11. Visitantes nocturnos


Su partida no fue tan rápido como quería, tuvo que quedarse un par de días más en la hacienda de los Suzuki para poder organizar mejor su viaje. Sonoko percibía su ansiedad y para hacerle peor la espera, se dedicaba a llenarlo de preguntas cada vez que tenía la oportunidad.

-¿Por qué decidió volver tan de repente? ¿Sucedió algo malo? ¿O es por alguna muchacha? -se lanzó a la cama con nula delicadeza.

-No, Sonoko -respondió concentrado en empacar sus cosas -Recibí una carta de mi padre -ahora apenas sentía escrúpulos por mentir -Él considera que mi estancia aquí ya fue suficiente y quiere que regrese a casa para que cuide de mis hermanos -se acomodó las solapas del traje -Ahora que me convertí en un hombre correcto y derecho.

Ella se cubrió la boca y dejó escapar una risa burlesca.

-Si -respondió con ironía elevando una ceja -Sobre todo eso último.

Shinichi giró la mirada para dedicarle una mueca de disgusto.

-Bueno ¿va a ayudarme con lo que le pedí o no?

-Está bien, está bien -aceptó rompiendo su cómoda posición -Buscaré quien pueda llevarlo hasta Villa Beika.

*****************

Al menos no se lanzó a la suerte y Sonoko cumplió con su prometido. 

Al alba de la semana siguiente, un artesano que iba de camino al pueblo se ofreció a llevarlo. No pensó que el sentimiento lo golpearía al momento de despedirse de quienes lo habían recibido con tanta calidez. Su agradecimiento por la hospitalidad fue tan grande y sincero que prometió volver de visita en un futuro cercano.

Trató de comerse la inquietud en una conversación sin mucho sentido con quien era su cochero, lo esperaba un viaje largo hacia esa región recóndita y sabía que los problemas solo aumentarían al llegar. No quería ser víctima del desprecio y dudaba de las palabras que utilizaría para explicarse con su padre, no quería que viese aquello como un acto de rebeldía o podría enviarlo de vuelta y esta vez sin retorno.

El pueblo lo recibió con un clima horrible; un viento tibio y furioso que volaba las pocas hojas que aún insistían en dar color azafranado a los árboles. El cielo estaba cubierto de una masa grisácea que amenazaba con partiste en una tormenta en cualquier momento.

Shinichi descendió de su transporte en la plaza central respirando el aire invernal que ofrecía el lugar, lo que tampoco parecía ser un problema para sus residentes. La gente se paseaba de aquí para allá haciendo su vida normal al estar en completa costumbre y sintonía con el clima.

No tenía pensado dirigirse en seguida a casa, el peso de la maleta era soportable por un rato más, así que optó por adivinar la hora guiándose por la luz que aún había y guio sus pasos hacia la vieja escuela donde seguramente encontraría a sus hermanos.

En ese poco camino recibió miradas curiosas, algunos se asombraron de verlo con vida y otros lo evaluaban de arriba abajo dándole a entender que su persona seguía sin ser bien recibida.

Se acercó a las pequeñas agrupaciones de muchachos que rondaban la edad de los mellizos para obtener suerte.

Y la obtuvo.

Lo visualizó de inmediato y un miedo que no creyó que existía se volvió parte de él. 

Entendió cuanto lo había extrañado. Demasiado.

Su hermano se encontraba de espaldas charlando con un grupo de jóvenes damas que no dejaban de sonreír a sus encantos naturales. Fue inevitable que una sonrisa se formara también en su rostro. Kaito se veía tan cambiado, el estirón que había pegado era notorio, recordaba que cuando se había marchado la diferencia que tenía con Aoko era de escasos centímetros. Y ahora ya debía estar casi de su mismo porte. No parecía el necio insubordinado de antes.

Se acercó por detrás cuidando ser sigiloso, le emocionaba la idea de tomarlo por sorpresa. Dio pasos suaves hacia él y cuando tuvo su nuca al alcance le cubrió la boca por detrás.

