37. Batalla astral
Abro lo ojos, en el suelo de la versión reconstruida y vacía de nuestro templo. Adom quedó atrás, ahora vuelvo a ser Francisco. Los demás recuperan la consciencia. Thot ya no está sobre nosotros y los servidores, bajo su forma de figuras transparentes, nos observan, expectantes.
—Eso era... eso era... —Jonathan se estremece, todavía con el fuego de Yafeu en la mirada.
—El antiguo Egipto —La voz de Karina suena tan melodiosa como la de Net.
—En aquel entonces lo llamábamos Kemet —afirma Tobías y reconozco la sabiduría de Akila en él.
Siento que voy a desvanecerme y aferro por instinto la mano de Nico. Me pasa su energía y en ella está la sensibilidad de Donkor.
Escuchamos a los espíritus transparentes rugir y vemos que sus rostros se vuelven bestiales; sus orejas puntiagudas, sus bocas llenas de colmillos. Se agazapan, listos para atacarnos.
—¡Deténganse! —Ordena Jonathan, pero no le hacen caso—. ¡Se los ordeno! —Traza un sigilo en el aire y retrocede, asustado, al ver que no funciona—. ¡Se los ordeno! —insiste. Los espíritus extienden sus manos con uñas afiladas.
Los cinco nos ponemos espalda contra espalda, listos para luchar. Los espíritus transparentes se convierten de nuevo en brujas, felinos y hombres de hojalata.
Tobías se agacha y pone su mano en el suelo, donde comienza a formarse un mandala.
—¡Este lugar es una construcción mental! —grita—. ¡Concéntrense en que explote!
Obedezco y segundos antes de que los monstruos se lancen hacia nosotros, todo vuela por los aires. El piso desaparece y me encuentro flotando. Las paredes, el techo y las columnas ahora son fragmentos que se alejan a toda velocidad hacia las estrellas lejanas. ¡Estamos en medio del vacío!
Tobías pasa volando a mi lado, envuelto en su aura azul, y dispara sus lanzas hacia dos hombres de hojalata, que estallan.
—¡Cuidado, Fran! —El látigo de Nicolás atrapa a dos felinos que venían hacia mí y los incendia en un fuego violeta.
Sacudo la cabeza para despabilarme y vuelo, mirando hacia un lado y el otro, disparando mis flechas a los enemigos. Están por todas partes, como un enjambre de abejas enfurecidas a nuestro alrededor.
—¡Ya no me obedecen! Algo tomó el control de ellos. —Jonathan elimina a una bruja con su espada, justo cuando llego hasta él.
—Nunca los controlaste. —Me mira fijo, asustado, envuelto en su aura verde—. Una fuerza oscura las poseyó y a vos también.
—No puede ser. Querés convencerme para quitarme la fama que tanto me costó alcanzar.
—¡Es lo que vimos en Egipto! ¿No te das cuenta? —Luchamos espalda contra espalda.
—Me ayudaron a crecer en la radio y a tener oyentes, a vender mis libros, a sacar mi música...
—¿Pensaste que iba a ser gratis? —Karina vuela hasta nosotros, seguida por varios enemigos.
—¡Lo que controla a estos servidores te estaba usando para jodernos y te mantuvo separado de nosotros! —exclamo, antes de disparar más flechas—. Son esos seres con forma de insecto que te atacaron psíquicamente hace años. Ahora lo entiendo todo: les abrimos un portal en Egipto y solo los cinco podemos cerrarlo.
—No... —La voz de Jony se apaga. Se aleja volando de mí a gran velocidad—. ¡No! —Corta con su espada la cabeza de un felino—. ¡Nooo! —Veo las lágrimas que caen por su rostro.
A mis espaldas, Karina está rodeada por un grupo de servidores. Resiste, golpeándolos con su martillo, pero son demasiados. Giro hacia ellos y disparo varias flechas que acaban con la mayoría.
