13. La noche de las calabazas
Pocas veces se le presentaba la oportunidad de poder convivir en ese tipo de ambiente y aunque no era su costumbre asistir, no quiso dejar pasar la oportunidad.
Además, se trataba de un entorno completamente familiar y no iba a desaprovechar la nueva oportunidad y aceptación que le estaba brindando su familia.
Se acomodó el perfecto y dispendioso traje ganando agallas para no sentirse menos.
-Me veo mejor que tú -presumió Kaito a su lado.
-Ese sombrero es mío -reparó -Y esa camisa también. No te he prestado nada de eso.
-Usted se fue, por lo tanto, todo lo que quedó aquí es de uso común -le hizo una morisqueta.
-¡Ahora he vuelto! -comenzó a picarse -¡Quítatelos!
Iniciaron una riña que terminó en una persecución en círculos por la sala entre empujones y manotazos bruscos que los mandó a ambos a caer sobre uno de los cómodos asientos con brazos anchos.
Su madre, que se paseaba nerviosa de un lado a otro terminando de alistarse comunicó una sola advertencia.
-¡No se peguen o voy a castigar ambos!
-¡Mamá! ¡Él comenzó! -Kaito se defendió aintentando quitarse a su hermano de encima escuchando como utilizaba la misma excusa.
-No me importa quién empezó -les hizo saber y aprovechó que su marido hizo acto de presencia -Por favor, sepáralos.
Yūsaku tomó a uno de cada brazo con una facilidad increíble y los separó echándoles una sola mirada de advertencia, que ellos captaron de inmediato: «Compórtense, ya no tienen cinco años».
Shinichi se fue antes de que el infantil de su hermano volviese a hacerlo perder los nervios, se sacudió bien la ropa y lo observó, Kaito le hizo un gesto muy grosero con la mano que nadie supo de dónde lo había aprendido.
De haber sido su hijo, le hubiese atado las manos para imposibilitarlo hasta que aprendiese la lección.
Subió hasta la planta de arriba y pasó por fuera de los aposentos del menor, se sorprendió al ver a Aoko sentada en la cama abrazándose las piernas y con la mirada perdida en la ventana.
-¿Por qué no estás arreglada? -preguntó notando en seguida que algo no andaba bien con ella.
-Porque no iré.
La respuesta de su hermana lo tomó desprevenido, si acaso eso era una rabieta, las emociones que estaba desbordando eran demasiado inusual.
-¿Lo dices porque no te gusta tu ropa? -intentó decodificar la respuesta basándose en patrones que se repetían en las jóvenes de su edad -¿O es que acaso no quieres ver al hijo de los Hakuba?
-No es eso, es solo que... Soy una persona horrible que no merece vivir momentos felices -suspiró con cansancio -Siento que no debí haber existido. Que soy solo un gran error que ocurrió entre nuestros padres -volvió a mirar desconsolada por la ventana -Después de todo, Kaito nació primero.
Shinichi dejó el silencio extenderse por un momento antes de pensar y darle una respuesta.
-No digas eso -la ayudó a elevar el mentón con el dedo índice y le transmitió calidez con una tierna sonrisa -¿Lo has hablado con tu hermano? -ella negó -¿Cómo crees que se sentiría si le dijeras algo como eso?
Aoko respondió esa pregunta con una sola mirada melancólica. La mezcolanza de sentimientos que había estado experimentando desde hace un tiempo la aterraban y pensar en causarle daño a Kaito era como darse una puñalada a sí misma.
-Se sentiría decepcionado y triste.
-¿Ves? No vuelvas a pensar en algo así -no se reconocía a sí mismo y aunque le estaba saliendo natural el ser protector y amable, sentía una pequeña gota de vergüenza por mostrarse de esa manera, pero, aun así, volvió a hacer otro alcance -Además, Ran necesitará de su amiga para poder divertirse más.
-T-tienes razón.
Aoko logró esbozar una sonrisa y apreciar el momento.
