7. Frecuencias fantasmales
El lunes, entro a la radio un rato antes y me encuentro con Tobías y Nicolás en el bar. Karina llega unos minutos más tarde. Conversamos algunas cosas del programa, ansiosos porque es el primero. Nicolás tiene todo bastante organizado y nos da acceso a una carpeta de almacenamiento online, que abrimos desde nuestros celulares.
Subió un montón de información para el programa, entre ellas las grillas con la música. Nos ofrece imprimirlo, pero le decimos que no, para no gastar papel.
En cuanto comienza nuestro turno, Tobías se va a conducir la primera hora, después de la que empieza nuestro programa. Me quedo con Nicolás y Karina. Se produce un silencio...
Me siento algo inquieto. Karina le hace un chiste y se ríen. Me molesta que se lleven tan bien... Camino rápido hacia la máquina de café y me quedo un rato largo eligiendo.
—¿Ya encontraste lo que vas a pedir? —La voz de Nico me sorprende. Ni siquiera escuché sus pasos. Qué sigiloso.
—Esta máquina tiene tantos sabores que me confunde.
—A mí también me mareaba al principio. Ya probé todos. Te recomiendo el café con sabor a almendras.
—No, mejor un chocolate caliente —le digo, seleccionándolo en la máquina.
—Gracias por avisarme lo de las llaves.
—No hay de qué. Me encantó tu llavero, eh. Fantasía es una de mis películas favoritas de Disney —le cuento—. Mi viejo nos la compró a mis hermanos y a mí y la veíamos todo el tiempo.
—¡Es una obra maestra! Yo tuve casi todas las películas de Disney. Las amo. Colecciono varias cosas. Remeras, pines, algunos juguetes.
Lo que me cuenta me resulta adorable.
—No te imaginaba así. —Entrecierro los ojos—. Siempre tan serio y formal...
—No me da para venir con la cara del Pato Donald en el pecho. —Se sonroja.
—Vos porque no me viste con mi remera de Linterna Verde. Cualquiera de estos días la traigo.
Nos reímos.
—Disculpame, Fran. —Escucho la voz de Karina, que nos observa parada a mi lado—. ¿Vas a sacar tu bebida de la máquina? Se va a enfriar.
—Ah, sí... Me distraje.
Saco el vaso con cuidado y la dejo pasar. Veo que pone los ojos en blanco y suspira, antes de apretar los botones.
Nicolás saca una gaseosa de otro aparato y me hace un gesto para que lo siga hacia la mesa del bar.
—No te tiene que importar lo que diga el esto. —Me siento frente a él—. Trabajamos en un medio de comunicación, no en una oficina. Traé la remera que quieras.
Nico inclina la cabeza hacia el costado y hace una mueca.
—Lo voy a pensar.
Justo en ese instante, Karina se sienta a mi lado.
—¿Todo bien? —le pregunto.
—Sí. —Da un largo suspiro y mira el reloj—. Estoy ansiosa. No veo la hora de empezar.
—Quedan pocos minutos...
—Vamos a hacer el mejor programa del mundo. Así aplastamos a tu ex. —Karina me guiña un ojo.
Me quedo boqueando, sin saber qué contestarle. No solo me está confirmando que sabe que salí con él, también me está exponiendo delante de Nicolás.
—¿Tu ex? —me pregunta Nico.
Karina bebe de su café y mira hacia el costado casualmente, como si no hubiera tirado una bomba. Nicolás abre bien los ojos, terminando de comprender.
—Jonathan Canclini es mi ex pareja.
Nicolás parpadea, mira a Karina, después a mí.
—¿Sos gay?
—Bisexual.
—Ah...
Nos quedamos en silencio unos instantes.
—Qué casualidad que compitas con tu ex —dice él, por fin.
Suspiro y giro hacia Karina.
—Gracias por sacarme compulsivamente el clóset —comento con frialdad.
—Perdón, pensé que Nicolás sabía... Estás fuera del clóset, ¿no? Lo pusiste en tu bio de Twitter y de Instagram.
—Veo que estás atenta a lo que hago en redes sociales.
Pone los ojos en blanco.
—Bueno, disculpame, Fran. No fue con mala onda —baja la mirada, inquieta.
Respiro despacio, para calmarme. No voy a complicar las cosas peleándome con ella.
—No pasa nada. Estamos por empezar un programa. Vamos a llevarnos bien, ¿no?