Kaito se dio vuelta elevando las manos fingiendo rendición y no estar sorprendido, pero cuando vio de quien se trataba sus cejas subieron hasta donde comenzaba la raíz de su cabello. Se quitó la mano de su hermano mayor de la boca y lo saludó:

-¡¿Y tú?! -sus ojos brillaban de ilusión al verlo. Al igual que él, lo había echado demasiado de menos -¿Qué haces aquí?

-¿Y esa frialdad tan poco propia de ti? -lo molestó.

Solo que no esperaba que el menor lo abrazara por debajo de las axilas evitando que deshiciera el contacto. Tenían que admitir que a pesar del repentino gesto a ambos les costó despegar un poco el cuerpo del otro.

Las jóvenes los veían con completa confusión listas para afilar sus lenguas por la falta de atención de ambos muchachos.

-Lo siento, damas -se disculpó para volver a concentrarse en el recién llegado -Lo dejaremos para después.

A ellas no les quedó de otra que aferrarse a las faldas de sus largos vestidos y marcharse de allí en una fila de quejas.

-¿Y las niñas? -se refirió a sus hermanas -¿Dónde están? Quiero saludarlas -comprobó su reciente impaciencia con respecto a sus diferencias de altura -¡¿Cómo creciste tanto?!

Se midieron colocándose derechos uno al lado del otro y palpando con la mano la punta de la cabeza. Shinichi no dejaba de demostrar su entusiasmo y Kaito tampoco podía disimular el mismo sentimiento con sus sonrisas de oreja a oreja.

-¡Sígueme! -pidió adelantándose unos pasos camino arriba -Encontraremos a Aoko en la calle del mercado, en cuanto a Ayumi -se quedó callado por unos momentos -Está en casa. La suspendieron de sus actividades escolares, ni siquiera puede asistir al coro.

-¿Por qué?

-Se comporta muy mal -avanzaron entre medio de las mujeres que traían ambos brazos ocupados con compras -Genera discordia entre casi todos los niños de su edad, es desobediente y no está ni cerca de cumplir con sus metas educacionales. En casa tampoco es muy diferente, mamá se cansó y prefiere dejarla hacer lo que ella quiere, así todos discutimos menos.

No podía creerse aquello hasta que fuera testigo con sus propios ojos, Shinichi conjeturaba que todos esos malos entendidos debían darse por circunstancias desfavorables. Ningún niño cambiaba tan rápido su comportamiento sin una explicación coherente de por medio.

Aoko apareció a la vista de sus hermanos luciendo un bonito atuendo verde claro, su peinado en cascada también la hacía lucir un poco mayor, aunque por su expresión, que se conformaba en tener las cejas arrugadas, los brazos cruzados y las mejillas infladas, era fácil adivinar que su comportamiento inocente seguía siendo un rasgo dominante en su personalidad.

Kaito soltó una risa al verla, pero al notar la causa de su descontento apagó esa expresión de inmediato.

-Otra vez ese mojigato rondando a mi hermana.

Avanzó hacia él dando zancadas seguido por Shinichi para decirle sus verdades a la cara antes de que se subiera al caballo.

-¿Qué pasa? ¿Quién es ese?

-¡Oye, tú! -ignoró el cuestionario y se lanzó en picada -Ella no quiere hablar contigo.

Saguru Hakuba resopló con fastidio por la interrupción.

Era un muchacho muy apuesto, alto con hombros anchos y de mirada algo altiva, tenía su cabello rubio amarrado en una pequeña coleta. Al ser hijo del magistrado no podía evitar pasearse y cabalgar por todos lados imponiendo respeto para resguardar el orden y el cumplimiento de las normas.

-¿Qué es lo que te sucede ahora? -utilizó el mismo tono que se emplea con los niños malcriados.

-A mi nada -no se dejó intimidar y se colocó al lado de Aoko -Pero si vuelves a acercarte a ella para molestarla sí que sucederá algo -amenazó intentando no juntar tanto aire en las mejillas.

-Ten cuidado, chiquillo -se cruzó de brazos esforzándose en no perder la compostura -No querrás que le cuente a tu padre donde te pillé la otra noche.

Al acusado no le quedó de otra que morderse la lengua, eso sí, sin quitar la mirada furiosa de él.

-¿De qué está hablando? -quiso saber el mayor, ganándose otra evaluación en toda su complexión.