Sabía cuánto interés tenía Shinichi en Ran, bastaba con solo ver como él la miraba. Y ella no iba a despreciar el gesto tan noble que estaba teniendo su hermano mayor de cederle la oportunidad de pasar tiempo con la bella muchacha para afiatar aún más esa relación enorme y especial entre ellas.
Shinichi, Kaito y Aoko deslumbraban con su ilustre vestimenta, caminaron un poco más adelante que los otros tres observando e intercambiando comentarios acerca del paisaje de ensueño.
Un camino de calabazas y faroles en el suelo marcaba el curvilíneo sendero próximo al atardecer hacia un podio improvisado. Las grandes hectáreas de la granja del alcalde Megure eran el escenario perfecto y digno de hombre con tanta influencia.
Una casona roja de chimenea humeante rodeada de pinos y arces brillaba en mitad del terreno. El olor a madera quemada les daba una agradable bienvenida junto a las cercas adornadas con flores que explotaban en colores lila y anaranjado; las telas blancas que colgaban de las ramas de los árboles con menos hojas, manteles cuadrillé bien colocados sobre el césped frente a la entrada, fardos de heno y carretillas con calabazas de diferentes tonalidades y mucha leña que engalanaban sutilmente los entornos.
Vieron a una mujer encendiendo velas con la muñeca desnuda una por una para acomodarlas estratégicamente en un nuevo camino de velas blancas que daba hacia el interior de la casa.
Los invitados parlanchines se lucían con sus mejores trajes brillantes, zapatos bien lustrados y peinados pulcros y relucientes lavados para la ocasión.
Se encontraban de pie reunidos alrededor de una larga y agradable mesa de madera posada debajo de un árbol de hojas amarillas. Sobre esta reposaban platos dulces, bebidas coloradas con rodajas de limón y naranja. Bocadillos de buen paladar, mermeladas y conservas de higo y membrillo, y por supuesto que no podían faltar las leches recién ordeñadas con un toque fresco y dulce a canela. Todo eso donado por los más pudientes del pueblo.
Como buen anfitrión, el alcalde se turnaba para intercambiar palabras amistosas con cada grupo y familia para asegurarse que la celebración estaba siendo del agrado de todos. Un ambiente amistoso en el que todos estaban disfrutando por igual.
Se reagrupaban mayoritariamente por edad sin tomarle importancia a la posición jerárquica que ocupaba cada uno. Ayumi no tardó en reunirse con los niños que brincaban ansiosos creando juegos, Mientras que Shinichi, Kaito y Aoko optaron por cobijarse dentro de la vivienda para reunirse con Ran, Heiji y Saguru.
Los seis apartaron cualquier diferencia que podían tener para concentrarse en la fiesta. Y se les hizo fácil, parecía una reunión de viejos amigos, era imposible dejar de reír y compartir copas de brebajes variados al compás de los músicos de fondo, atreviéndose a danzar con alegres pasos giratorios siendo bañados por una lluvia de hojas carmín y ambarino que lanzaban los niños desde la barandilla del corredor del piso de arriba.
La velada estaba siendo perfecta.
****************
Kaito se acercó hacia la esquina de un corredor apartado donde estaba su hermano.
-¿Fue suficiente socialización para ti? - copió su pose apoyada en la pared -Al menos podrías disimular un poco la cara -volvió a imitarlo -Te vas a arrugar y ninguna de las muchachas se acercará a ti.
No era que Shinichi estuviese molesto, se había separado del resto para refrescarse y descansar un poco, comenzaba a sentirse mareado a causa del calor de la chimenea y el vino que había estado bebiendo sin demasiada mesura.
Tal vez fue por eso que el comentario lo irritó y removió recuerdos recientes, los cuales no se había dado el tiempo de analizar. No con todo lo que sucedido.
-No creas que se me ha olvidado tu broma de la otra noche -le recordó lo que había pasado cuando se coló en su cama.
