35. En la casa de la bruja

Pasan varios días, en los que me reúno con los demás para encontrar la mejor forma de detener a Jonathan y sus espíritus malignos. Lo primero que hicimos fue proteger la radio y sus alrededores. Nos turnamos para ir a distintos puntos del edificio, tanto en el plano físico como el etérico, y dejar nuestro sello junto con otros símbolos de protección. En cada lugar, tuvimos que enfrentarnos a los enemigos; luché con hombres de hojalata y brujas verdes cuando coloqué un símbolo en la discoteca de la radio y otra vez en el plano astral.

Nuestros compañeros de trabajo se dan cuenta de que sucede algo extraño: las computadoras se cuelgan, faltan varios periodistas porque se enferman de un día para otro, un locutor de la tarde se quiebra la pierna en un accidente con la moto. Incluso un día se quema un generador y todo el edificio se queda sin luz por toda la mañana.

Ya varios vinieron a pedirnos que "hagamos una limpieza" porque saben que Tobías es reikista y se enteraron de que Karina es bruja de tantas velas y agua de luna que anduvo repartiendo. Además es cierto que, en general, en los medios de comunicación suelen creer un poco más en esas cosas.

Desde hace poco, los compañeros de la radio también perciben esas capacidades en Nico y en mí; cada vez que colocamos un símbolo, después un rato, alguien viene a pedirnos que le "saquemos la mala onda". Y eso que siempre que dejamos un símbolo en un ambiente lo hacemos de forma disimulada.

Mientras tanto, Jonathan y su programa se recatapultan a la fama en las redes sociales, gracias a Lunas de septiembre. Sus fanáticos se la pasan criticándonos y arman peleas con nuestros oyentes. Nosotros nos mantenemos aparte. Tobías dice que es lo mejor, ya que todo ese lío alimenta a los espectros y al portal.

Después de un encuentro en casa de Gus y Tobi y otro en la mía, decidimos que vamos a enfrentar a Jonathan juntos, en el plano astral. Necesitamos ultimar unos detalles así que arreglamos ir el viernes a la casa de Karina. Como justo es el día de su cumpleaños, juntamos plata para comprarle un lindo regalo.

Mi ex novia vive en Capital, en el barrio de Flores. Su departamento está en la terraza de un edificio de dos plantas en una calle arbolada. La vi por Internet, antes de venir. Siento nervios, a medida que me acerco. Qué raro va a ser entrar a la casa nueva de alguien que amé, que vivió conmigo, con la que hice el amor tantas veces. Y encima, acompañado por un novio y otro ex.

Cuando llego, Nico ya esta ahí, frente a la puerta, con la torta empaquetada en la mano. Me saluda con un beso.

—Tengo la vela en el bolsillo.

—Genial.

Karina nos dijo por mensaje de texto que salió recién de un almuerzo que hizo con unas amigas por acá cerca. Gustavo y Tobías llegan unos minutos después. Mi ex carga el regalo de Karina en los brazos. Es un paquete grande, envuelto en un papel decorado con imágenes de gatos negros.

—¿Podés con eso?

—Sí, tranquilo.

—En las fotos que enviaste se veía hermoso. Creo que Karina va a ponerse a gritar de felicidad cuando rompa el envoltorio —comento.

—Esperemos. Costó bastante. —Se ríe—. Cualquier cosa lo puede cambiar. Al menos eso dijeron en la tienda online.

—¿Todavía no llegó la cumpleañera? —pregunta Gus.

—Dijo que estaba en camino.

Nico revisa su celular.

—A unas cuadras, según su último mensaje.

Un ratito después, la vemos acercarse desde la esquina. Carga unas bolsas, seguro con los regalos que le hicieron las amigas, y nos saluda con la mano.

—¡Feliz cumpleaños! —La abrazo, una vez que llega, y los demás me imitan.

—¿Qué es eso? —Se baja los lentes oscuros al notar el paquete inmenso—. ¿Mi regalo?

