5. Conectados
Cuando me toca conducir con Tobías, la pasamos genial. Anunciamos temas musicales, damos los datos del tiempo y comentamos algunas noticias. Los oyentes se enganchan con nuestras anécdotas, en especial cuando contamos que estudiamos juntos locución en el ISER. Caen un montón de mensajes a la radio.
—«Que lindo que hayan sido compañeros», nos dice Pedro de Olavarría. Muchas gracias, querido —comento al aire.
—Acá Jésica de Monserrat pide que contemos más recuerdos de la facultad. «Me hacen acordar a mis épocas de estudiante. Ay, dónde quedó mi juventud». Jesi, no te pongas así, que todavía queda mucho por vivir. —Tobías me mira y nos reímos.
—Tengo un último mensaje: «Me puso muy contenta que se sumara Tobías. Suenan re bien juntos». Julia de Parque Patricios. Bueno, Tobi, ya sos un éxito entre nuestras oyentes.
—Muchas gracias a todos —responde—.Es hermoso sentirse tan bienvenido. Es momento de la tanda. Enseguida volvemos con más... Noche en Baires.
La luz se aire se apaga y nos quitamos los auriculares. Aprovechamos para preparnos un té con galletitas. No es lo correcto, porque la voz sale empastada al aire después de comer, pero lo cierto es que es imposible trabajar a la noche aguantándose el hambre. Solo quedan dos opciones: comer o no tener la energía para llevar adelante el programa. Como sea, si se toma bastante líquido después de comer, casi ni se nota.
Estamos por volver al aire, así que me pongo los auriculares de nuevo. Está sonando un tema musical, pero este se interrumpe de pronto por un zumbido espantoso, parecido al que hacen las chicharras. Me invade un escalofrío al recordar que lo escuché en aquel sueño...
Desaparece antes de que llegue a quitarme los auriculares.
—Escuchábamos... Vampiro, de Charly García —digo, cuando el operador abre los micrófonos—. Seguimos en Noche en Baires, por FM Baires 95.7.
La canción termina y suena un tema movido que tenemos como cortina musical. Tobías da la vías de comunicación y las redes sociales de la radio, también las nuestras.
—Les recuerdo que a esta hora, la temperatura en la Ciudad de Buenos Aires es de veintitrés grados y que el cielo está despejado —comento—. Por fin el calor nos dio un descanso. Es una noche hermosa para salir al balcón o ir a una plaza con amigos, siempre llevando la radio con vos, por supuesto.
Vuelvo a escuchar ese zumbido espantoso. Giro hacia Tobías, que frunce el ceño y se lleva una mano a los auriculares.
De repente, veo una sombra de forma humana a mi izquierda, en una equina del estudio. Se agazapa, como si estuviera por lanzarse sobre nosotros. Me estremezco.
En ese momento, el operador vuelve a darnos aire. Tobías está por decir algo, pero se estremece también y gira hacia el mismo lugar. La sombra desaparece. Parpadeo, descocertado. Mi ex se saca los auriculares y se vuelve hacia mí, rápido. Nos quedamos mirando.
El operador corta los micrófonos y pega un tema musical. Por suerte, queda prolijo al aire, como si hubiera estado planeado, aunque alguien con oído profesional notaría unos segundos de retraso.
—¿Vos también lo viste? —le pregunto.
Tobías se queda en silencio, con expresión asustada. No me contesta.
—Chicos, ¿qué pasó? —nos pregunta Richard, desde el otro lado del vidrio que nos separa de la cabina de operación. Su voz sale por los parlantes del estudio—. ¿Están bien?
—Sí, sí... No te preocupes —le contesta Tobías—. ¿Podés pegar un tema más? Y después volvemos...
—Dale —contesta Richard.
—Pará Richard... escuché dos veces un zumbido en los auriculares.
—Yo también. —Tobías asiente.
—Yo no sentí nada. ¿Habrá sido una falla de contacto de la ficha de los auriculares?
—No, era otra cosa.
