirección al cielo.

Su saludo fue exagerado, demasiado para el gusto seco de Shinichi. La calidez interior mantenía su esencia de siempre; el olor a humedad mezclado con hierbas secas, el sonido del agua en su punto de ebullición dentro de la cacerola y las incontables muñecas colgadas y repartidas por todo el salón con sus ojos mirando al mismo punto fijo y a la vez, todos los recovecos de la casa.

Shinichi se sentía como un títere más, Masumi lo moldeó como quiso para posicionarlo en las sillas de la sala. Procuró quitarse el abrigo y doblarlo con cuidado sobre sus muslos dando a entender que no se marcharía pronto.

-Lamento lo de tu hermana menor -ella habló primero. Su tono determinaba real compasión -Pero supongo que no viniste a remover recuerdos tan recientes -se quitó una pelusa del holgado pantalón oscuro y agudizó el oído al sentir los pasos de arriba –Dime ¿qué puedo hacer por ti?

Shinichi y Heiji también oyeron los pasos, algo en su interior les advertía que no debían hablar.

Que los tres guardaran absoluto silencio hizo que ambos muchachos se asustaran más y la mención de Ayumi dio el impulso a Shinichi para emanciparse de ese trance.

-Es mi hermana Aoko, me temo que los ataques están enfocados en ella... Todo esto -hizo un movimiento con la mano -Creo que quiere cazarnos, uno por uno -desconoció el miedo en su propia voz -Sea lo que sea el meollo del asunto, nos está demostrando que no nos quiere ahí dentro bajo nuestra propia voluntad.

-¿Y hasta ahora lo descubres? -Hattori rodó los ojos.

-"La casa era el monstruo hambriento y la familia su vulnerable presa -Masumi se tocó el mentón y entrecerró los ojos comenzando a merodear entre sus recuerdos -Le dieron la ventaja que necesitaba para vencer. Lo que los estaba atacando comenzó a alimentase lentamente de su dolor hasta que no dejó más que huesos sin color".

-Que poema tan...desalentador -sintió como el relicario bajo su ropa vibró.

-No es un poema ¡Más bien una fábula que nos contaban cuando éramos apenas unos niños!

-¿Y cuál era el consejo moral que se quería dar? -se le ocurrió preguntar al moreno.

-Miedo, por supuesto, para alejarnos del sendero a un antiguo tesoro -asintió con firmeza -Los ancianos suelen decir que donde empuña el cetro la actividad sobrenatural, un tesoro yace oculto en las profundidades del lugar que exige ser desenterrado.

Para los dos, aquello carecía de toda definición lógica. De ser verdad, más de alguien en todos esos años en los que la casa galardonaba fama por estar endemoniada, hubiese desenterrado el supuesto tesoro.

A menos que, como todo buen tesoro, se hallase demasiado bien oculto.

La interesante conversación atrajo a un espectador más. 

Un hombre alto, un par de años más viejo que el trío, de cabello negro y de mirada afilada. Poseía los mismos ojos que la joven, rasgos que dejaba en claro la relación que tenía con ella.

-Hermano... -lo nombró Masumi.

Shinichi nunca había visto a aquel hombre que respondía al nombre de Shūichi, quién a vista común imponía deferencia y que no era fácil de engaitar. Su simple postura debió transmitirle recelo, pero en cambio, su soberbia influyó en provocarle todo lo contrario.

No iba a engañarse a sí mismo, el hermano mayor de Masumi no fue en demasía amable. Admitió haber oído la conversación, conmoviéndose. También aseguró poner sobre la mesa su notable interés por ayudar.

-Se lo agradecemos y ambos quisiéramos quedarnos a contar más detalles, pero ya es tiempo de marcharnos -Heiji se puso de pie incitando a Shinichi a hacer lo mismo.

-Espera -pidió él sin quitar la vista del nuevo participante -¿Conoce usted alguna manera de evitar una futura desgracia o no es más que un bufón desesperado?