Señalo un fragmento del templo que flota perdido en el vacío y aterrizamos juntos. Desde ahí, atacamos a los servidores que vemos con disparos de energía.
Nicolás y Tobías llegan a nuestro lado.
—Tenemos que agarrar a Jonathan e irnos de acá. —El aura de Tobías se ve oscura y desgarrada en partes—. Son demasiados, necesitamos regresar y pensar una estrategia para vencerlos.
—¿Y si llamamos a Gustavo?
—No podemos dejar nuestros cuerpos sin vigilancia con estos monstruos descontrolados. —Karina crea un campo de fuerza para contener a los que se lanzan contra nosotros—. Podrían seguirnos y poseernos.
—Nos están observando. —Nicolás se lleva una mano a la cabeza— Los espíritus que están detrás de todo esto, los que se hacían pasar por el dios Atón en Egipto. Puedo sentirlos. Nos miran a través de ese servidor.
Señala a una bruja verde, que se encuentra entre los que golpean el campo de fuerza. Se sorprende al ser señalada, pero luego sonríe con malicia y se aleja a gran velocidad.
—¡Tenemos que ir tras ella! —grito—. Si la atrapamos podemos usarla para cortar el vínculo con los enemigos.
Extendemos las manos hacia el campo de fuerza, que se carga de nuestro poder y brilla como un sol, quemando a los servidores que nos rodeaban. Llevo la mano hacia arriba y creo una apertura para salir de la burbuja y luego despego, volando a toda velocidad tras la bruja.
Me detengo y extiendo mi arco... no voy a fallar.
La flecha rosada sale como un rayo que cruza el espacio y cuando está por impactar en la enemiga, veo un halo verde que se cruza, interponiéndose. ¡Es Jonathan, empujado por un hombre de hojalata! Clava su espada en el enemigo, que se desintegra, luego choca de espaldas contra la bruja y levanta la mirada hacia mí, segundos antes de que la flecha se clave en su estómago y lo atraviese, llegando también a la bruja verde.
—¡Jony, no! —Vuelo hacia él, desesperado.
Mi ex y la bruja se sacuden en el aire, atravesados por rayos de color magenta que salen de la flecha. Se manifiesta el cordón de plata de Jonathan, que fluctúa y se empieza a deshilachar.
—¡NO!
Llego hasta él y pongo mis manos cerca de su herida. Ordeno a la flecha que desaparezca, pero no lo hace. ¡Mierda!
—Fran... —balbucea, con sangre saliendo de su boca.
—Jony, perdoname, yo...
Percibo la energía de los demás que vuelan hacia acá, pero son detenidos por los servidores que quedan. Creo un campo de fuerza alrededor de Jony, la bruja y yo antes de que unos felinos lleguen a nosotros.
Escucho lo chillidos y gorjeos de la bruja a espaldas de Jonathan.
—Fran... te quiero. A pesar de todo, te quiero. Perdoname.
—¡Jony, no te mueras!
Lo tomo de las manos y noto un calor proveniente de su herida. La flecha que está ahí comienza a titilar. Jonathan baja los ojos hacia ella y me mira. Luego eleva la cabeza y su mirada se pierde.
—Fran... puedo ver... Puedo verlos. A los enemigos.
Miro la flecha y trato de hacerla desaparecer de nuevo, para sanar su herida. Entonces, noto que en su energía rosada se mezclan el aura verde clara de Jonathan con el aura verde oscura de la bruja.
Llevado por un impulso tomo la flecha en mis manos y expando mi aura magenta, fundiéndola a la de ellos.
Gritamos los tres. La bruja, mi ex y yo.
Siento una vibración en los ojos y por primera vez puedo ver algo que sale de la bruja que está a espaldas de Jonathan. Es un hilo oscuro, que se estira hasta un portal lejano y sombrío. Es la única zona del espacio donde no hay estrellas. No entiendo cómo no lo vi antes ni percibí el pulso escalofriante que viene de ahí. Observo alrededor y noto el mismo hilo oscuro en cada servidor, conectándolo con el portal.
