39. Consecuencias y conjeturas

El domingo me lo paso viendo películas de comedia y ciencia ficción con Nico. Pedimos comida a domicilio, porque hace mucho frío como para salir.

Me alivia que no me acribille a preguntas sobre los mundos que visité cuando me fui por el portal con Jonathan. Solo le aclaré una vez que todavía no quería hablar del tema y supo entenderlo. No sé cómo hace para aguantarse, yo tendría mucho miedo y curiosidad.

Creo que sabe que necesitamos distraernos después de lo que pasó. A media tarde tomamos coraje, nos abrigamos y vamos al café a la esquina, pero volvemos rápido.

Nos acostamos temprano y me duermo sin darme cuenta.

Enseguida, me encuentro flotando sobre la cama. Nico sigue en su cuerpo, puedo ver su espíritu como una forma violeta que descansa superpuesta a su envase físico.

Siento un calor a mi lado y veo un portal verde que se abre. Entro, consciente de que me está llamando Jonathan. El tubo de luz me lleva hasta el paisaje del alto astral donde nos dejó Gustavo, luego de rescatarnos con Thot de aquel futuro oscuro. Ahora, el jardín tiene un sendero de piedra con un banco de plaza a un lado, donde Jonathan me espera.

Se ve en armonía y tranquilo, con un brazo apoyado sobre el respaldo del asiento. Lleva un colgante con una llave dorada que brilla en su pecho. Percibo calor en el mío y al bajar la mirada encuentro el mismo dije. Jonathan se pasa la mano por el cabello corto y adquiere un gesto de culpa y preocupación. Me acomodo a su lado.

—Tenemos que usar estas llaves, Fran. No sé cuánto tiempo tenemos antes de que las descubran y nos las quiten.

Nos envuelve una nube helada, que borra todo el paisaje alrededor. A pesar de que estamos sobre el banco, es como si cayéramos. En cuanto el vapor se despeja, nos encontramos en una plaza repleta de cascotes y con plantas secas. En el cielo nublado solo se ven tres luces que titilan cambiando de color: rojo, verde, naranja.

Estamos en el futuro alternativo, donde los enemigos vinieron a buscarnos.

Tomo a Jonathan de la mano y me concentro en abrir un portal que nos saque de ahí. Las estrellas vibran, a punto de lanzarnos un ataque psíquico. Antes de que la onda invisible llegue a nosotros, nos cubre una luz verde y rosada que nos saca de ahí.

Me estremezco y abro los ojos. Estoy en mi casa, en mi cama. Los rayos de la mañana iluminan a Nico, que duerme a mi lado. Lo abrazo, estrecho su cuerpo tibio contra el mío y vuelvo a dormirme.

***

Mientras desayunamos, me decido y le cuento a Nico todo lo que pasó con Jonathan en las otras dimensiones. Excepto lo de las llaves doradas. Nicolás parpadea unos instantes, mientras acomoda las piezas en su cabeza. Me mira preocupado y no habla por unos segundos.

—¿Es el futuro que vio Karina?

—Creo que sí, aunque un tiempo más adelante, por lo que entendí. —Lo tomo fuerte de la mano—. No puedo dejar que eso pase. Por el mundo y porque no quiero perderlos.

—Vamos a encontrar una solución, Fran. —Besa mi mano—. Estoy seguro. Mi mamá siempre habla de los futuros posibles y de cómo mentalizarse para manifestar lo mejor. Hizo un curso de eso. No creo que sea tan sencillo como "pensar en positivo". —Se ríe, antes de dar otro sorbo de café—. Igual, voy a consultarle porque quizás tiene información útil. Va a enloquecer cuando le cuente sobre nuestra vida pasada en Egipto.

—No puedo procesarlo todavía. Fue mi culpa, yo era su líder y los convencí de alimentar e invocar a ese dios falso.

—Dejá de echarte culpas, amor. —Aprieta mis manos con cariño—. Todos fuimos responsables de eso y tenemos que hacernos cargo de nuestro karma. En cuanto describiste a los gigantes con cabeza de mantis, pude sentir su energía y reconocerla en mis recuerdos del antiguo Egipto. También la percibí en otros tiempos y lugares que vi en sueños. Supongo que nos están siguiendo hace varias vidas.

Me quedo sorprendido por la capacidad de Nicolás de conectarse con la información de su alma y analizarla. Se nota que ahora que no está pendiente de los fantasmas, ni preso del miedo que le provocaban, pudo terminar de asumir y desarrollar sus habilidades.

—¿Cómo te sentiste cuando viajaste con Jonathan?