El comentario alimentó a una espontánea carcajada en el hombre mayor, Masumi quedó cautivada ante la reacción de su hermano y Hattori hizo una mueca incómoda ante la osadía de su amigo. El moreno había visto al hermano mayor de la chica meterse en pleitos bravos, reunirse de noche con los líderes del culto pagano y ser protagonista de un cúmulo de rumores desfavorables.

-Conozco los medios para repeler cierta actividad demoníaca. Evitará que caiga más castigo sobre ustedes -aseguró -Aunque para eso, tendrás que venir conmigo a un lugar especial.

Por supuesto logró capturar su atención, Shinichi sabía que aquello existía, lo había repasado un par de veces con Sonoko, sin embargo, ese tipo de erudición requería sus propios métodos.

-Kudō no le creas -Heiji lo zarandeó del hombro -No conoces las consecuencias del lío en el que vas a meterte.

-Puede que tu amigo tenga razón -aseguró Shūichi sin despegar los ojos de Shinichi.

No dijo nada, esta vez cedió a la insistencia de Hattori y se puso de pie casi con aburrimiento demostrando que estaba lejos de sentirse intimidado.

Antes de salir por la puerta sin despedirse, Shinichi cometió el desliz de girar el cuello y volver a mirar a los hermanos.

-Si cambias de opinión, la oferta seguirá en pie – el de ojos color verde curvó una sonrisa torcida.

Esa noche, entre la comodidad de las sábanas Shinichi tuvo un sueño de lo más peculiar.

Su sueño o visión, como el prefería llamarle comenzaba a cobrar sentido. Las imágenes distorcionadas enviadas aquella madrugada en la casona de los Suzuki se replicaron en su mente, una vez más, avisándole que se acercaba el final.

Le tomó tiempo, pero razonó por fin. La respuesta era una línea de tiempo desorganizada.

El verdadero enigma era saber cuál de los fragmentos no descartados era el que podría proporcionarle una pista y anteponerse a la oscuridad.

Abrió los ojos de golpe y encendió la vela posada en el buró para alumbrarse y buscar un trozo de pergamino. Escribió uno por uno los trozos de imágenes para que no se le pasara por alto ninguno. Dividió con una línea de tinta la hoja para apuntar lo que estaba seguro, había sucedido primero.

De momento solo podía asegurarse con el espectro encerrado en la vieja casa, el círculo rodeado de velas y las muñecas rotas. El resto sería cosa de tiempo.

En medio de la soledad de la noche y los golpeteos acelerados de su corazón escuchó algo que no debía ser posible; la melodía de la pequeña caja de música que Ayumi había encontrado hace un par de semanas cuando todavía estaba con vida, comenzó a sonar fuerte y claro pasada la puerta de su propio cuarto erizándole todos los vellos de la nuca.

Se destapó con cuidado las sábanas de la espalda y caminó despacio hacia la puerta sin preocuparse de colocarse zapatos.

Justo cuando giró la manija para separar la puerta del marco, unas manos de color grisáceo se asomaron por el costado de esta misma realizando la tarea por él.

El corazón de Shinichi trepó por su garganta e inconscientemente se echó para atrás.

-¿Quién anda ahí? -preguntó sin la valentía que hubiese querido demostrar.

Se puso en posición de defensa y terminó de abrir la puerta con el pie. 

Como hasta ahora, ninguna presencia física se plantó al otro lado, lo único tangible era la cajita de música con la cuerda dada justo en el suelo de la entrada del cuarto.

-¿Ayumi? -la nombró con esperanza -¿Sigues aquí?

Sabía que nadie iba a responderle, al menos no con palabras, por lo que una vez más se demostró a sí mismo la valentía que poseía y se adentró en la oscuridad del pasillo sintiendo los tablones helados en la planta de sus pies.

Abrió cada una de las puertas con extrema delicadeza, la habitación de Kaito y la de sus padres parecía estar en orden, los tres integrantes dormían y roncaban con placidez ajenos a lo que ocurría fuera del mundo de sus sueños.

Sin embargo, cuando creyó que nada podía tornarse peor, un latigazo de escalofríos le azotó la espalda cuando desplegó la madera de la puerta de su hermana.