Kaito lo sorprendió con una respuesta altanera.
-¿Broma? ¿Piensas que estaba bromeando? -preguntó interrumpiendo la rodaja de manzana que se estaba llevando a la boca.
-No supiste manejar la emoción que sentiste por mi regreso -identificó para que Kaito también fuese consciente -Es por eso que soltaste esa sarta de barbaridades.
-No -respondió firme colocándose frente a él -Eso no es verdad. Ha sido difícil para mí, nunca me acostumbré a que no estuvieras. Tú siempre has estado con nosotros y no me di cuenta cuando...
-¡Para! -le advirtió generando distancia con una mano al leer sus intenciones -¡Has abusado demasiado! ¡La bebida se te ha subido a la cabeza!
Sin embargo, Kaito estaba ensañado en dejar salir a sus ángeles del mal a jugar.
-Lo sé, estoy sumido en el pecado -no le importaba reconocerlo -Intenté remediarlo, pero ya es demasiado tarde -el alcohol facilitaba mucho su labia -Y no te preocupes, que yo sabré seguir con mi vida siempre y cuando tú me permitas coleccionar un recuerdo.
-¿Coleccionar un recuerdo? -repitió con duda.
Entre la mixtura de sombras grises y tenues Shinichi se puso de mil colores cuando sintió su cercanía. Kaito golpeó la respiración contra su rostro, la boca le olía a pasteles de jengibre y miel, sus labios febriles e impacientes por culpa del alcohol exclamaban su nombre con tono suplicante.
Se rozaron viviendo por primera vez una experiencia física de flirteo con otra persona. Kaito siempre deseó coser los labios de Shinichi cuando galopaba sobre su rol del hermano más grande siendo la voz del intelecto y la razón. Pensaba que quien tuviese la fortuna de poseer la boca del mayor hallaría su fin en unas curvas ásperas. Nunca imaginó que el contacto sería tan aterciopelado.
Estaban a solo un centímetro de distancia, pero ninguno hizo el esfuerzo por separarse.
-No compartimos sangre -se repitió Shinichi con el cuerpo estático -No es mi medio hermano.
Aceptando que estaban viviendo aquello ignoraron por completo el resto de la celebración que seguía en el otro lado para cursar su propio rumbo fuera de la trayectoria correcta.
Fueron guiados por las hormonas revolucionadas del menor. Con los ojos cerrados, Kaito se enlazó torpemente a los labios de Shinichi.
La sensación compartida en el pecho de cada uno era como si hubiese estallado una lluvia de estrellas y ellos encaramados arriba de una.
Kaito no entendía como había podido vivir sin esa calidez, eran años desperdiciados en iniciar peleas tontas por llamar su atención. Quería flagelarse por haber sido tan cretino con él cada vez que se le daba la oportunidad.
Y Shinichi se quería morir, se le erizó la piel y pensaba que el corazón le estallaría por la manera tan trabada en que le estaba funcionando. Se lanzaba maldiciones e insultos por no sentirse desagradado con el contacto y empujarlo lejos. Por el contrario, sincopaba y separaba los labios de manera inconsciente, por instinto, como si alguien más hubiese tomado posesión de su persona.
Se arriesgaron a vivir el miedo de separarse, por la reacción que tendrían. Indiferente de los sentimientos de cada uno, no podrían volver a mirarse jamás de la misma manera.
Kaito sintió como si algo cobrara vida desde su ombligo hasta el interior de sus muslos. El contacto con Shinichi le provocó una sensación de plenitud, como si hubiese encontrado todo, como si él fuese su otra mitad verdadera y no su melliza Aoko como había creído siempre.
-¡Oh! -exclamó por lo bajo con los ojos entrecerrados esforzándose por volver a respirar -¡Dios!
-No utilices el nombre de Dios en vano -advirtió con las mejillas encendidas.
¿Qué se decía luego de algo así?
Ninguno lo sabía.
