21. El espantapájaros


Los seis presentes imploraron por un milagro que nunca llegó.

Ayumi logró pasar la noche en estado de coma, pero los latidos de su corazón se extinguieron y su espíritu se unió a los primeros rayos del amanecer.

Se culparon unos a otros por el desenlace fatal. 

Lloraron de manera desconsolada al ver su cuerpo recostado y tieso. Parecía estar durmiendo como todos los días a esa hora. Fue Yūsaku el encargado de cubrir con un lienzo blanco el cuerpo de su hija más pequeña.

Las campanadas de una lastimosa despedida despertaron al pueblo esa mañana, se oían sollozos y silencios entre los acompañantes. La familia Hattori, el alcalde Megure, amigos y vecinos estuvieron presentes en el cortejo fúnebre.

Fue una caminata eterna pueblo abajo en la que sobresalían rezos apenas audibles y pañuelos blancos y descoloridos para secarse las lágrimas.

Las puertas de la iglesia se abrieron en un quejido para dejar pasar a la familia y escolta. Agasa brindó la intención de velar a la niña en la casa de Dios y los padres aceptaron. Querían que Ayumi fuese bañada por última vez con la conexión que existía entre el cielo y la tierra antes de ser sepultada.

Sin esperar, se realizaron los rezos correspondientes para proseguir con el rito funerario.

Tocaba la peor parte, trasladar el cadáver hasta su sepultura. Una vez más, los tres hombres de la familia Kudō cargaron el reducido cajón de madera hacia el cementerio intentando no resbalar con la escarcha blanca que cubría el suelo.

Para la casta, era como si todo estuviese transcurriendo a un ritmo ralentizado, casi similar a un sueño, el clima era casi imperceptible y una gran parte de los habitantes actuaban como siluetas de relleno.

Con cuidado, casi como si la fueran a despertar, posicionaron la nueva cuna de Ayumi en el agujero previamente cavado y en seguida cubrieron el nicho con tierra. Otra vez las lágrimas y los sollozos se hicieron incontenibles, era algo inevitable ante una situación tan triste.

Como tenía que ser, poco a poco el conjunto de personas fue abandonando el lugar con respetuosas pisadas y palabras de apoyo hasta que solo quedaron los más cercanos a la familia concentrando su atención en los inconsolables padres.

-Aoko, vamos -le pidió Kaito al oído.

Su hermana seguía con la vista nublada clavada en la tumba de su hermana pequeña.

-No quiero que se quede aquí sola -se limpiaba las lágrimas con las palmas de la mano -Hace mucho frío y cuando llueva la tierra se mojará.

Shinichi cerró los ojos con fuerza, perturbándose con las palabras de Aoko. Él tampoco quería que el mundo físico de la pequeña ahora consistiera en estar rodeada de cadáveres olor a podrido hasta volverse polvo y una con la tierra. Con mucha suerte, el alma de Ayumi estaría en los cielos en ese mismo momento.

Asimismo, venía lo peor, lo que en muchas culturas llamaban La etapa de duelo.

Se repetía en su cabeza la metamorfosis en el rostro de Ayumi; sus ojos casi muertos y pulso inexistente al pasar por aquella práctica contra el mal. Le costaba utilizar el término exorcismo luego de haber expulsado al ente maligno del cuerpo de su hermana menor, su conciencia consideraba que era una palabra demasiado fuerte para relacionarla con una niña de tan solo siete años.

-¿Por qué no buscamos flores y las dejamos en su sepultura? -fue más una consigna que una sugerencia.

Kaito estuvo de acuerdo y ayudó a su melliza a ponerse de pie. Sin soltarla de la mano, los tres se dirigieron a la poca vegetación que existía en esa época del año, para cortar, que sea, uno u otro brote que resistiera el clima invernal.

-Ahí está ella – luego de un rato, Kaito observó como muy alejada, rodeando los pilares exteriores del cementerio, se encontraba la niña.

-¿Quién? -Shinichi se giró para buscar a la persona.

-La mocosa que le metió tonterías en la cabeza a... -ahora que no estaba se le dificultaba pronunciar su nombre -A Ayumi...

En parte, Kaito tenía razón.

Shiho había soltado más información de la que alguien de la edad de Ayumi debía saber. Al ver a los dos hermanos cometiendo incesto lo tomó como una oportunidad de ganar aún más ventaja y algo de venganza, sin embargo, era inverosímil a los ojos de todos los demás que los hermanos Kudō estuviesen realizando un acto como ese.