—Sí, claro —contesta Karina.
—Okey. Ya casi es hora, subamos.
Me levanto de la silla y me siguen. Una vez en el piso superior, entramos al estudio y vamos con Nicolás hasta el control, donde está una nueva operadora, Carolina. Es el reemplazo de Ricardo, que se pasó a otro horario. La saludamos y me anoto su nombre completo.
Después, Karina y yo salimos del control y entramos al estudio. Encontramos a Tobías, sentado con los auriculares puestos y frente al micrófono en un extremo de la mesa. Me señala el del centro, mientras Karina se ubica en el micrófono de la otra punta.
Me pongo los auriculares y Karina me imita. Quedan los últimos minutos antes de arrancar. Echo un vistazo a la grilla que me pasó Nicolás en el celular. Una vez que empieza a sonar el tema de apertura de Noche en Baires, observo a mis dos ex, que asienten.
Se prende la luz de aire y empiezo a hablar.
—Siete de la tarde en punto, bienvenidos, bienvenidas, bienvenides a Noche en Baires, mi nombre es Francisco Papalini y, como es costumbre, estoy acompañado por Tobías Angenot. ¿Cómo estás, Tobi?
—Muy bien, Fran, contento por la nueva compañera que tenemos.
—Seguro ya la escucharon en otros programas de FM Baires, pero ahora tenemos el honor de que esté con nosotros... ¡Bienvenida, Karina Giménez!
—¡Hola, Fran! ¡Hola, Tobi! —Habla con un tono de voz hermoso, tan cariñoso y dulce, el mismo que usaba cuando salía conmigo—. ¡Hola a todos los oyentes, estoy muy contenta de estar acá con ustedes!
—¡Y encima tenemos productor! —afirmo.
—Sí, Nicolás Arfuch, que se suma a nuestro equipo y nos trajo información de lujo —dice Tobías—. Y la música que preparó es sublime. Además, tenemos una nueva operadora: Carolina Filissian. Le mandamos un abrazo enorme a Ricardo, quien estuvo hasta hace poco en los controles y ahora opera a la mañana.
—¿Escuchamos el primer tema musical? A vos te va a encantar, Fran. Ariana grande... No Tears Left to Cry —anuncia Karina y salimos del aire.
Nicolás nos levanta el pulgar desde la cabina de control. Miro a Karina y a Tobías, que sonríen conmigo.
Seguimos con el programa. Rocío, la directora de la radio, tenía razón. La gente queda encantada con Karina y dejan muchos mensajes en las redes sociales. La química entre los tres funciona a la perfección y Nicolás nos va guiando, recordándonos lo que sigue. Usamos la información que nos trajo, pero también improvisamos bastante. Varias veces terminamos a las carcajadas, comentando situaciones cotidianas, así como algunas anécdotas, que dejan riendo a Nicolás y a Carolina.
La operadora nos avisa que va a pegar tres temas musicales, así descansamos un poco. Asiento y nos sacamos los auriculares.
Nicolás nos trae café y el alma nos vuelve al cuerpo. Le agradecemos y nos quedamos en silencio unos instantes. Miro mi celular y noto que tiene re poca batería. Qué raro, la tenía llena al entrar a la radio. ¿Por qué se me consumió tan rápido?
Voy hasta mi mochila, que está en el perchero y saco mi cargador.
—Ay, yo también voy a poner a cargar el mío —dice Karina—. Está casi en cero.
—Yo igual —agrega Tobías—. Debe ser porque estuvimos a full con las redes sociales.
Vuelvo a la mesa y me agacho para conectar el cargador de mi celular en uno de los enchufes que están en el piso. Después me siento y me froto los brazos. Tengo frío. Tobi se pone una campera azul.
—Refrescó, ¿no? —dice Kari.
—Sí, como de repente.
—Chicos. —Nico nos habla desde la cabina; su voz sale por los parlantes del estudio—. El que sigue es el último tema y vuelven al aire.
—Dale.
Karina se pone los auriculares de nuevo. Se acomoda el pelo con la mano que tiene más cerca de mí y luego apoya la cara en ella. Veo en su muñeca una pulsera con las tres lunas: creciente, llena y menguante.
La mesa hace un crujido. Intercambio miradas cautelosas con ella y con Tobi. Él observa su celular, con el ceño fruncido, y se agacha.
—Parece que pateé el cable o algo, porque se me desenchufó el cargador —nos avisa, desde debajo de la mesa.