El único que tenía la situación más o menos esclarecida era el menor; dedicó a su hermano la mirada más triste que Shinichi hubiese visto en cualquier persona y se marchó dejándolo solo.
Antes de que Kaito terminara de comprender en totalidad lo que sentía por su hermano, sabía que acabaría con el corazón destrozado.
No supo cuánto tiempo estuvo de pie, ahí, solo, reviviendo el momento en bucle dentro de su cabeza volviendo a oír el ruido de fondo de la fiesta.
Con disgusto, se llevó la yema de tres dedos a los labios para convencerse de que el cosquilleo que sentía era real.
Shinichi se cubrió la cara con ambas manos y se dio un cabezazo hacia atrás.
-Dios no nos va a perdonar -musitó convencido -Dios no nos va a perdonar.
Se sentía encadenado a un yerro, una vez más había transgredido la ley divina, solo que esta falta era mucho más grave que cualquier otra.
Giró el cuello cuando sintió los pasos de alguien a su lado.
-¡Kudō, aquí estás! -Heiji lo había estado buscando -¿Qué estabas haciendo?
El moreno lo miró con sospecha, su amigo lucía algo borracho y exhausto.
-No me siento bien -explicó cabizbajo -Creo que me iré a casa.
Hattori lo vio tan mal que lo convenció de quedarse un rato más con él para lograr distraerlo y de alguna manera subirle los ánimos. Se interesaron en un grupo de ancianos que narraban historias de acontecimientos pasados y de las hazañas de hombres emblemáticos.
Los relatos fueron cambiando de a poco a unos más fantásticos, de antiguas leyendas de viejos tesoros, seres mágicos y terroríficos que muchos juraban haber visto pisar esas tierras.
La atmosfera y la forma que tenían los ancianos de contar las historias para generar total ambientación mantenía a los jóvenes inmersos en esos relatos. La piel se les erizaba cada vez que su morbo era alimentado con escenas atroces de tripas y sangre.
Fue de un momento a otro; las llamas diminutas de las velas dejaron de alumbrar en el mismo instante en que un viento repentino sopló sobre todas ellas.
La histeria masiva comenzó cuando todo se sumó en tinieblas y un grito amenazó con dejarlos sordos poniéndoles los pelos de punta. Los pueblerinos creían que estaban siendo atacados por algún protagonista de los muchos relatos que fueron invocados esa noche.
Shinichi identificó que el gritó había sido femenino y no tan agudo para tratarse de una niña.
-¡¿Dónde está mi hermana?! -preguntó Shinichi a Heiji intentando no tropezar con los empujones que propinaba el griterío en la oscuridad -¿Y Ran?
-¡No lo sé! ¡No veo nada! -se quejó el otro.
Los minutos a oscuras parecían ser interminables, unas gotas tibias les salpicaron la cara e identificaron el sonido de algo pesado rodando por el suelo.
Alguien logró traer lámparas del exterior. Se les heló la piel cuando descubrieron que la gran mancha en el piso de lo que parecía ser vino derramado era más y nada menos que sangre.
El charco rojizo oscuro se esparcía hacia todas partes, muchos se cubrían los ojos, vomitaban y se llevaban a los niños lejos de la escena. Otros se limitaban a mirar sin saber como reaccionar. Por la cantidad, Shinichi calculó que la pobre persona que sufrió aquella mala fortuna ya no estaba viva; había perdido demasiada sangre.
*************
-¡Eres una estúpida! -le gritó su padre -¡Lo has arruinado todo! -alzó su mano y le propinó una bofetada a la niña -¡Me dijiste que habías escuchado bien esa información a través de la puerta! ¡Y esta infeliz no está en cinta!
La ira sorda que lo consumía era para propinarle una violenta paliza allí mismo a su hija.
A pesar de la vida que llevaba Shiho, la edad marcaba una diferencia importante entre un adulto normal y un niño. Y ella lo seguía siendo.