Hakuba prefirió no hacer suposiciones. Los rasgos físicos entre los tres eran similares, no quería equivocarse, sobre todo porque Shinichi no fulguraba ese aire desarreglado que caracterizaba a los otros dos. Parecía mucho más centrado y tranquilo con el ambiente que lo rodeaba. Podían ser convicciones apresuradas, pero estaba seguro de que incluso podía llevarse bien con él.

-Cuando guste puede venir a verme y lo hablamos con detalle -se sacudió la ropa y se subió a su caballo no sin antes soltar unas últimas palabras al mayor -Será mejor que se relacione con personas de bien si quiere cuidar su reputación.

El caballo de pelaje similar al cabello de su dueño partió su galope y se alejó rápidamente de allí dejando por fin a los tres hermanos en paz.

-¡Qué pesado es!

-Déjalo, Kaito -Aoko suspiró resignada –Solo intentaba ser amable -hizo una pausa y por fin recayó en la presencia de Shinichi. Sus ojos se abrieron de par en par y su labio inferior tembló casi como si hubiese visto a un fantasma -Hermano... -susurró sin creerse aquello y en seguida se lanzó a su cuello para saludarlo -¡Qué bueno volver a verte!

Aunque el gesto lo tomó desapercibido por segunda vez en el día, le rodeó la cintura con ambos brazos presionando torpemente para intentar devolver el cariño físico que le brindaba su hermana.

-¿Cómo estás, Aoko? -preguntó sin dejarse invadir por sentimientos encontrados del pasado.

No alcanzó a dar ni la mitad de una respuesta positiva antes de que alguien la llamase no desde muy lejos por su nombre.

-¡Aoko!

Ran la saludó con los brazos en alto para recalcarle donde estaba y se acercó corriendo a ella.

-¡Ran! -la nombró de vuelta.

Cuando llegó junto a ellos, Shinichi no pudo evitar cruzar los ojos con los de ella. Su mirada fue como una suave caricia. La conexión de emociones se sintió como un regalo de la vida que les gritaba que esta vez no dejarían seguir viviendo al uno sin el otro. Sentía un inmenso deseo de pedirle un momento a solas para explicarle que no era la causa de su desdicha, que necesitaba saber todo lo que sucedía, que había vuelto para quedarse y que podían comenzar su historia desde cero. Ahora no permitiría que nada ni nadie los separase.

-Joven Shinichi -su nombre se posó con delicadeza en su boca.

Él quería responder, pero se quedó sin habla. Se dedicó a pestañear y a luchar contra las reacciones corporales que le provocaban temblar y sonrojarse.

No hubo necesidad de decir nada, ella entendió esa peculiar respuesta de la mejor manera posible.

-Ustedes adelántense. Nosotras queremos conversar cosas de amigas -Aoko se enganchó a su brazo y ambas compartieron una radiante sonrisa de complicidad.

Los muchachos tuvieron que acceder a su petición y mantener un ritmo constante cuesta arriba para llegar a casa.

-Te voy a contar un secreto -dijo Kaito mirando hacia atrás para asegurarse de que las chicas venían lo suficiente lejos para no oírlo.

-¿Qué cosa? -Shinichi puso la oreja como una señora que vive del chismorreo.

-Escuché a papá y mamá hablar acerca de comprometer a Aoko y asegurar su futuro -lo contó con entusiasmo aun cuando no estaba para nada contento.

-Y quieren que se case con él -adivinó que se trataba de Hakuba y Kaito asintió -Es una buena noticia, parece un joven honrado, sin mencionar que debe tener muy buena situación.

-Ese no es el punto. Aoko no quiere casarse con él.

-Pero eso no es decisión de ella -le recordó los privilegios que tenían los hombres y no las mujeres -Estoy seguro que con el tiempo puede llegar a quererlo.

-No -confirmó con completa seguridad -Ella nunca será completamente feliz con él.

-Lo dices solamente porque has basado toda tu existencia a convivir con ella y no quieres que se aleje de ti, pero tarde o temprano sucederá -intentó ponerse en su lugar –¿Qué hay de ti?

-¿De mí? -le costó captar la pregunta de inmediato -¡Oh! Te refieres a si estoy comprometido o interesado en alguien -miró hacia atrás por el rabillo del hombro, notó la impaciencia de su hermano y quiso alargar su sufrimiento un poco más -Ya hablaremos sobre eso. Tengo muchas cosas que contarte.