Me agacho a chequear el mío y veo de costado que Karina hace lo mismo.
—El mío también —decimos al unísono.
En cuanto me paro siento un pellizcón a la altura del hombro y retrocedo, asustado. Me quito lo auriculares. Noto que los demás también se movieron rápido y miran alrededor, con los ojos bien abiertos. Karina y Tobías se llevan una mano al hombro, a la misma altura que me pellizcaron a mí.
—Chicos, ¿qué carajo fue eso?
—¡Hay algo en este estudio, a mí no me jodan! —exclama Karina.
—¿Están bien? —Nicolás entra a las corridas—. ¿Qué pasó?
Quiero explicarle, pero Tobías me interrumpe.
—Nada... ¿qué hacemos? —le pregunta al productor, luego de echarnos una mirada seria a Karina y a mí.
Nico respira aliviado.
—En segundos volvemos al aire con mensajes de los oyentes en las redes sociales —explica—. Son muchos. Nos está yendo bien. —Sonríe.
—Bien. Que siga Tobías —sugiere Karina. Se quita los auriculares y los deja en la mesa. Me toma del brazo y tira de él hacia la puerta. Damos unos pasos, pero nos detenemos ante la mirada extrañada de los chicos—. Fran y yo necesitamos más café. ¿Qué les traemos?
Nicolás clava la mirada en la mano con la que mi ex novia me aferra.
—¿Más café? Bueno, puedo traérselos yo...
—No, Nico. No hace falta que nos traigas todo siempre. Ese no es tu trabajo —le aclaro y asiente—. ¿Qué bebida quieren?
Tobi y él me dicen los sabores, también Carolina, la operadora, antes de avisarnos que está por abrir el aire.
Se prende la luz roja y Tobías comienza a leer los mensajes de los oyentes. Karina, Nico y yo salimos en silencio del estudio.
Nicolás vuelve a la cabina con la operadora, aunque nos echa una mirada antes de que nos alejemos por el pasillo. Karina me suelta y caminamos hacia las escaleras. ¿Qué quiere? ¿Por qué se puso así? Debe haberse asustado por lo que sucedió en el estudio...
Bajamos al bar. Quiero pagar las bebidas, pero Karina insiste en invitarnos a todos. Mientras sostengo tres vasitos de plástico con nuestros cafés y el de la operadora, mi ex novia se queda mirando la máquina.
—Tobías quería... café con leche manchado... pero de leche vegetal... —dice, presionando los botones con cuidado— con estevia, pero bueno, puse con azúcar. Ya fue. Y Nicolás... Flat White con leche de almendras y... no me acuerdo, supongo que azúcar. —Da un resoplido, enojada—. ¡Dios, qué complicados son estos putos! ¿Por qué no piden café con leche como todo el mundo? Ya fue, que salga lo que salga.
Saca el vaso con la bebida de Tobías y se gira hacia mí con los labios apretados, mientras esperamos a que se prepare la otra. Siempre me hizo reír cuando se enojaba y eso empeoraba las cosas, así que me aguanto.
—Nicolás no es gay... —comento.
Karina pone los ojos en blanco.
—Qué duro va a ser trabajar con ustedes...
Miro alrededor. A esta hora casi no hay gente en la radio.
—Escuchame. ¿Qué carajo pasó en el estudio? Yo sentí algo...
—Es que hay algo, Fran.
—Vos sabés de esto, Kari. —Señalo su pulsera con la mirada.
Mi ex novia parpadea y recuerdo las veces que, cuando vivíamos juntos, prendía velas a la noche. Primero, a imágenes de distintas diosas, que buscaba en Internet y mandaba a imprimir a color. Antes de que nos separáramos, se metió en el paganismo y le rezaba a la diosa y a la luna. Siempre estaba encendiendo sahumerios en el departamento.
La verdad es que nunca lo entendí ni le presté mucha atención. Por mí, si le hacía bien, genial. Confieso que un par de veces le dije bruja en chiste. Ella no se ofendía. De hecho, se lanzaba sobre mí y empezábamos a besarnos con emoción.
—¿Recién ahora me creés? —Hace esa sonrisa de Mona Lisa, mitad buena, mitad mala.
—Kari, me acaba de pellizcar un fantasma. Y hace poco, con Tobi, vimos una sombra en la esquina del estudio. —Se pone pálida al escucharme—. Por favor, necesito saber qué está pasando.