Aún no era completamente consciente del límite de la responsabilidad. No se esperaba el desafortunado resultado. El sentimiento de culpa desencadenó un angustiante llanto sabiendo el castigo que recibiría porque el desastre que había causado no tenía solución.
Se llevó los dedos a la boca sintiendo como se ahogaba con su propio dolor.
-¡P-perdóneme, padre!
-¡Esconde este desastre antes de que alguien venga!
Su padre se marchó ocultando su cabello gris bajo su sombrero y alguien para ponerse en la capacidad del otro llegó.
-Shiho... -susurró su nombre viendo el cadáver a su lado.
-¿Q-qué haces aquí?
-Ayudarte.
****************
Las familias se retiraron lo antes posible de la escena, se montaron en las carretas protegiendo a las mujeres y a sus hijos. Yūsaku, el alcalde Megure y el resto de funcionarios públicos, por muy ebrios que estuviesen se empeñaron en cumplir sus cargos e intentar poner orden.
Aun no sabían la identidad de la víctima, muchas personas estaban desaparecidas desde hace varias horas.
Shinichi logró reunirse con su padre.
-¡Papá! -lo llamó acercándose corriendo a su lado -¿Y los demás?
-Tu madre se me perdió hace una hora, Aoko dijo que iría con Ran a ver el decorado del sendero y Ayumi estaba con un grupo de niños -elevó el mentón intentando buscar a alguno de los nombrados, pero ninguno andaba cerca -A tu hermano no lo he visto casi desde que llegamos.
-¿No está? -se preocupó imaginando que la sangre era de él.
-Búscalos y regresen a casa -le pidió a su hijo -Cierren bien las puertas y ventanas. Permanezcan juntos hasta que yo llegue.
El tono demandante que utilizó el señor Kudō fue tan rudo que Shinichi se sintió intimidado.
-Papá no quieras asustarme -se hizo el valiente -Permíteme ayudarte esta vez.
-Luego -prometió -Ahora ve con ellos, por favor -puso un gesto mucho más sosegado y le presionó, con cariño, el hombro a su hijo mayor.
Entonces Shinichi obedeció.
Para alivio suyo, se reencontró con los cuatro esparcidos por el camino; Chikage estaba a pocos metros de la granja con Ayumi en brazos, la niña estaba a punto de caer dormida. Un poco más arriba, Aoko y Ran se secaban las lágrimas la una a la otra intentando consolarse de la noticia, la cual se había expandido como magma en descenso por todo el poblado.
-¿Y Kaitonto? - preguntó Aoko a Shinichi -Había ido a buscarte, luego no lo volví a ver.
-También lo perdí de vista.
-Yo lo vi salir en dirección a las huertas un poco antes de encontrarte -lo acusó Hattori, que acompañó todo ese tiempo a su amigo -Parecía bastante molesto.
Shinichi se mordió la lengua conociendo el mal estar de su hermano.
Todos se apresuraron en llegar a la plaza central, la rotonda seguía bastante transitada e iluminada. Podría haberse tratado de una ocasión común en fecha de celebración, de no ser por la aglomeración alrededor de uno de los pozos.
-¡Mamá!
Kaito divisó al grupo antes que ellos a él. La saludó con una mano en alto sin dejar de llamarla.
Se acercaron a él preguntándole que estaba sucediendo en el pozo.
-Mataron a alguien -le informó Chikage sintiendo alivio de que su hijo estuviese fuera de peligro -Nos tenías preocupados ¿Dónde estabas?
-¡Ya lo sé! -exclamó en voz alta demostrando exasperación -¡Y colgaron el cuerpo ahí!
Apuntó al pozo y se llevó las manos a la cabeza en un gesto de impotencia, no pudo advertirle antes al moreno de que se preparase para la escena que capturarían sus ojos y que quedarían plasmadas en su mente para el resto de su vida.
Como perros de caza, Heiji y Shinichi se abrieron paso a suaves empujones hasta tener una vista más privilegiada de lo sucedido.