Poseídos por pensamientos que insistían en dar guerra entre ellos sobre ese asunto poco claro, los dos se apresuraron en emprender su camino cuesta arriba por esa calle recta que los llevaba a casa.

Como había transcurrido casi un año, Shinichi no notó mucha diferencia en la vegetación que teñía los jardines del resto de las casas y de la suya. Reconocer el ambiente familiar jugaba a favor de hacerlo sentir menos nervioso.

La puerta de entrada estaba entre abierta, los cuatro limpiaron sus zapatos y entraron uno a uno para resguardarse del viento que no había dejado de rugir.

A penas puso un pie dentro notó un aire diferente al de antes y muy poco amigable. 

Respirar se sentía como una oleada de carga destructiva que peleaba por apoderarse de todos los sentidos de sus habitantes. Esos ásperos chasquidos que parecían susurrar su nombre que provenían del área que no utilizaban ahora parecían estar en cada rincón pobremente alumbrado con la luz lánguida que proporcionaban las velas de los candelabros.

Ran y Aoko se disculparon con los muchachos por dejarlos solos para regresar a su liberal mundo realzando los sólidos cimientos de su amistad. Entre cotilleos subieron los escalones para encerrarse en la habitación de esta última.

-¿Papá se encuentra en casa? -preguntó en voz baja.

-Debería -dijo basándose en la hora -Puede que en su despacho trabajando -caminaron hasta la sala para que Shinichi pudiese dejar su maleta y acomodarse para ponerse al día -Ayumi está por algún lado con una amiguita y mamá no sé si se encuentre...¡Ah! ¡Mira! -abrió ambos brazos en señal de alabanza porque la nombrada se encontraba en casa -Aquí está.

Chikage apareció por el pasillo con una tarta recién horneada junto a su hija menor y otra niña del mismo porte que Ayumi. Las tres se detuvieron al verlo y no pudieron disimular su asombro.

-Hijo...qué sorpresa -dejó la bandeja encima de la mesa y se acercó para observarlo mejor -Tú padre no me avisó que volvías -le dio la bienvenida con un beso en la mejilla –Te extrañamos mucho.

Podían haber sido ideas suyas, pero el mayor notó una pizca de hipocresía en ese saludo.

-Hola, mamá -la saludó con toda la calma posible para no intimidarla. Equivocadamente creyó que su hermanita menor le daría una cálida bienvenida -Hola, Ayumi -la saludó con una sonrisa sincera.

La niña lo miró hacia arriba con gesto distante. El color sano de su rostro había sido remplazado por uno pálido y preocupante, lo que hacía resaltar mucho sus ojeras. Lucía realmente cansada y el saludo que dedicó de vuelta era igual de gélido que la casa.

-Hola.

-¿Estás molesta conmigo? -se preocupó de verdad. Algo le habían hecho y dos personas encabezaban la lista de sospechosos.

-No.

Shinichi torció la boca y prestó atención a la otra pequeña que los acompañaba. Llevaba puesto un vestido rojo inglés con un delicado cuello blanco y su corta melena castaña estaba adornada con un lazo del mismo tono de su atuendo.

Por cortesía la saludó como hubiese saludado a cualquier persona normal, ella le devolvió un seco «hola» con los brazos cruzados mirándolo desde la punta de los pies hasta el último cabello mal peinado. No tenía la expresión de una niña normal, demasiado seria para su gusto y esos ojos que parecían bostezar de aburrimiento provocaban escalofríos a cualquiera. Concluyó que lo mejor era no molestarla o invadir su espacio personal.

Agradeció que como siempre, Kaito se encargó de alivianar la convivencia y los cinco se sentaron a merendar y compartir novedades con tazas de té.

-¿Y esto? -Shinichi se llevó un trozo de la tarta de frutas a la boca -Está bueno.

-Tiene pasas -le advirtió Kaito aprovechando que su madre estaba ocupada intercambiando palabras con las niñas. Su hermano ensanchó los orificios de la nariz y buscó con gesto de horror una servilleta para escupir lo que había masticado -¡Estoy bromeando!