—Banquen que voy a revisar.
Ricardo chequea rápido los equipos, pero no encuentra ninguna falla.
—Qué raro. ¿Estás seguro que no dejaste otra cosa sonando? —pregunto.
—Imposible. —Ricardo se cruza de brazos, ofendido—. No tenía otro módulo abierto.
—Ya está, debe haber sido algún desperfecto de acá. —Tobías hace un gesto con la mano para restarle importancia—. Lo importante es que ahora todo sigue funcionando bien. Apovechemos que suena un tema largo para ir a buscar más té, Fran. No quedan saquitos en el estudio —me sugiere.
—Dale —le contesto y me levanto, agarrando nuestras tazas.
Antes de salir del estudio, durante un instante, Tobías fija de nuevo la mirada en la esquina donde me pareció ver aquella sombra. Me invade un cosquilleo en la frente.
—Vamos —dice y caminamos hacia la sala de locutores, donde él saca una caja de té Chai de su locker.
—¿Vos también lo viste? —Insisto, cuando me quita las tazas de las manos y va hacia el bidón para preparar las infusiones—. Era como una sombra en la esquina derecha del estudio.
Larga un suspiro, antes de ponerle estevia a las dos bebidas y alcanzarme la mía.
—Sí, también la vi.
—¿Qué carajo era?
—No importa, Fran. Tenemos que seguir.
Me quedo en el lugar, parpadeando. Tobías sabe de estas cosas. Cuando lo conocí, justo empezaba a estudiar reiki y después hizo meditación. Entrecierro los ojos. ¿Por qué no quiere hablar del tema?
Aunque no fue la primera vez que vi algo así, me asusté igual. Son cosas que no pasan todos los días y siempre me dejan dudando. Respiro profundo, para calmarme. Doy unos sorbos y el té me ayuda a depejar mi cabeza.
—Dale, Fran, estamos por salir al aire —me anima con voz tierna.
—Bueno.... —concedo, al comprender que no va a decir nada más, y le doy la espalda. Voy hacia el estudio y escucho que me sigue—. Pero vamos a volver a hablar de esto —le aviso, antes de entrar.
Apoyo mi taza en el escritorio y él se sienta a mi lado, con expresión misteriosa. Noto que mira hacia la esquina donde apareció esa amenaza. No hay nada ahí, pero sigo sintiendo escalofríos. Tobi hace un movimiento rápido con la mano en el aire, como si trazara algo y luego lo arrojara hacia la esquina.
No sé qué hizo, pero los escaloríos se van y me invade una sensación de tibieza y calma.Tobi me sonríe.
Observo al operador, al otro lado del vidrio que nos separa del control.
—Queda un minuto —nos avisa.
—Gracias —le digo y me siento.
Inspiro despacio, para recuperar la calma, y vuelvo a concentrarme en el programa. Giro hacia Tobías, que asiente, preparado. Estamos listos para que se encienda de nuevo la luz de aire.
Continuamos con el programa. Nos divertimos tanto, que el tiempo se pasa volando y llegamos al final casi sin darnos cuenta. No puedo creer que ya sea momento de despedirnos...
—Gracias por acompañarme hasta acá y por tan hermosa bienvenida en mi primera noche conduciendo —dice Tobías a los oyentes—. Recuerden que mañana se encuentran de nuevo conmigo a partir de las seis de la tarde.
—Y a partir de las ocho, volvemos a hacer dupla en nuestro programa: Noche en Baires —comento.
—Así es —continúa Tobías—. Los dejo con vos, la mejor compañía hasta las doce de la noche. Mi nombre es Tobías Angenot —pronuncia.
—Y yo soy Francisco Papalini —agrego—. Esto fue noche en Baires. Quedate acá, con excelentes canciones. Ahora, escuchamos a Shakira: Me enamoré.
Durante un instante, vuelvo a escuchar ese misterioso zumbizo, a un volumen mucho más bajo. Me invade un escalofrío, pero el sonido se va enseguida.