Y desearon no haber tenido que ser testigo de eso.
Shinichi abrió, horrorizado la boca al reconocer a la joven sin ser capaz de mirar al mayor afectado, escuchó como Heiji caía de rodillas en la tierra suelta y se llevaba ambas manos a la boca del estómago.
En lugar del cubo para agua, el cuerpo sin vida de Kazuha estaba suspendido con la cuerda bien atada con un nudo a una de las maderas. Donde tendría que haber estado su cabeza solamente estaba la polea fija y una cascada de sangre que le había empapado el vestido. La cabeza de la chica reposaba en la orilla de esa circunferencia de piedra.
Sus ojos habían sido arrancados de la cuenca permitiendo ver el tejido interior. No había rastro de los glóbulos oculares, la mandíbula estaba desencajada y en su pálida frente, escrito con sangre se deletreaba la palabra:
M E N T I R O S O
Transcurrido un par de horas, los seis integrantes de la familia lograron reunirse en casa. En desanimo intentaban de alguna u otra forma darse consuelo entre ellos.
-Papá, tengo miedo -habló Aoko con aflicción recordando que un par de veces intercambió palabras con ella -¿Por qué le hicieron eso a la pobre muchacha?
-Eso no lo sabemos de momento -intentó tranquilizarla -No temas, hija. No permitiremos que vuelva a ocurrir algo así.
Unos golpes pequeños pero insistentes hostigaron la puerta principal, la familia se miró desconcertada preguntándose entre miradas si alguno estaba esperando la visita de alguien. Yūsaku fue quien se ofreció para abrir la puerta y plantar cara en caso de que la presencia fuese amenazante.
Un pequeño visitante se manifestó hecho un manojo de lágrimas.
-¿Puedo pasar, señor Kudō?
La pequeña Shiho se pasó la mano por un ojo para intentar secarlo. No comprendía si había decidido ir a ese lugar para huir de su padre o para intentar remediar su error. De lo unico que si estaba segura, era de que la compasión que desbordaba no era tan actuada.
Sus ojos estaban hinchados y su rostro joven e infantil colorado de tanto llorar, su bonito vestido azul con bordados plateados estilando agua a causa por haber lavado las manchas de sangre en el arroyo.
Yūsaku no vaciló en abrirle la puerta y guiarla hasta la sala, los presentes exclamaron cada uno a su manera al verla en ese estado y a esas horas de la noche. Ayumi se acercó corriendo a ella para preguntarle qué le había sucedido y Chikage se apresuró en buscar algo con que cubrirla y secarla.
-¿Por qué llora?
Shinichi sospechó de inmediato. Entornó los ojos en un presentimiento extraño que lo sacudió como un bote en el mar. Vio como la niña, entre ahogos, le susurraba a su hermana algo al oído.
-D-dice que se asustó al ver...a la chica muerta -a Ayumi se le apagó el gesto -Salió corriendo hasta que llegó al bosque y cayó al río.
-Ahh es eso -su madre se mostró maternal y comprensiva -Bueno, no pasa nada -Se agachó para quedar a su altura y la cubrió con una manta para aislarla un poco del frío -Vamos a secarte y ponerte ropa limpia.
-¿Y por qué no fue a su casa? -preguntó el mayor sin pestañear para ver si la niña mostraba la mínima reacción nerviosa por estar ocultando algo.
-Mi casa queda muy lejos de aquí -exageró dándose cuenta de las intenciones de Shinichi -Me dio mucho miedo caminar en la oscuridad hasta allá -ahora sí comenzó a manipular. Volvió a sollozar y se volvió a cubrir los ojos con los puños para cubrir sus lágrimas -No quería ser una molestia, lo siento.
-Shinichi -lo regañó su padre sorprendiéndose de la poca compasión de su hijo -Por favor, es una niña. Podría tratarse de Ayumi en la misma situación.