—Yo tampoco lo tengo del todo claro, Fran. Tuve un par de pesadillas el fin de semana. Todo empezó cuando la directora de la radio nos juntó.
—¿Podés limpiar el lugar, aunque sea con un sahumerio? Estaría bueno hacerlo mañana a la noche, antes del próximo programa.
—Sí, voy a traer algo. Por ahora, lo único que se me ocurre es decir una oración de protección...
Asiento. Se gira hacia la máquina y saca el café de Nicolás. Después va hacia una mesa y la sigo. Apoyamos los vasos y nos ponemos frente a frente.
Observa que no venga nadie y luego me extiende ambas manos. La garganta se me seca, siento calor en el rostro. Trago saliva antes de tomarlas y cierro los ojos. Qué raro estar tocando su piel de nuevo... El corazón se me acelera.
—Concentrate en mis palabras, repetilas mentalmente —me indica—. Doncella joven, Madre bendita, Anciana sabia. Pedimos tu protección, diosa amada. Ahora y siempre.
Obedezco. Después, Karina me suelta. Abro los ojos y me encuentro con los suyos; húmedos, enrojecidos. Un calor surge desde mis pies y me cubre, para luego fundirse con una fuerza similar que proviene de ella. La sensación me resulta conocida. La tuve un par de veces, el último tiempo en que vivimos juntos. Así que esto era la Wicca... No puedo evitar compararlo con las veces que Tobi me hizo reiki; entonces, la energía era liviana, etérica, suave. La Wicca, en cambio, es más fuerte. Bien terrenal.
Kari y yo nos quedamos en silencio unos instantes.
Mi corazón se conmueve al recordar lo que vivimos juntos: su compañía en el día a día, las veces que nos besábamos y hacíamos el amor, los desayunos saludables con frutas y granola que preparaba ella, los paseos por la costa.
Karina no deja de mirarme. ¿Estará reviviendo lo mismo en su mente?
—Chicos... —escuchamos la voz de Tobías y giramos hacia él. Se encuentra al pie de las escaleras—. Perdón que interrumpa. Eh... ya hice un par de salidas y pegamos varios temas musicales. ¿Están bien? ¿Pueden volver al aire?
—Sí, obvio. —Karina se refriega los ojos, recuperando la compostura.
Tobías camina hacia nosotros y nos mira atento, también al espacio que nos rodea.
—¿Viste algo? —le pregunto.
No me contesta.
—Podés hablar, Tobías. Sé que tenés un don —insiste Karina.
—No vi nada, pero siento una energía re linda que viene de ustedes. Menos mal, después de lo que pasó en el estudio... ¿qué hicieron?
—Pedimos protección —aclara Karina.
—¿Hacés reiki? —le pregunta.
—Soy Wiccana. Independiente y ecléctica.
—Okey. —Tobías le sonríe.
—¿Qué fue eso en el estudio, Tobi? —pregunto—. ¿Tenés idea?
—Algún tipo de entidades, molestándonos. No sé porqué ni de dónde vienen. ¿Habían experimentado una cosa tan intensa antes?
—No —le contesto.
—Solo un par de veces —admite Karina—. Pero nunca así. ¿Vos?
—Sí... —contesta Tobi, sin dar más detalles.
Los observo. Se nota que saben. Manejan un código que no conozco del todo.Tengo un poco de idea sobre estas cosas místicas, pero no lo suficiente como para manejarlas.
—Che, llevemos las bebidas que se van a enfriar —indico.
Tobías nos ayuda a cargarlas y subimos las escaleras.
—Limpié un poco el lugar cuando se fueron —comenta.
—¿Con reiki? —pregunta Karina.
—Con símbolos sagrados. Cosas nuevas que aprendí.
Entramos de nuevo al estudio. El ambiente sigue pesado, aunque se nota que mejoró. Sea lo que sea que esté pasando, me siento seguro de tener a Kari y a Tobi conmigo. Nicolás entra como un rayo a reprocharnos que nos retrasáramos en volver, pero la cara le cambia cuando le damos su café y otro para Carolina.
Se va con una sonrisa y seguimos con el programa.
Nos va muy bien. Escriben un montón de oyentes, incluso participan de un vivo de Instagram que improvisamos. Les gusta conocernos las caras y ver el estudio.