—Sí. —Tobías se ríe y Karina larga un quejido—. Dale, abrí la puerta que es pesado.

Gustavo lo ayuda y subimos las escaleras. Salimos a una terraza. El aroma de las distintas flores y hierbas es renovador. Llego a ver ruda, incienso, romero, lavanda, un rosal. También la planta de la moneda.

Me llega el sonido de campanas de viento de cristal; viene del centro del lugar, donde hay una mesa y un techo de cañas de bambú.

Cuando paso al lado de las macetas, me sorprendo al hallar cristales y duendes de cerámica sobre la tierra. En un extremo, noto una pequeña huerta con pimientos y tomates.

Miro a Nico, que sonríe tan maravillado como yo. Al fondo está el departamento con techo de tejas. Parece una casita en medio de un patio grande.

Esto es increíble.

—Qué bello todo, Kari —dice Gustavo.

—Gracias, Gus. La heredé de mi abuela. Tuve que hacerle varias reformas.

Sonríe y hace un gesto para que la sigamos, antes de abrir la puerta.

Entro a un living con paredes de ladrillos a la vista. Karina nos indica que dejemos los abrigos en un perchero, mientras enciende la estufa de tipo garrafa. Entramos en calor poco a poco.

Me llama la atención un cuadro que representa a tres mujeres vestidas con mantos, en el campo, debajo de las estrellas. La primera es una joven que lleva un arco y una corona de flores. La segunda, una adulta, tiene las manos a la altura del vientre y de ambas surge una energía en forma de espiral. La tercera, la anciana, sostiene un báculo sobre el que se posa un cuervo.

Al lado del cuadro, hay una lámina enmarcada del dios egipcio Thot.

Los estantes tienen libros de magia, mitología y cocina saludable, entre los que asoman cada tanto una bruja de trapo, velas de colores, piedras y estatuillas de seres mitológicos.

Siento que ando por la morada de una bruja de los cuentos, aunque en medio de la ciudad en vez de en el bosque.

Me emociona que Karina se haya instalado en esta casa, dándole su toque personal. Se nota que maduró e hizo un gran cambio desde que estuvimos juntos.

Tobías y Gustavo, que también estaban absortos con la decoración, se despabilan y acomodan con cuidado el regalo de Karina sobre la mesa de algarrobo. Nico pone el paquete con la torta al lado.

Me parece ver una sombra en un rincón y giro, listo para dispararle mi sello. Encuentro a una figura multicolor con cuernos de venado, que desaparece al instante. Solo queda una energía cálida y agradable que se expande.

Los demás me miran, alarmados.

—Yo también vi algo moverse, recién. —Tobías entrecierra los ojos.

—Son los espíritus de la naturaleza. Les pedí que hicieran guardia. —Karina se acomoda el pelo—. También los envié a sus casas —acota, como si fuera lo más normal del mundo.

Nos acomodamos en los sillones, donde encuentro almohadones con estampados de bosques y lunas. Nico me da un apretón suave en la pierna con disimulo y lo miro con una sonrisa. Resisto las ganas de besarlo.

—Voy a poner el agua a calentar. Tengo tés de distintos sabores, todos naturales. Algunos los hice yo. —Se frota las manos.

—Después, Kari. Abrí el regalo de una vez —le pido.

Se acerca entusiasmada al paquete, pero se detiene cuando escuchamos un maullido. Me vuelvo hacia donde vino el sonido y veo un gato sentado en el umbral de un cuarto. Es bellísimo; de pelo largo, todo atigrado excepto en el pecho blanco. Mueve la cola mientras nos analiza con sus ojos grandes y brillantes. Vuelve a maullar.

—¡Miel! —exclama Karina—. Vení a saludar a los invitados.

—¿Es gata?

—Sí.

—¡Qué linda! —Nicolás da unos golpecitos en el sillón para llamarla.

Miel nos ignora por completo. Karina niega con la cabeza y se acerca a acariciarla.

—Ahora te pongo comida.

