20. Sorpresa mortal


Cuando Ran era pequeña deliraba con crecer rápido para vivir un romance dulce y apasionado con un hombre amoroso y de moral justa.

Ahora, cambiaría todo eso con tal de enmendar su error.

No pensaba que podía ser una presa tan fácil. Lo que menos quería era hacer daño al resto. 

Todos la consideraban esa clase de persona que incluso pedía perdón a las arañas cuando se colaban por los rincones de su casa y ella las sacaba con todo el cuidado del mundo al exterior para que siguieran su propio camino.

Se culpaba del angustiante estado de Ayumi, era la hermana menor de las personas que más la acogían y la hacían sentir en casa. No merecía lo que estaba viviendo.

Aceptaba su penitencia y que debía confesarse ante Dios, pero en el momento en que se plantó de rodillas dentro del confesonario quedó muda. La intimidación que sentía al estar expuesta en ese habitáculo cuya separación con el sacerdote solo era una madera vieja con rendijas logró desviar su intención real y suplicar la ayuda del Padre explicando que la menor necesitaba ayuda de manera urgente ya que un ser maligno estaba tomando posesión de su alma.

Por fortuna, en el pueblo aún quedaban algunos pocos que velaban por los necesitados y el bienestar de un niño estaba por sobre casi todo lo demás.

 Así que, gracias a sus súplicas, el sacerdote accedió a su insólita petición.

Apaciguar a Ayumi fue difícil, agitaba las extremidades para pegar manotazos y patadas a quien se atreviera a acercarse. La tarea requirió las manos de los tres hombres de la familia Kudō ya que la fuerza que en ese momento poseía la niña era descomunal a su tamaño.

Y cuando la menor logró recuperar el sentido, sintió en seguida como las cuerdas ásperas se clavaban en la fina carne de sus tobillos y muñecas. No tuvieron más opción, la habían atado a una cama, específicamente a la de su hermano mayor.

-Me duele mucho la cabeza -se quejó al sentir como sus sesos daban vueltas y vueltas.

Intentó levantar el cuello para tener una mejor panorámica de su familia. Ellos la rodeaban un poco alejados del catre y en el momento que ejecutó el movimiento, el dolor la llevó de vuelta a la posición de clavar los ojos en el techo.

El miedo que sentía la hizo llorar, no le gustaba ser castigada, mucho menos por algo que no recordaba.

-Shinichi -habló su padre -Ve a buscar al sacerdote y dile que es un asunto urgente.

Aoko y Kaito se mordieron las uñas al mismo tiempo al escuchar el tono adusto de su padre. Lo habían oído hablar con voz seria o enfadada —sobre todo ese último tiempo— pero ninguno de esos momentos se comparaba a la conducta que empleaba ahora.

Desde luego, Shinichi también lo notó y aquello solo podía significar una cosa; el asunto era muy grave.

Con urgencia y sin detenerse en ningún momento, corrió vía abajo en dirección a la iglesia.

Sus pisadas rebotaron sonoramente en las paredes dejando marcas de lodo en el piso de madera cuando entró. Apoyó las manos en las rodillas intentando recuperar el aire a bocanadas grandes y cuando el sacerdote se asomó para ver el alboroto, Shinichi por primera vez dejó de lado las formalidades para soltar las palabras.

-Mi padre me envió a buscarlo -suplicó en medio de la recuperación de la carrera. Tampoco hacía falta resaltar de quién era hijo, todo el pueblo lo conocía.

-¿Se trata de su hermana menor? -Lo interrumpió antes de que el joven pudiese darle explicación.

Shinichi lo miró fugazmente a los a los ojos y luego a la sotana, asintió confundido al percatarse de que el sacerdote acertara a su urgencia, pero luego recordó la lluvia y la calidez que le otorgó Ran cuando lo tranquilizó garantizándole que hablaría con el Padre para solicitar ayuda santa al problema de Ayumi.

════ ∘◦†◦∘ ════

Al volver a casa, la situación era peor e insostenible.

Los gritos de la niña se escuchaban por toda la cuadra, sus decibeles altísimos incluso parecían provocar un ligero temblor en las paredes y en los objetos inanimados que adornaban el interior.

-¡Papá! ¡Mamá! -clamaba con voz entrecortada -¡Tengo mucho miedo! ¡Por favor ayúdenme! - Ayumi sacaba y movía la lengua al luchar contra esa fuerza maligna que se había apoderado de ella. La niña gritaba y gritaba lanzando improperios a sus padres y hermanos, al mismo tiempo en que su alma seguía dando lucha -¡No quiero morir!