La luz se aire se apaga y nos sacamos los auriculares. Giro hacia Tobías, que me mira con una sonrisa inmensa y los ojos brillantes. Chocamos los cinco.
—¡Salió buenísimo, boludo! —exclama, parándose de la silla y dando un par de saltitos.
Me levanto y lo abrazo fuerte.
—¿Viste? Yo te dije que eras un genio. Les encantaste a los oyentes.
Nos reímos fuerte y nos quedamos así, pegados. Su perfume me invade de nuevo y el pulso se me acelera.
No. Es mi ex, es un compañero de trabajo y además tiene novio. Sin embargo, noto algo extraño a la altura del pecho. Un calor... Como una llamarada, ondeando en medio de nuestros corazones, conectándolos.
Nos separamos despacio y, durante unos instantes, nos quedamos mirándonos. Ya no siento esa llamarada y me da la sensación de que esta se quedó en el aire, suspendida en el espacio que quedó entre ambos.
—Hola —escuchamos, y giramos hacia la puerta del estudio, por donde entra Nicolás, seguido por Daniela.
Ambos sostienen unas hojas impresas en las manos. Son los boletines del noticiero.
—Hola, chicos —los saludo.
El bigotudo me echa una mirada de costado, antes de sentarse frente a un micrófono que está en la otra punta de la mesa. La chica se ubica en el que está a su lado.
—Llegaron temprano —dice Tobías—. Todavía quedan como tres minutos para el informativo.
—Terminamos de redactarlo antes —comenta Daniela, con una sonrisa—. ¿Todo bien ustedes? ¿Cómo te fue en tu primer día como conductor? —le pregunta a Tobi—. Te escuchamos en la oficina del info y nos re gustó.
—Muchas gracias Dani. Me fue bien, estoy muy feliz —comenta Tobi.
Nicolás, mientras tanto, se queda en silencio, leyendo su hoja con expresión seria. Siempre tan mala onda.
Giro hacia mi ex y pongo los ojos en blanco. Le hago un gesto mínimo en dirección a la puerta, cosa que solo él lo note.
—Bueno, nos vamos a tomar un café para despejarnos —comento—. Vuelvo cuando terminen el info.
Empujo a Tobi, que ya estaba enfilando hacia la salida, para que se apure.
—¿Qué le pasa a ese pibe? —le pregunto una vez en el pasillo, mientras avanzamos hacia la sala de locutores—. Me trata mal desde el primer día que entré. —Abro la puerta y voy hacia mi casillero. Tobías me sigue. Saco el café instantáneo y me pongo a preparalo en nuestras tazas—. Para mí que escuchó o sabe algo... de mí. ¿Viste cómo me miró cuando entró al estudio? Seguro le molestó que estuviéramos abrazados. Debe ser un homofóbico de mierda.
Tobías se cruza de brazos y tuerce un poco la cabeza.
—¿No estarás un poco perseguido, Fran?
—No.
Se sienta frente a mí y le paso la taza de Buffy muy despacio, porque la llené demasiado.
Después, le doy el frasco con la estevia. Cuando revuelvo mi bebida, salpico un poco el escritorio. Qué descuidado... Debe ser porque me puse nervioso. Saco un pañuelo de papel de mi bolsillo para limpiarlo.
Tobías, en cambio, endulza su café tranquilo. Luego, le da unos sorbos despacio y, una vez que ya no hay riesgo de que la bebida se desborde, baja la taza.
—Eh... no sé si debería decirte esto —comenta, echando una mirada hacia el pasillo.
Después, se para y cierra la puerta de la sala.
—¿Qué cosa? —le pregunto, con los ojos bien abiertos. El chico vuelve a sentarse y parpadea, todavía cavilando—. Tobi, somos amigos, ¿no? A pesar de lo que pasó entre nosotros... Yo te quiero —logro decirle, convencido de que puedo superar la vergüenza. Sin embargo, un calor me invade el rostro enseguida—. Y quiero... que tengamos una buena relación. —Mi voz sale algo temblorosa—. Vos... estás bien conmigo, ¿no?