El carcajeo fue casi efímero, pero Yūsaku apareció de la nada por el umbral que separaba el pasillo central de la sala. 

Kaito enderezó la espalda en la silla y mudó el semblante a uno completamente neutro.

-¡Querido, ven a sentarte con nosotros! -lo invitó su mujer con una apretada sonrisa intercalando la mirada entre su esposo y su hijo adoptivo -¡Mira quién está aquí!

Shinichi giró el cuello con lentitud para no llamar tanto la atención, como si estuviese en presencia de algún depredador y él fuese su presa rogando perdón para poder escapar.

-Shinichi... -lo saludó imitando el asombro del resto de integrantes de su familia.

-Papá... -puso la misma cara que él.

-Kaito -se nombró a sí mismo haciéndose el gracioso y apoyó un codo sobre la mesa -¿Pueden no discutir esta vez?

-No. Por supuesto que no -hizo caso a las palabras de su hijo menor y se avivó para recibir como correspondía a su preciado hijo mayor -¡Shinichi, hijo!

El muchacho se puso de pie para quedar frente a él. Alcanzó a hacerle una evaluación rápida a su padre; lucia diferente, mantenía su temperamento tranquilo como si supiera mucho más que los demás, siempre diez pasos más adelante que el resto, pero su aura general estaba más apagada.

Al menos su sonrisa parecía sincera, se meneó como un cervatillo recién nacido para acercarse y darle un abrazo. Los grandes brazos de su padre lo rodearon provocándole una sensación que creía haber vivido antes.

Yūsaku lo sujetaba con fuerza y se aferraba a él como jurándole que lo defendería de todo mal.

A Shinichi le hubiese gustado que ese gesto se basara solamente entre el amor de un padre y su hijo, pero lo había aceptado para poder comprobar algo más.

-Papá, quiero volver a vivir con ustedes -restregó bien el rostro en su pecho para olfatearle la ropa en buscar de rastros de olor a alcohol. Si lo de la carta de Ran era cierto la emanación volátil de etílico lo expondría de inmediato -Ya aprendí la lección.

-Esperaba que tú mismo te dieras cuenta de eso -no lo quería soltar. Comenzó a darle cariñosas palmadas en la coronilla alborotándole el cabello oscuro -Por supuesto que puedes volver a vivir con nosotros.

La intención de Yūsaku había dado los resultados que quería, ahora empeñaría el tiempo en devolverle a su hijo mayor la tranquilidad monótona y el respeto que se le debía. Confiando en que esta vez todo saldría bien.

-Bueno, ahora que tu hijo favorito regresó podrás sentirte más tranquilo -el tono insidioso de Chikage cortó de golpe el ambiente -¿No es así, querido? 

La familia se pasó el resto de la tarde compartiendo en la mesa, no hubo explicación del por qué nadie se había tomado la molestia de escribirle a Shinichi, pero a este tampoco le importaba ya. Renovaron las vivencias que experimentó cada uno en esos largos meses de separación, omitiendo por supuesto, los secretos que guardaba muy bien cada uno.

Y cuando las visitas encontraron que su presencia había sido suficiente procedieron a despedirse de la familia Kudō.

-Muchas gracias por recibirme -Ran evidenció sus buenos modales -La comida estuvo deliciosa.

-No tienes nada que agradecer, sabes lo mucho que nos gusta tenerte aquí.

Chikage y Yūsaku la tomaron de las manos para asegurarle con gesto físico el aprecio que le tenían.

-¿Te llevo a casa, Shiho? -la joven ofreció a la niña -¿O viene tu hermana a buscarte?

-Así que se llama Shiho -pensó Shinichi, recordando que la había visto marcharse con la joven que había llamado malcriada a Ayumi cuando chocó por accidente con ella.

-¡No, por favor! ¡Llévatela antes de que esa bruja venga aquí! -le pidió Kaito con un grito. Eso si tuvo que disculparse con la pequeña, ya que le puso una cara de muy pocos amigos -Lo siento.

-No te preocupes -pronunció palabra al fin –Conozco el camino. Sé regresar sola.

-Pero nuestras casas quedan en la misma dirección.