-¡Ayude a mi hija, Padre! -suplicó Chikage al percatarse de la presencia de el sacerdote.

Hiroshi Agasa tuvo que ver el estado de la menor con sus propios ojos para creerlo.

Como buen hombre que había consagrado su vida a la práctica religiosa estaba instruido en el tema, pero jamás se había encontrado cara a cara con la gama apotropaica.

Comenzó a hacer frío, mucho frío, las ráfagas de aire helado emanaban por todo el cuarto aun cuando las ventanas se encontraban completamente cerradas.

-¡¿Qué hace este adefesio aquí?! -se quejó el ser maligno con su voz potente y gutural al ver llegar al Padre.

El mencionado miró condescendiente a los integrantes de la familia.

-Esto es algo muy delicado -estaba buscando las mejores palabras para pedirles que se retiraran del lugar cuando el padre de familia leyó sus intenciones.

-No la dejaremos sola. Haga lo que tenga que hacer.

Shinichi suspiró con temor al entender a lo que se refería Yūsaku.

Un exorcismo no autorizado era el último recurso que podrían utilizar para salva a Ayumi

-¡Kaito! ¡Shinichi! -usando la lengua de Ayumi, los nombró con la agresividad tan impropia de ella -¡Par de hijos de perra creen que no los he visto manducarse las lenguas y fornicar entre ustedes!

Ante tales palabras, el sacerdote lanzó agua bendita en la cara a la niña y esta exclamó de dolor al sentir como las gotas la quemaban y le abrían la piel.

Se apresuró en persignarse correctamente para comenzar el rito que tenía como objetivo exterminar al espíritu maligno del cuerpo de la pequeña sierva de Dios y orar las palabras del evangelio.

El sacerdote inició y sin perturbación recitaba las palabras de las citas en latín clamando al Señor, al mismo tiempo en que Ayumi se sacudía intentando zafarse de la soga que la tenía prisionera en la cama, rompiéndose la piel por el roce y por luchar contra lo que la tenía posesa. 

Gritaba tanto que los ojos se le inyectaron en sangre y la saliva le brotaba como espuma de la boca.

-¡En nombre del Padre, del hijo y del espíritu Santo ¡Te lo ordeno! ¡Jesús te ordena expulsar este cuerpo!

Yūsaku batallaba por mostrarse imperturbable para no asustar más al resto. Chikage tenía las manos unidas pegadas a su boca repitiendo el Padre nuestro.

Aoko cedió al debilitamiento de sus rodillas hasta tocar el suelo, sollozó y se cubrió los oídos para evitar perturbarse más. Kaito no estaba muy diferente, se obligaba a cerrar los ojos y mirar hacia abajo y así desviar un poco la atención.

La conmoción tocó el pecho de Shinichi logrando que se acercara a ellos con apremio y sentarse en medio de ambos para apoyar la cabeza de sus hermanos sobre sus hombros. Los tres estaban igual de afectados, escuchar a una niña gritar de dolor y miedo al no ser capaz de combatir contra algo que le estaba haciendo un daño interno en todo sentido de la palabra. El panorama era del todo peor al tratarse de su hermana más pequeña.

-¡Ayumi, no dejes de luchar! -Shinichi se sentía impotente al no poder hacer nada. Se le vino a la mente aquella vez en que ella preguntó acerca del destino de la bruja que murió quemada y en como los ojos de Ayumi se inundaron de preocupación al entender que su hijo había recibido también un no muy grato destino.

-¡Ellas! ¡Ellas me ordenaron que lo hiciera! -gritó su verdad en medio del crujir de sus huesos.

-¿Quiénes? -se acercó a gatas a ella.

-¡Las muñecas! ¡Las muñecas me hablaron! ¡Yo no tengo la culpa! -se sacudió en la cama con tal brusquedad que esta misma se corrió de su posición.

Fue un impulso, no lo pensó dos veces. Se lanzó a la cama para quedar encima de ella.

-¡Déjala! -gritó Shinichi sacudiéndole los hombros sin medir su fuerza y desesperándose todavía más al ver las lágrimas de su hermana que se contradecían con las carcajadas macabras que la forzaba a arrojar el ser maldito -¡Déjala en paz!

Se negaba, ese ser impuro se negaba a abandonar a Ayumi. Esta vez la hizo vomitar una considerable cantidad de sangre podrida quemándole el esófago y la boca del estómago. Su piel se veía verdosa y los hematomas ocupaban gran parte de esta.

-¡Te condeno de vuelta al infierno!

Shinichi repitió en voz baja las palabras del sacerdote y esta vez, colocó las manos sobre los costados de la sien de Ayumi.