—Me dio terror, pero a la vez, aunque suene extraño, sentí alivio al ver por fin a lo que está detrás de todo lo que nos pasa. El futuro alternativo fue desconcertante... sin embargo, la esperanza en los ojos de nuestros dobles me da confianza en que algo podemos hacer.

—¿Y cómo te sentiste con Jonathan? —Sus ojos tiemblan y se lleva una tostada a la boca para disimular los nervios.

—Fue raro. Después de hablar con él en el bar me había ido convencido de que no había vuelta atrás. Lo cierto es que, en cuanto vio a esos seres, cambió y sentí que volvió a ser la persona que conocí.

Nicolás vuelve a dar un sorbo de café.

—Bueno, me voy así veo cómo puede ayudarnos mi vieja.

—Ey... —Lo tomo de las manos antes de que se levante—. Yo te amo a vos, ¿sabés? Jonathan ya fue. Lo único que quiero es salvarlo también.

Da un largo suspiro.

—Ya sé, Fran. Ya sé... —Me da un beso tierno y se separa de mí para ir al perchero por su abrigo y su morral—. Está todo bien, en serio. Si no salgo ahora para casa, no voy a llegar a tiempo a la radio. Acordate de que Tobías quiere juntarse un rato antes para hablar de lo que pasó.

—Dale.

Vuelvo a pensar en las llaves que los dobles del futuro nos dieron a Jonathan y a mí. Por más que quiera contarlo, es mejor que siga manteniéndolas en secreto. Recuerdo que el doble de Jonathan nos advirtió que Thot podía quitárnoslas y tengo la sensación de que es capaz de enterarse de que las tenemos si se lo cuento a Gus o a Karina. No porque nos deschaben; estuvieron en contacto cercano con el dios y sospecho que este va a leer la información en sus auras. ¿De dónde me vienen esas ideas? ¿Es intuición o me persigo? Quizás es la sabiduría de mi vida pasada como el sacerdote Adom. Como sea, Thot no estaba muy contento por nuestra presencia en ese futuro, así que prefiero ser cauteloso.

—¿Estás bien? —pregunta Nico, cuando termina de abrigarse—. Te quedaste mirando el vacío.

—Sí, no te preocupes. —Me acerco para darle un beso dulce.

Le presto un gorro de invierno que le queda muy tierno y bajo a abrirle la puerta del edificio. Después, acomodo la casa y juego un rato con Buffy. En un momento, la gata se pone a bufar y noto unas presencias que nos observan desde un costado. Me estremezco, pensando en los insectos gigantes. Pero son solo los servidores, esos que tienen forma de hombres de hojalata. Antes de que terminen de manifestarse, les disparo mi sello y desparecen.

Algo me llama la atención en mis brazos. Me sorprendo al notar unos destellos verdes entre mi aura magenta... es la energía de Jonathan. Todavía sigue en mí.

***

Llego a la radio a última hora de la tarde, un rato antes de nuestro horario normal de preproducción. Me cruzo a Nico en el ascensor. Aprovecho que subimos solos para darle unos besos.

En un momento me aparta con gentileza y se lleva las manos a la cabeza.

—¿Todo bien?

—Sí. Solo es un zumbido que me anda molestando.

—¿Fuiste al médico?

—No es algo físico. Yo... creo que los fantasmas quieren hablarme.

—¿La llave de Azrael no te está ayudando a bloquearlos?

—Sí. Pero esto es distinto. Anoche soné que estaba ante un umbral que daba a una Buenos Aires paralela que existe en el mundo de los muertos. Del otro lado, un grupo de fantasmas me miraba desolado y me decía por telepatía que estaban molestos por unos... nuevos llegados que no pertenecían ahí.

—¿Nuevos llegados?

—Sospecho que los fantasmas están siendo afectados por los espíritus del portal.

—Entiendo. ¿Vas a hablar con los fantasmas? —Asiente—. ¿Necesitás que te acompañe?

—Si querés.

—Obvio que quiero.

Se abre la puerta del ascensor y, aunque llegamos temprano, fichamos porque si lo dejamos para después seguro nos olvidarnos de hacerlo. Esta vez, no nos dirigimos a la sala de producción, subimos un piso más.

Gustavo nos avisó por mensaje de texto que, con su autoridad como uno de los jefes del informativo, consiguió la llave de una oficina desocupada. La pidió anoche durante su turno y se la dejaron por la mañana en recepción. Hizo bien. Necesitamos hablar tranquilos y en la sala de locutores cualquiera podría interrumpirnos.

Llegamos y tocamos la puerta. Nos abre Tobías y sonrío al ver a Karina y a Gus sentados frente al escritorio, donde hay café y bizcochitos servidos sobre una bandeja. Los saludo y pongo en la mesa un paquete de galletitas que saco de mi mochila.