Las llamas de las velas que Aoko tenía repartidas por su habitación alumbraban a una criatura humanoide posada en el techo justo sobre la muchacha.

Todo en su cuerpo era idéntico al cuerpo de una mujer, incluso perfecto, pero esos rasgos se perdían en sus cabellos largos y oscuros. Justo al llegar a su rostro; tenía la cara chupada y los dientes quebrados, manchados con tonos café oscuro rodeando al negro. Poseía unos simétricos ojos redondos con unas ojeras tan profundas que parecían hundidos. Lo más terrorífico era su larga lengua bífida, similar a la de un reptil y que babeaba espuma amarillenta con sus dientes afilados listos para atacar.

-¡Aoko, cuidado! -sus reflejos lo impulsaron a lanzarle la caja de música a la criatura.

Su acción no fue del todo favorable, el ente saltó sobre su hermana, despertándola por el peso y el grito aguzado y antinatural que el ser emitió.

Aoko liberó el pánico gritando y agitando sus extremidades para deshacerse de los brazos de la criatura que tenía encima.

En ese momento no tenían nada afilado para defenderse, así que Shinichi acertó con lo único que podía ayudarlos. Descargó su puño sobre la espalda y la cabeza de su atacante. Rasguñó y jaló tan fuerte la cabellera grasienta que le arrancó mechones con pedazos de piel dejándole expuestos trozos de carne abierta y los huesos del cráneo.

La criatura aulló de dolor y regurgitó bilis sobre el camisón blanco de Aoko.

El escándalo atrajo a Kaito a la habitación. El viento golpeaba la ventana con la fuerza de un ciclón así que optó por correr las cortinas y abrir los vidrios.

-¡¿Qué mierda es esa cosa?! -no evitó preguntar preso del pánico.

Los vidrios explotaron soltando trozos de cristales por la habitación, varios de estos pedazos dieron con los hermanos incrustándose y rasgándoles la piel. Las luces de las velas se apagaron con el viento y el agua de lluvia se coló por el interior salpicando todo a su alcance.

Los tres, temblando de frío y de miedo encontraron sosiego en la agobiante oscuridad al percatarse de que la criatura se había esfumado.

Se abrazaron en medio de la humedad sin bajar la guardia. Aoko temblaba a tal punto que su cuerpo se separaba por ligeros segundos de la cama, se sentía frustrada e impotente por ser, ahora la más débil y por lo tanto el blanco fácil de lo que habitaba la casa.

Como si las cosas no pudiesen ir peor, Kaito le llamó la atención.

-Aoko...tu cabello -tragó saliva y se separó de ella con brusquedad.

Las repulsivas garrapatas habían vuelto a anidar en el cabello de su hermana y esta vez en doble cantidad. 

Ya había perdido la cuenta de los pasos que llevaba dados, estaba más concentrado en no tropezarse y dejar imperceptibles marcas en los troncos por si olvidaba el anfractuoso camino que lo llevaría de vuelta a casa.

-¡Ey, Kudō! -Hattori lo jaló del brazo para atraerlo hacía sí y hablarle bajo al oído -No tienes idea de con quienes se junta este sujeto.

Shinichi miró la espalda alejada del hermano de Masumi asegurándose de que estuviera a una distancia lejana para no oír su conversación.

-Ya lo sé -admitió siguiéndole el ritmo al nombrado varios pasos más atrás –Y es por eso mismo que necesito acercarme a su círculo. Estoy desesperado y la evidencia apunta a que ellos tienen mucha responsabilidad en todo este embrollo.

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Hallo! Volvió la que quería actualizar dos días a la semana en octubre xDDDDDDDDDDDDDDD

¿Cómo han estado? 

Estuve a punto de abandonar la historia de puro pajera

PERO reflexioné y no pienso dejar la wea sin terminar cuando falta tan poco 😈 

Ya saben que si tienen dudas, reclamos, sugerencias o simplemente quieren comentar son bienvenidos para hacerlo 🤩

Abrazos 

;DD 

💚💛💖💙💜

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