El sueño del mayor estaba siendo muy ligero, dormía, pero escuchaba todos los sonidos que lo rodeaban. La imagen de la joven Kazuha brutalmente decapitada y colgada en el pozo no le permitían descansar. Terminó abriendo los ojos cuando las patas de una cucaracha le cosquillearon la cara.
Asustado, se dio un manotazo pillando in fraganti a una de ellas desfilando sobre su frente. Alumbró al piso y divisó a cuatro de ellas corriendo desesperadas para esconderse en algún punto oculto e inalcanzable. Shinichi tomó uno de sus zapatos y comenzó a aplastarlas una por una no muy contento de la suerte de ambos.
-¿De dónde salen tantas? -preguntó al aire.
Justo en ese instante, oyó un ruido nuevo fuera de la habitación. Asomó la cabeza por la puerta con cuidado para no llamar la atención y logró divisar una silueta con camisón y de baja estatura doblando por el pasillo.
Al ver que se trataba de Ayumi salió a perseguirla.
Con mucho cuidado tomó una vela y bajó las escaleras sin perderle el rastro. Agudizaba su visión con mucho esfuerzo y apresurando los pasos ya que la niña caminaba cada vez más rápido.
-Ayumi -la llamó por lo bajo cuando leyó las intenciones de ella. Se dirigía a la otra casa -¿A dónde vas?
Al llegar al pasillo que dividía ambas viviendas, una ráfaga de viento apagó la mecha de la vela.
No le quedó de otra que utilizar el sentido del tacto y del oído para intentar memorizar el camino y pisar con cuidado.
Llegó hasta el corredor principal dónde se filtraba un poco más de luz que ingresaba desde el exterior por las sucias ventanas.
Un ruido en la puerta de la habitación que correspondía a la de los niños de los antiguos dueños capturó por completo su atención. Era como si su hermanita se estuviese golpeando la cabeza contra la puerta una y otra vez.
-¿Por qué quieres entrar ahí? -Shinichi se acercó con pasos cortos para no asustarla.
La niña estaba con los ojos cerrados rebotando contra la madera sin inmutarse.
Sin entender demasiado, Shinichi giró el pomo de la puerta sorprendiéndose de que estuviese sin llave. Prefirió dejarla seguir sus instintos y entrar junto con ella.
La habitación tenía una luz moribunda, olía a moho y las partículas de polvo cayeron sobre el cabello de ambos desde el techo.
Ayumi llegó en el mismo estado hacia un rincón, justo donde iban los pies de la cama y una fila de muñecos bien apilados.
-Ayumi aquí está muy oscuro -le habló con total suavidad para que entendiera que no la estaba regañando -Vamos a dormir. Mañana jugamos.
-¿Jugarás conmigo mañana? -la diminuta voz de la niña por fin le respondió -¿Me lo prometes?
-Si, te lo prometo.
Entonces Ayumi se dio vuelta revelando que no era ella.
Shinichi quería preguntar quién era, pero solo diferenció que se trataba de un niño de la misma edad que ella, muy pálido, con cabello castaño oscuro y una pecas que salpicaban por todo su grácil rostro.
El niño le sonrió de manera amistosa y corrió hacia él mostrando su felicidad en una regocijante risa.
Shinichi tenía miedo, pero no lo demostró. Se quedó de pie creyendo que el niño iba a abrazarlo, pero cuando el pequeño llegó a su lado, siguió corriendo y le atravesó el cuerpo terminando de esfumarse como el humo.
Por segunda vez volvió a quedarse como piedra, abrió la boca para permitir la entrada del aire. No estaba alucinando, ni mucho menos soñando. Eso había sido real.
Se tragó la cobardía y emprendió su búsqueda por el resto de las habitaciones que se encontraban en igual condición. Buscó debajo de las camas y en el interior de los armarios abriendo las apolilladas cortinas para obtener débiles rayos de luz que le permitieran una mejor visión.