—¿Cómo estás, Kari? —me acomodo en una silla, Nico me imita.

—Mucho mejor.

Doy unos sorbos de café, antes de contarles lo que viví en mi viaje con Jonathan por los otros mundos. No me interrumpen durante todo el relato, con una expresión de asombro cada vez mayor, y miedo, a medida que avanzo con el relato. Gustavo se pone pálido al escuchar la descripción de los gigantes con cabeza de mantis que vi en aquel planeta lejano.

Cuando hablo del futuro alternativo, Karina se asiente con los ojos húmedos. Me inquieta no contarles lo de las llaves doradas, pero mantengo mi decisión. Una vez que termino, nos quedamos en silencio unos instantes.

—Gus, ¿tenés idea de qué eran esos seres? Aunque tomaron la forma de insectos gigantes, creo que en realidad están compuestos de una especie fuerza mental. El Francisco del futuro los nombró de una manera, pero no puedo recordarla.

—¿Son demonios? —pregunta Karina.

—¿Son extraterrestres?

—Yo... este... No sé. —Gustavo se mantiene inexpresivo—. Puedo preguntarle a algunos espíritus que conozco.

Karina me echa una mirada y comprendo que sospecha lo mismo que yo: Gustavo nos oculta algo para no preocuparnos.

—¿No sabés o no querés decirnos nada hasta estar seguro?

La pregunta de Tobías me deja boquiabierto.

—Déjenme averiguar primero. —Gustavo lo mira molesto y se cruza de brazos—. No nos sirve andar especulando.

Noto la inquietud en su mirada. Estos seres asustan a Gustavo, que es un demonio de alta jerarquía... ¿Con qué nos estamos enfrentando?

—Chicos, William Ray acaba de subir un video sobre Jonathan. —Karina señala su celular—. El título es: Jonathan Canclini caído en desgracia.

—¿Qué?

—Lo reproduzco.

Nos levantamos para ubicamos detrás de ella y así ver la pantalla.

—Holaaaa, mis divinos seguidores fanáticos de la farándula y el chisme. —Esta vez William Ray está vestido de marinero—. Acá les traigo la última novedad sobre Jonathan Canclini, que hasta la semana pasada estaba en la cima pero ahora parece que todos los planetas del mal se complotaron para pasar por su cielo. ¿Por qué? ¡Porque esta mañana lo echaron de FM Stars! Así como lo escuchan.

»No sabemos qué impulsó la decisión de la dirección de esa radio. Sí, el programa de Jonathan era una pelotudez, pero era una pelotudez como tantas otras que están en el dial y con mucho menos éxito. ¿Qué habrá pasado por la cabeza de las autoridades de FM Stars? No tengo idea. Pero no solo pasó eso... Los chismes corren rápido y más para mí que tengo fuentes por todos lados. Acabo de enterarme de que las editoriales le cancelaron los contratos de sus libros y de que su cumbia se desplomó en los rankings de música. Sí, como lo escuchan. Toda la mala suerte junta para este locutor.

William Ray entrecierra los ojos y señala hacia la cámara.

—¿Será un castigo que te dio el universo por ser tan ambicioso, Jonathan? —continúa—. No se puede hacer tantas cosas y que te vaya bien, querido. Que sirva como lección para todos: en este medio no valés nada, hoy estás arriba, mañana estás abajo. Seguro que tu ex, Francisco, está celebrando ahora. Chau, chau.

El video termina y me quedo parpadeando unos instantes. Me invade un mareo y me acomodo en la silla que tengo más cerca.

—¿Por qué pasa esto ahora? ¿Qué significa? —expreso, mientras el resto se queda en silencio. Mi mirada se pierde, fija en el vacío—. Yo... no quiero que sufra, a pesar de sus errores. Es horrible ver todos sus sueños destruidos.

Nico se acerca y pone su mano en mi hombro. La tomo. Es tan cálida. Siento cómo su energía me recompone.

—Quizás William Ray tiene razón... y el universo le devolvió lo que nos hizo —suspira Karina.

—¿Cómo podés decir eso? —Me enderezo en la silla y le clavo la mirada—. ¿Te parece bien que pierda su laburo? Yo fui el que lo dejó y lo hizo caer en la oscuridad.

—Dejá de culparte, Francisco. —La rubia se cruza de brazos—. Él fue solito hacia la oscuridad. No todo el mundo se vuelve un ex tóxico y brujo cuando lo dejan.

—¡Estaba poseído por esos espíritus!

—Podría haberse resistido.

Me levanto y apoyo ambas manos en la mesa.