Tobías se pone colorado. Después sonríe, enternecido.
—Obvio, Fran. A pesar de todo, somos amigos —afirma, antes de dar unos sorbos de café.
Sonrío.
—Bueno, entonces contame todo lo que sabés de ese pibe.
—No hay mucho, eh... ahora está de novio. Pero antes, como medio año después de que te pelearas con Karina...
—Sí... —le digo, adivinando lo que sigue.
—Ellos salieron. Solo un tiempito. Karina lo dejó porque dijo que era un boludo. Como que se paralizaba y no tenía iniciativa.
El corazón me da un salto y siento cómo la sangre abandona mi rostro. El café se enfría frente a mí.
—Fran, ¿estás bien? Tenés que salir al aire. —Tobi mira hacia el reloj de pared.
—Sí, estoy bien —digo con sequedad—. Me voy a laburar.
Agarro mi taza de café y salgo.
Con razón me odia ese pelotudo. Porque sabe que fui la pareja de su ex y que supe tratarla mejor que él. No me lo cruzo en el pasillo, tampoco a Daniela, porque no vuelven hasta que termine esta hora.
Entro al estudio, apoyo mi taza en la mesa y hago una seña a Richard, que me estaba esperando. Me pongo los auriculares.
—Tranqui, pegué una canción más —me avisa desde el control—. Tenés un minuto y medio y salís al aire.
Asiento, más relajado. La bronca vuelve a mi mente, al imaginarme a Nicolás con Karina. Sacudo la cabeza. Basta de pensar en esas cosas. Soy un locutor profesional y voy a dedicarme a mi trabajo.
Richard me hace una seña y se prende el cartel rojo. Tomo aire, sonrío y empiezo a conducir. Anuncio temas y leo la agenda de actividades de la ciudad, feliz de hacer lo que amo, hasta que se termina la jornada.
Despés bajo con Tobi del piso donde están los estudios, rumbo a la máquina para fichar. Mi ex todavía se ríe, lleno de felicidad por su primer día como conductor. Me detengo a unos pasos de las escaleras, al encontrar frente a nosotros a una figura grandota, de espaldas, vestida con una camisa a rayas verdes y azules. Se gira hacia nosotros al escucharnos.
—¡Gus! —exclama mi ex, con los ojos bien abiertos, al ver a su novio con unos globos de helio en forma de ositos y una canastita con dulces—.¿Qué es todo eso?
—Felicitaciones por su primer programa juntos. Los escuché, salieron geniales.
—¡Gracias, amor! —exclama Tobías y se lanza a abrazarlo con fuerza.
Después lo besa.
Siento como si me clavaran una puñalada tras otra en el corazón, a toda velocidad y sin piedad. Una vez que se separan, Gustavo le pasa la canasta y un globo a Tobías.
—Tomá... —me dice después, acercándome uno de los globos. Disimulo lo mejor que puedo que estoy temblando, mientras me lo ata en la muñeca... un poco fuerte. Después hace lo mismo con el globo de Tobi—. Los dulces en la canasta son para los dos, repártanselos. —Sonríe.
—Pará —lo interrumpe Tobi—, ya sé que entrás a tu turno, pero ¿no te pueden cubrir los demás y vamos a tomar una cerveza a la pizzería de la vuelta? ¡Los tres! —exclama, girando hacia mí—. Para celebrar...
—No sé... —Empiezo a buscar una excusa en mi cabeza.
—Puedo hablar con Omar y David para que me cubran —dice Gustavo
—¡Perfecto! —exclama Tobi—. Venís, Fran, ¿no? Por favor —insiste.
—Dale, no seas mala onda —afirma el novio de mi ex, clavándome la mirada.
Suena más como una orden que como una invitación. Trago saliva.
—Está bien —respondo.
No me queda otra... Tobi y yo fichamos y después vamos hacia el ascensor con su novio, listos para salir y celebrar la primera emisión de nuestro programa.
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