Confundió la angustia con sentimientos de derrota. Actuó por impulso y se deslizó por la tierra húmeda para alcanzarla.

No tuvo piedad esta vez, agarró a Shiho del cuello para dejarla tan cerca que sus narices chocaron.

Ella sabía ocultar el miedo, Shinichi apenas notó como la respiración y el pulso de ella se perturbaron.

- ¡¿Por qué mi hermana?!

-¡Suéltame! -escupió ella sujetándole los dedos a Shinichi para zafarse -Me estás lastimando.

Aunque sus palabras encendieron una diminuta llama de consideración no fue capaz de hacer lo que le ordenaba. De ninguna manera quería dañarla de manera física, solo quería entender y recibir una explicación que validara todo el infierno que el gueto de Shiho había implantado en su familia y ponerle fin de una vez por todas.

Una nueva voz resonó a su derecha.

-Si no haces lo que te dice iré corriendo a contarle al sacerdote lo que tú y tu querido hermanito hacen en la noche.

Akako se plantó al lado de Shiho con gesto imperturbable y muy dispuesta a cumplir con su amenaza.

Shinichi soltó la mano de a poco para liberar a la hermana de esta última.

-Akako -Kaito imitó con mucha más arrogancia la actitud de la bruja -En tu posición no querrás amenazar a mi hermano ¿verdad?

Los cuatro eran lo bastante listos para considerar que ninguno estaba en posición de desafiar al otro, ya que si lo hacían caerían, inevitablemente uno por uno.

Optaron, solo por respeto a la ocasión, dejar la disputa en armisticio.  

Ran visitó a la familia Kudō transcurrida una semana de la muerte de Ayumi. Lo consideró un plazo oportuno para brindar presencia.

No hubo demasiado intercambio de palabras, desde luego los ánimos seguían por los suelos haciendo que cada defecto latente en ellos se enclavara más y más dentro de sus núcleos.

Para Shinichi, la oportunidad de convertirla en su esposa se había esfumado, aunque solo momentáneamente puesto que algo retornó al punto de partida esa tarde mientras los dos compartían. Una especie de sentimiento o necesidad mutua y esta vez, fue Shinichi quien invitó a Ran a dar un paseo por el lado contrario al conocido pueblo.

La ruta la escogió a propósito, debido a que el hermano mayor de los Kudō detestaba los nuevos despertares del pueblo; el olor a leña quemada y los movimientos despreocupados de la gente recién despertando para retomar su día a día como si nada hubiese cambiado en sus vidas, y así era. En cambio, para él, toda su vida había dado un hirsuto giro.

A penas dormía en las noches, sus intereses decrecieron y se la pasaba todo el día atento a cualquier ruido de la casa pensando que el fantasma de Ayumi se le aparecería en cualquier momento solo para perturbar aún más su existencia.

Fue una caminata silenciosa y reconfortante, sobre todo para él.

Le gustaba la forma en que Ran seguía apoyándolo a pesar después de todo lo sucedido y de lo grosero que se había comportado alguna vez en el pasado.

════ ∘◦❁◦∘ ════

Al volver, un poco antes de la imperceptible puesta de sol, Ran y Shinichi se protegieron en el pórtico de la casa de la gruesa neblina que comenzó a caer.

Ahí codo con codo, apoyados en la barandilla, Shinichi notó que en el esbelto cuello de la joven lucía una vieja y delgada cadena plateada con una piedra de tonos cerúleos colgada como dije.

Sin avisar, acercó los dedos a su cuello y tomó el adorno entre ellos para observarlo con más claridad.

Ran se puso tensa ante el contacto, pero no alejó al muchacho de su lado.

-Es muy bonito -hizo hincapié con total honestidad. 

Curiosamente al sostener la joya, la figura de su hermano anegó sus pensamientos.

Chikage se trasladaba de un lado para otro intentando poner orden en el despacho de Yūsaku aprovechando que este no se encontraba en casa. La actividad ayudaba a que sus pensamientos se esparciesen un poco de su hija pequeña y en cómo no pudo hacer nada por ella.

Sabía que Dios la estaba castigando por pecados cometidos.

En ese preciso momento, su único niño hizo acto de presencia en la habitación.

-¿Qué haces tú aquí? -preguntó él con brusquedad.

-Acomodando el desorden de tu padre -respondió parpadeando el rostro ante la aspereza de su hijo -Para que al llegar a casa no tenga solo disgustos por tu comportamiento de mocoso mal educado.

