25. Juntos en cuerpo y alma
Nico y yo despertamos al mismo tiempo, en mi cuarto.
—Volvimos... —dice y se sienta.
Se lleva una mano a la cabeza, mientras abre y cierra la otra, observándola. Luego, se toca el pecho, con la mirada perdida, como si estuviera chequeando los latidos de su corazón.
Yo también me siento todavía un poco fuera de este mundo, aunque ya estoy acostumbrado a entrar y salir del cuerpo.
Entonces, los veo, rodeando la cama. Personas con ropas gastadas, rostros demacrados, envueltos en una luz fría. Algunos con tajos, cicatrices, partes del cuerpo que les faltan. Grito y me estremezco, asustado...
—Tranquilo, tranquilo. —Nico me toma de la mano—. Son los fantasmas. Yo también los estoy viendo.
Giro hacia él. Cuando me vuelvo hacia los fantasmas, ya no se encuentran ahí.
—Desaparecieron...
—Sí.
El corazón me late con fuerza. Pensar que Nico los ve siempre... Me paso una mano por el rostro. Después, me levanto despacio y busco mi celular.
—Faltan diez minutos para las seis de la tarde.
—¡¿Qué?! —exclama—. ¡Es casi la hora de entrar!
Saco un toallón del cajón de la cómoda y se lo arrojo.
—Vamos a tener que bañarnos juntos, ahora mismo. —Le guiño un ojo—. Así y todo, calculo que llegamos quince minutos tarde. Eso, si nos apuramos... Andá para la ducha, dale.
—Bueno... —Sonríe, con la cara iluminada y se encamina hacia el baño. Lo sigo, riéndome.
***
Estamos en el living. Nicolás termina de ponerse las zapatillas y yo saco el paraguas del armario, porque sigue lloviendo. Me abrigo con una campera. Me detiene antes de que pueda cerrarla.
—¿Qué hacés, loquito? —le pregunto, riéndome—. No podemos coger de nuevo, ya estamos tarde.
Empieza a acariciarme el pecho, con los ojos clavados en mi remera magenta.
—Perdón. Me encanta como te queda... —Me cierra la campera, despacio—. ¿Te diste cuenta de que cada uno de nosotros suele tener alguna prenda del color de su aura? Al menos en alguna de sus gamas —Señala su campera de un violeta oscuro—. Somos como los Power Rangers.
—Sos un tarado —bromeo y le doy un beso—. Salgamos ya.
Dejamos el departamento y bajamos por el ascensor. Nicolás enciende su celular. El aparato estalla en notificaciones, emitiendo una seguidilla de sonidos agudos...
—Mierda...
—¿Qué pasó?
—Tengo un montón de llamadas perdidas y mensajes de Daiana.
Cierro las manos, nervioso.
—¿Qué vas a hacer? —pregunto.
—No sé, yo...
—¿No sabés?¿Me estás cargando?
—Pará, Fran. Tengo miedo de...
—Ayer me dijiste que la ibas a dejar. ¿Qué te pasa?
—¿Te calmás, Francisco? Por favor. ¿No confiás en mí? Ya te dije que te amo. Tengo que hablar con ella. Aclararle todo. Me parece que es lo correcto.
No le respondo. No me queda otra que esperar y confiar en él... Mira la pantalla de su teléfono con cara de perro mojado.
—No sé porqué hizo tantas llamadas. O sea, es intensa, pero no tanto. Ni que percibiera lo que está pasando...
—Puede ser. Dale, que no vamos a llegar.
Salimos del edificio y nos tomamos el colectivo. Una vez en la radio, fichamos y entramos jadeando al área de producción.
Tobías y Karina levantan la mirada de sus celulares al vernos. Están tomando café y frente a ellos están nuestras tazas y unos platos con galletitas.
—Perdón por llegar tarde.
—Todo bien. —Tobi sonríe.
—¿Vinieron juntos? —Karina nos mira de arriba abajo.
—Sí, eh... —Nico empieza a balbucear.
Tobías se aguanta la risa. Nicolás se calla y se sienta con cara de pocos amigos. Me acomodo a su lado, mientras los chicos nos sirven café.
—Tengo que contarles algo —larga Nico de pronto.
Me atraganto, pensando que va a decirles que estuvimos juntos. Cuando me recompongo, continúa hablando:
—Cuando era chico, veía fantasmas. Por eso tenía tanto miedo de los espíritus que nos persiguen en el astral. Y ahora puedo ver a los muertos de nuevo... —confiesa.
Karina y Tobías se estremecen, sorprendidos. Lo miran con atención, mientras les cuenta que su madre le cerró el tercer ojo con ayuda de una bruja. Los chicos se conmueven.
—Nico... —Karina lo toma de la mano—. No sabía que te pasaba eso. Ahora entiendo todo. Hubiera sido menos insistente con el tema. Si tu mamá no encuentra a la bruja que te ayudó, quizás pueda hallar a una entre mis contactos.
—Gracias, Kari.
—No tiene que volver a cerrar su tercer ojo —dice Tobías—. Tarde o temprano, se va a volver a abrir. Viniste con ese don. Sos un enlazador de mundos.
—¿Qué es eso?
—Una persona capaz de guiar a los espíritus perdidos hacia la luz. O la dimensión que les corresponda. Generalmente, van a ser fantasmas, pero podés aprender a hacerlo con otras entidades. Por eso te buscan.
—Bueno, pero no pueden acosarme. ¿Decís que es como mi misión? Me encantaría ayudarlos, el tema es que me quita energía y no quiero terminar consumido.