Insistió con amabilidad y la menor tuvo que aceptar para no sentir más presión por parte de los demás. Volvieron a despedirse y Shinichi las acompaño caballerosamente hasta la reja que daba a la calle.

-Por favor vayan con mucho cuidado y no duden en volver si algo ocurre.

Esta vez fue Ran quien no supo cómo responder y tuvo que contestar dibujando una sonrisa en su delicado rostro.

-Gracias.

Avanzaron unos pasos hasta que Kudō las detuvo.

-¡Ran! -trotó atrevidamente hacia ella -¿Cuándo podemos quedar? -fue más preciso -Para que me cuente lo que decía su carta.

-¡Oh! -recordó -¿Qué le parece mañana cuando vaya por sus hermanos?

-Perfecto -aceptó de inmediato sin apartar la vista de ella.

La niña presenció la escena con una ceja levantada juzgando como si supiera en lo que andaba cada uno. Soltó una inaudible risa sarcástica y rodó los ojos.

Eso los sacó de su ensoñación, Shinichi se tentó de decirle un par de cosas tal como Akako se las había dicho a Ayumi cuando tuvo la oportunidad, pero al momento de fruncirle el ceño a la menor ella colocó los brazos en jarra en una postura agresiva muy impropia de una niña y tuvo que tragarse su veneno.

Kaito no podía dormir, se daba una y mil vueltas en la cama buscando la posición adecuada para poder relajar el cuerpo y ponerse a soñar. Claro que con la emoción que sentía con el regreso de su hermano era bien difícil calmarse.

Batallaba contra los impulsos de no ir a molestarlo a sus aposentos, pero estos eran más fuertes.

Se levantó corriendo y caminó descalzo por el pasillo que conocía de memoria. Tocó la puerta del mayor hasta recibir invitación.

-¿Puedo quedarme aquí?

Lo vio plácidamente recostado sobre la cama, pensativo con los ojos pegados en el techo y con ambas manos detrás de la cabeza en modo de soporte.

-Creí que dormirías con Aoko -se sorprendió Shinichi.

-No -negó con un gesto de asco -No quiero dormir en la misma habitación que la insoportable de Ayumi.

-Bueno, tampoco seas así de rudo con ella -pidió- Cierra la puerta.

-Es que tú no has estado aquí cuando le dan sus rabietas -se metió descaradamente entre medio de la ropa de cama tumbándose a su lado en posición fetal –Es una verdadera tortura.

-¿Aoko sigue con su...problema? -comenzó el cuestionario.

Kaito se quedó callado por unos momentos pensando en qué responder.

-Si...-suspiró agobiado -Lo he intentado de todas maneras, pero no sé cómo ayudarla.

-Pídele a Dios -sugirió de repente, recordando lo que él hacía en el pasado -Te escuchará si se lo pides con ganas.

-No lo creo, hermano -su voz, junto al ambiente se fue apagando de a poco -No soy digno de estar en presencia del señor. Yo...he estado faltando a misa por lo mismo.

Shinichi se asustó, recordó sus supuestas visiones e intentó relacionar todas las imágenes que podían tener que ver con su hermano, pero lo más idóneo era que saliera de la boca de este mismo.

-¿Y por qué no has querido ir a la iglesia?

-Porque...ya no soy uno de sus siervos -respondió cabizbajo –Él... me odia por darle la espalda.

En su mente comenzó a recitar el perdón que pedía todas las noches -Dios mío, perdóname por darte la espalda, por caer en tentaciones carnales con quien no debo.

El mayor apoyó la mano en su brazo y se dio la vuelta para poder mirarlo, la luz de la vela casi no proporcionaba lo suficiente para poder ver la aflicción en su rostro. Temía por su hermano, por su respuesta y por la manera que tendría para reaccionar.

-¿De qué estás hablando? -preguntó contrariado.

Kaito contuvo un momento las palabras en su boca, la respuesta que le daría era compleja y ese simple paso hacia adelante podría llevar su vida a la ruina. No se sentía capaz de confiar por completo en él. Notaba su cambio evidente, pero no había sido testigo de la actitud de Shinichi frente a situaciones que requerían mantener una postura un poco más indiferente. Para él seguía siendo el hermano sobre protector y correcto que basaba sus formas de actuar según como dictaban las leyes de la iglesia.