Kaito recordó como el día del entierro de Ayumi, el sacerdote le había obsequiado un crucifijo explicándole que Dios nunca lo abandonaría.

El gesto hacia su persona debió haber sido tomado con respeto y esperanza, pero en él provocó todo lo contrario. Se sentía insultado, no era un niño al que podían calmar con golosinas y regalos. Nada podía apaciguar su luto y su rabia, mucho menos algo en lo que ya no creía.

Cuando encontró un momento a solas, con brusquedad se arrancó la cadena del cuello y la lanzó lejos, a un costado del camino justo donde estaba cubierto de lodo.

-Qué esposa tan considerada -arrastró las palabras con esfuerzo.

-Hijo -volvió a rogarle Chikage -¿Por qué estás así conmigo? ¿Sigues muy adolorido por lo que sucedió con tu hermana? -la mujer juraba que el comportamiento de Kaito era por el dolor que sentía ante la perdida de la menor.

Kaito gesticuló toda la ira que sentía al ser tratado como un mentecato. Quería y necesitaba encararla, así que aprovechó justo cuando su madre intentó acercarse para acariciarle el rostro y obligarlo a que hablaran. 

Él interrumpió la pronta muestra de afecto con un zarpazo desmedido.

-¡Te vi! -admitió por fin -¡Te vi en esa casona de mala muerte contoneándote con el resto de prostitutas!

Chikage abrió los ojos intentando no verse tan acorralada.

-Déjame explicarte, Kaito -trató de repetir el gesto de tocarlo, pero su hijo volvió a guardar distancia utilizando la misma estrategia anterior -Tú padre y yo hace tiempo que tenemos problemas en nuestro matrimonio -se defendió -Y ahora con lo de Ayumi...

Qué utilizara a su hermana muerta como excusa para su libertinaje lo hizo hervir de furia.

-¡Qué tengas problemas en la cama con papá o que extrañes a Ayumi no es excusa para que te comportes como una zorra! -golpeó el escritorio con los puños.

Al no medir sus palabras, Chikage le dio vuelta la cara de un tortazo.

-¡Sigo siendo tu madre! ¡Me debes respeto!

-No puedo respetar a alguien que no tiene respeto por sí misma -incrédulo, la apuntó acusándola con el dedo índice.

Los gritos llegaron hasta oídos de Shinichi, quien se había despedido hace escasos momentos de Ran. Trató de ignorarlos, pero Kaito se escuchaba tan exaltado qué le dio miedo dejar a su madrastra sola. La familia estaba fracturada desde hace mucho tiempo y no se confiaba en que su hermano o ella utilizasen más que la fuerza bruta para defenderse.

Dio pasos rápidos para llegar al despacho de su padre, pero se quedó detrás de la puerta un momento para evaluar el terreno antes de pisarlo.

Los involucrados seguían discutiendo, cada uno con sus puntos de vista, reacios a llegar a un acuerdo.

-¿Cómo crees que me siento al saber que mi madre se revuelca con cualquiera? -sus emociones se estaban desbordando.

-Hijo... -intentó una vez más -No te pido que entiendas esto.

Una sonrisa sarcástica se dibujó en el rostro de Kaito.

-Le diré a papá.

Fue en ese preciso momento en que Shinichi decidió interrumpir.

Pasó la puerta como un rayo atravesando un tronco viejo y se plantó al lado de su hermano.

-Kaito, es suficiente -lo tomó del brazo para obligarlo a salir junto a él.

Lo miró y entendió que Shinichi se había formado una idea más o menos acertada solo con oír la poca información recolectada.

-Llegas justo a tiempo -alardeó con suficiencia -¿Recuerdas todas las veces que mamá se ausentaba?

-Kaito, por favor -pidió Chikage. Shinichi no podía saberlo o todo terminaría por venirse abajo -No.

La ignoró con gusto.

-Nuestra querida madre -siguió con actitud desafiante -Lleva todos estos meses visitando el recinto de La bruja de las mil caras -la imagen de su progenitora bailando le provocó nauseas otra vez -dedicándose al baile lascivo...y a la prostitución.

Las cejas del mayor se elevaron casi hasta donde comenzaba su cabello y la boca casi se le cayó al suelo. La observó de arriba abajo sin poder creérselo.

-¿Qué estás diciendo? -preguntó solo para confirmar.

-Que mamá es una prostituta de burdel -la desafió por milésima vez -Y espero que esté cobrando caro.