-No nos dejes, por favor -liberó sus emociones. Ambos lo necesitaban saber -Te amamos, somos tu familia y te queremos a nuestro lado -sus pulmones se inflaban exageradamente ante la impresión -Yo te quiero ¡Por favor, Ayumi! ¡Quédate conmigo!

Mas tarde tomaría conciencia de que fueron sus palabras y sentimientos los responsables de proporcionarle la ansiada calma a su hermana y expulsar de una vez por toda la esencia perversa.

-Her...mano -aún con su pulso débil, sacó sus fuerzas en forma de palabras –Gracias -curvó una pequeña sonrisa y entrelazó sus pequeños dedos con los de Shinichi traspasándole todo el amor que llevaba dentro por él.

No quedaba mucho tiempo, Shinichi, Yūsaku y Agasa lo sabían.

-¿Admites haber pecado? -le preguntó pacíficamente este último. Ella asintió con un puchero, pudo ver en sus ojos el arrepentimiento y volvió a hacer la señal de la cruz en su dirección -No temas más, hija. El Señor es misericordioso y si tu arrepentimiento es verdadero, te recibirá en su reino.

Fue como si esas palabras hubiesen sido las justas y necesarias para que la pequeña bajara los párpados permanentemente y su cuerpo por fin pudiese descansar expeliendo cortos suspiros de paz.

-Sus heridas son demasiado graves. Lo siento mucho – fue lo más difícil que a Agasa le tocó decir en mucho tiempo. Cerró los ojos con fuerza -No creo que sobreviva.

El escenario más terrible se volvió realidad, Chikage no se guardó el lamento y recibió los brazos protectores de su marido. Y la cara se les desencajó del miedo a los otros tres.

Le darían la extremaunción a Ayumi sabiendo que era muy posible que la pequeña no heredara el reino de los cielos por haber quebrantado la ley divina.

-Niños - Yūsaku habló a sus tres hijos. Se giró hacia ellos y los vio como él pensaba y creía que realmente eran -Despídanse de su hermana.

Se le quebró la voz. 

════ ∘◦†◦∘ ════

Se sintieron diminutos, cada uno se tomó su tiempo para despedirse de la niña que hace poco tiempo iluminaba sus días y llenaba de inocencia su hogar.

-¿Y Aoko? -se preguntó Kaito mirando hacía todos lados al ver que su melliza había desaparecido sin más -¡Aoko!

Shinichi y Kaito abandonaron su posición actual para ponerse a buscar en las habitaciones de la segunda planta y al no encontrarla no les quedó de otra que bajar al primer piso. Revisaron en la sala, en la cocina, la biblioteca, pero no había rastros de su hermana.

-¿Habrá salido? -dudó Shinichi.

-¿Sola? Imposible.

Una idea poco agradable se encendió dentro de él. Kaito vio como Shinichi tomaba con decisión una de las lámparas y se dirigía al pasillo prohibido. Y él, para no quedarse solo, lo siguió.

Chocó contra su espalda cuando el mayor se detuvo, estaba por preguntarle qué sucedía, cuando notó lo que su hermano ya había priorizado unos segundos antes.

Aoko estaba de pie en mitad de la otra sala mirando con ojos vacíos fijamente a las escaleras.

-Aoko -la llamó, pero ella no le prestó atención -¡Aoko! -intentó de nuevo.

-¡Aoko! -fue el turno de Kaito, esperaba que al ser él recibiera un poco más de atención -¿Qué estás haciendo aquí sola?

Vio como ella tuvo la intención de girar y solo por precaución se aferró a la manga de Shinichi.

-Nada -respondió con voz tranquila -Volvamos a arriba.

Los hermanos permanecieron en la misma posición cuando ella los alcanzó y les echó una mirada rápida liberando una carcajada regocijante y siguiendo su camino hacia su habitación dejando un halo de aire congelado detrás suyo.

-¿Deberíamos dar aviso al sacerdote? -para Kaito aquello era lo más óptimo.

-No. Ya basta de involucrar materia santa en nuestros problemas y en nuestra vida.

La respuesta de su hermano mayor descolocó por completo a Kaito, quien arrugó la frente y lo miró desconociendo a la figura que tenía en frente.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Porque...después de esto he perdido por completo mi fe. 

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -


Jelouuuu 

¿Cómo está mi gente bonita? 

Sé que está mal, pero les prometo que me estaba re cagando de la risa al imaginarme a Ayumi toda grosera con Agasa xDD  (¡Ah! Por si no se notó, se viene el arco de Aoko 🥺

Cualquier error por favor me lo hacen saber 👉👈

Abrazos 

;DD 

💛💚💖💜💙

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top