Y lo que él tenía para contar era un terrible pecado.

-No entiendo cómo pasó esto-admitió por fin pensando en su propia desdicha -Me enamoré. Y lo sé porque es algo que nunca había sentido antes y no sabes por el calvario que he tenido que pasar.

-¿Entonces como sabes qué es eso? -necesitaba que estuviese seguro -¿De quién?

Ni sincerándose de esa manera el menor sintió un leve aflojo en el pecho. Todo lo contrario, su corazón latía desbocado y se arrepentía de haber admitido aquello. De lo que si estaba seguro era de sus sentimientos, había pedido todo tipo de guía y consejo por lo que no cabía duda de que lo que sentía era puro y verdadero.

Y el problema mayor no era lo que sentía, sino hacia quién.

-De un hombre.

Shinichi expandió los ojos con aversión, optó por procesar otra vez aquellas palabras para asegurarse de que no había oído mal. Luego pensó en la corta lista de varones que podían llamar la atención de su hermano y cada respuesta le gustaba menos que la anterior.

Su inseguridad y el miedo aumento cuando logró conectar la mirada con la suya. Ese brillo peculiar que emanaba de los ojos de su medio hermano era respuesta suficiente incluso para un tonto.

-No.

-Hermano... -susurró dejando que su aliento chocase con el rostro de Shinichi -En todo este tiempo...yo...no he podido dejar de pensar en ti.

-Yo tampoco -lo interrumpió decidido a mantener su inocencia -Pero ¿eso que tiene que ver con esto?

Pasó por alto la naturaleza de Kaito. Era un pensador excéntrico, si había alguien que podía alguna vez abogar o declararse a favor de las ideas del maligno era él. Preguntar era darle paso afirmativo a querer demostrar su respuesta con actos como si fuese un reto y él no rechazaba ningún desafío.

No se supo por parte de quien, pero la distancia entre ellos disminuyó, las puntas de la nariz de cada uno chocaron y sus labios estaban rozando los suyos a punto de unirlos de manera inevitable. 

Un grito gutural acompañado de un estruendo exigió la presencia de todos.

-¡Vino de la habitación de las chicas!

Shinichi se destapó y de un salto abandonó la cama para socorrerlas. Kaito descargó el puño contra el colchón y lo siguió.

Las velas que colgaban de las paredes que estaban en los costados del cuarto de las niñas tintineaban inestables amenazando con apagarse y dejarlos en penumbra.

-¡Aoko! ¡Ayumi! -las llamó Kaito golpeando la puerta mientras Shinichi intentaba desbloquear el pomo de la puerta -¡De prisa!

-¡Está trabada! -jalaba la manilla con la misma desesperación que las niñas gritaban adentro.

Yūsaku y Chikage aparecieron con la misma urgencia para detener el escándalo.

-¡Ayúdenme a tumbarla! -pidió a sus hijos.

Los tres varones aporrearon la puerta hasta destrozarse el hombro y cuando esta se abrió por fin buscaron en la oscuridad lo que amenazaba a las hermanas.

-¡Papá cuidado, hay algo ahí! -Ayumi enterraba las uñas en la sábana intentando protegerse.

Aoko estaba de rodillas en el suelo y no dejaba de llorar apuntando hacia el armario. Kaito se acercó a ella y se arrodillo a su lado para rodearla con los brazos.

-¡Esa cosa me tiró de la cama!

El escenario caótico no daba tregua, algo sonó dentro del mueble y las luces del pasillo finalmente se apagaron.

Aoko y Ayumi gritaron con mucha más fuerza. Yūsaku se esforzó en abrir el armario mientras que Chikage cargó a la menor en brazos para tranquilizarla.

Kaito seguía en el piso con Aoko, así que Shinichi gateó hasta uno de los cajones junto a la cama para buscar la manera de encender alguna vela.

-¡Necesito luz! -pensó para sus adentros.

Y al parecer era tan sencillo como pedirlo para obtenerlo. Sin explicación las luces del pasillo volvieron a iluminar fuera de la habitación y sus ojos no dieron crédito a lo que vio.