Ante la falta de respeto por parte de ambos, Shinichi tomó la dictaminó separarlos. Volvió a aferrar la manga de Kaito y lo jaló para abandonar la habitación.

-Vamos. Hablaremos arriba.

Le echó una última mirada a Chikage y se llevó a su hermano echando humos.

Ella, al verlos marcharse se cubrió los ojos con una mano y apoyó otra sobre la mesa para no perder el equilibrio. 

════ ∘◦❁◦∘ ════

Perturbaba cada día más su realidad.

Esas fueron las palabras que Kaito escogió al confesarle la verdad a Shinichi de cómo había descubierto que su madre era una bailarina y ramera de burdel.

A Shinichi le costó minutos tomarle sentido, pero la confesión misma había salido de la boca de Chikage y sus incontables ausencias evidenciaban la situación ante los ojos de cualquiera.

Le hubiese gustado admitir que la decisión de no contarle nada a su padre había sido difícil, más no fue tan así. Los ánimos para todos estaban tan caldeados que un inconveniente más herviría vivos a los cuatro juntos.

La acusada voló de la mansión por el resto de la tarde sin ser vista. Y los dos hermanos vieron la oportunidad como un trofeo. Esta vez llegaron a la unión mutua de permitirse hacer lo que quisieran, por muy tonto que fuese las horas que a los tres les quedaban solos en casa.

A pedido de ellos, Aoko arrastró con pocas ganas sus pies hasta la sala.

-¿Qué hacen?

-¡Aoko! -la nombró su mellizo con entusiasmo -Mira lo que encontramos entre las cosas de papá.

Shinichi elevó el objeto a la altura de los ojos de su hermana.

-¿Y eso que es? -preguntó desganada. Se esperaba algo más interesante que una botella.

-Es una bebida que le obsequiaron los hombres que trabajan con el alcalde Megure -miró por ambos lados la botella de vidrio verde -Champán, creo que se llama.

-Sí, lo llaman Champán -aportó Kaito. -¿Lo abrimos? -se enardeció con la idea de beber con sus hermanos, en esos momentos era un mejor panorama que birlar tumbas.

Al ver como Aoko asentía y se acomodaba en el sofá, Shinichi optimizó el tiempo y sirvió las copas.

-Gracias -soltó Kaito moviendo el brebaje en el vaso para observar las burbujas subir. Shinichi masculló un insípido "de nada".

Aoko dio un sorbo largo intentando actuar como una persona grande con tolerancia absoluta al alcohol, cuando por fuera los tres parecían niñas pequeñas jugando a tomar el té.

El siguiente trago lo dieron al mismo tiempo sin evitar la mueca de asco hasta que poco a poco se transformó en una competencia de quien podía beber el sorbo más largo sin hacer gestos de asco.

Al poco tiempo y al no saber beber como correspondía ya no se sentían tanto la acidez en la garganta que provocaba el alcohol. La sensación había sido reemplazada por un ligero mareo, pero dentro de ese mareo un extraño bienestar que pronto se expresó en forma de carcajadas.

Consideraron que servir el alcohol en las copas era una pérdida de tiempo para los retos que se ponían y los chistes absurdos que contaba cada uno. Como estaban tan tomados y los tres eran hermanos, no les dio asco comenzar a turnarse y beber desde la boquilla.

Los adolescentes no se midieron, se compartieron la botella una, dos, tres veces hasta que la actividad fue lo suficiente divertida como para lanzársela encima. Y con esa botella ya vacía, llegó otra, esta vez de vino, coreografiada por más risas y palabrería absurda en voz muy alta.

Llegando al punto en que los tres se pusieron a dar saltos y agitar los brazos y piernas en pasos de baile, Aoko dio vueltas y vueltas sacudiendo los volantes de su vestido sin importarle que se viera su ropa interior. Se veía tan animada, que Kaito junto a Shinichi alzaron a su hermana en brazos, apoyándola entre sus dos hombros mientras ella los bañaba en vino y los obligaba a abrir la boca y apuntarles el alcohol hacia dentro.

Nadie los controlaba, podían gritar, toser y carcajearse todo el tiempo que quisieran. Se sentía tan bien, era como si sus problemas siguieran existiendo, pero sin afectarles.

Infelizmente para ellos, el vino concluyó haciendo lo suyo en Aoko. Fue la primera en caer dormida.

Los otros dos, con la misma cantidad de alcohol en la sangre consideraban que aún les quedaba un poco de aguante, así que elevaron los brazos de su hermana para pasarlos por encima de sus hombros y hacer más fácil la tarea de subirla por las escaleras y llevarla a la cama.