—Te quiero ver tratando de resistir a esas mentes extraterrestres, Karina. —Mi voz sale ronca—. Apenas pudimos escapar; nos costó cada gramo de voluntad y energía. Y éramos dos personas entrenadas en el astral.

La chica se queda callada y corre la mirada.

—Además, no seas inocente, Karina —continúo—. Acá hay algo más en juego que el karma. Todos abrimos ese portal en Egipto y tenemos que hacernos cargo.

Suspira y se lleva una mano a la frente, con los ojos cerrados.

—Creo que Francisco tiene razón —dice Tobías—. Quizás Jonathan se arrepintió en serio y por eso los servidores se volvieron en su contra. Recuerden que, después de que retrocedimos a nuestras vidas pasadas, lo atacaron también. Ya no podía controlarlos. Me parece que estaban furiosos por lo que descubrimos. Quizás ahora lo ven como un enemigo.

—Tenemos razones para estar enojados con él, pero lo cierto es que lo necesitamos para cerrar el portal —interviene Nico, hablando con tranquilidad—. Los cinco usamos nuestras energías para eso en Egipto y es probable que los cinco tengamos que unirlas para cerrarlo. Si ya no está con los enemigos, necesitamos aprovechar este momento para que se pase a nuestro bando. Antes de que logren convencerlo de nuevo, ahora que debe estar desesperado por lo que perdió. Necesita ayuda.

—¿Y si estaba fingiendo en ese viaje cósmico? —pregunta Karina—. ¿Y si todo esto es un plan para engañarnos?

—No creo que sea posible fingir de esa manera... —afirmo, tajante—. Voy a tratar de contactarlo. Eso no significa que bajemos la guardia; sigamos protegiéndonos y atentos.

Todos asienten a mis palabras. Se ve que por fin alcanzamos un acuerdo.

—Chicos, hay que organizarnos para el programa. —Nico chequea su celular y luego abre bien los ojos—. Okey, no se asusten, pero los fans de Jonathan están enfurecidos. Dejaron un montón de mensajes en nuestras redes.

—No me importan esos giles.

—No podemos descartar que estén influenciados por los servidores —dice Tobías—. Es probable, ya que se alimentan del odio y las peleas. Bueno, me voy a hacer la primera hora. Nos vemos en un rato.

Asiento. En el tiempo que nos queda, repasamos la información que Nico nos envió. Cuando nos levantamos para ir al estudio, Karina se tambalea y Gustavo la ataja.

—¿Estás bien?

—Sí, yo... todavía no me recupero del ataque de los servidores.

Me siento culpable por haberme enojado con ella antes y defender a Jonathan. Lo que mi ex prometido hizo tuvo sus consecuencias graves; tal vez no debería ser compasivo con él. Además, todavía puede ser una amenaza. Que se haya mostrado arrepentido en el astral no significa que no pueda cambiar de parecer, o sentirse distinto en el plano físico.

—Deberías seguir curándote, Kari. —Giro hacia Nico—. ¿Podrá tu mamá hacerle una armonización energética?

—Creo que lo mejor sería encontrarnos esta noche en nuestro hogar astral. Ahí podemos sanarnos en las geometrías de cristal, ¿no? —Mi novio mira a Gustavo, que asiente.

—¿Podés salir al aire?

—Sí, no te preocupes, Fran. —Karina se lleva una mano a la cabeza—. Ya estoy bien.

Caminamos hacia el control y saludamos a Carolina. En el estudio, Tobías termina su hora, dando paso al programa, y anuncia un tema musical. Cuando empieza a sonar, entramos. Tobías se levanta de la mesa y se va a hablar unos segundos a solas con Gustavo, antes de que este se despida de todos, muy serio, y se vaya. Mi ex vuelve con cara preocupada.

—¿Todo bien?

—No sé... Gus me dijo que me quede esta noche después del programa. Quiere hablar de algo importante. Sabía que las cosas andaban mal. Pensé que todo había mejorado, puse lo mejor de mí.

Nos quedamos en silencio unos segundos. Karina y yo nos miramos, intrigados. Escuchamos por los auriculares a Carolina, que nos avisa desde el control que quedan unos minutos de música antes de comenzar.

Agarro a Tobías de la mano. Me mira con los ojos húmedos.

—Seguro es para aclarar las cosas. Gustavo te quiere, se nota.

—Es verdad —dice Karina—. Además, andan un poco estresados con lo que estamos viviendo. Relajate.

Tobías asiente y se recompone dando una inspiración profunda.

Nicolás nos hace un gesto desde el control. La luz roja de aire se prende y empezamos el programa como si todo estuviera bien y el destino del planeta no dependiera de nosotros. 

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