Miel se le refriega entre las piernas y la compaña hasta la cocina. Karina vuelve enseguida, después de poner el agua a calentar, y abre su regalo. Pega un grito ensordecedor. Miro a Tobías con expresión de "te dije que iba a gritar". Él se tapa los oídos y asiente.

—¡Un caldero! —Karina lo levanta en el aire, sin importarle que sea pesado—. Gracias, gracias, gracias, es justo lo que necesitaba. —Nos abraza uno por uno—. Lástima que se pasó Samhain, pero podemos usarlo para Ostara. Los voy a invitar cuando la celebre.

—Está bien, pero lo único que te pido es que no nos vayas a embrujar. Que bastante tenemos con Jonathan.

—¿Embrujarlos, yo? —Se lleva una mano al pecho para fingir que está ofendida. Pero no puede aguantarse la risa por mucho tiempo.

Nicolás abre el paquete de la torta, mientras Tobías y yo ayudamos a Karina a traer la vajilla. En la cocina, me sorprende un reloj de madera que en vez de números tiene las estaciones del año con las distintas celebraciones Wicca.

Después de cantarle el feliz cumpleaños y comer unas porciones deliciosas, nos ponemos serios.

Retiramos la vajilla y Karina sahúma el lugar. Enciende unas velas, mientras reforzamos las defensas de la casa con nuestros sellos. Luego, nos tomamos de las manos.

—Que el dios y la diosa nos resguarden —pronuncia Karina—. Llamo a un círculo de protección nuestro alrededor y a los guardianes de los cuatro elementos.

Siento una brisa cálida y veo puntos de luz en los rincones. Enseguida, se manifiestan varias figuras astadas.

—Invoco la protección de los cuatro grandes arcángeles y de los ángeles de los puntos cardinales —dice Tobías.

Ahora se suman unas figuras altas, hechas de un fuego transparente. Los espíritus se mueven rápido. Parecen estar luchando con algo que no llego a ver. De pronto, se escucha el eco de unos chillidos.

Me estremezco y percibo que a Nico le pasa lo mismo, por cómo se mueve su mano en la mía. Gustavo, que está a mi izquierda, se mantiene firme. Eso sí: la temperatura de su mano aumenta bastante.

Cierro los ojos llevado por un impulso y me llega una visión de los espíritus que nos persiguen: felinos, brujas, hombres de hojalata que se alejan volando de la casa de Karina, espantados por los guardianes astados y los de fuego.

Parpadeo, segundos antes de que nos soltemos de las manos. Luego vamos hacia la mesa. Tobías saca de la mochila unas hojas que Gus y Nico le ayudan a desparramar. En ellas hay esquemas con instrucciones, mapas con nuestras posiciones en el astral y símbolos que tenemos que visualizar.

Repasamos nuestro plan: nos juntamos mañana a las diez de la noche en casa de Tobías. Primero, protegemos el departamento y a nuestros cuerpos. Después, nos acostamos y visualizamos un espacio en blanco antes de salir al plano astral, para así crear una dimensión segura donde encontrarnos.

Gustavo se queda en su cuerpo por cualquier fenómeno extraño que pase en el plano físico, pero va a estar conectado mentalmente con nosotros. En caso de alguna emergencia, puede desdoblarse y alcanzarnos en la realidad que estemos.

Una vez en la dimensión blanca, visualizamos a Jonathan y la energía que nos une a él como una soga. Invocamos al arcángel Miguel para que la destruya, usando un símbolo mágico. Después, viajamos a nuestro hogar astral para limpiarnos y regresamos a nuestros cuerpos.

—¿Así de fácil?

—Sí, Fran. Confiá en mí.

Karina hace un quejido.

—Qué molestia trabajar con los ángeles. Son muy ajenos al panteón Wicca.

—Mañana podés hacer un ritual por tu cuenta al dios que quieras, Karina. —Tobías suspira y se refriega la cara—. Pero a la noche, juntos, hacemos esto. Ya contacté a Miguel y arreglé que nos ayudara. Quedamos en eso la última vez que nos reunimos. Ya saben que con Miguel tengo comunicación directa; me aseguró que esto iba a acabar con el poder maligno de Jonathan. Por favor, Kari, es solo por esta vez.