La nueva dinámica con Karina funciona. Ella, Tobi y yo nos complementamos perfecto. Nos divertimos y reímos al aire, hay confianza. Encima, ahora que ambos conectaron desde lo espiritual, están más relajados.
Menos mal. Algo bueno tenía que salir de esta situación tan rara de convivir con mis ex en el trabajo.
Llegamos al final del programa y nos despedimos de los oyentes. Cuando salimos del aire, Karina y Tobías tienen unas sonrisas inmensas y Nicolás entra a felicitarnos.
Falta una hora para terminar el turno, que me quedo conduciendo yo. Una vez que viene Yolanda, una de las conductoras del turno siguiente para relevarme, hacemos un pase al aire y me despido.
Salgo del estudio y voy hacia la sala de locutores. Encuentro a Tobías, Karina y Nico, celebrando con vasos de gaseosa. Me convidan.
—Che, ¿vos no te ibas a las once? —le pregunto a Nico—. Cambiaste de área para salir antes.
—Sí, pero bueno, hoy me quedo a celebrar.
Escucho un golpe en la puerta y la abro. Es Gustavo.
—Felicitaciones, chicos —nos dice, con una sonrisa y entra empujado por varios compañeros de la radio...
No conozco a la mayoría, pero vienen con comida y eso me hace sonreír. A la primera que veo es a Sara. Es una chica bajita, con pecas y cabello negro largo hasta los hombros. Trae una torta de crema con confites.
La sigue el resto, cargando snacks y gaseosas. Carolina está con ellos. Nico, Kari y Tobi se apartan para hacerles lugar, así acomodan todo en el escritorio.
Sara es la mejor amiga de Tobi. Se conocieron en el ISER, donde los tres fuimos compañeros. Cuando yo salía con él, ella fue la única a la que se lo contó. Me enojé por eso entonces, porque quería que nadie lo supiera. Y Tobías se angustiaba mucho. Yo tenía tanto miedo... al principio, deseaba que fuera algo que pudiera borrar de mi vida en cuanto quisiera.
Qué egoísta fui... Tanto secreto... De eso no se tratan las relaciones.
Nunca le caí bien a Sara. Una vez que él y yo nos separamos, ella jamás volvió a dirigirme la palabra y me lanzaba miradas de odio.
En este momento, Sara pega un chillido y abraza fuerte a Tobi. Después saluda al resto.
—Chicos, los extraño mucho —les dice a Gustavo y al resto de los compañeros del turno trasnoche—. Aunque estoy contenta de haber cambiado de horario, porque estaba cansada de trabajar en la madrugada.
Sara entró a la radio como conductora en ese turno tan difícil; no cualquiera aguanta estar desde las doce de la noche hasta las seis de la mañana. Poco después, Tobías pasó un casting para el informativo. En ese entonces, me daba envidia verlos juntos en sus fotos de Facebook, como locutores profesionales, pasándola bien. No debe haber nada más genial que compartir el laburo con tu mejor amigo.
En aquel momento, yo salía con Karina. Pasaron unos meses, ella dio un casting acá y quedó en el turno tarde. Debe haber sido duro para ella y para Tobi cruzarse...
Y ahora nos encontramos los tres en el mismo horario. Las vueltas de la vida.
—Primero vos te cambiaste a la tarde, con tu amiga Karina —le reprocha a Sara un pelado barbudo, con cara de compungido—. Y después Tobi se fue al turno noche con Francisco... Nos dejan todos.
—Bueno, que yo también pierdo gente —le retruca Sara—. Karina y yo estábamos felices a la tarde y ahora ella se fue con Tobías y Francisco.
Karina la mira y sonríe, enternecida. Así que Sara, además de ser amiga de mi ex novio, también es amiga de mi ex novia... Dios. Es como si estuviéramos todos entrecruzados por el destino. De pronto, Sara gira hacia mí. Abre bien los ojos y camina rápido en mi dirección.
Trago saliva... Después de los años que pasaron, no sé con qué comentario puede salir. Se acerca a saludarme con un beso.
—Hola Fran, ¿cómo estás? Tanto tiempo. —Sonríe.
—Bien, ¿vos?
—Excelente, como siempre —contesta con aires de diva—. No te cruzo desde que estudiábamos en el ISER. Felicitaciones por haber entrado a la radio.
—Muchas gracias.
No esperaba que me tratara con simpatía... El pelado barbudo se acerca también y me saluda con un abrazo.
—David, un gusto —se presenta.
—Francisco.