Una criatura humanoide cayó como costal de papas en mitad de la habitación cuando el señor Kudō abrió de par en par las puertas del armario. Su rostro era triangular y huesudo, donde debían haber estado sus ojos no había más que dos agujeros negros infestados de larvas y gusanos, parecía sonreír aun cuando no tenía dientes y sus extremidades deformes la obligaban a andar en cuatro patas con movimientos similares a los de una araña.

Shinichi pestañeó varias veces para convencerse de que no estaba soñando y sus tres hermanos le confirmaron que no estaba alucinando. 

Gritaron al mismo tiempo logrando espantar a aquella cosa que corrió por el pasillo.

-¡Niños, por favor tranquilícense! -pidió su madre -¡No hay nada!

Imitando a su hijo mayor, Yūsaku buscó una lámpara para poder encenderla y demostrarles que en esa habitación nunca hubo nada amenazante.

Shinichi al entender que los adultos no eran capaces de ver a la criatura salió para perseguirla.

Era tremendamente rápida, al igual que la que los había atacado con anterioridad. Entre tropezones la siguió escaleras abajo, perdiendola de vista cuando se escabulló por el pasillo que daba hacia la otra casa. 

Lo último que vio fue como caminaba de espaldas y su cuello se alargaba dedicandole una horripilante sonrisa de mal augurio hasta perderse entre las sombras.

Se devolvió para comprobar el estado de sus hermanas, Aoko estaba tan conmocionada que terminó por desmayarse y con ayuda de todos la cargaron hasta la cama del matrimonio. Kaito y Chikage se quedaron con ella mientras que Yūsaku, Ayumi y Shinichi se acomodaron en las dos camas de la habitación donde se había generado el alboroto.

-¡¿Esa cosa va a volver?! -preguntó Ayumi con lágrimas en los ojos.

-Fue tu imaginación, hija -Yūsaku se acostó con ella -No había nada dentro del armario ¿No es así, Shinichi?

El nombrado tragó saliva dispuesto a debatir, pero consideró que para ser su primera noche de vuelta en el pueblo había sido demasiado catastrófico y prefería dejarlo por ahora. Además, no quería seguir asustando a su hermanita.

-Efectivamente -forzó una sonrisa toda chueca intentando armar la cama en la que dormía Aoko -No era nada.

Ayumi hizo un puchero y alargó las manos en dirección a un rincón donde tenía sus juguetes aprovechando que el otro se encontraba en pie.

-¿Me pasas mi muñeca?

-¿Cuál? -preguntó mirando la cantidad excesiva de ellas.

-Mi favorita -recalcó chillando para que entendiera. No podía llamarla por su nombre, solo Aoko y Kaito se los sabían -La de vestido blanco.

Shinichi volvió a hacer un esfuerzo, al menos tres tenían vestido de color blanco, tuvo que poner todo de sí para recordar cual de todos esos rostros similares andaba más tiempo en manos de su hermana. 

Por lógica tenía que ser la que llevase el rostro más sucio y sufrió de una arritmia cuando reconoció aquella famosa muñeca.

Estaba seguro de que era la misma que Ayumi había perdido en el lago.

-¡Esa! -asintió con ilusión cuando su hermano la tomó con la mano.

-Ayumi -preguntó cuando se la entregó -¿Cómo conseguiste esta muñeca?

-Es un secreto -le sacó la lengua y la acomodó entre ella y su papá en la cama.

-Dime.

-No.

-¡DIME!

-¡NO!

-¡Ya cállense la boca los dos! -los regañó su padre intentando dormir.

Shinichi suspiró rendido y se metió a la cama para cerrar los ojos lo antes posible para tener tiempo de descansar de su largo viaje. No le importaba no recuperarse lo suficiente, estaba decidido en levantarse temprano al día siguiente para buscar respuestas.

Y sabía muy bien a quién debía encarar.


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Holisssss 🌺

¿Cómo están? 

Me había adelantado mucho en la historia y quería actualizar antes, pero estuve de cumpleaños el jueves.

Y me deprimí al punto de querer desaparecer de este mundo por una situación demasiado desagradable que me hizo vivir mi familia ese día. 

Pero en fin, creo que ya estoy mejor. 

Estar aquí compartiendo con ustedes me hace feliz 😌💚

Abrazos

;DD 

💛💚💖💙💜




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