—Todo bien, no te estreses, Tobi. Solo necesitaba decir lo que sentía.

—Si no funciona, probamos con los dioses u otra cosa.

—Dale. Espero que mis amigas brujas no se enteren de esto. ¿Seguro no quieren que atemos un muñeco de él? Por las dudas. Tengo uno preparado ya. Lo podemos enterrar en una maceta.

—Basta, Karina —me río.

—¿Es posible que Jonathan nos perciba y venga a detener lo que estamos haciendo? —Nicolás frunce el ceño.

Como siempre, mi chico se mantiene callado hasta decir lo importante.

—Sí. De hecho, al visualizarlo podemos llegar a invocarlo...

—¿Invocar a una persona? ¿Se puede hacer eso?

—Sí, Fran. Es como cuando pensás mucho en alguien y, de la nada, te manda un mensaje —explica Tobi—. La energía lo va a llamar. Así que tenemos que estar dispuestos a pelear con él, si es que viene en forma espiritual.

—Tenemos un plan B, por si necesitamos desterrarlo del espacio blanco —afirma Gustavo—. ¿Lo preparaste, Karina? Cualquier cosa, puedo llamar a unos demonios.

—Tranquilo, Gus. —La chica sonríe, complacida, y camina hasta un armario. Me invade un escalofrío al ver que saca una vela negra inmensa—. Antes de emprender el viaje astral, dejamos esto prendido. Voy a consagrarla con aceites esenciales y tallarle dos runas: Nyd y Algiz, que se usan para desterrar espíritus y personas. Si invocamos a Jonathan y se descontrola, podemos echarlo con solo nombrar a las runas, que van a darnos su poder.

—Genial. —Nico sonríe, con la mirada brillante.

Tobías nos da varios consejos por si Jonathan se escapa de la dimensión o trata de hacernos perder en el astral. Básicamente, hay que concentrarse con fuerza en crear una puerta para regresar. Karina nos reparte frasquitos con sales, para que nos demos un baño de purificación antes de la reunión de mañana. Abro el mío y huele riquísimo.

—Bueno, ahora a despejar la energía. —Mi ex novia aplaude tres veces y prende la televisión para buscar algo de música. YouTube le recomienda la cumbia de Jonathan—. Diosa, danos armonía. —Suspira y pone un video noventoso de Christina Aguilera—. Tenemos un rato hasta que se haga la hora de entrar a la radio, así que: ¡bailen conmigo!

Niego con la cabeza, entre risas. Karina me extiende la mano pero justo Miel se sube a mis piernas.

—Ya estoy tomado.

Karina le da la mano a Nico y él se levanta, tímido. Bailan junto a Tobías y Gustavo. Me parece tan extraño ver a mi ex novia y mi ex novio divertirse junto a mi novio actual; hacen chistes, cantan y se ríen. Karina va a la cocina por unas latas de gaseosa y las reparte.

Los chicos siguen bromeando y noto que Gustavo también los mira, enternecido.

Miel ronronea y la acaricio. Después de unos segundos, me lame, cariñosa.

—¿Estás bien? —Gus se sienta a mi lado y da un sorbo de su lata—. Hechizos, símbolos de protección, viajes astrales; todo eso puede ser un poco pesado para alguien nuevo.

—Sí, estoy bien. A pesar de que no tengo mucha experiencia, lo pude ir asimilando, aunque sin el apoyo de Tobías y Karina hubiera sido diferente. Igual, en el fondo, esas cosas me resultan familiares. Como si fueran parte de mí.

—Quizás las conociste en una o varias vidas pasadas.

—Por ahí las absorbí de mis ex parejas, ¿no? —Nos reímos y Gustavo asiente.

—Como ya les dije antes, no es casual que compitas por la audiencia con tu ex pareja, que trabajes con otros dos ex y que te hayas enamorado de tu productor. Esto tiene que ver con el propósito de tu alma y las de los otros cuatro. —Echa una mirada a los chicos, que la siguen pasando bien.