Se guiaba afinando el oído cada vez que creía oír su nombre, pero terminó dando tres vueltas por los mismos lugares sin poder encontrar al niño.
Sin éxito, decidió regresar a su propia habitación. Un escalofrío le recorrió la nuca cuando abandonó ese lado de la casa y se devolvió por el pasillo sobándose la parte posterior del cuello.
Cuando se recostó en la cama se cuestionó muchas cosas formulando sus propias teorías al respecto. Volvía a sentirse responsable, no sabía que pasó por su cabeza cuando hace casi un año inició ese juego tonto con sus hermanos para demostrarles que nada de eso era real.
Y ahora, se sumaba la muerte de la enamorada de su mejor amigo.
Una vez más tuvo que comerse sus propias palabras, su familia si estaba en un terrible peligro y tenía que encontrar pronto la manera de salvarlos a todos.
No se sentía cómodo con lo iba a hacer, la hipocresía bordeaba su cuerpo como un velo gris. Más creía necesitarlo ya que la culpa y el miedo que lo corroían por dentro eran enormes. Era como si tuviese un demonio aferrado a su espalda riéndose continuamente en su oído.
Caminó vacilante hasta ese habitáculo aislado de madera ubicado en la pared lateral de la silenciosa iglesia, se arrodilló con respeto y cuidado evitando observar la rejilla.
-Ave María purísima -habló el sacerdote dentro del confesionario.
-Sin pecado concebida -respondió.
-En el nombre del Padre y del hijo y del espíritu Santo -saludó el sacerdote -El señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar los pecados que atormentan tu alma.
Shinichi inhaló hondo sintiendo que sus pulmones reventarían de tanto aire, aguardó un momento en silencio para tomar valor y confesarse.
-Padre, confieso que he pecado...Anoche me descontrolé demasiado, abusé de la bebida y besé a quién no debía -la congoja que habitaba su pecho se sentía como una esfera de hierro forjado que le impedía respirar y ejecutar su vida con normalidad. Continuó sintiendo la presencia del Padre al otro lado -Mi hermano siempre ha sido alguien peculiar, pero nunca pensé que... el muy maldito se atrevería a besarme así sin más.
-Cuida tu lengua, hijo -lo corrigió con tacto -Le recuerdo donde está parado y en frente de quién.
-Lo siento, Padre -su disculpa salió monótona -Es solo que...no sé qué hacer, temo más por su alma que por la mía, sobre todo porque...porque -se mordió el labio. Le aterraba reconocer que también era culpable del comportamiento de Kaito.
-No tengas miedo, hijo -el sacerdote volvió a brindarle la confianza celestial que el muchacho necesita -Dios es misericordioso, te guiará hacia el camino de la paz.
Y Shinichi escogió creerle en medio de ese revoltijo de dudas y creencias que había adquirido en ese último tiempo. Podía ser que el proceso fuese el mismo para todo; remordimiento, redención y perdón.
-Le he faltado el respeto a Dios, comencé a involucrarme en conocimientos paganos creyendo que podría dominar fuerzas desconocidas -pudo sentir como el hombre se tensaba desde el otro lado, arriesgandose a que volviera a acusarlo con su padre -Y yo...creo que embrujé a mi hermano y por eso actúa así -tragó saliva sabiendo que eso no era todo -Mi hermanita, está actuando muy extraño como si algo hubiese tomado control de ella -su pecho se encogió aún más -Por fin descubrí mis orígenes. Me temo que el mensaje escrito en la frente de la pobre joven que fue asesinada anoche está dirigido a mí y... y...anoche hice una promesa a un ser del más allá y me temo que voy a tener que cumplirla.
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Hallo gente hermosa
¿Cómo están? 🥰
Estoy aprovechando que me quedan varios días de descanso para poder avanzar
Gracias por leer :333 cualquier duda, sugerencia o lo que sea me lo hacen saber
Abrazos
;DD
💛💚💖💙💜
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