Miro a Jonathan; él también lo notó. Gira la cabeza del portal hacia mí. Asiente.
En ese instante, mis manos se llenan de poder. Estiro una para tomar el hilo oscuro de la bruja, que ya perdió la consciencia. Me invade una sensación de náusea, pero resisto. Hago un esfuerzo inmenso para concentrarme también en mi otra mano, la que sostiene la flecha magenta, ordenándole con mi mente que la haga desaparecer. Jonathan hace un quejido, cuando siento un fuego que la consume, quemándome la mano. La bruja se despierta y gime, todavía sin fuerzas para moverse. Jonathan respira de forma entrecortada, su cordón de plata comienza a desaparecer.
—¡Sanate! —Extiendo la mano sobre su herida y manifiesto mi sello, transmitiéndole energía—. ¡Tomá lo que necesites de mí y sanate, Jonathan, por favor!
Escucho los gritos de Nicolás, Karina y Tobías a nuestras espaldas, luchando con los servidores detrás del campo de fuerza. Jonathan cierra los ojos, con el rostro pálido. Su aura verde disminuye y titila, antes de desaparecer.
—¡Jonathan! ¡Jonathan, no!
El hombre da una inspiración profunda y se sacude, recorrido por mis llamas magentas. Su aura verde vuelve a encenderse como un fuego inmenso. Levanto la mirada hacia su cordón de plata; ahora está brillante, recompuesto. Se vuelve invisible.
—Fran... —Jony observa su cuerpo astral, se toca donde tenía la herida. Levanta la mirada hacia mí y sonríe, con los ojos iluminados—. ¡Me salvaste!
Escuchamos un chillido y giramos hacia la bruja. Incluso con su herida, logró recomponerse. Ya sin la flecha que la atravesaba, se aleja de Jonathan y se sacude, tratando de liberar su hilo de mi mano. Extiende las garras hacia nosotros, pero se detiene retorcida por el dolor.
Jonathan gira hacia mí y señala el hilo oscuro que tengo en mi mano.
—¡Chicos! ¿Están bien? —Nicolás nos mira desde el otro lado del campo de fuerza.
Asiento, para calmarlo. Me vuelvo hacia Jonathan.
—Vamos a ver quienes son nuestros verdaderos enemigos —le digo.
—Te sigo.
Me toma del brazo con una mano y con la otra manifiesta su espada. Corta la parte del hilo oscuro que se une a la bruja y se aferra a mí. Mientras la enemiga se disuelve, me conecto con el hilo oscuro. Siento un tirón cuando regresa hacia su fuente y nos arrastra con él.
***
Despierto en otro lugar. ¿Dónde estoy? Frío, niebla, oscuridad. El cielo está casi vacío. Solo se ven dos estrellas a lo lejos. Tirado en el piso helado y opaco, me muevo para levantarme entre restos de cables y piezas de metal que, empujadas por mis piernas, chocan entre ellas produciendo sonidos agudos.
—Fran —escucho a mi lado antes de terminar de incorporarme y encuentro a Jonathan a menos de un metro, envuelto en el resplandor de su aura verdosa. Me mira, asustado, y lo tomo del brazo. Giro hacia los montículos con restos de tecnología que componen el paisaje.
—Jony... ¿Qué es esto?
—Creo que estamos en otro planeta, Fran.
—Imposible...
Nos levantamos y caminamos con cuidado, mirando de un lado a otro. El silencio es abrumador.
—No hay nada vivo en este mundo. —Se lleva la mano a la sien y entrecierra los ojos—. ¿Podés sentirlo? No hay cuerpos, tampoco almas, aunque sí algún tipo de entidades o espíritus artificiales. Pero están lejos y quedan pocos.