Niego con la cabeza.

—No tengo idea de cuál puede ser ese propósito. Lo importante es detener a Jonathan...

—No te engañes, Fran. Hay mucho más que no alcanzás a comprender. Tenés un nexo con los cuatro: Tobías, Karina, Jonathan y Nico. Eso significa también que contás con un poder especial y es hora de que lo asumas. Es lo que atrajo a estas almas a tu vida, para que puedan resolver lo pendiente. ¿Alguna vez escuchaste la teoría del hilo rojo?

—Sí, pero no me la acuerdo.

—Dicen que hay un hilo rojo que une a las personas destinadas a encontrarse y que cuando eso sucede, estas se aman. La teoría es más o menos correcta, te lo puedo asegurar porque soy un demonio, pero lo cierto es que está incompleta. Ese hilo sigue siendo importante cuando una pareja se separa. La mayoría de las personas piensan que hay que cortarlo, pero lo cierto es que es imposible. Estamos conectados con cada persona que nos cruzamos y más allá, con el universo.

»Lo mejor que podemos hacer cuando una relación se termina es transformar ese amor que existió en más amor. Uno distinto tal vez, ya no de pareja, pero que sigue siendo amor.

—Es lo que pasó con los chicos —Miro a Tobi y a Karina—. Desde que entré a la radio, pudimos hacernos amigos.

—Exacto.

—Pero casi nadie termina bien con sus ex, Gustavo, no me jodas.

Siento un pinchazo fuerte y me aguanto las ganas de gritar. Miel, que estaba amasando mis piernas, maúlla. Vuelvo a acariciarla.

—Termines bien o mal, vuelvan a verse o no, la conexión sigue estando. Las almas pueden elegir el rencor o quedarse con lo bueno de cada relación; y esto último las ilumina.

—O sea que Jonathan está sumido en la oscuridad.

—Sí. Quizás puedas ayudarlo a salir. Lo cierto es que, como te dije antes, tenés un nexo con los cuatro y sos el nexo entre ellos. Al haberte acostado con cada uno tenés algo de la energía de los cuatro en tu interior. —Gustavo dice esto con gesto inescrutable, pero me parece ver algo de color en sus mejillas.

—Okey, eso suena muy creepy.

—Pensá en sus sellos personales, Fran. La estrella de Tobi, la serpiente de Nicolás, las crecientes lunares de Karina. Aparecieron cuando vos los juntaste y te conectaste con cada uno. Eso significa que había una fuerza latente que vos fuiste capaz de activar. De vos sale el hilo rojo que los conecta a todos.

Me quedo en silencio, sopesando las palabras de Gustavo.

—Todo es culpa mía. Debería haber seguido con Jonathan y esto hubiera sido más fácil, como en la visión que tuvo Karina del futuro.

—Por algo sucedieron las cosas de esta otra manera, Fran. Tenemos libre albedrio, ¿sabés?

—Puede ser... —Todavía no me convence—. Como sea, mi misión era guiar a Jonathan y yo lo dejé a merced de esos espíritus oscuros.

—Hacete cargo, entonces. —Su comentario me incomoda—. Enmendá tus errores. Todavía estás a tiempo. Que te hayas separado de él no significa que no puedas ayudarlo de alguna manera.

—No sé por dónde empezar. Además: ¿y si vuelvo a equivocarme y la Tierra termina condenada? No quiero cargar con más culpas.

—Eso todavía no pasó. —Me palmea la rodilla—. Intentemos salvarla igual, tal vez de otra forma a la que vio Karina. Aunque sea más difícil. Quizás termine siendo mejor de lo que tenían planeado el destino, los dioses y el universo.

Gustavo tiene razón. Sonrío para agradecerle y dejo con cuidado a Miel en el sillón, a su lado. Voy a bailar con los demás, decidido a hacer todo lo posible para que triunfemos, cerremos el portal y salvemos a Jonathan.

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