—Tranquilo, Nico. No podés ayudar a todos los fantasmas. No darías a basto y tampoco sería justo. Tenés que aprender a hacerlo sin que te quite la energía y solo abrirte a ellos cuando lo elijas. Si te preparás, podés llegar a desarrollar habilidades increíbles.
—¿Me vas a enseñar?
—No soy un experto en el tema —aclara Tobi—. Pero puedo consultar a dos arcángeles que tratan con las almas perdidas: Miguel y Azrael.
—¿Hablás con los ángeles en serio? —pregunto, maravillado.
—A veces. Tenemos nuestras diferencias, pero justo me llevo bien con esos dos. ¿Por qué te sorprendés? Mi novio es un demonio.
—Es verdad.
—Tomá. —Karina saca una piedra negra y brillante de su cartera y se la alcanza a Nico—. Es una turmalina. Llevala en el bolsillo. Te va a proteger por ahora. Es mía, pero tiene buena energía. Te la regalo. Puedo hacerme otra.
—Gracias... —Nico sonríe, emocionado—. Son muy buenos. Los quiero. Perdón por haberme resistido tanto a esto.
—Estabas sufriendo, Nico. Menos mal que pediste ayuda. —Karina le sonríe.
—Pude salir del cuerpo y recordarlo. Ahora los voy a ayudar. Vamos a acabar con esos espíritus que nos persiguen... —dice Nico y no puedo evitar rodearlo con el brazo, riendo.
Se pone colorado.
Tobías le extiende la mano.
—Bienvenido al equipo sobrenatural.
Nico la estrecha, sonriendo.
—Gracias.
Karina une su mano a la de ellos y la imito.
—Qué bueno que ya seas consciente —continúa Tobías—. Ahora vas a poder viajar con nosotros por el astral y recordarlo.
Me siento tan orgulloso de Karina y Tobías. Son dos personas increíbles y todo lo que crecieron en este tiempo me hace muy feliz. También, la forma en que evolucionó nuestra relación en medio de este karma que compartimos.
Soltamos nuestras manos. Me gustaría abrazar a Nico, pero no puedo delante de ellos.
—Tenemos que contarles algo más —digo y Nico abre bien los ojos. Le hago un guiño, para calmarlo—. Anoche nos encontramos en el plano astral y vimos unas sombras que nos llevaron de viaje.
Empiezo a relatarles lo que pasamos en el templo y Nicolás se une, acotando. Karina se lleva una mano a la boca, sorprendida, y Tobías empieza a tomar notas en su celular.
—Eso fue una vida pasada... —dice Tobi.
—Suponemos que sí.
—¿Dónde creen que era? ¿Egipto? —pregunta Kari—. Digo, por el desierto y el templo.
—Sí, eso pareciera —contesta Nico—. Aunque no había jeroglíficos ni nada que pudiera confirmarlo. Todos habían sido destruidos.
—Esas sombras son servidores mágicos —explica Tobías y Karina asiente—. ¿Se acuerdan que les conté de eso cuando enfrentamos a los pequeños monstruos en aquel pantano del bajo astral? Los magos y hechiceros usaron a entidades artificiales desde siempre, creándolas con un propósito. A veces, las personas normales pueden desarrollarlas también de forma inconsciente, con la fuerza mental de sus deseos, para ayudarlos a cumplirlos. Los servidores formados por hechiceros son mucho más poderosos y requieren de un montón de energía para mantenerse.
—O sea que nosotros creamos servidores en esa vida pasada... ¿Hace cuánto? ¿Miles de años? —pregunto—. ¿Cómo es que siguen existiendo?
—No sé. Quizás estaban en animación suspendida. Pueden haber despertado y seguirlos hasta esta vida. Solo se disuelven cuando hayan cumplido el propósito con el que fueron creados. O con un hechizo, si se resisten.
—Tenemos que averiguar qué quieren —afirmo.
—Quizás buscan ayudarlos a resolver lo que quedó pendiente de esa vida pasada —dice Karina y asiento.
Nico mira la hora en su celular.
—Bueno, basta de hablar del tema que pronto tenés que ir al aire a hacer la primera hora —le dice a Tobías—. Aprovechemos el tiempo que queda. ¿Ya vieron lo que envié para el programa de hoy? —nos pregunta.
—Sí, está buenísimo —responde Tobías y Karina asiente.
—Yo todavía no leí nada...
—Ponete las pilas... —Nico me codea, haciéndose el malo, y me río.
Abro la carpeta compartida en mi celular y me pongo a leer. Estoy feliz por tenerlo conmigo y porque mis ex nos ayudan. Las cosas empiezan a acomodarse... Solo nos queda resolver algunos misterios, pero al final vamos a terminar ganándole a los espíritus que nos persiguen.
Lo único que me preocupa es Jonathan y su vínculo con ellos. Todavía no puedo creer que nos los esté enviando y que haya abierto ese portal en la terraza de la radio. Quizás nos equivocamos; tal vez yo abrí el portal y atraje a esos espíritus de otro mundo de forma inconsciente y solo nos cruzamos a Jonathan en el astral porque quedó enganchado a mí por el odio que me tiene.
Qué lástima que todo haya terminado tan mal con él. Me hubiera gustado que las cosas fueran de otra manera. ¿Debería tratar de hablarle para averiguar hasta dónde está involucrado? ¿Podremos hacer las paces? Lo veo difícil, después del escándalo que protagonizamos.
Ahora solo puedo concentrarme en el programa de radio. Y en disfrutar de lo que está pasando con Nico, que, espero, llegue a buen puerto.
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