Observo el brillo pálido y frío que ilumina el lugar.
—¿De donde viene la luz?
—No sé. Quizás sea el atardecer o el amanecer acá. Mirá. —Señala hacia arriba y logro ver, durante unos segundos, una burbuja de niebla blanca que nos rodea.
—Un campo de fuerza. ¿Lo creaste vos?
—No. Creo que lo hicimos ambos de forma inconsciente, antes de despertar.
Seguimos caminando, envueltos en el frío seco. El cielo cambia, lo envuelve un resplandor azulado y logro ver unas torres a lo lejos, derrumbadas en parte.
—Aunque es tecnología futurista, emite un aura antigua. —Jonathan se detiene y señala una plancha de metal en el suelo.
Cuando la levanta, logra doblarla con facilidad, incluso la arruga como un papel, pero luego esta se mueve y vuelve a su forma original. Lo imito y noto que es un material liviano. Tiene una especie de alfabeto grabado, de caracteres siniestros. Las letras parecen distintos insectos, con muchas patas: ciempiés, arañas, hormigas. Lo dejo en el suelo y palmeo a Jonathan en el hombro para que me siga.
Avanzamos hasta un lugar despejado donde la tierra del suelo es reemplazada por baldosas de metal. Luego de dar unos pasos, se enciende una luz anaranjada, que nos encandila desde abajo. Cuando recuperamos la visión, notamos que proviene de algún tipo de lámparas en las juntas del piso. Si bien no escucho un sonido, mi intuición me dice que activamos una especie de alarma.
—Fran... —Jonathan señala hacia las dos estrellas del firmamento, que comienzan a titilar—. ¡Se acercan!
Disparo mi sello magenta hacia nuestro campo de fuerza, para fortalecerlo con mi energía. Luego me acerco a Jony y apoyo con cuidado ambas manos en su cabeza. Lo miro fijo.
—Resistí. Estas cosas controlan la mente, pero podemos vencerlas con nuestra fuerza de voluntad.
—Tengo miedo, no creo lograrlo.
—¡Sí, podés! Yo creo en vos.
Jonathan asiente y la luz de su aura se expande. La mía también. Suelto su cabeza, para después tomarlo de la mano y girar hacia las estrellas, que titilan cada vez más rápido. Continúan acercándose y no sentimos calor ni nos encandilamos. Aunque sí percibimos la energía extraña y desagradable que emiten.
Se posan sobre nosotros como dos lámparas gigantescas y comprendo que no se trata de astros...
—Son naves. —La voz de Jonathan suena con miedo y asombro.
No se ven como los platos voladores de las películas. Son esferas de una luz que cambia de colores, pasando por el banco, el verde y el rojo, una y otra vez y cada vez más rápido.
Mi cabeza empieza a sufrir una presión muy grande. Lo que sea que esté dentro de estas cosas me transmite una sensación de miedo inmensa, para que pierda la consciencia y me desmaye. También noto que me invade un sopor, pero resisto.
Jonathan gime y se arrodilla.
—¡No! —Me agacho y lo abrazo, lo cubro con mi aura.
Extiendo mi mano hacia el campo de fuerza y visualizo mi sello otra vez, que sale disparado para fortalecerlo.
—Resistí, Jony. Ya te poseyeron antes, los conocés. Usá esa experiencia para evitar que te dominen de nuevo.
Asiente, con los párpados cerrados, de donde escapan las lágrimas. Luego, abre los ojos y su aura verde se expande. Aprieta mi mano y nos levantamos.
De pronto, logro ver unas ondas transparentes que salen de las esferas brillantes y chocan una y otra vez con nuestro campo de fuerza. Jonathan respira agitado, girando la cabeza hacia ambos lados. Él también logró ver el poder mental de esos seres... Tras unos instantes, las esferas vibran. Miro a mi ex, con mis manos envueltas en energía magenta, listo para atacar. Asiente y me imita, cubriendo sus palmas de fuego verde.