—Nunca nos cruzamos antes. Es que siempre llego tarde, después de que salís del turno —aclara, riendo.
—Me pasa lo mismo con Sara, recién nos vimos ahora —explico.
—Es que yo tengo permiso pasa salir antes. —La chica me saca la lengua.
Charlamos un rato con los locutores de la trasnoche: Guadalupe, Fernando y Yolanda, que dejó pegadas varias canciones al aire, todo para poder escaparse del estudio y comer algo de torta.
Veo a Daniela, también a Omar, un señor mayor integrante de la trasnoche del informativo, que suelo cruzarme porque llega temprano. También vino Ricardo de visita. Me emociono. Sé que lo hicieron para todos, pero se nota el afecto especial que les tienen a Nico, Tobi y Kari, que trabajan desde antes que yo.
Los de la trasnoche bromean con Tobi y Gus. La pareja se abraza... Suspiro, invadido por un poco de envidia. Daniela habla con Nico y Karina y Sara se les suma. David y yo nos acercamos a ellos y agarramos unas porciones de torta.
—Quiero que todos sepan que ellos están juntos gracias a mí. —David señala a Tobías y a Gustavo, que se sueltan, intimidados—. Desde que se conocieron, se la pasaban histeriqueando. Todo el tiempo. Se miraban con ojitos húmedos, después se ignoraban. Tobías se enojaba y hacía salidas dramáticas de la oficina del informativo...
Todos estallamos en risas.
—Basta. Piedad —lo interrumpe Tobi, con el rostro colorado.
—Menos mal que los ayudé, no sé qué hubieran hecho sin mí —continúa el pelado.
—Acordate que sigo siendo tu jefe. —Gus le lanza una advertencia a David, que asiente.
—Bueno, pero puedo dar fe de que se calmaron desde que están juntos... —contesta.
—Menos mal que cambiaste de área, porque ya era insoportable tanta dulzura. —Omar bromea con Tobías—. Me alegro que les esté yendo tan bien.
—Chicos, la joda no se termina acá —afirma David—. Hay una fiesta abajo, del centro cultural del edificio. Es en el subsuelo.
—Nosotros estamos en turno de trabajo —le dice Gustavo y David baja la cabeza—. Pero bueno, si nos cubrimos, podemos bajar un ratito cada uno. Pero nada de tomar alcohol —indica, señalando a David y a Omar.
—Podemos hacer lo mismo —le dice Yolanda a Guadalupe y a Fernando.
—Nosotros estamos libres, así que podemos ir bajando y tomar todo lo que queramos... —Karina me mira—. Tengo muchas ganas de bailar.
—Yo también. —Tobías se acerca hacia nosotros.
—No se olviden de mí. —Sara va hacia Karina y la saca a bailar. Hacen un pequeño meneo y después chocan los cinco. Nicolás y yo nos miramos y reímos. Pongo los ojos en blanco.
Al fin y al cabo, me siento cómodo con Karina y Tobías. Es verdad: el pasado quedó atrás. Ya podemos vernos como amigos. Incluso, me dan ternura.
—Venís, ¿no Fran? Dale, no seas amargado —insiste Sara.
—Bueno, vamos...
—Perdón, pero... ¿ustedes van a salir así a la fiesta? —Karina nos señala a Tobías y a mí, mirándonos de arriba abajo. Gira hacia Nico—. ¿Después de haber laburado todo el turno? ¿No tienen una camisa de repuesto en el locker?
Ella siempre tan organizada y previsora...
—¿Quién tiene una camisa de repuesto en el locker, Karina? Por Dios....
—Yo —contestan al unísono con Sara.
—Mínimo pasan por el baño y se ponen desodorante —remata Karina—. Porque yo con ustedes así no voy.
—Nunca en mi vida tuve olor a chivo.
—No importa. Te lo ponés igual.
Sigue haciendo de madre, incluso estando separados.
—Okey... aunque no tengo desodorante acá.
—Yo sí, te presto... —comenta Tobías, sacándolo de su locker—. Vamos al baño.
Lo dice con tanta naturalidad... a mí me da un poco de vergüenza. Quiero decir, aunque ya pasó tiempo, es mi ex. Aunque no giro hacia ellos, siento las miradas de su novio, Gustavo, y de Karina fijas en nosotros como rayos láser. Sara se aguanta la risa.
—Eh... bueno, dale
Tobías y yo salimos de la sala de locutores, juntos.
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