Shinichi la obligó a dormir de lado para evitar, en el peor de los casos, que esta se ahogara con su propio vómito.

Vio por el rabillo del ojo como a Kaito le sobraba un poco de energía y optó por seguir divirtiéndose con él un rato más.

Regresaron a la sala con la adrenalina en decadencia. Se sentaron en el sofá uno al lado del otro intentando no perder el equilibrio incluso estando sentados.

-Eso fue lo más divertido que hemos hecho los tres en mucho tiempo -sonrió de lado. Se sentía feliz y agradecido de tener todavía a sus dos hermanos vivos.

Ante su indiferencia Shinichi lo picó las costillas con un dedo. Kaito se cubrió la cintura con los brazos intentando contener la risa.

-Podríamos repetirlo, ahora que podemos extorsionar a mamá cada vez que queramos.

Con la piel externa de los dedos, Shinichi le acarició suavemente desde la muñeca hasta el final de las uñas. Sabía que Kaito hablaba muy en serio, pero eso no quitaba el hecho de que le dolía.

-No quiero que sigamos discutiendo -confesó -Ahora más que nunca tenemos que estar unidos -los ojos borrosos de Kaito se cruzaron con los de él -¿Me perdonas? Por todo lo que te dije e hice.

El menor lo dudó por un momento, de haber estado sobrios se hubiese sorprendido de que Shinichi se tragara su orgullo y pidiera disculpas, pero estaba ebrio y en ese estado su lamentación no valía.

-Quiero -admitió encogiendo el hombro izquierdo, un gesto que ante los ojos de su hermano fue lo más tierno del mundo -Pero no puedo prometerte que deje de estar prendado por ti.

Culpó al alcohol, otra vez, al sentir como se regocijaba con la declaración de su hermano y transformó la escena de ellos dos hablando a un abrazo de reconciliación. Una de las manos de Kaito viajó hacia arriba y le acarició el cabello y Shinichi aprovechó la instancia para hundir la nariz en su cuello.

-No logro entender que me sucede contigo -confesó.

-Eso...es muy peculiar -respondió Kaito mezclando el asombro con su naturaleza bromista -Que no logres entender algo -curvó los labios hacia arriba.

Shinichi también logró sonreír.

-¿Has escuchado el término «"Sentir mariposas en el estómago"»? -su hermano asintió emocionado, entendiendo lo que estaba a punto de confesarle -Bien -ladeó un poco el cuello -Porque contigo se siente un poco así, solo que lo describiría más como «Murciélagos en el estómago».

Kaito soltó una risa tan fuerte que Shinichi tuvo que cubrirle la boca. Tardó unos minutos en calmarse y cuando lo hizo, ambos compartieron una mirada cargada de vigor.

-Se me olvida que a veces tienes sentido del humor -se limpió una lágrima.

No le importaba si rompían la poca estabilidad que quedaba en casa, Shinichi por primera vez estaba siendo consciente de que quería besarlo.

Y acto seguido se apresuró en abrir la palma de la mano para atrapar su mandíbula y atraerlo hacia la boca de él...Kaito apoyó las rodillas pegadas a los muslos del mayor para quedar a horcajadas encima de él y repitió el gesto. Shinichi alargó los brazos para acercarlo más a su cuerpo y que no se atreviera a soltarlo, la cabeza le daba vueltas de satisfacción.

Una vez más, se desconocieron y dejaron que sus instintos animales los guiaran.

Se llenaron de besos, deseos y jadeos pasionales sin siquiera entender el concepto de aquello, siguiéndole el ritmo al otro para saciar el hambre que los corroía.

Shinichi acarició los costados del menor para obligarlo a sentarse bien en su regazo, succionó su mandíbula y cuello tan fuerte que no evitó dejarle una marca de posesión entremedio. Tenía que aceptarlo, le gustaba mucho como Kaito hacia ebullir sus sensaciones.

Y Kaito sabía que nunca nadie podría hacerlo sentir tan bien como Shinichi cuando lo besaba, se aferró al momento casi convenciéndose de que podía ser el último.

Fue brusco, con ambas palmas empujó el pecho del otro para acostarlo en lo largo del sillón y meterle las manos por debajo de la camisa. Palpó los músculos rígidos de Shinichi, estaban tibios y apetecibles. Instintivamente le separó las piernas para rozar su pelvis contra la de él, vio como Shinichi se estremeció de placer por el gesto y Kaito dejó escapar un gemido ronco que elevó la libido de ambos.