Estamos por disparar cuando las esferas dejan de titilar y solo emiten una luz de color plateado. Se abren.
Más que formas, salen presencias. Las percibo como nubes de poder mental transparente, compuestas de pura intención maligna y hambre depredadora. Aunque en su caso no consumen cuerpos físicos, sino los pensamientos y sentimientos. Nadie tiene que explicármelo, simplemente lo sé. Es como un conocimiento ancestral guardado en mi mente.
Jonathan me aprieta la mano con fuerza y me cubre una oleada de su aura. Ahora puedo ver a estos seres con mayor claridad; los distingo como nubes hechas de una niebla blanquecina que vuelan hasta colocarse detrás de las naves, que desaparecen. A medida que se alejan, se expanden, aumentan de tamaño para mostrarnos la magnitud de su poder. Nos atacan de lejos con sus ondas mentales, pero Jonathan y yo resistimos. Mi sello está frente a nosotros, encendido en fuego magenta y verde.
Los enemigos empiezan a cobrar forma. Son tres gigantes colosales, con cabezas de mantis y cuerpos humanos. En sus extremidades hay algo similar a una telaraña opaca, de la que salen miles de hilos oscuros, como el que vimos en la bruja verde. Estos entran en distintas esferas que aparecen y desaparecen a su alrededor. Llego a ver galaxias dentro de ellas.
Una vibración familiar me llama desde una de las esferas y me concentro en ella. De pronto, es como si se magnificara la imagen en una pantalla, pasando por varios planetas y estrellas hasta llegar a un vacío cósmico donde veo a Tobías, Karina y Nico luchando contra los espíritus malignos, que se hallan conectados a los hilos de esta tela oscura.
Escucho un zumbido espantoso, similar al de las chicharras, y sacudo la cabeza, apartando la vista de esa esfera. Los gigantes con cabeza de mantis tiemblan, con sus múltiples ojos fijos en nosotros. Vuelven a atacarnos con ondas mentales que chocan contra nuestro campo de fuerza una y otra vez.
—Tenemos que volver, esto no va a resistir. —Jonathan extiende la mano para cargar el campo de fuerza con el resplandor de su aura verde.
—¿Por qué no se abalanzan sobre nosotros?
—Llego a ver como un cristal, u otro campo de fuerza, entre ellos y nosotros. —Cierra los ojos y sacude la cabeza—. Mierda, no puedo encontrar las palabras correctas para explicarlo. Esto es algún tipo de proyección psíquica. Deben estar en otra dimensión o universo y no pueden llegar hasta acá. Por eso nos atacan mentalmente, por eso usaron a los servidores que teníamos en Egipto... y a mí.
El zumbido aumenta y nos sacudimos. El campo de fuerza empieza a resquebrajarse.
—Jony... ¿Qué hacemos?
Me clava su mirada de ojos pardos, que se tornan verdes cuando los ilumina el brillo de nuestro campo de fuerza.
—Abramos un portal a casa.
Me toma de la mano. Se agacha y apoya la mano en el suelo. Se forma un mandala blanco bajo nuestros pies, pero fluctúa y larga chispas.
—¿Qué pasa? —Trato de mantener en pie el campo de fuerza, pero cada vez tiene más rajaduras.
—No es un portal estable. Las líneas electromagnéticas de este lugar son distintas y están contaminadas por la energía de las mantis gigantes. No sé adónde puede llevarnos.
—¡No tenemos otra opción! El campo de fuerza está por romperse.
—¡Vamos! —El calor invade mis pies cuando Jonathan alimenta la energía del portal y tira de mi brazo hacia abajo. El suelo desaparece y el portal nos succiona.
Lo último que veo es a los seres colosales con sus ojos inmensos y sus fauces escupiendo nuevos hilos oscuros que enroscan en sus extremidades.
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