Era imposible reflexionar acerca de la capacidad de afección que podían retener en el vientre, el menor sufría una sensación desenfrenada de querer estar dentro de Shinichi y explotar dentro de él. Y al mayor no le hubiese molestado que lo hiciera.

El éxtasis que estaban por sentir fue bruscamente arrebatado.

Su padre apareció de golpe, convirtiéndose en espectador del teatro que estaban montando sus dos hijos. Se tambaleó de un lado a otro al mismo tiempo en que ambos se separaban con pánico preparándose para ser molidos a palos.

Desconectaron sus bocas, jadeando al intentar respirar, acomodando en vano sus ropas desabrochadas, pero Yūsaku solo murmuró unas palabras inentendibles y cayó de bruces sobre la alfombra que estaba a sus pies roncando como un animal enorme y apestando a alcohol.

Lo dejaron tendido allí y cada uno salió disparado a su cuarto sin decir una sola palabra.

Shinichi cerró la puerta tras de sí y apoyó la espalda en la madera dando bocanadas profundas para llenar sus pulmones de oxígeno. Muchas sensaciones en tan poco tiempo eran perjudiciales para su salud, quería gritar, reír y llorar al mismo tiempo. Se dio cabezazos contra la puerta intentando centrarse y descubriendo que algo requería de más urgencia que otras sensaciones.

No sabía que frenar la excitación masculina podía llegar a ser tan doloroso.

Su cuerpo exigía solucionar el problema con su erección sin dejar pasar un segundo más.

Se desabrochó el cinturón y se bajó los pantalones a la altura de los muslos, se sujetó la parte inferior de la camisa con los dientes para elevarla y acariciarse la pelusilla que atravesaba desde abajo del ombligo hasta perderse entre sus piernas y aferrar con su mano dominante ese tejido eréctil ya rígido que palpitaba con prisa para ser atendido.

Shinichi recordó como Kaito emitió un gemido cuando lo besó con fuerza y jaló su cabello hacia atrás.

Empezó a estimularse, frotando y masajeando la zona genital hacia arriba y hacia abajo con velocidad en aumento. Descubrió que lubricándose con saliva el proceso se volvía más placentero al no dañarse tanto con el roce.

Sintió como su tensión acabaría como una descarga, cuando unos finos cosquilleos y contracciones se arremolinaron dentro de su falo. Cerró los ojos con fuerza y ahogó un gemido de placer al sentir como dos corrientes de semen salieron expulsadas de su cuerpo ensuciando el piso y su mano.

Intentó limpiar la viscosidad blanquecina con una media que encontró tirada sobre la cama y esperó a que la euforia se apagara por completo para irse a dormir.

En todo pueblo siempre debe existir una figura que lo gobierna todo, por lo tanto, también existe otra que lo ve todo.

Un joven unos años mayor que Shinichi, de piel morena y cabello rubio vestido con una ropa cuadrillé anaranjada y sombrero de paja para cubrir un poco la cicatriz que le adornaba la mitad del rostro, fingía trabajar en las cosechas de maíz. 

Esperaba como siempre atento a que alguien se apareciera para cometer adulterio o algún otro acto impuro.

Era tarde y hacía mucho frío, el clima perfecto para que el resto de los pueblerinos se encuevara en sus casas intentando mantener el fuego encendido para calentar sus manos.

Aoko frotaba sus brazos con las palmas de las manos para entrar un poco en calor, no le importaba pasar frío con tal de sentir esa alegría de reunirse con quien la hacía sentir completa. Desde el instante en que sus miradas se conocieron experimentó una sensación de conexión íntima, de esas que solo se encuentran en las novelas románticas.

-Amor, pensé que ya no venías -se giró Aoko sintiendo los pasos a su espalda.

-Lo siento -se disculpó acortando la distancia -Tuve que ir a buscar a mi padre.

Ran se abrió paso entre los pastizales para tomar las manos de su amante. 

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HOLIII 

Volví de los confines del infierno solo para la spooky season así que como me ausenté varios días este cap es un poco más largo que los anteriores.

Yo re fan de que en mis historias Yusaku interrumpa los momentos de pasión entre estos dos ahre 

Lo siento si hay errores, escribí este capítulo en mitad de una fiesta estilo Proyecto X 

Así que corriganme si hay algo mal o tienen alguna duda 😇

Actualizaré pronto 

Abrazos 

;DD 

💙💜💖💚💛

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